Resumen
En el presente artículo defiendo la necesidad de volver sobre la antropología hildegardiana, que concibe al hombre como crisol de la creación y tan unido a la tierra que no puede separarse de ella, pues nos proporciona las herramientas gnoseológicas y metafísicas que permiten diagnosticar al sujeto moderno y superarlo, alumbrando de este modo una forma distinta de dominio. La relación entre el hombre y la naturaleza debe estar marcada no por un dominio arbitrario y limitado sólo por el puro poder, como se desprende del sujeto ausente de la modernidad, sino por una acción humana que, nutriendo la tierra de la que el hombre mismo está hecho, garantice la armonía y el equilibrio de un ecosistema humanizado.
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