Del psicoan‡lisis a la antropolog’a psicoanal’tica: nuevos espacios para escuchar las voces de otros lejanos, nuevos horizontes para las ciencias sociales Psicoan‡lisismanta, antropolog’a psicoanal’ticaman chayankapak: mushuk kuskakunapi karumanta shamukkunata uyankapak mushuk pachakuna runa yachaykunapak. From psychoanalysis to psychoanalytic anthropology: New spaces to listen to the voices of others from far away, New horizons for the social sciences Marie-Astrid Dupret astrid.dupret@gmail.com ORCID 0000-0001-6392-9245 PontiÞcia Universidad Cat—lica del Ecuador - PUCE (Quito, Ecuador) Cita recomendada: Dupret, M. (2023). Del psicoan‡lisis antropolog’a psicoanal’tica: Nuevos para escuchar las voces de otros lejanos, nuevos horizontes para las ciencias sociales. Sarance, (50), 30-39. https://doi.org/10.51306/ ioasarance.050.03 Resumen El psicoan‡lisis ocupa un lugar esencial, aunque poco reconocido, en el seno de las ciencias sociales. Se funda en la escucha del sujeto del Inconsciente, o sea el sujeto moldeado por los valores y los saberes de su lengua y su cultura. La teor’a psicoanal’tica actual presta una atenci—n casi exclusiva al individuo postmoderno, a pesar del interŽs constante que manifestaron Freud y Lacan por el pensamiento y las expresiones culturales de sociedades que viven alejadas del Occidente. La antropolog’a psicoanal’tica, en su esfuerzo de mejorar su conocimiento de la condici—n humana en su universalidad, da importancia a las voces de seres humanos otros y a una escucha diferente que le permite poner a prueba sus conceptos y profundizar su teor’a y su praxis cl’nica. A la vez, su acercamiento a grupos que viven alejados de los centros de dominaci—n le permite atender de manera m‡s adecuada sus problemas de salud mental y ofrecer un acompa–amiento ps’quico respetuoso, as’ como ayudar a la creaci—n de espacios de Revista Sarance ISSN: 1390-9207; ISSNE: e-2661-6718 Fecha de recepci—n: 29/04/2023; fecha de aceptaci—n: 04/05/2023 mediaci—n sociopol’tica entre los discursos oÞciales y otras estructuras de pensamiento. En este sentido, el psicoan‡lisis y la antropolog’a psicoanal’tica constituyen un espacio de articulaci—n muy productivo entre las diversas ciencias sociales. Palabras clave: Psicoan‡lisis; Antropolog’a psicoanal’tica; Inconsciente; Estructuras Discursivas; Praxis. Tukuyshuk Psicoan‡lisismi runakunapa yachay ukupika ninan sinchi yachay kan. Kaypika runakunapa Inconsciente ukuta uyashpa, pay imasha kana yuyaykunawan, ima yachay, ima shimi rimaykunawan, ima kawsaykunawan kaktapash uyan. Psicoan‡lisispak kunan yachaykunapika postmoderno runatami chawpipi churashpa payta ahstakata rikushpa kunpan. Kashnami kunanpi rurayka puntashna imasha Freud, Lacan psicoan‡lisista wi–achik runakuna imalla nishkataka mana yapa katinchu, paykunaka ninmi karka, ashtakatami rikuna kan runakunapa tantanakushka kawsayta, shinallatak Occidentemanta karulla kawsak llakta runakunata ashtawan rikuna nishka karka. Shinallatak antropolog’a psicoanal’tica yachayka universalismopi chariyarishpa, allikuta runapak yachaykunata sinchiyachinkapakmi munan. Shinami shuk karu allpakunamanta runakunapa shimi rimaykunata ashtakata uyankapak munan, shinallatak allikuta uyashpa, yachaykunatapash cl’nica ruray ukupi sinchiyachinkapak munan. Kashna rurankapakka, kimirinkapak munan ashtawan karu karu allpakunapi, maypi shuk laya kawsayta charik runa llaktakunawan, chaymanta paykunawan rimashpa allikuman kunpay ushankapak paykunapa kikinkaypa llakikunata, shinallatak mushuk kuska tantanakuykunata rurankapak maypi runakuna rimari ushachun paykunapa kawsay ruraykunamanta, imashalla shukkuna paykunamanta rimakta alli rikunkapak, chay hawa rimarinkapak imatatak –ukanchik yanahunchik chaymanta. Chaymi psicoan‡lisispash, antropolog’a psicoanal’ticapash, sumakta maki hapirin runakunapa yachayta sinchiyachinkapak. Sinchilla shimikuna: Psicoan‡lisis; Antropolog’a psicoanal’tica; Inconsciente; sinchiyarishka rimaykuna; shimikuna. Abstract Psychoanalysis occupies an essential, although little recognized, place within the social sciences. It is based on listening to the subject of the Unconscious, which is the subject shaped by the values and knowledge of language and culture. Current psychoanalytic theory pays almost exclusive attention to the postmodern individual, despite the constant interest that Freud and Lacan expressed in the thought and cultural expressions of societies living separate from the West.In its effort to improve its knowledge of the human condition in its universality, psychoanalytic anthropology gives importance to the voices of other human beings and to a different listening that allows it to test its concepts and deepen its theory and clinical praxis. At the same time, its approach to groups that live far from the centers of domination allows it to attend more adequately mental health problems and offer respectful psychic accompaniment, while also helping to create spaces for socio-political mediation between ofÞcial speeches and other structures of thought. In this sense, psychoanalysis and psychoanalytic anthropology constitute a very productive space of articulation between the various social sciences. Keywords: Psychoanalysis; psychoanalytic anthropology; Unconscious; Discursive structures; voices. En 1900, para ser m‡s precisos, en 1899, Sigmund Freud publica La Interpretaci—n de los sue–os, el texto fundador de una ciencia nueva que llamar‡ psicoan‡lisis. Desde entonces, no solo escribi— una obra monumental, sino que fue acompa–ado por mœltiples seguidores que, a su vez, contribuyeron con sus trabajos. Entre ellos, Jacques Lacan ocupa un lugar de excepci—n. Con su Òreorno a FreudÓ, fue el gran epistem—logo del psicoan‡lisis, y, durante m‡s de 26 a–os, dict— seminarios que dieron un fuerte impulso a esta disciplina en pleno desarrollo. Lo cierto es que Freud y Lacan aparecen entre las Þguras m‡s emblem‡ticas del siglo XX, han dejado su huella en todos los campos del pensamiento y siguen inßuenciando a las generaciones actuales. Hoy d’a, el psicoan‡lisis ocupa un lugar clave en el seno de las ciencias sociales y mŽdicas, se relaciona tambiŽn con el arte y la literatura, y ofrece una praxis y un mŽtodo de investigaci—n propios, gracias a un abordaje cl’nico y un an‡lisis de discursos original. Empero, a pesar de su irradiaci—n espectacular en las esferas de la cultura universal, los lineamientos de la teor’a psicoanal’tica siguen ignorados por la gran mayor’a del pœblico, e incluso, por no pocos de los que se adscriben a esta ciencia joven, un desconocimiento que conduce a comentarios y juicios despectivos por parte de quienes no entienden sus bases epistemol—gicas. En este ensayo, se intentar‡ esclarecer los principios fundamentales de la teor’a psicoanal’tica para poner en evidencia el lugar central que juega en la reßexi—n cient’Þca actual, diferenci‡ndola de las diversas escuelas de psicolog’as y de las neurociencias, y explicitando su articulaci—n con las ciencias sociales y, muy en especial, con la antropolog’a que constituye una vertiente imprescindible de la teor’a, hasta el punto de que la antropolog’a psicoanal’tica se presenta como una tematizaci—n del psicoan‡lisis que remite a una reßexi—n sobre sus fundamentos Þlos—Þcos subyacentes. Para entender estas consideraciones, se impone la pregunta elemental: ÀQuŽ pretende estudiar el psicoan‡lisis?, ÀCu‡l es la originalidad del planteamiento de Freud? Como deÞnici—n simple y concisa, se dir‡ que el psicoan‡lisis intenta construir una ciencia del sujeto del Inconsciente, cuya condici—n es el lenguaje. Cabe recordar que Freud era mŽdico y elabor— su teor’a a partir de la escucha de sus pacientes y de sus quejas, o sea, prestando la mayor atenci—n a las palabras que o’a. Escribe Lacan: ÒSi el psicoan‡lisis debe constituirse como ciencia del Inconsciente, conviene partir de que el Inconsciente est‡ estructurado como un lenguajeÓ (Lacan, 1964). Dicho de otro modo, el Inconsciente, concepto central de la teor’a psicoanal’tica, es el resultado, para el ser humano, del encuentro de su cuerpo biol—gico con un idioma y una sociocultura heredados de sus antepasados, no transmitidos genŽticamente sino por el contacto con otros miembros de su comunidad. Muchos animales tienen sistemas de comunicaci—n m‡s o menos complejos, pero solo la especie humana ha desarrollado un lenguaje que, a su vez, ha transformado radicalmente su manera de vivir, pensar, relacionarse con los otros y actuar, permitiŽndole extraerse de su realidad inmediata para reßexionar sobre su situaci—n y proyectarse en espacios Þcticios, pero tambiŽn cuestionarse sobre la signiÞcaci—n de su existencia y de la muerte, rebelarse, angustiarse. Al nivel de los efectos del lenguaje sobre el sujeto, es preciso a–adir otro, colectivo, Žl de la memoria simb—lica de cualquier grupo humano, el gran Otro en tŽrminos lacanianos, el Òtesoro de los signiÞcantesÓ, lugar de los saberes y valores que vehicula toda sociocultura en sus discursos1. Es as’ como el hecho de ser hablante ha modiÞcado por completo el comportamiento de la especie homo sapiens que ya no actœa en base a instintos, sino que obedece a imperativos culturales. Apenas nacido Ñe incluso antesÑ el peque–o humano est‡ inmerso en un universo de costumbres, de rituales, de reglas y relatos que organizar‡n su manera de pensar, comportarse y convivir con los otros. Freud, en ÒEl porvenir de una ilusi—nÓ (1927), explica que entiende por cultura Òtodo aquello en que la vida humana ha superado sus condiciones biol—gicas y se distingue de la vida de los animalesÓ, y continua: La cultura humana muestra [É] dos distintos aspectos. Por un lado, comprende todo el saber y el poder conquistados por los hombres para llegar a dominar las fuerzas de la Naturaleza y extraer los bienes naturales con que satisfacer las necesidades humanas, y por otro, todas las organizaciones necesarias para regular las relaciones de los hombres entre s’ y muy especialmente la distribuci—n de los bienes naturales alcanzables. (pp. 2961-2962) Corresponde al registro simb—lico de Lacan. El Inconsciente precisamente se sitœa en el quiasma de la dimensi—n simb—lica de la cultura y la dimensi—n real del cuerpo individual, articulados con la representaci—n imaginaria que cada persona se hace de s’ mismo y de su Yo. Este ternario real, simb—lico, imaginario, ancla al sujeto y sus objetos tanto en lo material como en lo intangible, en una topolog’a que caracteriza al ser humano. La paulatina estructuraci—n subjetiva que resulta de este proceso socializador, as’ como la impregnaci—n simb—lica que marca todas las producciones humanas, desde la fabricaci—n de herramientas y la realizaci—n de obras de arte, hasta la econom’a, o incluso las matem‡ticas, para no citar m‡s, constituyen el campo de estudio del psicoan‡lisis. De all’, el desarrollo de una cl’nica que puede ser singular, pero tambiŽn colectiva e institucional, y de investigaciones que intentan desemboscar las expresiones del alma humano en sus realizaciones materiales y espirituales. Para abordar su objeto de estudio, el psicoan‡lisis, como cualquier otra ciencia, ha implementado un mŽtodo propio de investigaci—n que consiste en abrir Respecto al concepto de gran Otro, ver: M. A. Dupret (2018), p.31. el acceso del Inconsciente a la verbalizaci—n y a la expresi—n simb—lica. Desde luego, resulta imposible penetrar el pensamiento de una persona, por lo que el analista funda su pr‡ctica en la escucha del discurso del analizante, y le invita a hablar lo m‡s libremente posible, y decir todo lo que le pasa por la cabeza, sin controlar sus palabras. Y puntualiza este discurso y lo interpreta, resaltando aspectos a los cuales el hablante no hab’a prestado atenci—n. Las formaciones del Inconsciente como los sue–os y las asociaciones libres, las met‡foras y metonimias, los lapsus, las equivocaciones ofrecen un material privilegiado. Pero el psicoan‡lisis no se limita a la cl’nica y existen otras fuentes de gran interŽs para ampliar el conocimiento del alma humana. La literatura, el relato hist—rico, o tambiŽn las creencias y comportamientos t’picos que reßejan la memoria olvidada del grupo, dan cuenta de la subjetividad de una Žpoca, de un lugar, y permiten conocer e interpretar rasgos ps’quicos propios a los integrantes de esta comunidad. Porque el sujeto humano nunca es creador de su propio pensamiento, sino que est‡ siempre y necesariamente moldeado por los comportamientos de su entorno, su idioma materno y los valores socioculturales que le est‡n transmitidos. Este hecho explica por quŽ la praxis psicoanal’tica no puede restringirse al abordaje individual, sino que debe tomar en cuenta y dar toda su importancia al contexto sociocultural. Por otro lado, al tener como objeto de estudio al Inconsciente que no es asequible directamente sino a travŽs de un proceso de exteriorizaci—n por medio de enunciados discursivos, el psicoan‡lisis ha impuesto una exigencia ineludible para quien quiera devenir psicoanalista, que es la cura personal, o sea, hacer un esfuerzo de introspecci—n por medio de un recorrido de cierta duraci—n con un psicoanalista formado, y que le permita descubrir en s’ mismo sus diÞcultades y sus cuestionamientos entorno a su vida personal y social. En este aspecto, el psicoan‡lisis se asemeja a la formaci—n de muchos chamanes que, por lo menos en tiempos pasados, ten’an que pasar por un periodo de aprendizaje acompa–ado de ayunos y restricciones de la vida sexual, para obtener conocimientos y poderes curativos. Claude LŽvi-Strauss (1974), en un art’culo publicado primero en 1949, La eÞcacia simb—lica, muestra la proximidad entre la cura psicoanal’tica y el chamanismo. El psicoan‡lisis nace a Þnales del siglo XX, a la par con el primer desarrollo de las ciencias sociales, en una Žpoca cuando la psicolog’a, a duras penas, se desprende de la Þlosof’a. De all’ surgi— la idea de que se trata de una escuela de psicolog’a. En realidad, el interŽs del psicoan‡lisis diÞere del de las psicolog’as, no es el comportamiento individual sino el ser hablante, estructurado ps’quicamente en funci—n de su relaci—n con el lenguaje y con los valores simb—licos y espirituales de su cultura. Desde luego, cada enfoque psicol—gico ofrece materiales importantes que la teor’a psicoanal’tica no puede desconocer. Es as’ como la Gestalt o psicolog’a de la forma, propone elaboraciones te—ricas sobre la percepci—n y la manera de c—mo el sujeto se relaciona visualmente con su entorno, una dimensi—n esencial para la comprensi—n del funcionamiento de la mente humana y que, en psicoan‡lisis, corresponde al registro imaginario y sirve de base a conceptualizaciones esenciales como el Estadio del Espejo, una etapa crucial en el desarrollo del psiquismo, o el fantasma y los procesos identiÞcatorios. TambiŽn la psicolog’a cognitiva tiene aportes muy valiosos, aunque necesitan reinterpretaciones te—ricas en relaci—n con el registro simb—lico. Cabe notar que parte de la confusi—n entre el psicoan‡lisis y las escuelas de psicolog’a viene del hecho de que existe una psicolog’a cuya inspiraci—n es la teor’a psicoanal’tica, por lo que se interesa por el sujeto del Inconsciente y los efectos de la dimensi—n de lenguaje en su estructura ps’quica. Otra equivocaci—n absurda de la actualidad es enfrentar psicoan‡lisis y neurociencias. Paradoxalmente, Freud con sus estudios sobre neurolog’a y sinapsis cerebrales fue uno de los padres de las neurociencias. Sin embargo, dej— este campo para interesarse por la inßuencia de la dimensi—n simb—lica en el sujeto, orientando sus investigaciones al conocimiento del alma humano, como le gustaba decirlo, y a los grandes cuestionamientos existenciales que acucian al ser humano, la muerte, el sexo, la agresividad, el amorÉ A cambio, las neurociencias no prestan atenci—n a las cuestiones lingŸ’sticas y culturales, sino que se centran en el funcionamiento del cerebro, un —rgano sin inconsciente, exento de marcas socioculturales y libre de la historia personal del sujeto. Los aportes de la teor’a psicoanal’tica al conocimiento del alma humano son amplios. Entre los principales, se mencionar‡ una aprehensi—n original de la psicosis, como Michel Foucault lo reconoce en su Historia de la Locura (1972, p.360). En palabras de Freud, en cualquier patolog’a mental, se encuentra un Ôfragmento de verdadÕ, por lo que un delirio no consiste en una suma de absurdidades, sino que tiene coherencia y l—gica, a pesar de no corresponder a ideas y representaciones compartidas por el comœn de la gente: No solo hay mŽtodo en la locura, como el poeta ya percibi—, sino un fragmento de verdad hist—rica [É] El reconocimiento de su nœcleo de verdad (del delirio) proporcionar’a una base comœn sobre la cual podr’a desarrollarse el trabajo terapŽutico. Este trabajo consistir’a en liberar el fragmento de verdad hist—rica de sus distorsiones y sus relaciones con el presente y hacerlo remontar al momento del pasado al cual pertenece. (Freud, 1937, p. 3372) El psicoan‡lisis ofrece tambiŽn una teorizaci—n muy elaborada del proceso de estructuraci—n ps’quica del ni–o, desde su nacimiento y su primer contacto con el mundo de las palabras, hasta la adultez. Siguiendo a algunos psicoanalistas, he propuesto considerar tres etapas en el desarrollo ps’quico infantil, relacionadas con una evoluci—n en las modalidades de vinculaci—n con la palabra: las estructuraciones arcaica, cultural e ideol—gica, que corresponden respectivamente a los primeros a–os de vida, a la Žpoca de latencia y al pasaje adolescente (Dupret, 2013, pp. 67-91). No debemos sorprendernos de que muchas socioculturas tradicionales acompa–an el paso de una a otra etapa por ceremonias y rituales: en el catolicismo, la primera comuni—n simboliza el paso de la primera infancia a la edad de la raz—n, y el sacramento de conÞrmaci—n indica para el joven, la entrada en un nuevo periodo de vida y de responsabilidad. Este ejemplo ilustra el interŽs de la aproximaci—n antropol—gica al mostrar en quŽ medida la manera de pensar del ser humano y su estructuraci—n ps’quica no son construcciones abstractas, sino que reßejan una conceptualizaci—n compartida por socioculturas muy diversas. Desde el inicio, el psicoan‡lisis se apoy— en datos antropol—gicos para corroborar sus tesis. Freud, en T—tem y Tabœ (1912;1913), cuyo subt’tulo ÒAlgunos aspectos comunes entre la vida mental del hombre primitivo y los neur—ticosÓ es muy signiÞcativo, utiliza como principales referencias los aportes etnol—gicos de su Žpoca para erigir su teor’a de la fobia y de la neurosis obsesiva, y construir el mito del asesinato del padre de la horda que tiene como trasfondo el sacriÞcio semita estudiado por Robertson Smith (1894). Lacan, por su parte, se reÞere a menudo a la antropolog’a estructural de Claude LŽvi-Strauss. Este interŽs continuo se explica en la medida en que la teor’a psicoanal’tica tiene como objeto al psiquismo humano universal y no solo al sujeto postmoderno. Para aclarar lo que entiende por cultura, Freud, en la cita antes mencionada, se reÞere a las relaciones que los distintos sujetos mantienen entre s’ y con los otros, una parte constitutiva de la estructura del Inconsciente, interfaz entre el sujeto singular y su sociedad. De all’, el valor indudable del an‡lisis de los enunciados discursivos y de su impacto en la estructura del lazo social, el tejido de palabras que uniÞca a los integrantes de un grupo, a la vez que sobredetermina, para cada sujeto, el lugar que ocupa y los l’mites de su poder de actuar en el escenario sociopol’tico y econ—mico. En este sentido, la teor’a lacaniana de los discursos (Lacan, 1969.1970) constituye un aporte muy importante del psicoan‡lisis al campo de la ciencia pol’tica y de la Þlosof’a, como lo reconocen algunos autores, entre los cuales se destaca Slavoj Ziek, por ejemplo, en su libro Menos que nada. Hegel y la sombra del materialismo dialŽctico (2015). En la lecci—n del 18/02/1970, Lacan opone al discurso del Amo de la (post) modernidad occidental el Òdiscurso m’ticoÓ, una estructura discursiva que organiza un lazo social en funci—n de Þguras de referencia inmateriales, fundada en la eÞcacia simb—lica de la palabra y en la idea de participaci—n (Dupret, 2022). Lo cierto es que los efectos del discurso m’tico en la estructuraci—n ps’quica de sujetos para quienes, por ejemplo, la Pachamama juega un papel esencial, constituyen un tema de gran interŽs y un reto para la antropolog’a psicoanal’tica en su intento de incorporar a la teor’a nuevos conocimientos provenientes de socioculturas tradicionales y originarias. Y lo cierto es que el descubrimiento de grupos humanos organizados por estructuras culturales diferentes ofrece al psicoan‡lisis la oportunidad de poner a prueba sus conceptos y su modelo te—rico2. Es as’ como la noci—n de narcisismo articulada con la estructura del Yo no plantea las mismas cuestiones en sociedades donde prevalecen la dimensi—n colectiva y el sentimiento de participaci—n, o cuando se reÞere al sujeto de la postmodernidad dominada por un individualismo excluyente. As’ mismo, la teorizaci—n psicoanal’tica de la locura, o ÒpsicosisÓ, no puede aplicarse a sociedades tradicionales sin mayores ajustes. Por ejemplo, para un extranjero, resulta dif’cil discernir entre alucinaciones patol—gicas y las voces que juegan un papel esencial para los grupos animistas: ÀSon las voces de esp’ritus cuya identidad est‡ siempre deÞnida Ño podr’a serloÑ, y cuya funci—n es orientar a la persona y al grupo respecto a las decisiones que deben tomar? O Àse tratan de voces que utilizan unas palabras extra–as e incomprensibles para el sujeto, como las que menciona Schreber en su libro titulado Memorias de un neur—tico y analizado por Freud (1910)?, o incluso, Àse perciben como imperativos an—nimos, parecidos a los de los Òescuchadores de vocesÓ?, o bien Àconviene considerar a esas voces dentro de un lenguaje psiqui‡trico como alucinaciones orales? No hay duda de que investigaciones de esta ’ndole nutrir’an el debate te—rico y aÞnar’an la epistemolog’a psicoanal’tica. De la misma manera, un mejor conocimiento del pensamiento m’tico de sociedades no dominadas por el discurso capitalista despejar’a el camino hacia una escucha menos distorsionada del malestar de sujetos sujetados a un Inconsciente estructurado por una lengua diferente, y que, por ende, viven la dimensi—n simb—lica y los juegos de poder con otra sensibilidad Ñme reÞero en especial a la opresi—n sociopol’tica hacia los grupos que han experimentado y experimentan todav’a la marginaci—n heredada del colonialismoÑ. En un plan menos dram‡tico, las representaciones que las comunidades tradicionales se dan del Universo, su cosmolog’a, y la din‡mica que las subtiende, as’ como su forma de aprehender y elaborar las grandes problem‡ticas existenciales, est‡n llenas de ense–anzas e ilustran la posibilidad de l—gicas no occidentales, menos intelectualistas, con un uso muy creativo de met‡foras y Þguraciones sensibles, y con topolog’as originales. Cabe dar un lugar especial a los trabajos de Georges Devereux en etnopsiquiatr’a y etnopsicolog’a; sin embargo, no intent— construir un modelo te—rico, por lo que no tratarŽ su obra aqu’. En Þn, al dirigirse hacia socioculturas diferentes, el cuestionamiento sobre tem‡ticas como la Met‡fora Paterna o la Ley Universal de Prohibici—n del Incesto y del Parricidio, y, por supuesto, un retorno al an‡lisis estructural del Complejo de Edipo a partir de los conocimientos antropol—gicos actuales, renovar’an las perspectivas te—ricas, obligando a los cl’nicos salir de una rutina a menudo desgastada por el hecho de no darse el tiempo de repensar su cl’nica. El enriquecimiento del psicoan‡lisis por este encuentro con pueblos organizados por discursos, creencias y pensamientos diferentes de los de la postmodernidad es evidente. Aunque no hay espacio para ampliar este aspecto, el acercamiento a sujetos m‡s lejanos tambiŽn abre el camino a una cl’nica mucho m‡s atenta a su sufrimiento ps’quico y a una praxis que favorece espacios de mediaci—n m‡s adecuados.3 Al terminar este ensayo, queda la esperanza de haber demostrado que el intercambio y la escucha mutua entre los psicoanalistas y los integrantes de socioculturas tradicionales u originarias promueven nuevas motivaciones y tem‡ticas para las ciencias sociales, con desaf’os insospechados, incluso en campos tan importantes como el an‡lisis de los discursos sociopol’ticos o la conceptualizaci—n de la vida en comœn, la relaci—n entre los sexos o la salud mental. Estudios e investigaciones de esta ’ndole ser’an sin duda la oportunidad para descubrir pistas y modos de lecturas originales para la cl’nica psicoanal’tica y ayudar a desencarcelarla de una visi—n unilateral y demasiado etnocŽntrica del psiquismo humano. La antropolog’a psicoanal’tica, de este modo, producir’a un rejuvenecimiento del psicoan‡lisis, y, por ende, de todas las ciencias sociales. Y favorecer’a la escucha de sujetos otros, sin el sesgo de la racionalidad occidental, dando lugar a la expresi—n de pensamientos diferentes sobre las cuestiones m‡s acuciantes para el ser humano, como su devenir planetario o su locura bŽlica. Referencias bibliogr‡Þcas Dupret, M.-A. (2013). GŽnesis y devenir de un sujeto. En Dupret M.-A. y J. S‡nchez-Parga, Teor’as Criticas del sujeto. De Freud y Lacan a Foucault, Touraine y LŽvi-Strauss, Abya Yala. Dupret M.-A. (2018). La servidumbre voluntaria del sujeto posmoderno. Ecuador Debate, 104, 31-40. Dupret, M.-A. (2022). Discours mythique, divination et rapport ˆ la parole. Le Bulletin Freudien 67, Revue de lÕAssociation Freudienne de Belgique, 39-48. Dupret M.-A. (2023). Melancolizaci—n del lazo social en los Andes. 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