Cuerpos, racismo y ensamblajes Aychakuna, racismo unkuy, emsamblaje ruraykuna. Bodies, racism and assemblages Josep Mart, jmarti@imf.csic.es ORCID: 0000-0002-3739-5072 Departament dAntropologia i Arqueologia, Instituci Mil I Fontanals Dinvestigaci En Humanitats-CSIC (Barcelona) Resumen No es rara la exhibicin pblica de cuerpos momicados en museos u otros tipos de instalaciones, algo que, por diversas razones, es objeto de justicadas controversias. El caracterstico modelo dicotmico de Occidente siempre ha entendido las cosas y a las personas en relacin de oposicin. Por una parte, el mundo de la materia inerte y, por la otra, el de los seres vivos. Uno de los aspectos que resulta interesante de esta distincin es que el cuerpo, entendido como res extensa por el cartesianismo, ha quedado entre estos dos polos y asume fcilmente la categora de objeto, como en el caso de los cadveres o de los fragmentos corporales. En no pocas ocasiones, la exhibicin de restos humanos tiene que ver con la prctica del racismo. En este artculo, me sirvo de la nocin deleuziana de ensamblaje para analizar la centralidad que posee el cuerpo en la problemtica del racismo. A lo largo del texto presto una especial atencin al caso del cuerpo disecado de un africano que, con la denominacin de El Negro, estuvo expuesto en un pequeo museo naturalista de la ciudad catalana de Banyoles durante casi todo el siglo XX. El caso de El Negro, que en los aos 90 obtuvo repercusin meditica a escala internacional hasta que se consigui su retirada del museo y la devolucin de los restos del cuerpo a Botswana, puede entenderse dentro de una enmaraada red de ensamblajes en los que, adems del racismo, hay que contar con otros como el de la musestica, sentimientos identitarios locales y el panafricanismo. Palabras clave: cuerpo, racismo, ensamblaje, identidad, colecciones naturalistas Revista Sarance ISSN: 1390-9207; ISSNE: e-2661-6718 Fecha de recepcin: 10/02/2022; fecha de aceptacin: 04/08/2022 Tukuyshuk Waushkakpi chakichishka aychata museo ukukunapi, shinallatak shuk ukukunapi rikuchishpa charikuyka mana mushukchu kan, puntamantami ruramushka kan. Chayta rurakkunaka shuk shuk yuyaykunatami chariyashpa, ruranallami yan kashka. Occidentemanta ishkaypura yuyayka tukuy kawsayta shikanyachishpallami rikun kashka. Shuk manyamanka churan waushka nishpa materia inertekunata, shinallatak shukmanka kawsak nishka seres vivoskunata. Kaypi sinchi yuyayka, aychamantami kan, shinallatak puntaka kashna rikun kashka; re extensa nishpa, cartesiano yuyayta hapishpa, shuk shuk manyaman tiyarishkashna yuyaymi rikurin kashka, shukka ukuman, chayshukka hawaman, karu karu tiyarishka shina, chaymi shikanyari yuyay ninchik. Shina yuyayta hapishpami, objeto nishpa apash riksirinka wakin waushpa chakichishka aychakunataka. Mana wakinpillachu kashka, chashna aychakunata chakichishpa shukkuna rikuchun munayka ashtami kashka. Chashna rurayka tiyan ninchikmi racismo yuyaymanta. Kay killkaypika, deleuziana de emsamblaje nishka yachaykunapimi markarishpa killkashka kan. Imashalla aychakunata rikuy kallarinchik racismo yuyayta, unkuyta charishpaka. Shinallatak, kay killkaypika shuk Africamanta yana runapa El Negro nishpa shutichishka aychata imashalla chakichishpa rikuchinkapak charishkamantami riman, chaypimi rikurin racismo yuyaykunata, Kay aychaka Banyoles kitipi, mueso naturalista ukupimi chakichishpa rikuchinkapak churashka kashka ishkay chunka patsakwatakunapika. 90 watakunapika El Negro nishka aychataka shina charinakukpika, ashtakami tawka mamallaktakunamanta nalli nishpa rimashka, chaymatami anchuchinatukushka, shinashpa tikrachirka kay aychata Botswana nishka kuskaman. Kashna aychata chakichinalla yashka yuyaykunaka racismo unkuy tiyakpimi shinaman chayarin ninmi, ashtawankarin, shinallatak ruraykuna tiyanrami musestica ruraykuna, llaktamanta kikinyariy yuyay-kawsaykuna, shinallatak panafricanismopash. Sinchilla shimikuna: aycha; racismo unkuy; ensamblaje ruraykuna; kikinyariy; allpa mamapa tiyashkakakuna. Abstract The public display of mummied bodies in museums or other types of installations is not uncommon. To wit, for various reasons, it is the subject of justied controversy. The characteristic dichotomous model of the West has always understood things and people in an oppositional relationship: On the one hand, the world of inert matter and, on the other, the world of living beings. One of the interesting aspects of this distinction is that the body, understood as radical dualism or res extensa by Cartesianism, has remained between these two poles and easily assumes the category of object, as in the case of corpses or body fragments. Not infrequently, the exhibition of human remains has to do with the practice of racism. In this article, I use the Deleuzian notion of assemblage to analyze the centrality of the body in the question of racism. Throughout the text I pay special attention to the case of the dissected body of an African who, under the name of El Negro, was exhibited in a small naturalist museum in the Catalan town of Banyoles for most of the twentieth century. The case of El Negro, which in the 1990s received international media coverage until its removal from the museum and the return of the remains of the body to Botswana, can be understood within a tangled web of assemblages in which, in addition to racism, there are others such as museum work, local identity feelings and pan-Africanism. Keywords: body; racism; assemblage; identity; naturalistic collections. 1. Introduccin Todava recuerdo ahora el impacto que, de nio, en una visita al museo etnolgico de Barcelona, me gener la visin de dos tzantzas, cabezas humanas reducidas, tal como se haca en la tradicin shuar. A pesar del tiempo transcurrido desde entonces, aun ahora conservo la imagen de aquellas pequeas cabezas, con prpados cerrados y labios cosidos, colgadas a diferente altura, una al lado de la otra. Algunos aos ms tarde, tambin me impresion ver un cuerpo humano disecado que se hallaba expuesto en el Museu Darder dHistria Natural de la pequea ciudad catalana de Banyoles. Aquel museo, de reducidas dimensiones, vena a ser una mezcla de museo de historia natural y de lo que antiguamente se denominaba Wunderkammer o gabinete de curiosidades. Lo haba fundado Francesc Darder, veterinario y taxidermista acionado a la historia natural, que fue tambin quien instituy el zoolgico de Barcelona. El museo de Banyoles haba sido creado en 1916 con las colecciones particulares de Darder sobre historia natural. Una de las salas del museo estaba dedicada al Hombre. Entre los mltiples objetos que se exhiban en este espacio se hallaban dos momias peruanas, crneos prehistricos, algunos fetos humanos conservados en formol, as como el cuerpo disecado de un hombre africano dentro de una vitrina. Haban dispuesto el cuerpo de pie, en su mano derecha empuaba una lanza, en la izquierda un escudo y, por toda indumentaria, luca un taparrabos y un penacho de plumas en la parte superior del cuerpo. Mucho ms posteriormente he tenido oportunidad de encontrarme con cadveres expuestos. No es rara la exhibicin de cuerpos momicados en museos dedicados a las viejas culturas egipcias o americanas. En un viaje que realic no hace tanto tiempo a Palermo, en Sicilia, tuve oportunidad de visitar las catacumbas de los Capuchinos, en las que se exponen un gran nmero de cadveres momicados, la mayora de ellos del siglo XIX, sobre todo de religiosos, pero tambin de seglares, incluso nios. Estas catacumbas forman parte de la ruta turstica de Palermo. Actualmente, es posible tambin en diversos pases visitar exposiciones en las que, anuncindose con nes didcticos, pero con claros intereses lucrativos detrs, se muestran cuerpos humanos plastinados segn la tecnologa desarrollada por el anatomista alemn Gunther von Hagens1. Todos estos ejemplos mencionados tienen en comn el hecho de la exposicin de restos humanos que de una manera u otra conservan su conguracin de cuerpo. Son casos, pues, muy diferentes a los huesos sueltos que podemos ver en museos arqueolgicos. En estos ejemplos, aunque se trate de materia orgnica sin vida, se nos sugiere a la persona, presentan lo que posiblemente se nos antoje como aquello ms humano, el rostro. 1 Son diversos los promotores de estas exposiciones itinerantes con denominaciones como Body Worlds, Human Bodies, Bodies Revealed, y no todos muestran transparencia tica en relacin con la procedencia de los cuerpos humanos plastinados. Vase: Ulaby, 2006. Figuras 1 y 2 [Izq.] Anuncio de una exposicin con cuerpos humanos plastinados en Barcelona (2008) ; [der.] Anuncio de una exposicin con cuerpos humanos plastinados en Heidelberg (2009). Fuente: Fotografas del autor. Pero sin entrar ahora en la dimensin tica, todos y cada uno de los casos mencionados, a pesar de las hondas diferencias que puedan presentar en cuanto a sus circunstancias, mereceran ser objeto de este debate. Querra destacar la honda impresin que me causaron los dos primeros ejemplos mencionados, especialmente porque, entonces, nada o muy poco saba de antropologa. La visin de aquellas dos tzantzas shuar fue dura para m. A pesar de la imagen serena que ofrecan aquellos rostros, desde el punto de vista afectivo, si algo se transmita era violencia. Aquellas cabezas que, aunque con los prpados cerrados dejaban entrever a la persona, procedan de decapitaciones y haban sido violentadas al reducrsele su tamao. Y no menos contundente fue la visin del hombre africano en el museo de Banyoles. En este ltimo caso, lo que distingua aquella gura en cuanto a la manera de exponer los cuerpos momicados en los museos, era que, en lugar de mostrarse en disposicin pasiva -que es lo que se puede esperar de un cadver-, se lo haba dispuesto como en estado de accin. El cuerpo estaba de pie, con su lanza en ristre y la mirada dirigida hacia lo lejos, como si estuviese en accin escrutadora. No se trataba de una gura de cera o un holograma articial. A lo que invitaba el museo no era a verlo en su cualidad real de un humano desprovisto de vida, sino que violentando aquel cuerpo se lo haba hecho objeto para representar algo. De acuerdo con el imaginario etnogrco, expresin y representacin se fundan en l como si de una nica cosa se tratara2. El caracterstico modelo dicotmico de Occidente siempre ha entendido las cosas y a las personas en relacin de oposicin. Por una parte, el mundo de la materia inerte y por la otra el de los seres vivos, conceptualizando dentro de ellos a los humanos en trminos de excepcionalidad. Uno de los aspectos que resulta interesante de esta distincin es que el cuerpo ha quedado entre estos dos polos. En ocasiones se lo identica con la persona y en otras de acuerdo con la distincin cartesiana de res cogita y res extensa- asume la categora de objeto, como en el caso de los cadveres o de los fragmentos corporales (Esposito, 2015, p. 3). Esta basculacin entre los dos polos es precisamente aquello que, en ocasiones, nos hace sentir un cierto desasosiego cuando el cadver acaba tomando el rango de objeto artstico o de exhibicin por razones que van ms all de la persona o que incluso la ignoran, como era el caso del hombre de Banyoles con el que hemos iniciado el artculo. 2. El Negro de Banyoles Hasta los aos 90, el cuerpo disecado de aquel hombre africano constitua un objeto ms del museo que la mayora de los habitantes de aquella pequea ciudad habran visto alguna vez en su vida. Adems de los visitantes ocasionales, al museo Darder acudan sistemticamente visitas escolares, y el cuerpo del africano, a pesar de su singularidad, no recibira mucha ms atencin que el gran len disecado o los fetos humanos conservados en formol. Segn resultados de una analtica forense obtenidos en 1993, se trataba del cuerpo de un bosquimano, si bien en el catlogo originario del museo guraba como un individuo tswana procedente de una zona actualmente en Sudfrica (Westerman, 2006, p. 181). Posiblemente se tratara de un bosquimano integrado socialmente en un grupo tswana (Westerman, 2006, p. 214)3. El cuerpo, justo despus de su muerte, fue desenterrado y robado por el taxidermista francs Jules Verreaux, en Sudfrica, hacia 1830 (Westerman, 2006, p. 67). Verreaux, junto con su hermano Edouard, comerciaba con animales que, una vez disecados, distribua por Europa. El cuerpo del africano fue disecado y exhibido en 1831 en Pars, en una exposicin taxidrmica. Tras la muerte de los hermanos Verreaux, Francesc Darder compr el cuerpo en 1880 y lo exhibi en la exposicin universal de Barcelona de 1888. En 1916 pas a formar parte del museo de Banyoles. En 1991, el mdico Alphons Arcelin, de origen haitiano pero residente en Catalua, inici una campaa de denuncia en contra del anacronismo racista que segn l implicaba la exhibicin de aquella pieza de museo a la que ya se conoca por doquier como el Negro. Coincidiendo con la proximidad de los juegos olmpicos en Barcelona (1992) cuya una de sus sedes radicaba precisamente en Banyoles, la campaa obtuvo un inmenso eco internacional. Adems de los cientos de artculos en la prensa escrita y mltiples programas televisivos, se implicaron polticos del 3 En relacin con la polmica de si se trataba de un bosquimano o un tswana, vase: Parsons, 2000. mximo rango de diversos pases, representantes del mundo acadmico, del mbito eclesistico, organizaciones no gubernamentales y organismos internacionales como la Organizacin para la Unidad Africana, adems de la UNESCO y la ONU. El mensaje era claro, aquella pieza no poda continuar siendo expuesta en el museo. El revuelo a escala internacional que se haba originado en torno al museo Darder no sent nada bien a la pequea ciudad de Banyoles. Su alcalde, Joan Solana, perteneciente al partido socialista, negaba que la exhibicin de aquel cuerpo tuviera algo que ver con racismo (Solana, 2001, pp. 91 y 103). Los ciudadanos de Banyoles cerraron las para defender a su negro (Westerman, 2006, p. 167) ante lo que se entenda como una injerencia fornea a la voluntad de la comunidad. El ayuntamiento se neg a retirar el cuerpo del bosquimano durante las actividades olmpicas celebradas en la ciudad, a pesar de la amenaza de boicot por parte de algunos pases: El Negro es propiedad nuestra dijo un portavoz municipal-. Es un asunto nuestro y nadie debe meterse en l (Parsons, 2002, p. 24). La resistencia de la ciudad no se limit a los comunicados ociales de sus representantes. Empezaron a circular objetos que reivindicaban la propiedad de aquel cuerpo momicado para la ciudad. Entre otros, se exhiban camisetas con el lema no toquis el negro y pins relacionados con el tema (Westerman, 2006, p. 167). Ante la trascendencia de aquel cuerpo ms all de lo que hasta entonces haba sido su espacio familiar, se generaron souvenirs de la ciudad y del museo, como postales y otros objetos con la imagen del bosquimano e incluso se lo represent en forma de caganer, una gura tradicional en los pesebres navideos catalanes4. Tambin en el carnaval de la ciudad de 1997 se hicieron referencias directas o alusiones a la pieza del museo (Fock, 2009, pp. 168-176). Como era lgico esperar, tambin el mbito de la musestica tom cartas en el asunto. Segn la conservadora del museo Darder, aquel cuerpo momicado era la pieza ms importante de la que disponan, la ms famosa de la coleccin y por tanto insustituible (Westerman, 2006, p. 173), y se expusieron razonamientos a favor de conservar la pieza como exponente de la mentalidad de la poca en la que se cre el museo, a principios del siglo XX. Se arga que se deba entender aquel museo en la lnea de la tradicin de las colecciones naturalistas con piezas exticas que incluan restos humanos de diferente procedencia. Se deca tambin que muchos museos exponen momias y otros tipos de ejemplares humanos y que, aunque los grandes museos pueden permitirse el prescindir de piezas si as lo aconseja la sensibilidad dominante del momento, ste no poda ser el caso del museo Darder debido a su 4 El caganer es una gura de beln, en postura de estar defecando, que en Catalua se conoce desde nales del siglo XVII. Si antes lo ms habitual era representar una gura propia del medio rural, modernamente se incorporan todo tipo de personajes populares, especialmente si despiertan simpata entre la poblacin. En el boletn de la asociacin Amics del Caganer de 1998, se anuncia como novedad el Negre de Banyoles (Sarrat, 1998, p. 4). humilde condicin. Al n y al cabo, era la curiosidad y no el racismo aquello que motivaba la visita al museo (Solana, 2001, pp. 22-23). En un informe tcnico de la junta delegada del museo se conclua que el contexto de la exposicin del individuo humano naturalizado de la sala del Hombre era completamente justicado y que el contenido de aquella sala no tena que ser motivo de ofensa para nadie (Solana, 2001, p.: 24). Tambin intervinieron otros especialistas como un historiador de la taxidermia de la School of Biological Sciences de la universidad de Londres quien, por el inters histrico de la pieza, defenda que no se la llegara a destruir (Solana, 2001, pp. 98-99). Por ltimo, en 1997, la asociacin de muselogos de Catalua hizo pblico un maniesto en el que deca que la exhibicin musestica del bosquimano naturalizado en el museo no fue nunca una manifestacin de carcter racista e insista en la conservacin del cuerpo por su valor musestico y patrimonial incuestionable (Solana, 2001, pp. 103-104). 3. El racismo como ensamblaje La poblacin de Banyoles no entenda como algo reprobable el hecho de que en su museo se expusiera el cuerpo disecado de un humano. Tampoco lo vea como un acto de racismo por el hecho de tratarse de un africano negro. Incluso se haban encariado con aquella gura a la que denominaban afectuosamente el nostre negre (nuestro negro). A la pregunta de qu les parecera si en lugar de aquel cuerpo se expusiera en el museo el bisabuelo o tatarabuelo de la familia, mostraban una expresin de incredulidad por parecerles peregrina la pregunta. No era lo mismo. Una diferencia fundamental era la distancia, tanto la geogrca como la temporal. La persona que habra sido la de aquel cuerpo africano no tena nada que ver con ellos, desconocan cul habra sido su nombre, ni los lazos que hubiera podido tener con su entorno familiar; incluso no saban nada de su lugar de procedencia. Adems, el hecho de estar rodeado de crneos y otros objetos que aludan a los albores de la humanidad haca ver aquel cuerpo, tal como alecciona la mirada evolucionista, como algo primitivo y desligado de nuestra realidad actual. Siempre lo haban visto ah y su presencia no era en absoluto inquietante sino perfectamente lgica dado que constitua, junto a las dos momias que se hallaban en la misma sala, un objeto musestico que se adecuaba al rtulo que dena el contenido de la sala: El hombre. Sin embargo, la idea de que el museo albergara a un barcelons disecado del que no supieran tampoco nada de su historia personal, sera difcil de imaginar. Sera pues quizs una cuestin de racismo? A veces me imagino el racismo como una especie de niebla que lo envuelve todo. Se ve y no se ve, la niebla puede ser ms tenue o ms espesa, dependiendo de cmo sopla el viento. Penetra en el valle de la misma manera que se disipa en el momento menos esperado. El pensamiento racista forma parte de un mundo virtual que se actualiza cuando se tercia. El conjunto de capacidades virtuales o actualizadas forma lo que Manuel De Landa denomina espacios de posibilidad, cuya estructura es importante para explicar los fenmenos emergentes (De Landa, 2011, p. 5). No hace falta reconocerse como racista. Incluso se puede considerar el racismo como una ideologa despreciable. Pero en una sociedad como la catalana, que mayoritariamente se cree libre de tales prejuicios, la nube del racismo nunca ha desaparecido del horizonte. Es real en su virtualidad y es real asimismo cuando se actualiza en hechos muy concretos, algunos aparentemente insignicantes como en el caso de los microrracismos, y en otros mucho ms agrantes como cuando a determinado tipo de personas, las inmobiliarias se niegan a alquilarles una vivienda5 o se les deniega la entrada en una discoteca6. Sirvindonos de la teora de Deleuze y Guattari (1980), y Manuel De Landa (2006, 2016), nos puede ser de servicio entender el caso del Negro de Banyoles dentro de diversos ensamblajes, uno de ellos, obviamente, el del racismo. Cuando hablamos de ensamblaje no nos referimos a una simple conguracin, sino que esta nocin lleva implcita la idea de movimiento y conectividad, de agencia procesual. En el caso del ensamblaje, hablamos de articulacin entre las partes que lo componen; una articulacin, sin embargo, constantemente cambiante que va creando de esta manera nuevas unidades o identidades (MacGregor Wise, 2005, p. 83). En los ensamblajes se produce la disolucin de agencia y estructura. Siguiendo a Deleuze y Guattari (1980), los ensamblajes poseen las siguientes caractersticas: 1. Los ensamblajes son relacionales. Establecen relaciones entre diferentes elementos. Estas relaciones son no obstante de exterioridad, cosa que implica que cualquier parte que compone el ensamblaje se puede separar e incorporar en un diferente ensamblaje en el que las interacciones son diferentes (De Landa, 2006, p. 10). El museo Darder de Banyoles forma parte del ensamblaje de la musestica. Se trata de una institucin ms junto a aquellas que renen colecciones de objetos con nes de estudio y divulgacin. Pero durante el tiempo en que alberg el africano disecado, tambin formaba parte del ensamblaje del racismo, as como se intensic su valor en el ensamblaje propio del sentimiento de comunidad de la ciudad de Banyoles, una vez el cuerpo del bosquimano obtuvo notoriedad pblica. 2. Los ensamblajes son productivos. Un ensamblaje no se tiene que entender como una mera representacin de la realidad, sino que por emergencia se producen sentidos que van ms all de los elementos tomados por separado. Dentro del ensamblaje del racismo, la visin de un cuerpo racializado expuesto 5 En un estudio reciente promovido por el Ayuntamiento de Barcelona se conrm que el 62% de los agentes inmobiliarios de Barcelona acepta discriminar a los posibles inquilinos por razones de origen tnico (Fit, 2021). 6 Vase: https://sosracismo.eu/denuncia-derecho-admision-racista/ [fecha de consulta: 19.01.2022]. como objeto y otorgndole un tratamiento que no sera admisible para otros tipos de cuerpos genera, por emergencia, sentidos de jerarqua entre cuerpos racializados, entre aquellos que se pueden exponer como objeto de museo y aquellos que nunca se podran hallar en esta misma situacin. 3. Los ensamblajes son heterogneos. Se establecen conexiones entre elementos de la ms diversa naturaleza, seres orgnicos, inorgnicos, entidades sociales o ideas. En el caso del racismo son las conexiones que se hacen entre unos cuerpos que presentan determinadas caractersticas fenotpicas con determinadas ideas, siendo paradigmticas las que Arthur de Gobineau expuso en su Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas, pero adems hallamos elementos muy diversos como determinadas instituciones (racismo institucional), objetos, todo aquello que implica el racismo medioambiental que se materializa en determinados barrios con edicios insalubres y escaso equipamiento ciudadano, etc. 4. Los ensamblajes se constituyen por ujos agenciales entre los elementos que los componen. Tomando como ejemplo el evento que constituye la visita de escolares al museo Darder, podemos constatar ujos agenciales que contribuyen al ensamblaje del racismo. De la misma manera que los marcos de los cuadros ejercen agencia sobre aquello que encuadran, constituyen un metamensaje (Bateson, 1987, p. 130), la vitrina del museo afecta el cuerpo expuesto. A estos ujos agenciales les podramos aadir los propios de las miradas curiosas de un pblico que se agolpa alrededor de aquel cuerpo inmvil haciendo sus potenciales comentarios, y, planeando en aquel mismo instante, aquel statu quo cognitivo que hace que uno no se cuestione la presencia de aquel cuerpo racializado en aquel espacio. 5. Los ensamblajes crean territorios. Un ensamblaje se puede conceptualizar como un territorio producido por los afectos entre relaciones que se hallan en un constante ujo. Algunos de estos afectos estabilizan el ensamblaje, otros lo desestabilizan o deterritorializan (Fox y Alldred, 2015, p. 401), de manera que estos territorios se someten a transformaciones constantes. Las entidades heterogneas que conguran el ensamblaje interactan en un momento determinado de la misma manera que pueden dejar de interactuar. Los ensamblajes son siempre dinmicos. As, por ejemplo, la prdida de credibilidad en el mbito cientco del concepto de raza constituy un hecho deterritorializador del ensamblaje del racismo. El dinamismo del ensamblaje, sin embargo, territorializaci el concepto de cultura al adscribirle repercusiones sociales que antes se otorgaban a la raza (Mart, 2003). El racismo forma un ensamblaje, un ente semitico-material del que forman parte agresores, agredidos, ideas y actitudes, instituciones, objetos El racismo se ha ido construyendo mediante el relato cientco de la realidad de las razas humanas y de la mayor o menor valoracin entre ellas. Hay muchos tipos de racismo, pero el ms caracterstico es aquel que centra su mirada en los cuerpos. Al n y al cabo, el trmino racismo procede de raza aunque, paradjicamente, el racismo es ms real incluso que raza. Sabemos que, desde el punto de vista biolgico, las razas humanas constituyen un constructo social. El genetista Luigi Cavalli-Sforza (2001) ya demostr que no se puede hablar de raza para los seres humanos. Lo que no signica que no haya efectos reales derivados del constructo. Pero, adems, tambin sabemos que, en el fondo, no es la raza aquello que ocasiona el racismo, sino que el mismo concepto de raza es una creacin del racismo (Coates, 2015, p. 7). O tal como escribi Dorothy Roberts: Race is not a biological category that is politically charged. It is a political category that has been disguised as a biological one [La raza no es una categora biolgica que est polticamente cargada. Es una categora poltica que ha sido disfrazada como biolgica] (Roberts, 2011, p. 4). Cuando se habla de racismo, el sujo ismo alude a ideologa y por lo tanto es en las ideas en lo primero en lo que pensamos. Entender el racismo exige escarbar en los fundamentos mismos de las lgicas sociales que marcan la sociedad occidental. No todas las culturas conciben el cuerpo de la misma manera. El naturalismo propio del pensamiento occidental considera tanto a humanos como a los no-humanos como un fenmeno natural. En base a nuestra concepcin naturalista de la realidad, todos los seres humanos, como entes biolgicos, somos iguales y esto es una poderosa razn que explicara la aversin que la sociedad occidental ha tenido hacia el canibalismo. Con la antropofagia, el ser humano es degradado a pura materia. Si se aceptase la antropofagia como sistema, ello implicara reconocer estatus ontolgico al cuerpo humano como carne, algo que debido a nuestra ontologa naturalista debera ser vlido tanto para los comidos como para los que comen. La idea de otorgar estatus ontolgico al cuerpo humano como carne resultara profundamente inquietante y desestabilizante (Mart, 2021, pp. 83-95). Esto es lo que nos hace ver el canibalismo como algo inconcebible, tanto que ni siquiera aparece de forma explcita en los cdigos penales de muchos pases del mbito occidental, entre ellos Espaa, Francia, Alemania o los EEUU. Segn el modelo ontolgico occidental moderno, no se experimenta el cuerpo del otro como carne sino como un semejante. Pero esto no implica ni mucho menos que a este semejante no se le pueda discriminar, esclavizar o incluso asesinar. La ontologa cartesiana propia de Occidente no se limita a distinguir entre materia y espritu, sino que dentro de la dinmica jerarquizante del pensamiento oposicional dualista, se concibe la materia como inferior al espritu. Tal como lo entiende la tradicin humanista, es este espritu lo que hace considerar la humanidad como categora moral y aqu se establecen diferencias entre humanos, de manera que a una parte de ellos se los puede encasillar en la zona del no-ser fanoniana (Fanon, 1971). Es a lo que se reere Sylvia Wynter cuando dice que la discriminacin, mediante categoras ontolgicas negativas, es estructural en la tradicin occidental (Wynter, 1987, pp. 236-237). A pesar de los logros del humanismo en Occidente, no olvidemos que la abolicin denitiva de la esclavitud en Espaa no fue decretada hasta 1880 (casualmente, el ao en que Francesc Darder compr el Negro en Pars), y que en el siglo XX, la discriminacin racial estuvo en la base del holocausto judo, la segregacin en los EEUU (abolida en 1964) o el apartheid sudafricano (abolido en 1991). Todo esto enlaza con lo que Fanon dijera ya hace tiempo: la desdicha y la inhumanidad del blanco es haber matado al hombre en alguna parte (Fanon, 1971, p. 187). Cuando hablamos de las propiedades semitico-materiales de los ensamblajes es porque en ellos tambin coinciden elementos ms all de la dimensin ideacional. Y un aspecto central es el del cuerpo, en toda su materialidad. El cuerpo no est ah tan solo para ser comprehendido por ejemplo, a travs de las lentes racistas- sino tambin para ser sentido. Sin duda impactaba el hecho de encontrarse con un ser humano disecado, lanza en ristre, en el museo de Banyoles. Quiz habra quin pensara que algo poda rechinar con aquella gura, pero si no resultaba del todo disonante era porque al n y al cabo cuadraba con el uion que estableca el itinerario del museo. Era un acto musestico, pero si por un momento uno se planteaba lo que signicaba presentar un cuerpo-objeto, el propio de un africano, sabiendo que ello no sera admisible con el cuerpo de un blanco, aquel acto musestico implicaba -y al mismo tiempo sobrepasaba- una clara lnea divisoria que lo haca ya entrar en el terreno del racismo. El pblico del museo es muy posible que no se considerara racista, ni tampoco los curadores, ni el tribunal que absolvi de racismo al museo tras la denuncia presentada por Alphonse Arcelin (Westerman, 2006, p. 182); adems, la poltica municipal de Banyoles de aquel momento destacaba por sus medidas de integracin en el sistema escolar y el sanitario para inmigrantes africanos (un 4% de la poblacin) (Molina, 2020, p. 146). Pero, dentro del ensamblaje del racismo, cada mirada al Negro en su vitrina que no alzara la voz constitua un acto racista. Por eso decimos que los ensamblajes son productivos y no meras ideas abstractas. Y es en estos momentos donde se aprecia que en los ensamblajes, estructura y agencia se diluyen. La niebla del racismo penetraba en las dependencias del museo, aunque no llegara a conceptualizarse. El racismo se sirve de la materialidad de los cuerpos, al margen pues de las personas que los encarnan, para justicar la discriminacin a una parte de la poblacin humana a la que se le niega todo aquello que el humanismo consideraba digno del ser humano. Si los afectos que se generan en todo ensamblaje son fundamentales para entender su dinmica, esto sucede asimismo con el racismo. De la misma manera que se ha intentado degradar al otro mediante alusiones a su inteligencia o moral, se ha recurrido tambin a sentimientos tan importantes como el asco. El asco, entendido como emocin negativa, es algo visceral que alude directamente a la materialidad, una materialidad que nos repugna al entrar en contacto con nuestro cuerpo. Podemos decir que un determinado alimento nos da asco, de la misma manera que una pieza de ropa roosa o ciertas alimaas. En cambio, nos parece menos apropiado aplicar esta valoracin a la msica, al mal tiempo o al diseo de un edicio, por mucho que nos desagraden. El asco, a diferencia de otras emociones negativas como el odio, se da por la mera presencia, por el mero ser. A diferencia del odio que puede referirse a cosas mucho ms abstractas, el asco implica terror hptico hacia aquello que nos repugna, implica el horror al contacto, ya sea el contacto directo de piel contra piel o tambin hacia el olor que desprende. En el caso del racismo, el recurso al hedor no es algo ocasional, como el que se pueda sentir ante una persona desaseada, sino que se aplica a todo un colectivo. El olor serva de argumento para justicar la segregacin institucional y la opresin racial en los Estados Unidos (Synnott, 2003, p. 449)7. Se puede odiar a una persona por algo que ha hecho o piensa. En cambio, se puede sentir asco ante la mera materialidad de algo. Por estas razones, no resulta difcil entender que el asco constituya un aspecto importante dentro de la dinmica de los ujos afectivos propios del ensamblaje del racismo. Se odia a los negros por lo que representan y se siente asco ante los negros por lo que materialmente son. Mientras que el odio tiende a moverse principalmente en la dimensin cognitiva, el asco lo hace en la afectiva. El odio implica negatividad para quien lo siente. En el asco, en cambio, la negatividad se traslada a aquel o aquello que la genera. Nada puede ser tan demoledor como adscribir a alguien que causa asco, no por algo que pueda haber hecho sino por ser lo que es. Y es as como acta el asco en el ensamblaje del racismo. La repugnancia ayuda a marcar una lnea entre las zonas del ser y del no-ser. Encontramos fcilmente alusiones al asco en los relatos en los que se tematiza la toma de contacto entre europeos y africanos. Algunas las hallamos ya lejos en el tiempo: Envidian en los blancos la barba poblada. [] Era tanta la admiracin que causaba a algunos nuestras barbas, que no se satisfacan con menos que con manosearlas, hasta convencerse que no eran articiales y postizas [] Excusado es decir cuanto sufrira al verme sobado por manos tan asquerosas y repugnantes y sin libertad de repugnarlo, a trueque de granjearme su benevolencia y amistad. (Usera, 1848, pp. 14-15) Otras alusiones nos son ms cercanas, como cuando el entonces Gobernador de lo que fuera la Guinea espaola (principios del siglo XX), hablando de los bubis, la poblacin autctona de la isla de Bioko, describa a la mujer como raqutica, mal formada y repugnante (Ramos Izquierdo, 1912, p. 32). 7 No hace tantos aos, una marca comercial de colchones en el Per recibi una fuerte crtica social por recurrir precisamente a la idea del mal olor de los afroamericanos. Vase: https://cafetaipa.com/2018/09/el-colchon-de.racismo-en-la-publicidad-peruana-saga-falabella-drimer-crisis-reputacion/ [fecha de consulta: 23.12.2021]. Pero tambin hallamos parecidas alusiones en nuestros das, como cuando alguien puede llegar a decir Los negros me dan asco fsico. No podra ir sentado en el metro al lado de un negro8. El gran valor del asco para el ensamblaje del racismo se muestra en este tipo de expresiones, algo que actualmente no es raro observar en mbitos de la extrema derecha espaola: Yo antes de emparejarme con un negro me pego un tiro. LOS NEGROS ME DAN ASCO (subrayado original)9. Si una piel oscura genera rechazo o motivo de discriminacin, resulta perfectamente lgico que quienes padecen esta injusticia adopten medidas para esquivarla como, por ejemplo, recurriendo a tecnologas de blanqueamiento de piel. Aunque, de esta manera, las personas de piel oscura que se despigmentan la piel, especialmente mujeres, efectan un acto de racismo para escapar del racismo. Tambin la extendida prctica de despigmentacin de la piel forma parte del ensamblaje racista (Mart, 2014). Figuras 3 Productos cosmticos para blanquear la piel en un mercado de Malabo (Guinea Ecuatorial, 2012). Fuente: Fotografa del autor En el caso de los ensamblajes resulta til diferenciar la dimensin molar de la molecular, una distincin que hallamos en la losofa de Deleuze y Guattari. La dimensin molar se reere a un todo identicable, tal como un organismo o sociedad en el que entendemos que hay relaciones estables y homogeneizadas. Se trata de un todo orgnico, unicado y claramente distinguible de su entorno. La molaridad alude a la distribucin de una realidad en categoras jas, formas estables de organizacin. Molecular, por el contrario, se reere a conjuntos formados por elementos relacionados no rgidamente sino con lmites uctuantes. El trmino molecular no tiene nada que ver con la molcula en el sentido fsico, sino que aquello que se pretende con este concepto es la deconstruccin de jerarquas. Molar y molecular son dos diferentes ngulos desde los que se puede enfocar un mismo fenmeno (Deleuze y Guattari ,1972). Podemos aplicar esta diferenciacin, por ejemplo, a la problemtica del racismo. Existe un racismo que se expresa a partir de la dimensin molar. Claros ejemplos los tenemos en las leyes raciales que hasta hace no tanto tiempo todava imperaban en pases como los Estados Unidos o Sudfrica. Tambin los hallamos actualmente en el contexto occidental en discursos xenfobos de la extrema derecha, adems de en prcticas consolidadas en cuestiones, por ejemplo, como es el alquiler de viviendas, controles policiales o discriminacin laboral en las que no todas las personas reciben el mismo trato segn su lugar de procedencia o rasgos fenotpicos. Puede ser, sin embargo, que uno no se identique explcitamente con la dimensin molar del racismo, pero a nivel molecular se produzcan destellos de l. Una buena pista nos la proporciona aquello que ya se ha dicho tantas veces sobre la expresin yo no soy racista, pero... No compartir presupuestos explcitamente racistas no excluye que muchos de nuestros comportamientos puedan ser entendidos como racistas. Esto, lo observamos asimismo claramente en los denominados microracismos. En un trabajo realizado aos atrs sobre poblacin ecuatoguineana residente en Barcelona10 se nos deca que son muy frecuentes los comentarios con relacin al color de la piel o textura del cabello que deben soportar chicos y chicas negros: Para qu tomas el sol si no te puedes poner morena?, o ests en la oscuridad y solo se te ven los ojos, comentarios que lo ms probable es que estn hechos de forma afectuosa pero que duelen a quien los recibe. Y si duele, no es tan solo porque marcan diferencias sino porque estas diferencias se encuadran en un eje valorativo estructural. Esta idea la vi tambin perfectamente reejada cuando en el curso de aquel proyecto de investigacin, Marcial, un ecuatoguineano de 35 aos residente en Barcelona, deca que cuando entraba en un bar lo haca tranquilamente con la idea de ser un ciudadano ms de la ciudad, pero siempre hay eso, que te miran porque tengo color diferente. No es que sea negro en esencia. Se lo hace (socialmente) negro con las miradas, con los comportamientos de los que le rodean, mediante la compleja red de agencias en un entorno blanco en la que Marcial se halla inmerso (Mart, 2016, p. 41; vase tambin Porzio, 2014). En el curso del mismo proyecto, al ser preguntada una mujer ecuatoguineana residente en Barcelona por su identidad, dio esta respuesta: frica son mis races, es mi patria. [...] al n y al cabo tambin tenemos que tener en cuenta que yo por mucho que piense que me da igual y que 10 Se trata del proyecto Presentaci social del cos: Guineo-equatorians a Barcelona, ICA/IPEC realizado bajo mi coordinacin. Los datos empricos procedentes de la ciudad de Barcelona fueron recogidos por Laura Porzio y Michelle Soares. me considero un poco de los dos [Espaa y Guinea] tambin tengo que quedarme con lo que ven los dems, y al n y al cabo lo que ven es de frica. Los casos de microracismo son mltiples. Resulta desalentador como incluso en el mbito de la medicina aparecen actualmente expresiones como raza blanca, raza negra y raza amarilla en protocolos y otras actuaciones mdicas para referirse a las personas, una terminologa con orgenes y base racista y con una ambigedad semntica que las hace difcilmente justicables. La poblacin con rasgos fenotpicos asiticos en Catalua se escandaliza cuando en protocolos de salud se los encasilla bajo el epgrafe de raza amarilla, una denominacin que nunca han entendido pues, al n y al cabo, dicen mofndose, su tez es ms clara que la de la mayor parte de los espaoles11. Nadie hablara de mala intencin en el caso de estos microracismos, pero a la larga ayudan a que se produzcan casos espeluznantes como el hecho de que todo un candidato a la presidencia del Estado espaol, en el 2022, hablase despectivamente del turismo de otras razas para referirse a la inmigracin12. La dimensin molecular es necesaria para que las grandes estructuras del racismo, las propias de la dimensin molar, existan y continen activas. Es lo mismo que sucede con el poder. Para que un poder sea efectivo no basta con que emane del centro. Solo funciona si se constituye en una na red a partir de lneas de consistencia molecular (Seixas Themudo, 2005, p. 149). La dimensin molecular puede tanto reforzar como tambin debilitar la dimensin molar. Cuando Flix Guattari habla de revolucin molecular (2017) se reere precisamente a aquella revolucin que se genera a partir de esta red na de carcter molecular. 4. Mltiples ensamblajes Es en el ensamblaje del racismo donde, sin lugar a duda, debemos entender la realidad del Negro de Banyoles. Sin embargo, la lectura de este cuerpo disecado sera muy pobre si nos limitramos a considerarlo dentro de este ensamblaje. Tambin he hecho mencin a los ensamblajes del sentimiento de comunidad de la ciudad de Banyoles, as como al propio de los museos. Pero las posibilidades no se reducen a estos ejemplos. El antroplogo Claudi Esteva Fabregat, en relacin con el caso del Negro de Banyoles, deca con acierto que cuando Arcelin y los habitantes de Banyoles hablaban del bosquimano estaban hablando de diferentes realidades (Solana, 2001, 11 As, por ejemplo, en el protocolo de seguimiento para mujeres embarazadas del servicio pblico de la sanidad catalana se habla de caractersticas tnicas y se dan las siguientes posibilidades para denir a las pacientes: caucsica, ҇rabe, negra, amarilla y otras (Protocol, 2018, p. 40). Estas categorizaciones son habituales en el mbito de la salud en Espaa. Vase, por ejemplo: Garca Salinero, 2012, p. 23. 12 Vase: https://www.publico.es/tremending/2022/01/28/las-esperpenticas-declaraciones-de-casado-sobre-el.turismo-de-otras-razas/ [fecha de consulta: 07.02.2022] p. 85), es decir, los entendan en diferentes ensamblajes. Aquello que marcaba la gran diferencia es que, mientras la idea que prevaleca en el museo era la de considerar el cuerpo momicado como una muestra del Homo Sapiens, como ente biolgico, para los antirracistas era un ser humano, entendido en su categora moral, tal como lo entiende la tradicin humanista, aunque en esta tradicin, implcitamente, se marquen diferencias entre ms y menos humanos. Si, por parte del museo, no haba problema ninguno en mostrar en su coleccin a especmenes del homo sapiens junto a muestras de no-homo sapiens de acuerdo con el diseo de la coleccin naturalista de Darder, por parte del antirracismo cuesta mucho ms hacer esta operacin entre ser humano y no-humano dada la gradacin que se establece entre las zonas del ser y del no-ser, acercando este ltimo al no-humano, y la identicacin que los discursos racistas han hecho de estas ltimas categoras con el africano. As, mientras que para el museo se trataba de un individuo humano naturalizado (Solana, 2001, p. 24) o de un bosquimano naturalizado, en las protestas antirracistas, de lo que se trataba fundamentalmente era de una ofensa a la dignidad de la raza negra (Westerman, 2006, p. 161). Ms que al humano se vea al negro. A diferencia de conocidos casos ms o menos recientes como, por ejemplo, la cabeza tatuada de un maor de unos 150 aos que, al ir a venderse en 1988 en la casa londinense de subastas Bonhams, fue reclamada por el jefe de la tribu Maor de Nueva Zelanda para que fuese devuelta a sus descendientes13, el cuerpo momicado de Banyoles no tena descendientes conocidos y ningn miembro de la comunidad bosquimana reclam nunca los restos (Solana, 2001, p. 114). Se lo entenda de una manera genrica como Hijo de frica (Gewald, 2001, p. 578). Sin embargo, en nombre de su africanidad, y en medio de la controversia, pronto se apunt la posibilidad de facilitar su regreso a frica, tal como se hara tambin con el caso similar de Sarah Baartman14. El cuerpo del Negro de Banyoles tambin formaba parte del ensamblaje de la africanidad, entendido este como el sentimiento de pertenencia a los pueblos africanos o a su dispora, y se le busc un lugar para su eterno reposo. El regreso a frica forma parte de lo que Connie Rapoo denomin el retorno diasprico que implica procedimientos rituales de reentierro y reconocimiento (Rapoo, 2011, p. 135), una manera de llevar a cabo acciones de descolonizacin. Un mandato de la Organizacin para la Unidad Africana encarg a Botswana el entierro del cuerpo del Negro de Banyoles, a pesar de que se haba establecido como posible origen del bosquimano no este pas sino en la localidad de Kgatlane en 13 Ver:https://www.washingtonpost.com/archive/lifestyle/1988/05/20/controversy-comes-to-a-head/58d98e57.1f53-4000-90dd-c4c0a34e59c2/ [fecha de consulta: 19.12.2021]. 14 Sarah Baartman fue una mujer khoisan que, a principios del siglo XIX, fue exhibida en Inglaterra y Francia como exponente de exotismo corporal a causa de sus enormes glteos y su vagina modicada (al respecto vase Gordon-Chipembere, 2011). A su muerte, el cadver fue embalsamado y expuesto en el Muse de lHomme de Pars, hasta el ao 1974. En el 2002, sus restos fueron entregados por el Gobierno francs a Sudfrica, despus de un largo proceso iniciado en 1996 dada la inicial reluctancia de Francia a su devolucin (Young, 2017, p. 35). Sudfrica, en el seno de la comunidad Tswana Batlhaping (Gewald, 2001, p. 566). Tampoco importaba ya tanto su lugar de origen exacto pues, al n y al cabo, se haca en nombre del panafricanismo (Molina, 2020, p. 167). Se dise un retorno y entierro con todos los honores y representacin poltica. El 4 de octubre del 2000, el avin con sus restos aterriz, procedente de Espaa, en la capital de Botswana, donde lo esperaban autoridades y una gran cantidad de curiosos. Pero lo que se hizo descender del avin, no era el cuerpo del bosquimano tal como la gente lo poda tener en mente. Se esperaba un atad que deba ser transportado a hombros por seis soldados, pero, en lugar de esto, lo que lleg a Botswana result ser una caja de reducidas dimensiones, las necesarias para contener el crneo y algunos huesos. El negro de Banyoles haba sido desmontado en Espaa. Ya no era un cuerpo, era un mero objeto museogrco. Se enterraron sus huesos en un mausoleo con la inscripcin Hijo de frica en el Tsholofelo Park de Gaborone, la capital del pas. La ceremonia se hizo con gran pompa, aunque mucha gente no entenda por qu a los restos de aquel cuerpo sin familiares se le otorgaba un costoso funeral de estado (Gewald, 2001, p. 579). La ceremonia fue ampliamente difundida a travs de la televisin, radio y peridicos locales, y la tumba fue declarada monumento nacional. Dentro de los intereses de la africanidad, la repatriacin y ceremonia funeral del cuerpo contribua al deseo de reclamar poder de agencia para frica (Rapoo, 2011, p. 142), generando as narrativas identitarias y potenciando con ello la accin poltica. Y aunque quedara prcticamente en la ancdota, resulta de inters mencionar que, al margen de la africanidad, tambin hubo intentos de apropiarse de El Negro por parte del grupo tnico de los korana, repartido entre Sudfrica y Botswana, reclamndolo como antepasado suyo para as poder reforzar una reclamacin de tierras donde haban vivido hasta que las leyes del apartheid los desplazaron a otros territorios (Westerman, 2006, p. 215). Las conexiones que podemos hacer con el cuerpo del bosquimano de Banyoles con otros posibles ensamblajes son mltiples, y querra concluir con un ltimo ejemplo. Con la cesin que hizo Espaa de los restos mortales del bosquimano, este entraba tambin en el ensamblaje de la brujera (Molina, 2002, p. 35). A nales del 2000, en Botswana no llovi como se esperaba. Dada la relevancia social que posee la brujera en la vida cotidiana de la poblacin de aquel pas, pronto empezaron a correr rumores de que la sequa poda ser debida al retorno del cuerpo del bosquimano (Gewald, 2001, p. 556), al hecho de que en el reentierro solo se permitieran ritos cristianos y no los propios del lugar que podan haber efectuado los especialistas (dingaka) (Segobye, 2002, p. 16). Cuando nalmente llovi a principios del ao siguiente, los rumores empezaron a diluirse, pero resurgieron bien pronto ante la escasez en el nordeste del pas de las orugas mopane -una importante fuente de alimentacin para la regin- debido a la poca pluviometra (Gewald, 2001, p. 557). Se hilaron diferentes hiptesis, entre otras, que los huesos enterrados del bosquimano habran hecho enojar a los antepasados. Se rumoreaba tambin que Espaa habra hecho negocio vendiendo las partes del cuerpo del bosquimano, algo que cuadraba bien con las historias sobre la venta de rganos humanos para su uso en brujera, o que los huesos serviran para elaborar sustancias mgicas para el benecio del partido poltico a la sazn en el gobierno (Gewald, 2001, p. 558). No se acababa de entender por qu, si aquel bosquimano era oriundo de Sudfrica, no se le hubiera enterrado all, quizs en este pas saban algo de l que les prevena de hacerlo (Gewald, 2001, p. 579). 5. La identidad del Negro Cuando se gener la polmica del bosquimano de Banyoles, hubo inters en conocer datos de su procedencia. Se haba hablado de l como jefe de tribu y guerrero, parece no obstante que no fue as, segn un informe de la universidad de Botswana (Solana, 2001, pp. 141-142) sino que se tratara de un individuo de unos 27 aos que probablemente muri de neumona en 1830 o 183115. Se ha conocido el Negro bajo diversos nombres que aluden a su pertenencia a diferentes ensamblajes. En el catlogo de la exposicin universal de Barcelona de 1888, aparece con el nombre de El Betchuanas (tswana), pero, una vez pas a la coleccin del museo Darder, se hablaba popularmente de l como El negre, y, cuando a partir de principios de los aos 90, trascendi su existencia ms all de la ciudad de Banyoles, iba recibiendo diferentes apelaciones segn el contexto como el negre de Banyoles, el negro, el bosquimano, el guerrero momicado hasta que el Negro devino un ciudadano panafricano (Segobye, 2002, p. 16). La gura expuesta en la vitrina del museo Darder de Banyoles conservaba poco del cuerpo original. Sometido a los procedimientos de taxidermia por los hermanos Verreaux, se le extrajeron los rganos internos y vsceras, rellenando su interior con paja y otros materiales. Se arm el cuerpo de forma erguida con la ayuda de varillas de hierro, alambre, una columna vertebral articial y se le insertaron ojos de cristal. En la dcada de los aos 30, se aplic a la piel un tratamiento con betn para ennegrecerla, debido a que el color, ya fuera de origen (se supone que sera ms bien de un tono amarillento) o por la gradual prdida de coloracin de los cadveres, no era lo sucientemente negro para representar a un africano. Una vez se decidi retirar el cuerpo del museo para cederlo a Botswana, fue enviado al Museo Nacional de Antropologa de Madrid, donde se desmont, se extrajeron todos los elementos que se le haban aadido en el procedimiento taxidrmico y se decidi tambin que la piel que lo recubra quedara en el mismo museo (Westerman, 2006, p. 184). De esta manera, lo que se acab enviando a frica fue su crneo y algunos huesos de las extremidades. 15 Dado que los hermanos Verreaux tenan ms de comerciantes que de cientcos, incluso se podra especular que la persona disecada no tuviese nada que ver con los atuendos con los que se le implement, como la lanza y el escudo, que remitan a un posible origen tswana (Molina, 2020, pp. 24-25). En una entrevista a Alphons Arcelin que apareci en la portada del Daily News de Botswana, tras participar en la ceremonia del retorno, el mdico haitiano se quejaba de que el Negro que haba visto pocas semanas atrs y por el que tanto haba luchado para su repatriacin, tena poco que ver con lo que el Estado espaol haba devuelto. Este no es mi negro, arm Arcelin para quien lo que haba llegado a Botswana era una caja con un crneo annimo (Gewald, 2001, p. 570). El paso del negro por diferentes ensamblajes haba ido haciendo transmutar su identidad. La materialidad del cuerpo se haba encogido al nivel de quedar reducida a unos cuantos huesos, pero su impacto semitico haba seguido, o incluso alcanz una mayor intensidad, a medida que iba siendo absorbida por los ensamblajes. El problema del racismo tiene que ver con las identidades que, adems, son falsamente entendidas en trminos esencialistas. El cuerpo constituye un elemento fundamental para la identidad del individuo, pero no hay que olvidar el importante hecho de que la identidad es siempre social, tanto en el caso de las identidades colectivas como en las individuales. Si partimos de la base de que las identidades son relacionales y no fundamentadas en esencias, la identidad del cuerpo cambia y se metamorfosea dependiendo del ensamblaje en el que se incorpore. Esto lo hemos podido ir comprobando con el cuerpo momicado, una identidad que uctuaba segn el ensamblaje en cuestin y que para las actuales orientaciones tericas posthumanistas resulta evidente: In posthumanisms ontology of the esh, bodies, such as they are, are irreducibly open-ended, porous, compound, relational; identities unravel into ongoing processes that are riven with complexity and creative contingency; all nouns melt into verbs. Where racism and sexism imprison identity in the body, posthumanist materialism frees the body of identity, reimagining the boundary of the skin as a site of chiasmatic continuity with an alien yet intimate world16 (Ellis, 2018, p. 150). Entendindonos como elementos de ensamblajes, las identidades pierden fuelle. No partimos de las supuestas inherentes propiedades del sujeto, sino que ste se constituye como un cluster de fuerzas intensivas de naturaleza muy diversa (Braidotti, 2005/2006, prrafo 16). Es el ensamblaje del racismo aquello que racializa a la persona. No est nunca claro dnde empieza ni dnde termina un cuerpo (Mart 2017). La idea de ensamblaje nos ayuda a entender los cuerpos como un producto siempre in becoming de relacionalidad. Lo hemos visto con el cuerpo (o lo que quedaba de l) 16 [Trad. del editor]: En la ontologa posthumanista de la carne, los cuerpos, tal y como son, son irreductiblemente abiertos, porosos, compuestos, relacionales; las identidades se desenredan en procesos continuos desgarrados por la complejidad y la contingencia creativa; todos los verbos se funden en verbos. All donde el racismo y el sexismo aprisiona la identidad en el cuerpo, el materialismo posthumanista libera al cuerpo de la identidad, reimaginando la frontera de la piel como un lugar de continuidad quiasmtica con un mundo a la vez ajeno pero ntimo. que acab siendo denominado con un genrico Hijo de frica. En este sentido, va bien tambin tener en cuenta la nocin de Coleman de bodies in becoming (2008). La idea hace referencia a proceso, interconectividad y relacionalidad. Bodies in becoming implica entender los cuerpos no como algo estable y constituido por formas jas o unidades discretas, molares, sino como procesos de movimiento, variacin y multiplicidad (Coleman, 2008, p. 168). Los cuerpos, tanto en sentido general como en el concreto de este artculo, estn constituidos por relaciones de fuerzas (Deleuze, 1962, p. 45). Los cuerpos no son el lugar donde actan las fuerzas, sino que son la produccin emergente de las interacciones de estas fuerzas que actan dentro de ensamblajes concretos. En el caso del Negro de Banyoles, son las fuerzas de estos ensamblajes las que racializan los cuerpos, los explican (como en la musestica o la brujera), las que los adscriben a identidades ya sean locales (Banyoles, los korana) o mucho ms extensas (africanidad). La porosidad que tienen los ensamblajes hace que puedan solaparse o se disputen el territorio entre ellos, en un constante juego de territorializacin, deterritorializacin y reterritorializacin. Y es esta plasticidad de los ensamblajes lo que hace que el racismo constituya una fuerza social difcil de erradicar. Referencias bibliogrcas Bateson, G. (1987). Steps to an ecology of mind (1 ed. 1972). Jason Aronson Inc. Braidotti, R. (2005/2006). Afrming the Afrmative: On Nomadic Affectivity. Rhizomes,11/12 http://www.rhizomes.net/issue11/braidotti.html Calvo Buezas, T. (1995). Crece el racismo, tambin la solidaridad. Los valores de la juventud en el umbral del siglo XXI. Tecnos . Cavalli-Sforza, L. (2001). Genes, peoples and languages. Penguin Books. Coates, T. (2015). Between the World and Me. Spiegel & Grau. Coleman, R. (2008). The becoming of bodies. Feminist Media Studies, vol. 8/2, 163-179. De Landa, M. (2006). A New Philosophy of Society: Assemblage Theory and Social Complexity. 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