Notas etnogr‡Þcas sobre ser-en-red, proxŽmica y ontolog’a1 EtnograÞa yachaymanta uchilla killkay, chaypi imasha red-pi-kaymanta, proxŽmicamantapash, ontolog’amantapash. Etnographic notes on Being In-Network, Proxemics, and Onthology Pablo Wright pwright@Þlo.uba.ar ORCID: 0000-0002-7243-1008 Instituto de Ciencias Antropol—gicas, Facultad de Filosof’a y Letras, Universidad de Buenos Aires (Buenos Aires, Argentina) Cita recomendada: Wright, P. (2023). Notas etnogr‡Þcas sobre ser.en-red, proxŽmica y ontolog’a. Revista Sarance, (50), 124-131. https://doi.org/10.51306/ ioasarance.050.07 Resumen Este breve ensayo reßexiona sobre las consecuencias de la cuarentena a partir de la pandemia del SARS-COVID-19 que afect— el mundo entre 2020 y 2022. Analizo el impacto de este encerramiento obligatorio desde un enfoque antropol—gico, especialmente teniendo en cuanto las dimensiones existenciales de la corporalidad y c—mo las mediaciones tecnol—gicas digitales llevaron a la emergencia de modos de proxŽmica e intersubjetividad telem‡tica originales. El an‡lisis evalœa de modo preliminar el impacto de la pandemia y la cuarentena y la prospectiva de la instalaci—n de estas tecnolog’as sobre la constituci—n ontol—gica humana contempor‡nea. Palabras claves: Pandemia COVID-19; cuarentena; ontolog’a; antropolog’a; proxŽmica. Una versi—n preliminar de este trabajo fue presentada en el Ciclo de Charlas ÒLa inc—moda materialidad indispensableÓ. Charlas con Rita Segato. C‡tedra de Pensamiento Inc—modo, Universidad Nacional de San Mart’n (UNSAM), Buenos Aires, el 19 de junio de 2020. Agradezco a Rita Segato, Silvia Citro, Rodolfo Puglisi, Elio Masferrer Kan, Ezequiel Ruiz Moras, y Leticia Salcedo Torres su colaboraci—n en distintas instancias de elaboraci—n de este trabajo. Debo gratitud al apoyo institucional y Þnanciero de la Universidad de Buenos Aires, a travŽs de los proyectos UBACyT 20020130100683BA, 20020170100498BA y de la Agencia Nacional de Promoci—n de la Investigaci—n, el Desarrollo Tecnol—gico y la Innovaci—n a travŽs del proyecto PICT 3132 (2017-2022). Revista Sarance ISSN: 1390-9207; ISSNE: e-2661-6718 Fecha de recepci—n: 12/05/2023; fecha de aceptaci—n: 04/05/2023 Tukuyshuk Kay uchilla killkaypika rimakrinchikmi imasha 2020 watamanta 2022 watakaman kay tukuy allpapi SARS-COVID-19 unkuy llakikunata apamushpa hipaman imashalla –ukanchikta sakishkamanta. Antropolog’a yachay –anta katishpa allikuta maskashpa kilkakrinchik imashatak waktamushpashna sakishkanka wicharina punchakuna munay na munay chayamushkanka chay unkuywanka. Rikunkapak munanchik imashallatak –ukanchik aycha kuyurina yuyaykunapash kay wichihaywanka imatallatak yashkanchik, tecnolog’a yachaykuna imashallatak chay proxŽmica yachay mana kashpaka –ukanchik kuyurinata mutsunahukpika yanapay laya chayamushkanka, chaytami intersubjetividad telem‡tica nishpa kaypika riman. Ninanta yuyarishpa killkashka kan imasha unkuy shamushpa, runakunata wichihashpa chariyashka, chaymanta hipamanka tecnologiapash kaypi sakirishka runakuna payta mutsushpa katinahunchikra paytawan llamkashpa, chaytami comtempor‡neo runakunapa kawsaypacha nin. Sinchilla shimikuna: COVID-19 unkuy; wichiharina punchakuna; ontolog’a; antropolog’a; proxŽmica. Abstract This short essay reßects on the consequences of quarantine from the SARS-COVID-19 pandemic that affected the world in 2020 and 2022. I analyze the impact of this obligatory enclosure from an anthropological approach, especially considering the existential dimensions of corporality and how digital technological mediations led to the emergence of original proxemics and telematic intersubjectivity modes. The analysis makes a preliminary assessment of the impact of the pandemic and the quarantine, as well as the prospective implementation of these technologies on the contemporary human ontological constitution. Key words COVID-19 pandemics; quarantine; ontology; anthropology; proxemics. Introducci—n La intersubjetividad es un concepto rico y ciertamente antiguo de la reßexi—n Þlos—Þca fenomenol—gica de Husserl y Heidegger y de las ciencias sociales, especialmente Merleau-Ponty y Schutz, el cual est‡ incrementando su poder explicativo en varias ‡reas de la investigaci—n humana (por ejemplo, Fabian, 1971; Goodman, 1978; Jackson, 1989, 1998; Duranti, 2010; Wright, 2022). En este sentido, esta noci—n fue inßuenciada tempranamente desde otras ‡reas del conocimiento, como por ejemplo estudios biol—gicos de los organismos vivientes realizados a principios del siglo XX por el estonio Jakob von Uexkull (Schroer, 2019). Para este bi—logo y semi—tico de la comunicaci—n animal, todo ser natural construye su propio mundo del ßujo de eventos que constituyen su entorno natural. De este modo, los miembros de cada especie habitan diferentes mundos org‡nicamente constituidos, que var’an en contenido y complejidad debido al rango y soÞsticaci—n del equipamiento para construir-mundo que poseen. Ese ÒambienteÓ, llamado por este autor Umwelt, en el caso humano es decididamente un fen—meno transorg‡nico (Willis, 1990, p. 12) complejo y simb—licamente fascinante. En la especie humana, este equipamiento de construcci—n de mundos es social, colectivo, cambiante con el devenir, y sintŽticamente se puede identiÞcar con la dimensi—n cultural. En este trabajo sintetizarŽ algunas ideas sobre las transformaciones que ocurrieron en el Umwelt social, como consecuencia de la pandemia por el SARS-COVID 19 que azot— el mundo entre 2020 y 2022, tanto a partir de la situaci—n local argentina como punto de partida como pensando de un modo m‡s general. Me inspira aqu’ el esp’ritu del sugerente escrito de la hija de Alfred Kroeber, la novelista y poeta Ursula K. Le Guin, La autora de las semillas de acacia. Y otros fragmentos de la Revista de la Asociaci—n de Zoolinguistica (1987), para quien la exploraci—n de las fronteras entre formas de vida en este planeta desaf’a los diferentes etnocentrismos humanos y los presupuestos sobre el conocimiento, la ciencia, el lenguaje y el arte. Esta imaginaci—n poŽtica se conecta con las ideas de von UexkŸl y con la empresa antropol—gica de conocer y comprender alteridades, sean humanas o transhumanas. Para entender el Umwelt pandŽmico: intersubjetividad y proxŽmica. En la Argentina, el gobierno decret— el 19 de marzo de 2020 el llamado Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) como medida de pol’tica sanitaria para contener los casos de COVID-19 que lentamente se hac’an m‡s numerosos en el mundo, llevando a ser deÞnida por la OMS el 11 de marzo como una pandemia. EL ASPO comenz— a regir el 20 de marzo, que supon’a una cuarentena estricta en la poblaci—n, salvo personal afectado a la salud y al transporte. ASPO Þnaliz— oÞcialmente el 9 de noviembre de 2020, tras lo cual se decret— el Distanciamiento Social, Preventivo y Obligatorio (DISPO) que Þnaliz— el 28 de febrero de 2021. DISPO implicaba el Þn de la cuarentena, pero no el de la prohibici—n de numerosas actividades sociales recreativas. La vida en cuarentena afect— seriamente los cuerpos, mentes y relaciones sociales de un modo dram‡tico, mostrando aspectos existenciales generales de nuestro ser-en-el-mundo, as’ como de los imponderables de la vida cotidiana que, por su ausencia, indicaban la importancia que realmente ten’an. M‡s all‡ del horror vacui que produc’a ese virus invisible del que ten’amos que cuidarnos a como diera lugar, nuestra naturaleza social como seres humanos ÒacuarentenadosÓ en esta pandemia ilustr— dram‡ticamente de quŽ estamos hechos como especie que vive en comunidad. Esto se torn— evidente porque al modiÞcarse elementos esenciales de nuestros h‡bitats y pr‡cticas cotidianas Ño sea, de nuestros mundosÑ aßoraron aspectos existenciales que parecen ser claves a la mirada antropol—gica. Esta mirada se nutri— de las experiencias colectivas que observamos alrededor nuestro y de las nuestras propias que pueden sintetizarse en un acortamiento radical de nuestro espacio vital, una concentraci—n de rutinas en esos espacios reducidos, un atrincheramiento corporal hacia nuestro interior, con el consecuente agarrotamiento de estructuras —seas y musculares, y saturaciones varias de los coeÞcientes de interacci—n con nuestros otros signiÞcantes (si los tuviŽramos al lado) o una fr’a ausencia de ellas (si los tuviŽramos lejos o, directamente si no los hubiera). Al ser los humanos b‡sicamente seres intersubjetivos, anclados en una intersubjetividad innata, como reÞeren los psic—logos Trevarthen y Logotheti (1989), nos constituimos como seres-puente en constante interrelaci—n e interconexi—n con otros. Combinando estas perspectivas con las fenomenol—gicas y existenciales de la Þlosof’a, reelaboradas por la sociolog’a y la antropolog’a (Stoller, 1989; Jackson, 1998), podemos sugerir que los seres humanos somos entidades co-existentes donde la co-presencia es una condici—n esencial para el despliegue de nuestro ser (sea tanto psicol—gico como social). Estos aspectos de nuestra constituci—n ontol—gica fueron sacudidos por mucho tiempo por la cuarentena pandŽmica, no solo en nuestra ciudad o barrio sino tambiŽn como un fen—meno que en mayor o menor medida ocurri— en la globalidad del planeta. Se nos aparecieron a la vista como sensaci—n, intuici—n, experiencia o pesadilla, necesidades que tenemos como seres sociales y culturales, de las que fuimos privados segœn nuestros lugares de residencia. Es decir, falta de espacio, de lugar para estar, reclusi—n laboral en la casa, falta de privacidad, imposibilidad de experiencia de contacto f’sico, que involucra tantas dimensiones como la afectiva, la sexual, la emocional, la lœdica, la deportiva, y tantas otras. Esto es as’ porque necesitamos el cuerpo del otro para completar nuestra ontolog’a en sus dimensiones intersubjetivas integrales. O un exceso de presencia, en el conÞnamiento, recarga la intersubjetividad de intensidad, saturaci—n, y como hemos observado en los noticieros, violencia. En s’ntesis, la situaci—n actual produjo un gradiente amplio y complejo de los polos en que la intersubjetividad humana se plasma, al decir de Jackson (1998), aunque no todos los lugares de ese arco tengan el mismo sentido en tŽrminos de una moral social. Como veremos m‡s adelante, la intersubjetividad telem‡tica, retomando aqu’ aportes pioneros de Baudrillard (1991), tiene un lugar en este gradiente y cumple un rol m‡s que esencial en nuestros d’as. Esta situaci—n de temor y conÞnamiento en la pandemia ejerci— una presi—n proxŽmica, o sea una presi—n en la dimensi—n cultural del espacio2, donde los metros cuadrados vitales, las distancias f’sicas y sus c—digos de cercan’a y/o lejan’a, etiquetas usuales de saludo/despedida, la administraci—n de espacios cerrados y/o abiertos, y las posibilidades de desplazamiento no reguladas, sufrieron colapsos regulatorios, por supuesto en aras del bien sanitario comœn, pero colapsos al Þn. Dentro de todo este contexto de clausura proxŽmica, y de minimizaci—n del contacto corporal y el distanciamiento f’sico (mal llamado social) se produjeron una serie muy compleja y rica de entramados intersubjetivos mediados por las tecnolog’as de la comunicaci—n, generando verdaderas reconÞguraciones ontol—gicas. Lo que antes ya exist’a en ciernes, es decir esa intersubjetividad producida telem‡ticamente, Ðpensemos el telŽgrafo, el telŽfono y lo que vino despuŽsÐ ahora se transform— en un fen—meno social y cultural mucho m‡s presente e intenso en nuestra cotidianeidad, y totalmente omnipresente. Hoy es imprescindible existencialmente tener internet, y los aparatos que nos permiten conectarnos a ella (celulares, tablets computadoras). Y esos aparatos producen pantallas, que se transforman en sucursales m—viles y trasladables de nuestra conciencia. Aqu’ la televisi—n fue quiz‡s la primera pantalla, pero que posibilitaba una relaci—n intersubjetiva muy indirecta Ðpodr’amos pensar en el cine tambiŽn, aunque tiene otras caracter’sticas peculiares. Las otras nos conectan a la distancia, y ella misma se desvanece por esa miniaturizaci—n e instantaneidad (Baudrillard, 1991) que permite el proceso tecnol—gico mismo. Por otra parte, la tan importante conectividad digital se–ala, cuando no la hay, o la hay deÞciente, la desigualdad estructural de la sociedad, que al igual que en un experimento qu’mico, al ser aplicado un reactivo, se visibiliza ese panorama social desigual que antes era invisible o dado por hecho como una parte de un paisaje social naturalizado. La obra pionera de Baudrillard (1991) y las reßexiones de David Harvey (1989) sobre la compresi—n tŽmporo-espacial en el capitalismo tard’o ofrecen el marco general de la econom’a pol’tica de estas formas de comunicaci—n y sociabilidad mediada por estas tecnolog’as. Es m‡s, las tecnolog’as de informaci—n tuvieron un efecto directo en la producci—n de los fen—menos de aceleraci—n del capitalismo contempor‡neo y de la globalizaci—n y transnacionalizaci—n. 2 Es posible pensar esto gracias a la inmensa obra del antrop—logo Edward T. Hall, que acu–— el tŽrmino proxŽmica, y profundiz— en estudios interculturales del modo que tienen las sociedades de habitar en el espacio y clasiÞcar las distancias interpersonales y sus valoraciones sociales (1959, 1966, 1976). TambiŽn ampli— sus estudios al tiempo (1983). As’ en el tiempo actual, la ontolog’a humana combina lo neuronal con lo elŽctrico y lo electr—nico en una Gestalt casi sin fronteras fenomenol—gicamente palpables entre un nivel y otro. Es un continuum energŽtico cuyo ßujo alimenta nuestro ser social contempor‡neo, tanto antes como durante y despuŽs del COVID-19. En coincidencia con las ideas de Citro y Puglisi (2015), funcionamos como seres-en-red donde a partir de esta intersubjetividad telem‡tica, desplegamos nuestros cuerpos virtuales en diferentes modalidades de sociabilidad. TŽrminos como realidad virtual ya no parecen un ox’moron, sino que remiten a estas realidades en Òdonde estamosÓ cada vez m‡s tiempo de nuestras vidas. ÀEstaremos ingresando en una Ònueva existencialidadÓ obligados por el contexto de peligro de contaminar nuestros cuerpos carnales en el contacto tete-a-tete, los cuales deben ser temporalmente reemplazados por avatares que se presentan en/a travŽs de las pantallas de los dispositivos, y verdaderamente son-en-las-redes?3 ÀSe ha ampliado el horizonte de nuestro self social, que ahora puede asumir varias clases de persona, de acuerdo con los contextos y dispositivos virtuales a la mano? ÀEsta multiplicidad es la goffmaniana, o estamos en presencia de nuevos modos de intersubjetividades propias de los mundos virtuales? ÀHabr‡ tantos seres como terminales de pantallas? Estas formas de sociabilidad telem‡tica, especialmente las que suplantaron durante la cuarentena pandŽmica la sociabilidad corporal directa, por ejemplo, los festejos de cumplea–os, reuniones de amigos, charlas de parejas, reuniones de ’ndole espiritual y/o religiosa, etc. a travŽs de las plataformas como Zoom, Google meet, Jitsi.org, etc., parecen producir una telecommunitas (Wright, 1995), adaptando el concepto de communitas del antrop—logo Victor Turner (1992). Para este autor, en ciertas instancias de los procesos rituales se dan relaciones de comœn unidad entre participantes que denomin— communitas; un sentimiento de comunicaci—n y de compartir una condici—n interestructural Ðen ciertos rituales, de ser ne—Þtos, para transformarse en iniciados. Aqu’ en nuestro contexto, la telecommunitas implicar’a esa uni—n con el otro a travŽs de las pantallas, la cual como experiencia se vive como algo directo, un estar-con colectivo concreto y palpable, si cabe la palabra. En estas situaciones sociales se dar’a esta comœn uni—n de personas que comparten un hecho social que genera esa grupalidad amistosa, amorosa o fraternal, por ejemplo, gracias a la mediaci—n tecnol—gica. Habr’a diferentes clases y tipos de telecommunitas de acuerdo con la situaci—n social espec’Þca. Es m‡s, en especial en contextos de tipo religioso, las energ’as sagradas y numinosas podr’an viajar por el tiempo y el espacio sin problemas conectando de un lado de la pantalla a Þeles con los especialistas religiosos ubicados en el otro extremo, produciendo la telecommunitas necesaria para conformar la comunidad de Þeles y llevar a cabo los rituales correspondientes. De darse, ser’an una clase de comunidades morales tele-producidas. Lo que antes se ve’a en programas del Las sugerentes obras La pradera, de Ray Bradbury (1955), y El sol desnudo, de Isaac Asimov, son dram‡ticos ejemplos Þccionales del poder de la tecnolog’a telem‡tica. llamado tele-evangelismo como por ejemplo el renombrado programa televisivo Club 700 ahora se observa en muchas iglesias cat—licas, y del amplio espectro protestante, evangŽlico, pentecostal, y neo-pentecostal (Wright, 1995). Palabras Þnales Transitamos sin dudas experiencias de ser-en-la-red obligados por la pandemia de COVID-19. Antes tambiŽn exist’a por supuesto este ser-en-la-red virtual, pero no era obligatorio o necesario; al menos hab’a alguna opci—n, aunque el contexto global del capitalismo tard’o genera una tendencia a esta minimizaci—n del contacto en persona para cualquier actividad o tr‡mite para Òeconomizar tiempoÓ. Mientras vivimos a travŽs de estos tiempos, el cuerpo carnal, directo y contundente nos interpela una y otra vez por recuperar el deseo proxŽmico4 del otro (genŽrico, signiÞcante, o lo que sea) en encuentros directos in corpore. Mientras tanto, la intersubjetividad telem‡tica posiblemente lleg— para quedarse, aunque por contraste nos se–ala algo importante que nos falta: la corporalidad directa y sus dimensiones multisensoriales, esa carne-en-el-mundo merleaupontiana (Citro y Puglisi, 2015) que es todav’a esencial como experiencia humana en el mundo. Referencias bibliogr‡Þcas Asimov, I. (2002) [1957]. El sol desnudo. Edici—n digital Umbriel. Baudrillard, J. (1991). El Xerox y el inÞnito. En: J. Baudrillard, La transparencia del mal (pp. 58-66). Anagrama. Bradbury, R. (1955). La pradera. En: R. Bradbury, El hombre ilustrado. Minotauro. Citro, S. y R. Puglisi. (2015). Ser-en-el-mundo carnal, Ser-en-la red virtual. 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