Resumen
Los fandangos, bailes de nuestros lejanos abuelos que tantas delicias brindaron a unos y contrariedades a otros, obligan a remontamos a la época del coloniaje español. Es fácil imaginar el tedio y la monotonía que imperaban en estos pueblos supersticiosos y beatíficos, cuya distracción fundamental estaba dada por la iglesia y los monjes, por las procesiones y el sermón. Era natural, que alguna gente procurara un poco de liberación y rompiendo lo tradicional, buscara alegrías y satisfacciones que, aunque nada piadosas, fueran la razón de vivir. Y qué mejor que el fandango, que con música, frasccillas picantes y danzas sugestivas, daba escape a pasiones ardientes de las parejas de esos tiempos.
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