Republicanas negras ante el racismo: Cuba y Ecuador Yana runakuna Republicapi sinchi kawsaykunamanta: Cuba mamallaktapi, Ecuador mamallaktapiapash Black republican women against racism: Cuba and Ecuador José Antonio Figueroa jafigueroa@uce.edu.ec ORCID: 0000-0002-0531-5875 Universidad Central del Ecuador (Quito, Ecuador) Cita recomendada: Figueroa Pérez, J.A. (2022). Republicanas negras ante el racismo: Cuba y Ecuador. Revista Sarance, (49), 165-186. DOI: 10.51306/ioasarance.049.08 ........................................................................................................................... Resumen Este artículo busca contribuir a resaltar las voces de las mujeres negras en el contexto de dos eventos que muestran la profundidad del racismo en Latinoamérica: la masacre del Partido Independiente de Color ocurrida en Cuba en 1912 y la Guerra afroesmeraldeña que tuvo lugar en Ecuador entre 1913 y 1916. Las voces de las mujeres afrodescendientes son reconocidas como contribuciones fundamentales del republicanismo y del humanismo negro que se oponen a los legados de la esclavitud así como al racismo. Palabras claves: racismo; mujeres negras republicanas; masacre del Partido Independiente de Color; Cuba; Guerra afroesmeraldeña; Ecuador. ........................................................................................................................... Tukuyshuk Kay killkayka yana warmikunapa rimaykunata sinchiyachinkapakmi munan. Shinallatak kay warmikunapa ishkay sinchilla wiñaykawsaykunata yarishpami killkarishka kan. Chaykunami kan Abya Yalapi racismota kawsashkamanta, shukka kanmi 1912 watamanta, Cuba mamallaktapi Partido Independiente de Color nishka runakunata wañuchishkamanta. Chayshukka kanmi, 1913 watamanta, 1916 watakaman Ecuador mamallaktapi afroesmeraldeña nishka Makay llakimantapash riman. Yana warmikunapa rimaykunaka ninan sinchimi kashka, kunanpi republicanismo nishpa yariyanchik pachakunamantaka, shinallatak yanakunapa humanismo nishka yuyaykunapakpash ninan sinchi yuyay kashka. Chaypimi paykunaka kashna nishpa shayarin, yana runakunata ama pacha llakichinachu ninmi, racismo unkuytapash ama pacha katinachu ninmi. Sinchilla shimikuna: racismo; republicano pachapi yana awarmikuna; Partido Independiente de Color wañuchiymanta; Cuba; afroesmeraldeña Makay; Ecuador. ........................................................................................................................... Abstract This article seeks to contribute to highlighting the voices of black women in the context of two events that show the depth of racism in Latin America: the massacre of the Independent Colored Party that occurred in Cuba in 1912 and the Afro-Esmeraldeña War that took place in Ecuador between 1913 and 1916. The voices of women of African descent are recognized as fundamental contributions to republicanism and black humanism that oppose the legacies of slavery as well as racism. Keywords: racism; black republican women; massacre of the Independent Colored Party; Cuba; Afro-Ecuadorian War; Ecuador. ........................................................................................................................... Introducción A partir de la segunda mitad del siglo XIX, a nivel continental, se activó el racismo como doctrina científica y como práctica social e institucional. Esto ocurrió luego de la abolición de la esclavitud que se dio en la mayoría de los países americanos y de que importantes contingentes de afrodescendientes participaran en procesos políticos encaminados a consolidar la construcción de modelos republicanos democráticos en esos países. Este artículo explora el modo en el que, en Cuba y Ecuador, un conjunto de voces femeninas negras respondieron a la radicalización del racismo que se dio a inicios del siglo XX y que se expresó en dos acontecimientos tan impactantes como invisibilizados a nivel continental: la masacre del Partido Independiente de Color que ocurrió en Cuba luego de la independencia protagonizada por afrodescendientes y la guerra de guerrillas protagonizada por afrodescendientes en Ecuador entre 1913 y 1916 luego del asesinato de Eloy Alfaro. En Cuba, a pocos años de fundada la república y de conseguida la independencia de España, ambos procesos liderados por afrodescendientes, se activó un racismo de Estado que se tradujo en la masacre del Partido Independiente de Color en 1912; diversas fuentes calculan que en este episodio fueron asesinados entre 3.000 y 5.000 afrodescendientes e incluso fuentes como las de Fernández calcula en 12.000 el número de víctimas1. En el caso de Ecuador, luego del asesinato en 1912 de Eloy Alfaro, líder del liberalismo radical, se produjo una guerra de guerrillas liderada por afroesmeraldeños que intentaban recuperar las banderas progresistas del radicalismo. En este caso, el régimen liderado por Leonidas Plaza respondió con una ofensiva militar que incluyó el bombardeo de la ciudad de Esmeraldas y produjo un número de bajas entre 4.000 y 5.000 esmeraldeños, hombres y mujeres, en su mayoría afrodescendientes vinculados al liberalismo radical. La participación de los afrodescendientes y de los sectores subalternizados en los procesos de construcción de las repúblicas ha sido silenciada (Trouillaut, 2017), lo que se expresa con más fuerza en el caso de las mujeres. Una de las contribuciones más importantes de lo que grosso modo puede llamarse republicanismo popular es el rescate de esas voces invisibilizadas y su articulación con un modelo de democracia más amplio e inclusivo (Sanders, 2009; Coronel, 2022; Coronel y Cadahia, 2018; Figueroa, 2022; Guanche, 2017). _______ 1. Véase: https://www.ecured.cu/Masacre_de_los_Independientes_de_Color _______ En Cuba, a partir del 2012, cuando se celebró el centenario de la masacre del Partido Independiente de Color, un importante contingente de investigadoras e investigadores, afrodescendientes en su mayoría, se abocó a la tarea de rescatar las memorias de esta masacre que, a pesar de haber tenido un significado fundamental en la historia republicana, había sido marginada de la historia nacional incluso durante el período posterior a la revolución de 1959. Esta tarea fue facilitada porque en Cuba existen importantes repositorios con voces de intelectuales afrodescendientes que, si bien en su mayoría son hombres, también contiene importantes rastros de voces de mujeres. Este repositorio se creó en el contexto de la doble lucha por la independencia nacional y contra la esclavitud y fue estimulado por una serie de medidas tomadas por la corona española a favor de la conformación de asociaciones, lo que permitió que se conformaran grupos de intelectuales afrodescendientes que tuvieron una importante incidencia en una discusión pública que incluía temas que iban desde la filosofía, la política, hasta la historia y la cultura, con una clara tendencia anti racista y anti esclavista. En ese contexto, las voces femeninas expresaron su posicionamiento ante los retos que planteaba la reactivación del racismo en la república temprana (Hevia, 2015; Almeida, en prensa). Figura 1 Úrsula Coimbra de Valverde Fuente: Úrsula Coimbra de Valverde fue maestra, música y escritora. Anti racista y fundadora de la revista Minerva, Cuba. https://cubaposible.com/figuras-ocultas-del-feminismo-cuba/ursulacoimbra- de-valverde/ Al comparar las experiencias de Cuba y Ecuador en el contexto del republicanismo popular y del liberalismo radical, nos encontramos con que la fragmentación e invisibilización de las fuentes es aún más dramática en el caso ecuatoriano. En este país, la mayoritaria concentración de la población afrodescendiente a inicios del siglo XX en la provincia de Esmeraldas, zona inserta al país dentro de una lógica predominantemente interno colonial, es un factor que ha contribuido a fragmentar la existencia de fuentes sobre eventos protagonizados por los sectores subalternizados y a afianzar la noción de carácter periférico de la región. En este sentido, las voces de las mujeres negras insertas dentro del republicanismo popular han sido silenciadas por el triple efecto de la racialización, la condición interno colonial de la provincia y la discriminación de género. Sin embargo, importantes trabajos como los de Chávez (2001) y Belanzátegui, Lara y Morales (2021), proponen la visibilización de la lucha encabezada por mujeres negras contra la esclavitud, mientras el reciente trabajo de titulación de Hernández (2022), que forma parte de la línea de investigación sobre racismo de la Facultad de Artes de la Universidad Central del Ecuador, constituye un paso hacia el reconocimiento de la voz femenina en la guerra afroesmeraldeña. Como mostré en un trabajo anterior (Figueroa, 2022), la reconstrucción de esas voces sólo es posible a través del acceso a un conjunto de fuentes aparentemente dispersas y que pueden encontrarse en ámbitos como los archivos, las revistas, la literatura o los registros fotográficos, así como los recursos que perviven en la memoria oral. En este sentido el recurso a la interdisciplinaridad no es solamente una estrategia metodológica y epistemológica de por sí académicamente potente, sino que es también un ejercicio político que se convierte en una alternativa al silenciamiento de las voces promovido por experiencias dramáticas como la esclavitud, el racismo y el patriarcalismo. En este trabajo se tomará como una de las fuentes más importantes novelas de ambos países, contrastadas con datos históricos y etnográficos. En el caso de Cuba, se analizará la forma como se construyen los imaginarios dominantes sobre la mujer racializada a partir de las novelas Cecilia Valdés de Cirilio Villaverde y Pedro Blanco, El Negrero, de Lino Novás Calvo; se verá cómo estos imaginarios se desplegaron en el contexto de la fundación del Partido Independiente de Color y de la formulación de reclamos políticos por parte de la población afrodescendiente y se verán algunas de las respuestas dadas por la mujeres afrocubanas, especialmente mediante las correspondencias que enviaron al periódico Previsión, órgano del Partido Independiente de Color. En el caso del Ecuador, me detendré en la forma en la que el escritor Adalberto Ortiz diseña las voces femeninas negras en las novelas Juyungo y El Espejo y la Ventana, que toman como eje central la guerra de los afrodescendientes y el problema del racismo. Las republicanas negras cubanas: la virtud contra el racismo. La novela constituye una poderosa herramienta cultural. Trabajos pioneros como los de Edward Said (1978) muestran que esta construye y refuerza imaginarios sobre amplias regiones y constituye uno de los legados más influyentes en la delimitación de las zonas geográficas y en la creación de imaginarios sobre grupos poblacionales. Said (1978) mostró cómo narrativas locales, nacionales e internacionales fueron fundamentales en la constitución de los imaginarios -y las prácticas subsecuentes-en torno a lo que se definió como oriente. Por su parte, los trabajos de Doris Sommer (2006) describen cómo la novela y su circulación en escuelas, colegios y universidades fueron elementos cruciales en la construcción de las repúblicas latinoamericanas decimonónicas. En este sentido, las novelas serán analizadas como promotoras de imaginarios de gran impacto social, lo cual puede constituir un ejercicio aún más productivo una vez se confronta ante datos etnográficos e históricos (Figueroa, 2022). La prolongación de la condición colonial a finales del siglo XIX en Cuba ofrece una posibilidad excepcional para el estudio de la esclavitud, el racismo y el colonialismo. Uno de los más potentes legados del siglo XIX cubano es el de la producción intelectual y literaria afrodescendiente que incluye descripciones sobre los terribles dramas que enfrentaron los esclavizados y racializados durante la esclavitud y la república temprana. La poesía y la literatura fueron tanto un vehículo de expresión como un instrumento de lucha por la libertad como sucedió con poetas como Juan Francisco Manzano, Ambrosio Echemendía o Gabriel de la Concepción Valdez, Plácido. De igual manera, novelas del siglo XIX, escritas por intelectuales blancos, algunos de ellos vinculados al independentismo, constituyen una fuente privilegiada de información sociológica y política. Este es el caso de la novela Cecilia Valdez, escrita por Cirilio Villaverde, que, diseñada en las convenciones del realismo y el romanticismo (Medrano Arce, nmd), constituye una de las descripciones más vívidas del esclavismo cubano. El realismo de la novela expresa la mirada de Villaverde, quien fuera testigo privilegiado, en tanto hijo del médico que estaba a cargo del ingenio La Tinaja, uno de los escenarios principales de la novela, y quien también había sido un observador crítico de la esclavitud. En el caso de la novela Pedro Blanco, El Negrero, centrada en la vida de quien fuera uno de los más poderosos traficantes de seres humanos en Cuba, nos encontramos con un documento que oscila entre la narración biográfica y la ficción y ofrece una perspectiva muy aguda sobre las condiciones inhumanas del comercio esclavista, así como la terrible vida en las factorías y en los viajes del denominado “comercio negrero”. Ambas novelas ofrecen un material excepcional para ver cómo en la cuba esclavista y posesclavista se construyeron imágenes en torno a la mujer negra y permiten ver las formas ambivalentes que adoptó la idea de género entre la población esclavizada y racializada. Así, mientras a los hombres negros, mediante una acción sincronizada entre las imágenes de la antropología, el derecho, la medicina, el aparato jurídico y policial se les construyó como criminales en potencia o en acto (Figueroa, 2022), a la mujer negra se le construyó principalmente como un objeto sexual. Como veremos, estos dos imaginarios racistas, patriarcales y clasistas fueron disputados uno a uno por un importante grupo de mujeres en la Cuba republicana. La novela Cecilia Valdez, cuya escritura va desde los años treinta -en los que se publica la primera versión-hasta los años ochenta del siglo XIX -cuando sale a la luz la versión definitiva-ofrece un cuadro detallado y minucioso de la esclavitud en Cuba, así como de las condiciones de las mujeres en la Cuba colonial. La novela constituye una fuente invalorable para explorar los modos de construcción del género femenino en el contexto del esclavismo y, a pesar de recoger elementos propios del folletín, el realismo y la crítica al sistema esclavista, constituye una fuente fundamental en la descripción de la sociedad colonial y la perspectiva sobre la mujer cubana en este contexto. Como sostiene Gonzáles (2012), la novela se basa en gran parte en información de primera mano ya que Villaverde conoció bien los escenarios en los que transcurre la novela, como el ingenio La Tinaja, donde se describe en un capítulo completo las espantosas condiciones de vida de la población esclavizada y representa una etnografía de las pasiones mediatizada por el terror y el miedo, así como por la sexualización, elementos fundamentales en el sostenimiento una sociedad racista (Figueroa, 2023). Cecilia Valdez también inaugura una larga tradición de la novela latinoamericana como género que describe, desde la mirada de las relaciones familiares, las estructuras profundamente asimétricas que se dan en la conformación de un modelo patriarcal inserto en el esclavismo. El papel central que ocupa la familia, como espacio en que convergen las relaciones de dominación marcadas por la interseccionalidad del género, la raza y la clase, aparece como otra muestra del intrigante modo como en el contexto colonial y neocolonial latinoamericano las relaciones mediadas por la economía moral sustituyen a lo público (Figueroa, 2009). Al pensar en la centralidad de la familia, la novela ofrece una ruta excepcional para comprender la constitución de las relaciones de género y la forma en la que estas están mediatizadas por lo racial en el contexto del esclavismo (Fernández Robaina, 2012; Hevia, 1998; Figueroa, 2022). Con un hilo argumental sencillo, Cecilia Valdez ofrece un rico cuadro de la Habana de inicios del siglo XX. La novela empieza describiendo el enigmático nacimiento de la bella Cecilia, cuya vida estará marcada por su condición de ilegítima hija de Cándido Gamboa y de una mulata. La vida de Cecilia Valdez, criada por su abuela, transcurre en el barrio de La Loma del Ángel, con un espíritu libre y convencida de que su belleza será el mecanismo que le permitirá ascender socialmente en una sociedad habanera profundamente estratificada en términos de clase, raza y género. En ese contexto, es amada en silencio por el mulato clarinetista José Dolores Pimienta, pero también llama la atención de Leonardo Gamboa, con quien tiene un amorío, desconociendo mutuamente que son hermanos de padre. Leonardo, a pesar de su amor pasional con Cecilia y de que esta tiene una hija suya, decide casarse con la aristócrata Isabel Ilincheta, lo que desata la furia de Cecilia quien indignada incita a José Dolores a que asesine a Isabel, pero este termina asesinando a Leonardo. Cecilia es encerrada en un hospital donde conoce a su madre y donde al parecer se entera de sus orígenes. Esta trama sencilla sirve como vehículo para describir la vida de una familia esclavista, los Gamboa, la vida social de la Habana, el ingenio La Tinaja funcionando con obra de mano esclava al tiempo que da una gran visibilidad a las perspectivas de las mujeres blancas, mulatas y negras, libres y esclavizadas. Cecilia representa la mulata, epítome del deseo sexual en las sociedades esclavistas y racializadas (Beltrán, 2019, p. 237). En su exploración sobre los devenires de la asociación entre mulata y sexualidad en Cuba, Beltrán (2019) explora las conexiones señaladas por Cámara (2002) entre el estatuto que se le otorga a la mulata en el contexto de un mestizaje que combina los elementos maternales, conciliadores y armónicos de la Virgen de la Caridad del Cobre y los componentes sexuales y lascivos que se le atribuyen a la mulata. A su vez, retoma a Monteleone quien advierte las preocupaciones de los criollos frente a una república independiente puesta en cuestionamiento por un sector mulato demográfica y económicamente en ascenso, y siguiendo a Tamara Kneese sostiene que “«la mulata» es un producto del imperialismo español y de la esclavitud cubana en las plantaciones de tabaco y azúcar, fruto de la desigualdad socioeconómica y de la violencia sexualizada hacia las mujeres afrodescendientes por parte de los hombres blancos”(Beltrán, 2019). La imagen hipersexualizada de la mulata sirve para construir en contraparte a la mujer blanca como casta, como defensora del honor familiar, fundamento en el que se erigen las relaciones maritales legítimas e ilegítimas que, a su vez, se relacionan con el origen de hogares matrifocales fundamentados en el concubinato (Beltrán, 2019, p. 241; Figueroa, 2009). La imagen sobre la mulata es ambigua ya que al tiempo que se le sexualiza constituye el depósito sobre el miedo a la degeneración racial, lo que produjo en el contexto colonial de Cuba una proliferación de discursos preventivos dirigidos hacia el hombre blanco, especialmente desde el higienismo (Mena, 2007, p. 77). La figura de la mulata también se construía como fuerte y temeraria, en oposición a la fragilidad de la blanca y a la supuesta tendencia de esta a enfermarse, discurso promovido por el sistema médico, por lo que se le obligaba a recluirse, lo que hacía que paradójicamente las negras y mulatas libres tuvieran en ciertos ámbitos más capacidad de movimiento (Mena, 2007, p. 78). En la novela, el carácter de Cecilia Valdez se asocia con esa movilidad característica de la mulata urbana libre, la cual tenía posibilidades de dedicarse a actividades como costurera, vendedora, recadera, así como a otras formas de trabajo manual indispensables para la vida social (Mena, 207, pp. 79-80). De hecho, las mulatas y negras libres tenían más posibilidades de acceder a propiedades y bienes que los hombres negros, lo que incidía en que, en muchos casos, estas prefirieran el concubinato con blancos antes que la unión con hombres condenados a no tener posesiones por su condición racial, como lo describe la novela en la tormentosa relación de José Dolores Pimienta con Cecilia. Del mismo modo, las mulatas libres llevaban recados, se movían libres entre los espacios “peligrosos” vetados para las blancas, se dedicaban a la enseñanza, a los cuidados, y en muchos casos llevaron a cabo juicios en defensa de sus propiedades (Mena, 2007), sentando así las bases para la creación de una sociedad fuertemente matrifocal. En esta ambigüedad, la figura de la mulata se construye entre su imagen como objeto del deseo clandestino, que en países como Brasil llega a considerarse incluso una profesión asociada a la prostitución (Giacomini, 2006), y como un agente contaminante y disruptor de la pureza racial al que había que controlar; esa ambigüedad también permitió el aparecimiento de fisuras que han contribuido a convertirlas en un sector con una amplia movilidad y con un acceso relativamente menos tortuoso a distintos oficios como prestadoras de cuidados, cocineras, barrenderas e incluso a actividades profesionales como la enfermería o la educación. La novela también contrasta la condición de las mulatas con la de las mujeres negras esclavizadas como puede verse en la figura de María de la Regla. Proveniente de una familia en la que había recibido alguna formación educativa, se convierte en esclava de la casa Gamboa, conforma la condición de testigo-memoria de los eventos oscuros protagonizados a su interior y sufre todas las crueldades por la fragilidad derivada de su conocimiento de la intimidad y los secretos de la familia. Es la nodriza de Adela, última hija de los Gamboa, así como de Cecilia, la hija ilegítima del patriarca, mientras le prohibieron lactar a su propia hija, Dolores. Como conocedora de la existencia de Cecilia y de sus orígenes, y al llegar a levantar las sospechas de Doña Rosa, esposa de Gamboa, sólo bastó con que María de la Regla rompiera la prohibición de amamantar a su propia hija para que fuera castigada, separada de su marido Dionisio y sus hijos y enviada al Ingenio La Tinaja donde sería sometida al acoso y a los tratos más degradantes. En La Tinaja, María de la Regla pudo testimoniar el sistema de terror que se vivía en el ingenio, los intentos de sublevación de los esclavizados y los terribles castigos que les eran impuestos. Como personaje, María de la Regla evidenció los límites y la fragilidad que tenían las esclavizadas que podían llegar a intimar con la familia y también el lugar que tenían, al menos en su etapa reproductiva, como objetos sexuales tanto para el placer masculino como para la reproducción de la mano de obra esclava. Por otro lado, la novela de Lino Novás, biografía ficcionalizada de uno de los más poderosos esclavistas en Cuba, Pedro Blanco, El Negrero, describe de manera detallada elementos de la vida personal del personaje en Málaga, su atribulada salida de su ciudad natal, empujado por una muchedumbre que quería lincharlo luego de dejar embarazada a su hermana, y adentra al lector dentro del mundo social que marcaba las rutas del esclavismo entre Cuba y las costas africanas entre Sierra Leona y Liberia concentrándose especialmente en la vida marina del tráfico humano. Varios estudios muestran el acceso a documentación histórica y a narraciones provenientes de la historia oral como uno de los pilares de la novela de Novás (Walker, 2005) quien, mediante una detallada información, nos revela la dimensión brutal e inhumana del tráfico negrero y de las condiciones de vida de quienes participaban de esa forma de explotación. En relación con la forma como se construía la identidad femenina negra y mulata, resalta de especial interés las experimentaciones que hacía un grupo de ingleses para proveer a holandeses de harenes formados en granjas “… de hombres de simiente escogidos, de ojos azules y cuerpos como palmas” a los que “cruzaban con mulatas, también escogidas” de donde surgían sirenas, mulatas de ojos azules, muy parecidas entre ellas, para nutrir el comercio internacional de la prostitución. Los distintos imaginarios sobre mujeres, negras y mulatas, esclavas y libres, creados en el contexto del esclavismo, se consolidaron y difundieron en el contexto del reforzamiento del racismo de Estado que se dio en la República temprana de Cuba, fenómeno que precedió en Cuba a la masacre del Partido Independiente de Color en 1912. Como veremos, estos imaginarios fueron cuestionados profundamente por un grupo de cubanas afrodescendientes que se expresaron principalmente a través de las páginas del periódico Previsión, órgano oficial del Partido. Previsión: republicanas negras contra los estereotipos de género. En la Cuba colonial, un sector de mujeres afrodescendientes libres, negras y mulatas utilizó las ventajas que el asociacionismo abrió para el aparecimiento de un sector intelectual con presencia pública. Como señala Hevia Lanier (2015), después de la esclavitud, cuando la educación se tornó en una necesidad principal, grupos de mujeres intelectuales afrodescendientes tuvieron una sólida producción cultural como fue el caso de la pianista, periodista y escritora Úrsula Coimbra de Valverde, y otras como América Font, y África Céspedes, quienes se encargaron de producir y mantener una importante revista como Minerva. De otro lado, la fundación del Partido Independiente de Color constituyó una oportunidad excepcional para la expresión de la voz de un importante colectivo de mujeres negras; el periódico aparecía como un espacio que las politizaba, lo cual era muy importante si se toma en cuenta que, a diferencia de los hombres afrodescendientes que habían conseguido el acceso al voto como reconocimiento de su papel protagónico en la guerra de emancipación , las mujeres no habían recibido ningún reconocimiento en la nueva constitución (Torres Elers, 2014). Así, la fundación del Partido incentivó el aparecimiento de Comités de Damas, en distintas ciudades, los cuales tenían la presidencia honorífica en las figuras masculinas del partido, pero operaban de manera formal y real mediante estructuras femeninas en las que las mujeres ocupaban los cargos de la presidencia, las vicepresidencias, la tesorería y las vocalías (Torres Elers, 2014, p. 2). En este sentido, Torres Elers cita a Meriño (2006) quien sostiene que: a las mujeres negras relacionadas con el movimiento (el PIC) se les estaba reconociendo una personalidad política que no tenían en la constitución, se les estaba integrando a un movimiento político, adjudicándoseles participar en una acción reservada solo para hombres y a la cual en principio se les había convocado como simpatizantes. (Meriño, 2006 en Torres Elers, 2014, p. 2) El papel estratégico que cumplían las mujeres era reconocido por el periódico que exaltaba “la compenetración y el deseo de reivindicación (que) ha batido primero en el corazón de nuestras mujeres y estas adelfas del bien” y el papel que tenían como “guías de sus maridos y hermanos, y en Agentes del Partido independiente de Color” así como en propagar sus doctrinas y la moralidad “haciendo que todos se den cuenta lo conveniente que es para la raza de color, el que se forme un núcleo político capaz de hacer compartir las responsabilidades del poder con los otros partidos existentes y para que así sea las propias mujeres inscriban a sus maridos y hermanos y hacen que se inscriban los hombres de color en las listas de la Comisión Gestora del Partido Independiente de Color” (Previsión, Noviembre 1909). El periódico estimuló la participación de voces femeninas negras que recogían la tradición intelectual afrodescendiente mediante voces que, a lo largo del país, denunciaban a la redacción del periódico los problemas que afectaban especialmente a las familias afrodescendientes como resultado del esclavismo y del racismo de Estado que se venían imponiendo luego de la fundación de la república; del mismo modo, a partir de una crítica radical a los estereotipos que el Estado racializado difundía sobre hombres y mujeres afrodescendientes y mediante el uso de nociones republicanas como la virtud, un núcleo de lectoras de Previsión planteaban estrategias encaminadas al rescate de la dignidad de la población negra, al tiempo que crearon un dispositivo crítico a las imágenes racializadas sobre las negras y las mulatas. La lectora Pastora Mena, en varias cartas enviadas a la redacción del periódico, clamaba por la dignificación de la familia y la mujer negra. Así, en una misiva enviada en septiembre de 1908, exalta el valor de la instrucción como herramienta de empoderamiento cívico y felicita al periódico por el beneficio que presta en este sentido y por haberle permitido, “haber hallado en él conceptos dictados por la más sana razón”, al tiempo que resaltaba la importancia que tenía el Periódico Previsión para el centro cívico del que ella formaba parte, el cual buscaba entre sus objetivos principales “alimentar el cerebro de sus socios y simpatizadores con la savia vivificadora de la instrucción” y para apoyar la labor del periódico se ofrecía “como la más humilde obrera intelectual y entusiasta admiradora y compatriota invariable”. En otra carta, fechada el 30 de octubre de 1908, criticaba las teorías antropológicas que sustentaban el racismo promoviendo la imagen del negro como proclive a la criminalidad, al tiempo que defendía el principio de igualdad de todas las razas y resaltaba otra vez la importancia de la educación como elemento que rompería las asimetrías que el racismo intentaba justificar recurriendo a teoría innatistas: “En las clasificaciones de raza que han hecho algunos naturalistas juzgan con poco desarrollo nuestro cerebro; será por eso que nos colocan siempre en última fila, sin tener en cuenta que la civilización todo lo modifica, y que según el agua contribuye al desarrollo de las plantas, así también el estudio desarrolla la inteligencia, siempre que el individuo conserve en estado armónico todas sus facultades. Hoy Cuba cuenta con hombres de color que abrazan todas las esferas del estudio científico, y eso demuestra que nuestro cerebro es factible del mismo desarrollo y fructuoso cultivo que el de la raza blanca… Pastora Mena”. El abordaje que hacía el Periódico Previsión sobre la descomposición social de la familia negra resultado de las herencias del esclavismo y el racismo, hizo que, a través de su política editorial, exigiera acciones del Estado encaminadas a institucionalizar las uniones maritales, lo cual tenía repercusiones positivas tanto en el ámbito de la legalización del acceso a los bienes, al tiempo que constituía un ataque radical a los presupuestos racistas que afirmaban la proclividad natural de la mujer negra y mulata al concubinato o a la prostitución; así, en una nota de noviembre de 1908, se reclama por legalizar el concubinato mediante el matrimonio formal, controlar la poliginia, legalizar a la descendencia ilegítima, reconocer el derecho a la herencia, al tiempo que reclama que estas fueran acciones públicas y no hechos privados, costosos e inaccesibles para las familias negras. En este mismo sentido, en una misiva de octubre de 1908 firmada por “Una Bayamesa” con fecha octubre 27 de 1908, se resalta la importancia de la presencia femenina en el periódico y la capacidad que tienen estas de estimular a que otras mujeres se politicen y, luego de reconocer las especificidades de la lucha femenina negra, sostiene que: Nosotras no queremos permanecer por más tiempo relegadas al olvido. Aspiramos a salir de este camino estrecho y obscuro (sic); no ser agostadas por los vendavales de la inclemencia en que almas fementidas pretenden seguir oponiéndonos una barrera para la adopción de nuestras prácticas. Por otra parte, en la carta fechada el 28 de octubre de 1908, quien firma como “una holguinera”, y como mujer empoderada y madre de dos hijos que murieron en la guerra, denuncia la situación de discriminación de su esposo, un veterano de la guerra de 1868, quien no recibió los ascensos y reconocimientos que se merecía, sólo por su condición étnico racial, así como la de su hija que no conseguía trabajo siendo maestra, sólo por el hecho de ser negra. En rigor, el periódico había identificado el foro abierto por las mujeres como una de las áreas claves para su propia existencia. En una nota publicada en noviembre de 1909, se resalta el papel crucial que tienen las mujeres negras en la transmisión dentro del hogar de una cultura cívica y política, a la vez que reconoce su función como “guías políticas” de la familia. Como podemos ver, Previsión constituye una fuente invalorable a través de la cual intelectuales y politizadas negras y mulatas intelectuales se opusieron a las imágenes que sobre ellas y sobre sus familias promovían tanto el racismo, como los legados de la esclavitud. Seguidamente, quisiera ver un caso análogo en Ecuador en el contexto de la guerra de guerrillas afroesmeraldeña que ocurrió entre 1913 y 1916. Aquí, sin embargo, nos enfrentamos a una mayor escasez, dispersión y deterioro de las fuentes, por lo que una fuente invalorable la constituye la novela regional y especialmente la producción del escritor afroesmeraldeño Adalberto Ortiz. La guerra afroesmeraldeña: rompiendo el silenciamiento de la mujer negra. Luego del asesinato de Eloy Alfaro, en el Ecuador, un sector del liberalismo radical llevó a cabo una guerra de guerrillas en la cual la población afroesmeraldeña cumplió un papel protagónico (Figueroa, 2022); esta guerra ha sido silenciada de la historia, como una muestra más de las herencias neocoloniales y racistas que buscan invisibilizar el papel de los afrodescendientes y de otros sectores racializados y minorizados en la construcción de la nación, y en el impulso de proyectos democráticos en favor de la igualdad. Si el silenciamiento de las acciones de los afrodescendientes es monumental, el silenciamiento y la invisibilidad es más evidente cuando nos enfrentamos al desafío de encontrar los rastros de las mujeres en esos procesos. Al hacer un balance sobre los estudios que evidencien la relevancia de la mujer negra en la historia del Ecuador tenemos al frente una labor muy grande no solo por la escasez de estudios sino también por la fragmentación de la información. Dentro de los trabajos encaminados a mostrar los rostros y las acciones de las afrodescendientes en la construcción de la nación sobresalen los de María Eugenia Chávez, estudiosa de los levantamientos y de las causas y reclamos llevados a cabo por las esclavizadas y los esclavizados en defensa de sus derechos, aprovechando los intersticios que ofrecía el sistema colonial. Chávez ha mostrado la importancia que tuvieron mujeres afrodescendientes como Martina Carrillo quien formó parte de una comisión que huyó y viajó a Quito en 1778 para enjuiciar a Francisco Auerreocochea por abusos de trabajo en el tiempo y las tareas asignadas, así como por sevicia y malos tratos a las esclavizadas y esclavizados de la hacienda de La Concepción. Auerreocochea, a cargo de la administración de haciendas jesuitas luego de que éstos fueron expulsados, rompió ciertos acuerdos que la población esclavizada había hecho con la Compañía de Jesús, lo que motivó su enjuiciamiento. A pesar de que Auerreocochea optó por castigar severamente a su regreso a Quito a quienes formaron parte de la comisión y, especialmente, a Martina Carrillo, la Audiencia terminó reconociendo el derecho de los esclavizados, destituyó al administrador de su cargo, le confiscó sus bienes y le hizo pagar una multa de 200 pesos y, de acuerdo con Chávez, la sentencia de la Audiencia reconoció “una normativa consuetudinaria impuesta durante los siglos de gobierno jesuita, por la cual se definen los tiempos y la carga de trabajo para los esclavizados y los básicos derechos de alimentación y cuidado”, lo que constituyó “el primer código para regularizar el trabajo esclavo en la región, anterior a la normativa que la Corona emite para todos los dominios americanos en 1789” (Chávez, 2010, p. 4). Por otra parte, en su tesis doctoral Honor y Libertad, Chávez (2001) indaga en los recursos jurídicos fundamentados en el honor como parte sustancial de los argumentos que hacia fines del siglo XVIII la esclavizada María Chiquinquirá Díaz utilizó para conseguir su libertad. María Chiquinquirá utilizó las fisuras coloniales y su juicio mostró los ambivalentes y móviles estatus que adquiría una mujer cuya condición civil oscilaba entre la de ser libre o esclavizada, mientras los dispositivos jurídicos hacían que, en términos identitarios, no fuera “ni negra, ni blanca; ni libre, ni esclava, y aparecía más bien como “una mujer que ha iniciado un viaje de movilidad social” en un proceso, en el que “la negociación de su identidad y la de sus descendientes se decidirá al interior de complejas relaciones de poder/saber que diseñan la trama de la sociedad colonial y los discursos que la significan” (Chávez, 2001, p. 37). Los casos de Martina Carrillo y María Chiquinquirá muestran la importancia de las afrodescendientes en el proceso de empoderamiento civil y de la conquista de la libertad; sin embargo, ese papel se ha invisibilizado dramáticamente por la superposición de razones de clase, raza y género. Otra contribución a la que quiero referirme es al trabajo que emprenden de manera colaborativa la arqueóloga Daniela Belanzátegui, con la profesora y activista afrocarchense Barbarita Lara y con la antropóloga Ana María Morales, quienes buscan recuperar la memoria social de la Hacienda La Concepción, lugar en el cual se desenvolvieron los acontecimientos liderados por Martina Carrillo. Estos trabajos tienen un triple valor para el proceso de recuperación de la memoria social afrodescendiente: 1) consolidan el conocimiento del papel de líderes como Martina Carrillo en la búsqueda de los derechos y la libertad para la población esclavizada; 2) resaltan las etnometodologías que permiten reconocer formas específicas a través de las cuales las mujeres afrodescendientes y los afrodescendientes en general han contribuido a conformar un corpus de lucha por la libertad por fuera de los cánones de la escritura de la cual la población esclavizada y racializada ha sido excluida y 3) al articular el pasado con el presente, la metodología colaborativa permite adentrarnos en las biografías intelectuales y políticas de dirigentes contemporáneos como la misma Barbarita Lara, lo que se convierte en un ejercicio político que ayuda a romper la invisibilización consetudinaria de las contribuciones de las mujeres negras a la construcción de una nación democrática y participativa. En términos metodológicos, el trabajo de Belanzátegui, Morales y Lara (2021), además de continuar estimulando el rescate de figuras como Martina Carrillo, impulsa la creación del Museo comunitario Casa de la Historia, Refugio de los Ancestros en la Concepción y promueve investigaciones en torno a la Escuela de Tradición Oral Afroecuatoriana la Voz de los Ancestros. Una de las metodologías utilizadas consiste en términos de Barbarita Lara en “largas conversaciones en que analizábamos los temas pertinentes, con anécdotas y experiencias de los dos lados. A estas reuniones las llaman «cochita amorosa», nombre que proviene, a decir de Ofelia Lara, de una práctica antigua en la que en noches de luna llena se sentaban en círculo a contar cuentos a la luz de la luna (Belanzátegui, Morales y Lara, 2021, sp). El uso de metodologías propias encaminadas a recuperar las memorias colectivas que han venido expresándose oralmente son las que permiten aflorar acciones que implementaban anónimas mujeres que apoyaban la huida y el cimarronaje usando las prácticas extendidas en distintas sociedades esclavizadas, consistentes en el dibujo de rutas en los cabellos o la utilización del canto para la transmisión de enseñanzas y tradiciones o para planear operaciones de fuga (Belanzátegui, Morales y Lara, 2021, sp). El trabajo colaborativo además de evidenciar el carácter activo de Barbarita Lara en el diseño del texto permite rememorar su propia trayectoria política, educativa y cultural, trazada por un destino en el que se ha combinado la lucha por los derechos de los pueblos afrodescendientes, y una clara apuesta por la lucha contra la discriminación y desigualdad de género, racial y económica (Belanzátegui, Morales y Lara, 2021, sp). En el caso de la guerra afroesmeraldeña (Figueroa, 2022), la evidencia de la participación de las mujeres es casi nula. Esta guerra de guerrillas que se dio entre 1913 y 1916 supuso la participación activa de la mujer, a diferencia del levantamiento de 1912 en Cuba que sirvió de pretexto para la masacre del Partido Independiente de Color, el cual, de acuerdo a Torres Elers (2014), por su corta durabilidad y por el hecho de que no fue concebido como un alzamiento militar sino como una movilización que se suponía temporal, no ofreció condiciones para que hubiera requerido de una participación sostenida de la mujer. En una serie de entrevistas que hizo Hernández (2022) a mujeres afrodescendientes del Movimiento de Mujeres del Norte de Esmeraldas (MOMUNE), la dirigente Amanda Cortez reconoce la invisibilidad de la mujer en la guerra y de la propia guerra, lo que en su perspectiva se acentúa por la falta de “escritos, fotografías, filmaciones, prensa o literatura histórica que evoque la participación particular de la mujer afro esmeraldeña o indígena dentro de los hechos históricos del Ecuador” (Hernández, 2022,p. 29). Figura 2 El ejército del coronel Carlos Concha Torres desfila por Esmeraldas Fuente: El Universo (1913) Entre las memorias fragmentadas hay evocaciones de la figura de Federico Lastra, el gran comandante afroesmeraldeño y segundo al mando después de Carlos Concha al tiempo que las dirigentes de la MOMUNE sostienen que existe una memoria colectiva de lucha por el territorio en la que las mujeres han participado activamente y saben que, en el contexto de la guerra “Las mujeres formaban las tertulias, planificaban su trabajo, preparaban café para los combatientes y armaban grupos de apoyo, se convertían en espías, en curanderas” (Hernández, 2022, p. 29). De acuerdo con estos testimonios, las mujeres participaban activamente en la guerra y luego regresaban a sus casas, lo cual es muy factible si se toma en cuenta que la guerra ocurrió en los lugares en los que vivían las familias afrodescendientes que eran una especie de “pueblo en armas” (Figueroa, 2022). Seguidamente, quisiera mostrar algunas interesantes evidencias del papel de las afroesmeraldeñas en contextos evocativos de la guerra de guerrillas a partir de dos novelas escritas por Adalberto Ortiz, el escritor afroesmeraldeño, cuya biografía y de su familia cercana estuvo marcada por la guerra. A partir del papel de una maestra rural, en la novela Juyungo, y de la recreación ficcional, en la novela El Espejo y la Ventana, del papel que tuvo el círculo de mujeres que conformaban su familia después de que tuvieron que huir a Guayaquil, acosados por la guerra, podremos ver cómo este autor afroesmeraldeño da un papel central al grupo de mujeres que conforma su grupo familiar matrilineal y matrifocal, características que definen a muchos de los núcleos familiares a lo largo de las Américas. En la novela Juyungo, Ortiz hace una evocación del líder Federico Lastra, quien tuvo un papel protagónico en la guerra de guerrillas afroesmeraldeña y a quien la mayoría de las noticias de la época despolitizan y describen con estereotipos racializados. Muchas de las fuentes que apoyaban al gobierno de Leónidas Plaza describen a Lastra y a la guerrilla afroesmeraldeña como un grupo de macheteros sanguinarios y caníbales. Ortiz, contrariando los estereotipos, coloca como protagonista de la novela a Ascención Lastra, sobrino ficticio del líder afroesmeraldeño, quien en su saga, vive los conflictos raciales, reflexiona sobre ellos hasta adquirir una conciencia de clase; de joven abandona el hogar paterno, se dedica un tiempo al contrabando, pasa una temporada conviviendo con el grupo indígena de Esmeraldas, los Cayapa, y vive una serie de periplos que lo llevan a visitar una parte del Ecuador, se enamora de tres mujeres, una indígena cayapa, una maestra rural negra y sin título y “una blancucha”, con la que tiene un hijo; hace militancia política, experimenta la brutalidad de la segregación racial y reflexiona sobre ella, pero es capaz de sobreponerse y adquiere una conciencia política que si bien incluye el problema racial no deja de lado reflexiones sobre la clase y sobre el género. Luego de la muerte de su mujer y su hijo, en medio de un lío de tierras con un alemán, Ascención viaja a la frontera a enfrentar la invasión peruana del año 1951. En una clara evocación de la guerra de guerrillas y de la muerte de Federico Lastra, Ascención muere en la frontera, formando parte de un pelotón de republicanos plebeyos, esmeraldeños negros en su mayoría, quienes pelean en la guerra y terminan derrotados, abandonados por el Estado y menospreciados por la sociedad. En su periplo final, recibió varias visitas del fantasma de su tío Federico, quien se iba agigantando en su conciencia, reconociendo así la gran importancia que tuvo en la nación y hermanándose con él en el olvido, el desconocimiento y la incomprensión. El amor de Ascención con la maestra afrodescendiente Afrodita se revela en unos pasajes muy breves pero muy significativos. Ascención la conoció cuando ambos participaban por azar en una ceremonia conducida por un embaucador que engañaba a crédulos creyentes. La posición de Ascención y Afrodita ante el embaucador les identificó como personas críticas y abandonaron la ceremonia luego de un fuerte altercado con el embaucador. Al abandonar la ceremonia, juntos en un bote, ella le dijo: “-Pues, sí señor. El tal hermanito (refiriéndose al embaucador) no es más que un bandido. Yo había ido allá para acompañar a mi tía, no porque creo en esas majaderías, sino que habemos todavía negros zoquetes. Eso es. El a mí no me tragaba porque no quise peinarlo. No ve que a todas las que peina él se las come. Así como oyen: se-las-co-me. Dicen que es un colombiano que se salvó del hundimiento de la isla Amarales” (Ortiz, 2000, p. 117). La soltura de Afrodita relejaba su condición: era una maestra rural, que peleaba contra los engaños a los que eran sometidos el campesinado afrodescendiente, lo que suscitó el amor de Ascención a pesar de darse cuenta de que “siempre se hallaba en ocupaciones que no le permitían desarrollar nada de su pretendida conquista” (Ortiz, 2000, p. 118). De manera desenfadada hace el amor con Ascención pero decide cortar de inmediato “no porque no le doliera, sino que temía por las consecuencias. Las habladurías subrepticias, la preñez y la cancelación del empleo” (Ortiz, 2000, p. 118). La figura de Afrodita representa en efecto la inserción masiva de sectores populares a la educación como resultado de la revolución liberal (Coronel, 2022; Goetschel, 2007; Hernández, 2022), conformando un colectivo que ayuda a combatir los estereotipos racializados sobre hombres y mujeres afrodescendientes. En el caso de la novela El Espejo y la Ventana, que el propio Ortiz considera con profundos contenidos autobiográficos, encontramos el desplazamiento que realiza hacia Guayaquil acompañado de su abuela, una matrona blanca y sus hijas las mulatas Elvira, la madre de Mauro, el protagonista, Ruth y Delia, sus dos tías. En la vida en Guayaquil, tiene conciencia de su condición étnico racial cuando una burguesa blanca prohíbe a su hijo que juegue con él, mientras una persona fundamental en su formación, su tía Delia, trabajadora de la tabacalera El Progreso, le hace tener sus contactos con la política, le permite ser testigo de la masacre del 15 de noviembre de 1922 y le abre un mundo de cuestionamientos a la religión que le ayuda a forjar una personalidad agnóstica. La construcción ficcional remite a importantes datos de la biografía familiar de Ortiz, en la cual, un colectivo de mujeres cumplió un papel fundamental en el quehacer político de la provincia de Esmeraldas sin que necesariamente impactaran en la esfera pública. Su abuelo era el afrodescendiente Don Mauricio Baldomero Quiñones, originario de Barbacoas, una de las zonas mineras más importantes de extracción aurífera a nivel continental, de donde se obtuvieron ingentes recursos durante el período esclavista y la república temprana de Colombia. A pesar de su condición étnico racial, Mauricio Baldomero fue un hombre pudiente y, alrededor de 1870, se casó con Amalia Torres Carrasco, una blanca perteneciente a la poderosa elite de la provincia; Amalia era sobrina de Luis Vargas Torres, hermano de madre de Carlos Concha Torres, el latifundista blanco que aparece como la figura más reconocida de la guerra afroesmeraldeña. En la guerra, varios de los miembros de la familia apoyaron al gobierno de Leonidas Plaza, mientras otros dirigieron la guerra de guerrillas como ocurrió con Carlos Concha. Mauricio y sus dos hijos optaron por el placismo, motivado, al parecer, por los desaires que recibió de la familia de Amalia y, en 1890, se casó con Cinesia Jiménez, mulata y partera conocida en toda la región que cubría desde Barbacoas hasta Telembí. De otro lado, la abuela Amalia Torres se ubicó en Guayaquil junto a Dolores, la madre de Adalberto; María, la tía que le politizó y le ayudó a armar tabacos, Clemencia, y Sara Agripina, ambas maestras. La madre de Adalberto había tenido relaciones con Lenidas Ortiz Saá, quien se alineó con Leonidas Plaza en la guerra y sufrió una depresión que la obligó a ser internada por 15 años en un convento. María fue la tía que trabajaba en la tabacalera y le enseñó a armar los tabacos en la fábrica cuando Adalberto ingresó en ella a los once años y Sara Agripina, por su parte, fue una de las profesoras que mantuvo reunida a la familia. En El Espejo y la Ventana, Ortiz hace un ejercicio coincidente con mucha de la gran tradición de la novela latinoamericana en la que se superponen los elementos domésticos y familiares con las problemáticas que interpelan a la nación. En su caso, sin embargo, da una relevancia a la mujer, pero no a una mujer blanco mestiza genérica que representa los arquetipos que mantienen las estructuras conservadoras de una nación, sino que introduce el protagonismo de una mujer afrodescendiente surgida de la familia matrilocal y matrifocal, a quien describe como un agente difusor de las nociones republicanas de la virtud y de una crítica vital, encaminada a desmontar los estereotipos raciales que el esclavismo y el racismo diseñaron en torno a las mujeres y a los hombres afrodescendientes. Conclusiones A través del estudio de ciertas voces de las mujeres negras en el contexto de las masacres del Partido Independiente de Color en Cuba en 1912 y de la guerra afroesmeraldeña en Ecuador entre 1913-1916, este trabajo busca contribuir a revelar las contribuciones que las mujeres afrodescendientes han hecho a las luchas contra el racismo y la discriminación, y en pos de construir sociedades basadas en el principio de la igualdad. El republicanismo negro, inserto dentro de una larga tradición humanista construida en las periferias, ha sido fundamental en la lucha contra el racismo y contra los legados de la esclavitud y en ese proyecto las mujeres han cumplido un rol fundamental el cual ha sido especialmente invisibilizado por el patriarcalismo, así como por la discriminación racial y de clase. Referencias bibliográficas Almeida, Y., & Rodríguez Malagón, A.!(en prensa). El pensamiento feminista y antirracista cubano: Una mirada al activismo de las mujeres desde la República hasta la sociedad cubana contemporánea. En Y. Almeida, J. A. Figueroa & J. Kemner (Comps.),!Racismo y republicanismo negro en Cuba: Historia y contemporaneidad. CLACSO. Balanzátegui, D., Morales, A. M. & Lara, B. (2021). ‘Cimarrona soy’: Aprendizajes sobre estrategias históricas de resistencia de mujeres afroecuatorianas. Praxis Arqueológica, 2(1), 70-85. Beltrán, C.!(2019). 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