La pel’cula de la precariedad. Ensayo a mar abierto Imatapash mana charikta rikuchik kuyurik shuyu Mamakuchamanta paskaklla killkay The Precarius Movie An open-water essay Javier L—pez Al—s lopezalos@gmail.com ORCID: 0000-0002-9159-2907 Doctor en Filosof’a y escritor. (Alicante, Espa–a) Resumen En el presente ensayo se propone una exposici—n de algunas de las caracter’sticas principales de la subjetividad precaria estudiadas en la obra del autor Cr’tica de la raz—n precaria. La vida intelectual ante la obligaci—n de lo extraordinario (2019)1 a travŽs de la pel’cula Open Water 2. A la deriva (2006). El largometraje cuenta la historia de un grupo de j—venes que se ven atrapados en mar abierto despuŽs de haberse lanzado al agua desde la embarcaci—n sin haber desplegado nadie la escalerilla para subir de nuevo. Esta situaci—n sirve como met‡fora para la descripci—n de la experiencia de la precariedad y sus consecuencias. Asimismo, se plantean una serie de consideraciones acerca de la relaci—n entre precariedad y el futuro de las ciencias sociales y humanas. Palabras clave: precariedad; universidad; vida intelectual; precariado; Humanidades. Tukuyshuk Kay uchilla killkaypimi allikuta yuyarin ishkay sumak ruraykunamanta. Shukka kanmi kamu, chay kipa shuk kuyurik shuyu mana kashpaka pel’cula nishpa riksinchik. Kaykunapimi subjetividad precaria 1 En el trabajo intelectual no es frecuente encontrar la oportunidad de volverte a explicar e intervenir por invitaci—n en torno a un tema sobre el que ya has escrito. Cuando eso sucede, una de las preguntas inevitables es c—mo hacerlo. Por lo que a m’ respecta, la respuesta pasa por tratar de expresar esas ideas de una forma que evite una repetici—n que devenga en mecanismo. En su lugar, el prop—sito es propiciar asociaciones nuevas e imprevistas que hagan del ensayo una bœsqueda y de la escritura un goce. Ojal‡ tambiŽn de la lectura. Revista Sarance, ISSN: 1390-9207; ISSNE: e-2661-6718 Fecha de recepci—n: 23/04/2023; fecha de aceptaci—n: 04/05/2023 nishka yuyayta maskankapak munan. Kaykunami chay ishkay ruraykuna kan: shuk kamu, Cr’tica de la raz—n precaria. La vida intelectual ante la obligaci—n de lo extraordinario (2019) shinashpa Open Water 2. A la deriva (2006) nishka kuyurik shuyupi warkurishpa, ishkantita chimpapurachishpa alli yuyarinkapak. Pel’culaka, mana kashpaka kay kuyurik shuyuka rikuchinmi imasha mamakuchapi wampuk antawamanta tawka wamprakunaka yakuman pawan wampunkapak, chaymanta kutin witsikayta mana ushan, tukuylla kunkashka chakanata puntamanta uriyahuchinata, shinashpa imashaytapash mana usan mamakucha chawpipi wampunahushpa. Shinami kaypi killkakka rikuchinkapak munan, imashalla precariedad, imatapash mana charishpaka imamanlla chayay usharinka nin. Chashnallatak kaypika killkashkami kan imashalla shamuk pachapipash ciencias sociales yachaykuna, runakunapa yachaykuna chinkay usharin kashna imatapash katinkapak mana charishpaka. Sinchilla shimikuna: precariedad; imatapash mana charishpa; Hatun yachana wasi; yachay kawsay; imatapash mana charik; Runakunapa Yachay. Abstract This essay presents several of the main characteristics of precarious subjectivity explored in Javier L—pez AlosÕ work Cr’tica de la raz—n precaria. La vida intelectual ante la obligaci—n de lo extraordinario [Critique of Precarious Reason. Intellectual life before the obligation of the extraordinary] (2019) in the Þlm Open Water 2: Adrift (2006). The movie tells the story of a group of young people who Þnd themselves trapped in the open sea after jumping into the water from the boat without anyone making sure the ladder needed to climb back up was dropped down. This situation functions as a metaphor of precariousness and its consequences. Moreover, it opens the door to a series of considerations about the relationship between precariousness and the future of the social and human sciences. Keywords: precariousness; university; intellectual life; precariat; Humanities. 1 Las noches de insomnio son grandes aliadas de las malas pel’culas. En justo pago por las molestias, estas acortan los paseos a oscuras por la casa, las idas y vueltas de la cama al sof‡ y del sof‡ a la cama y las son‡mbulas visitas al frigor’Þco. Dir’ase que las horas avanzan m‡s ligeras apoyadas en los relatos previsibles y, a veces, se les cae alguna sorpresa por el camino. As’ me sucedi— hace poco en el transcurso de uno de esos per’odos en que ni el sue–o ni la madrugada aciertan a llegar. Encend’ la televisi—n y, sin interŽs ni curiosidad, comencŽ la primera rueda de cambios de canal con el mando a distancia. Entonces, entre anuncios de colchones ergon—micos, partidas de p—quer en l’nea, combates de lucha tailandesa, enŽsimas reposiciones y largometrajes de serie B (y C y creo que hasta D), me topŽ con una pel’cula que, no obstante llevar un rato empezada, presentaba una situaci—n de tal simplicidad que no pude resistirme, en esas horas, a abandonarme a su previsible desarrollo y caprichoso desenlace. Debo confesar que s—lo al rescatar ese recuerdo para este escrito, he sentido la necesidad de investigar c—mo se titulaba: Open Water 2.2 En castellano mantuvo Þelmente su a–adido: A la deriva. En francŽs, m‡s expl’cito, se le dio el nombre de DŽrive mortalle. En realidad, los antecedentes, aquello que me hab’a perdido, no tienen gran importancia para la trama ni para los temas sobre los que trata este nœmero especial de Sarance. Sin embargo, la peripecia que nos presenta s’ nos sirve como met‡fora de la precariedad. El meollo del asunto, a partir de una inevitablemente angustiosa combinaci—n de mala suerte, descuido e instinto de supervivencia, es f‡cil de resumir: un grupo de j—venes ba–‡ndose en alta mar junto a una lujosa embarcaci—n de recreo que abandonaron sin que nadie se acordara de colocar antes la escalerilla para poder subir de nuevo a bordo. A partir de ese momento, se enfrentan a lo que podr’amos llamar un ox’moron radical, vida y muerte: est‡n atrapados en mar abierto. 2 Da la casualidad de que ÒPrecariedad a la derivaÓ es el t’tulo de un cap’tulo de mi libro Cr’tica de la raz—n precaria3 y, de alguna manera, en la vigilia inßamada que llega a ser a veces una noche de insomnio, tuve la sensaci—n de estar asistiendo a una suerte de representaci—n cinematogr‡Þca de algunas ideas expuestas en esas p‡ginas. Por supuesto, no estoy sugiriendo que, con este largometraje, Hans Horn, su director, quisiera proponernos una met‡fora de la precariedad ni nada por el estilo. Los personajes nada tienen que ver con el precariado intelectual ni con quienes sufren de estrecheces materiales. De hecho, a lo que asistimos es a la 2 Horn, H. (Director). 2006. Open water 2. [A la deriva] [Pel’cula]. Summit Entertainment. 3 L—pez Al—s, J. (2019). Cr’tica de la raz—n precaria. La vida intelectual ante la obligaci—n de lo extraordinario. Los Libros de la Catarata. desdichada aventura de unos j—venes que deciden disfrutar de unas vacaciones al alcance de pocos bolsillos y que no revelan tampoco mayores intereses culturales o acadŽmicos. Sin embargo, enseguida lo veremos, los paralelismos con la experiencia de la precariedad son evocables a partir de elementos como la vulnerabilidad sobrevenida, la incomprensi—n acerca de la propia situaci—n, una heteronom’a extrema, el resentimiento, la autoexplotaci—n como forma de redenci—n, el miedo, la competencia destructiva, el abandono... y tambiŽn su relaci—n con el tiempo. En particular, c—mo consideramos el futuro desde ella y una incapacidad absoluta para pensar en algo m‡s que no sea escapar del tiempo presente, un pensamiento en permanente retroalimentaci—n y que se vuelve fatalmente obsesivo. En mitad del ocŽano y a la deriva, luchando por mantenerse a ßote, se desvanece la posibilidad de idear un despuŽs, un m‡s tarde o un ma–ana. El mundo se achica. No hay futuro, pues las energ’as y la imaginaci—n est‡n todas puestas al servicio de la emergencia vital en que se encuentran. S—lo, y con resultados catastr—Þcos, aparece puntualmente el pasado, siempre en forma traum‡tica, como recuerdo de una herida o una cuenta que saldar. A su vez, sabemos que entre los estragos de la precariedad se encuentra justamente una extra–a temporalidad segœn la cual el presente se reduce a una angustia permanente, el pasado a una colecci—n de antecedentes que explican el sufrimiento actual y el futuro a un lugar al que encomendarse si uno tuviese la m‡s m’nima intuici—n de d—nde est‡. Pero no est‡ y tampoco se atisba la oportunidad de crearlo o fundarlo, pues el presente, ese presente inestable que amenaza con tragarte, lo pide todo. 3 La precariedad puede deÞnirse como aquella situaci—n de fragilidad en la que cualquier cambio imprevisto puede acarrear consecuencias catastr—Þcas. Entonces, no s—lo se–ala un estado presente de debilidad, sino, sobre todo, la posibilidad de que las cosas vayan a peor. De ah’ que, en semejantes circunstancias, aguantar llegue a percibirse como un objetivo justiÞcado, acaso el œnico realista. La precariedad obliga a formas contradictorias de adaptaci—n: la primera de ellas, adaptarse a una situaci—n que a la vez se desea abandonar. Adem‡s, hay que hacer algo cuando no se sabe quŽ hacer y cuando se vive en la certidumbre de que cualquier decisi—n err—nea puede ser irreparable. La ansiedad que produce la conciencia permanente de vulnerabilidad empuja a la acci—n, pero al mismo tiempo bloquea la capacidad de decisi—n. De esta manera, el sujeto se ve alternando entre la par‡lisis de la voluntad y las respuestas mec‡nicas e irreßexivas que responden al imperativo de actuar. Como ilustran algunos pasajes de la pel’cula, el acierto se hace dif’cil bajo tales premisas. Por si fuera poco, el miedo estimula conductas ego’stas y en absoluto cooperativas que contribuyen a empeorarlo todo. Open Water 1, escrita y dirigida por Chris Kentis en 2003,4 conten’a tambiŽn elementos que no costar’a trabajo incorporar a una reßexi—n sobre la precariedad: una pareja de buceadores queda abandonada en medio de un mar en el que abundan los tiburones, no por mala fe de los responsables del viaje, sino por algo tan banal como el olvido. Lo explico en Cr’tica de la raz—n precaria, pero no est‡ de m‡s insistir en ello: sentirse abandonados a la propia suerte y el miedo al olvido son dos elementos caracter’sticos de la experiencia subjetiva de la precariedad. No sorprender‡ si digo que la especial exposici—n a los depredadores (a los que no por azar con frecuencia llamamos tambiŽn tiburones) es otra de las amenazas que conlleva este estado. Con todo, creo que la secuela alemana de 2006 sirve mejor a la met‡fora de la precariedad, pues, compartiendo el nudo del conßicto, a–ade componentes tan signiÞcativos como las din‡micas de grupo y la presencia inmediata del objeto de deseo. Por razones diversas, con m‡s o menos responsabilidad, los personajes de la pel’cula se ven de pronto expuestos a la m‡xima vulnerabilidad. No ha hecho falta gran cosa para ello, apenas un error de previsi—n, para verse fuera del barco y sin posibilidad clara de regresar a Žl por sus propios medios. En algunos casos, ni siquiera ha habido imprevisi—n: simplemente no sab’an y quien sab’a o deb’a saber fue negligente y anim— al pasaje a tirarse al agua sin preocuparse de las consecuencias. De pronto, sienten que su vida no depende ya de ellos, pero acaso pudieran comprender que en realidad perdieron su autonom’a incluso antes de arrojarse al mar, en el mismo minuto en que subieron al barco. A partir de ese instante, s—lo quedaba conÞar en que el tim—n estuviera manejado por alguien capaz y comprometido con el hecho de que en la nave no iba solo, que el destino de otras vidas estaba vinculado a sus actos. Pierden un tiempo precioso, en el que todav’a las fuerzas est‡n intactas, tratando de reconstruir c—mo han llegado a ese punto y atribuyŽndose las culpas correspondientes. La ansiedad aparece y empieza a condicionar los comportamientos y las estrategias cada vez m‡s desesperadas. En un momento dado, pasa cerca una embarcaci—n y sus peticiones de auxilio se confunden con gestos de saludo. A falta de un suelo donde hacer pie, el movimiento incesante es la respuesta instintiva para lograr mantenerse a ßote. Por su parte, la hiperactividad del precario, su necesidad de capitalizaci—n de cualquier acci—n, es al mismo tiempo un distintivo de idoneidad y autosuÞciencia, de estar preparado para lo que sea necesario, y de menesterosidad. As’, el precario intelectual debe proyectar que no le hace falta nada justo cuando vive sintiendo que le falta todo. Con lo que lo m‡s probable es que no obtenga nada. Los navegantes que se cruzan con Žl quiz‡ sonr’en amables por lo bien que se le ve ah’, disfrutando del ba–o, y siguen su marcha, sin que ni siquiera pueda recriminarles que haya habido omisi—n de socorro. Kentis, C. (Director). 2003. Open Water. [Mar abierto] [Pel’cula]. Lionsgate. 4 De modo muy se–alado en el ‡mbito cultural, la precariedad es una situaci—n caracterizada por una ambigŸedad permanente, cuya explicaci—n tambiŽn podemos continuar ensayando a travŽs de las im‡genes que nos ofrece la pel’cula. Para empezar, los personajes se encuentran en el agua a merced de la mar, pero no son exactamente n‡ufragos. De hecho, la embarcaci—n sigue ah’, a su lado, perfectamente s—lida y anclada. No hay naufragio propiamente dicho, son ellos los que se hunden, pero a la nave no le ha sucedido nada. El barco es al mismo tiempo el origen de su desgracia Ðpues los ha conducido hasta all’Ð y su posibilidad m‡s tangible de salvaci—n. No en vano, la est‡n tocando. ÀNo podemos reconocer una ambivalencia similar en el precariado universitario, vale decir, en quien se embarca en la carrera acadŽmica? ÀNo es la universidad lo que se identiÞca como causa del sufrimiento, pero tambiŽn, si las cosas se arreglan, si logra subirse a cubierta, su soluci—n? ÀNo la siente ah’, al alcance de su mano? Uno de los aspectos m‡s interesantes para nuestro s’mil tiene que ver con el modo en que los personajes se relacionan con la embarcaci—n. La conocen y la han disfrutado, pero ahora est‡n fuera. El conßicto reside en realidad, en este punto, en que la exterioridad no implica lejan’a. Al contrario, hay contigŸidad, pues, aun en el agua, est‡n tocando el casco del yate, tan bien pulido. Lo tr‡gico es que no pueden subir a Žl. Van a agotar todas sus energ’as en intentar regresar como sea. Incluso hay alguien dispuesto a valerse de un cuchillo para, clav‡ndolo en el casco, auparse hasta el borde y trepar. Pero surge entonces la discusi—n de si est‡ justiÞcado o no da–ar la nave, si acaso no hay alternativa, si es del todo seguro que su suerte est‡ echada, y la mala fortuna termina por desbaratar el plan. Creo que es una escena que reßeja asimismo las dudas que el precario tiene con respecto a la instituci—n: Àc—mo relacionarse con ella?, Àpuede criticarla?, Àhasta quŽ punto debe preocuparle no da–ar el pulimento cuando es Žl quien se est‡ yendo a pique?, Àdebe calcular pensando en que tal vez regrese?, ÀquiŽnes son sus compa–eros y quŽ relaci—n de conÞanza puede o debe establecer con ellos? Como ocurre en el largometraje, mucho de estas preguntas tiene que ver con el grado de aceptaci—n de lo que est‡ ocurriendo, que, aunque cueste identiÞcarlo, va m‡s all‡ de la experiencia subjetiva de cada cual. Al Þn y a la postre, lo personal no necesariamente ha de ser individual, m‡xime cuando se est‡ pasando por un mismo trance. 5 Sin duda, la precariedad en la que se encuentran los personajes de Open Water 1 y 2 es distinta a la que encontramos en el mundo acadŽmico. En esta œltima, la salud se puede ver da–ada y los padecimientos pueden tener consecuencias tr‡gicas, pero la integridad f’sica no se ve comprometida en cuesti—n de segundos y sin apenas variaci—n entre unos cuerpos y otros. No obstante, y es por eso que propongo este uso metaf—rico de este metraje, la precariedad, tanto la eminentemente biol—gica (el hecho de que podamos morir en cualquier momento) como la social (el hecho de que podamos caer en la exclusi—n para siempre y en cualquier momento) comparten muchos rasgos y modalidades de reacci—n. Al Þn y a la postre, se siente que est‡ en juego la supervivencia. ƒsta puede restringirse s—lo a la identidad social y cultural, a la autocomprensi—n del individuo y su proyecto de vida a partir de una vocaci—n, pero se trata igualmente de la tensi—n por perseverar en ella. Porque Ðy ah’ buena parte de la angustia y la vulnerabilidadÐ la vida atravesada por la vocaci—n no se distingue con sencillez de la vida biol—gica. Al igual que A la deriva, la precariedad cifra la mayor de las esperanzas en el rescate. La salvaci—n se liga a lo extraordinario, a ser capaz de producir o merecer ser rescatado por lo inesperado. El milagro de que lo imprevisto, esta vez, sea para bien. Esa fe ciega mantiene activo al individuo, pero lo hace dependiente de fuerzas externas que renuevan su subalternidad. Para el precario intelectual, m‡s que un rescate pleno que lo conduzca a puerto seguro, lo m‡s probable es que haya de conformarse con peque–as ayudas puntuales, como becas, exiguas colaboraciones y peque–os contratos que, a la manera de ßotadores y lanchas neum‡ticas, permitan ganar un poco m‡s de tiempo a la espera, siempre a la espera, de que se produzca la operaci—n-milagro de salvamento. En esta descripci—n de la precariedad cabe distinguir dos v’as b‡sicas de salvaci—n, que en ocasiones pueden llegar a conßuir: la v’a individualista Ðque tiene efectos destructivos en los dem‡s y en uno mismo, incluso cuando llegue a conocer algo parecido al ÒŽxitoÓÐ y la v’a de la deuda Ðque establece una suerte de vasallaje con respecto a la mano que graciosamente se nos tiendeÐ. Ahora bien, y aqu’ el gesto plebeyo que deÞendo como palanca de transformaci—n, Àno existen acaso otros caminos a explorar que partan de la cooperaci—n entre iguales y se basen en una interdependencia horizontal?, Àno merece la pena pensar la cuesti—n fuera de los marcos de salvaci—n y del Žxito? Porque no se trata s—lo de lograr subirse al barco, sino, como tambiŽn se muestra al Þnal de la pel’cula, de quŽ se hace una vez all’: ÀquŽ se hace de quienes siguen en el agua, olvidarlos, dejarlos atr‡s?, Àanimar a m‡s y m‡s gente a seguir lanz‡ndose al mar sin importar en quŽ condiciones se ver‡n o si van a poder regresar a bordo? Todas estas cuestiones, siendo muy personales, no son s—lo de ’ndole Žtica, sino tambiŽn pol’tica. Sus respuestas implican modos de relacionarnos con nosotros mismos y con los otros, quŽ esperamos de ellos y quŽ pueden esperar ellos de nosotros, una comprensi—n determinada de las jerarqu’as y los derechos, as’ como de a quŽ estamos dispuestos y cu‡les son los l’mites. En deÞnitiva, imponen una toma de postura acerca de quŽ consideramos justo y leg’timo (hacer y soportar) con tal de salvar nuestra vocaci—n. 6 Mi impresi—n es que el futuro de las humanidades pasa en muy buena medida por el modo en que resolvamos estas dudas. En primer lugar, porque, como se ha indicado, el estado de precariedad no es precisamente propicio para ocuparse de la preservaci—n de otra cosa que uno mismo. En segundo lugar, porque la aceptaci—n de los paradigmas de cu–o darwinista que predican la lucha por la supervivencia como gu’a de conducta condenan a las propias disciplinas a competir entre s’ y ser desplazadas por otras m‡s aventajadas o equipadas para el combate, o sea, con mejores perspectivas de rŽdito econ—mico. Al poner en riesgo la reproducci—n social del conocimiento human’stico, en este panorama se merma asimismo la capacidad de imaginar alternativas al statu quo y las tiran’as del presente. Las humanidades suponen un bagaje de im‡genes, palabras, historias, met‡forasÉ inscritas en el tiempo, vidas y realidades que fueron posibles, mediante las que constatamos que no todo ha sido siempre as’, como es ahora, que nada humano es siempre y œnica e inevitablemente as’. ÀPero est‡n las humanidades y las ciencias no aplicadas en peligro? ÀNecesitan acaso ser rescatadas? La respuesta tambiŽn es doble: los saberes que las constituyen no, al menos no en el corto plazo; su cultivo y pr‡ctica, la posibilidad de hacer algo con ellas que no sea custodiarlas como si estuvieran en una reserva natural, ya es m‡s discutible. En todo caso, el estudio, la experiencia de las ciencias y las artes, alguna forma de vida intelectual, son un derecho que debiŽramos reivindicar para cualquiera, derecho que es exactamente lo que la desigualdad y la precariedad niegan en la pr‡ctica material. En contra de los modelos empresariales basados en la promoci—n de elites de alto rendimiento que consolidan las diferencias sociales (encubiertas bajo capa de meritocracia), el porvenir de todo ese legado de saberes que consideramos importantes para todo el mundo demanda que quien que lo desee estŽ en condiciones de acceder a Žl, intervenir, contribuir o simplemente disfrutarlo. Por deÞnici—n, las humanidades no pueden ser de unos pocos. Si el saber, las ciencias y las artes son un privilegio, entonces dif’cilmente podremos persuadir al conjunto de la sociedad de que merece la pena preocuparse por su destino, que le ser‡ ajeno. Por el contrario, para que sean percibidas como lo que son, patrimonio comœn, como algo que nos pertenece a todos con independencia del grado de implicaci—n que deseemos tener en ellas, deben entrar en el repertorio de posibilidades de la vida de cualquiera. Hoy, llegados a este punto, hablar del futuro de las ciencias excediendo sus aplicaciones tŽcnicas y las expectativas de capitalizaci—n es hablar tambiŽn del tipo de sociedad que estamos construyendo y contrastarlo con lo que nos parecer’a justo y deseable Ðde nuevo, insistoÐ por cualquiera. Referencias bibliogr‡Þcas Horn, H. (Director). 2006. Open water 2. [A la deriva] [Pel’cula]. Summit Entertainment. Kentis, C. (Director). 2003. Open Water. [Mar abierto] [Pel’cula]. Lionsgate. L—pez Al—s, J. (2019). Cr’tica de la raz—n precaria. La vida intelectual ante la obligaci—n de lo extraordinario. Los Libros de la Catarata.