Documentos Intervenci—n en el IV Congreso Ecuatoriano de Antropolog’a y Arqueolog’a1 Speech at the IV Ecuadorian Congress of Anthropology and Archaeology Plutarco Cisneros Andrade pcisnerosa@uotavalo.edu.ec Presidente y fundador, Instituto Otavale–o de Antropolog’a (Otavalo-Ecuador) Se–ores miembros del ComitŽ Organizador, Invitados, Participantes en el Congreso. Saludo y felicito a los organizadores de este Cuarto Congreso Ecuatoriano de Antropolog’a y Arqueolog’a que han tenido el acierto de realizarlo en tiempos de crisis para los estudios sociales. Dos palabras permiten conceptualizar el quehacer individual y colectivo: utop’a y crisis, las dos enlazadas en ciclos de permanente continuidad. Desde estas percepciones b‡sicas, se tornan conceptos indisolubles, rec’procos y dependientes. La din‡mica de la cultura, hacer y expresi—n antropol—gica, va de la mano del ciclo vital del ser humano y de las sociedades que forman y, por lo 1 Intervenci—n realizada por Plutarco Cisneros Andrade, Presidente y Fundador del Instituto Otavale–o de Antropolog’a, el 1 de diciembre de 2021 en el Acto Inaugural del IV Congreso Ecuatoriano de Antropolog’a y Arqueolog’a: ÒPensar en los humanos del pasado, del presente e imaginar el futuroÓ, organizado por las carreras y posgrados de Antropolog’a y Arqueolog’a de la PontiÞcia Universidad Cat—lica del Ecuador (PUCE), la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO-Ecuador), la Universidad PolitŽcnica Salesiana (UPS), la Universidad San Francisco de Quito (USFQ), la Escuela Superior PolitŽcnica del Litoral (ESPOL), el Centro de Investigaciones Antropol—gicas del Austro (CEIANA) y el Instituto Otavale–o de Antropolog’a (IOA). 195 Intervenci—n en el IV Congreso Ecuatoriano de Antropolog’a y Arqueolog’a mismo, es un continuo nacer y morir simult‡neamente. Cada nueva utop’a y los sue–os que genera, conlleva, de modo irrevocable, las futuras crisis que han de agotarla. El IOA naci—, sin duda, en tiempos de macro crisis que dieron paso a utop’as. Eran los a–os de la dŽcada de los sesenta. A nivel mundial, y en cada escenario regional o local, se percib’an los coletazos de crisis pol’ticas, religiosas, econ—micas y sociales. Los j—venes que llegamos a esa dŽcada, nacimos bajo el manto de la barbarie, vivimos la crisis de los cambios, pero tuvimos tambiŽn la entereza de nutrirnos con nuevas propuestas, utop’as, y sus derivados sue–os. En nuestro pa’s, vivimos esa crisis y la bœsqueda de respuestas. Fernando Tinajero lo resumir’a: Òel movimiento cultural y pol’tico se articul— a partir de una general necesidad de cambio y gir— en torno a dos postulados que parec’an excluyentes: negar el pasado-recuperar el pasadoÓ. La concepci—n sobre la revoluci—n que esperaban los j—venes intelectuales en Quito, su acci—n parricida expresada en su revista Pucuna,y en sus recitales de poes’a y maniÞestos, no me motivaba con fuerza suÞciente para incluirme en ese grupo. Los de Otavalo no Žramos poetas ni escritores, pero compart’amos ideas con los j—venes parricidas de los que, desde entonces, fuimos cordiales amigos. Por otro lado, sent’a que fuimos utilizados y la esperada revoluci—n se diluy— con la vergŸenza de oportunistas que montaron la farsa revolucionaria de las guerrillas del Toachi. Cre’ que revolucionario y parricida pod’amos serlo desde otras opciones. Me aventurŽ en la planiÞcaci—n de un espacio distinto. As’ naci— el Instituto Otavale–o de Antropolog’a en acta de fundaci—n fechada el 17 de agosto de 1966 y legalmente reconocido en mayo de 1967. Nacimos sin contar con el patrocinio de los intelectuales consagrados, rompiendo con la tradici—n paternalista desde la perspectiva indigenista e incursionamos en la aventura de vislumbrar un centro regional de investigaciones que trascendiera el horizonte comarcano. La utop’a hab’a echado ra’ces. Para vislumbrar el alcance de este reto, vale recordar que seis a–os m‡s tarde, en 1972, la PontiÞcia Universidad Cat—lica de Quito, cre— la carrera de Intervenci—n en el IV Congreso Ecuatoriano de Antropolog’a y Arqueolog’a Antropolog’a y, en 1976, se graduaron los primeros antrop—logos con estudios universitarios realizados en el pa’s. Las utop’as no necesariamente implican proyecciones de alcance universal; pueden y deben ser, tambiŽn, la posibilidad de vislumbrar transformaciones y cambios en las estructuras regionales y locales. Deben ir de la mano de las irreverencias que opten por abrir nuevos caminos. De romper y cambiar pensamientos que los a–os y las realidades anclan y los tornan obsoletos. En el curso de sus 55 a–os de vida, el IOA ha expresado en diversos foros y en sus publicaciones, una l’nea inalterable de compromiso con las tareas de la investigaci—n y su correspondiente publicaci—n. Ella no debe tener ningœn limitante que no sea, por un lado, su car‡cter Žtico y, por otro, la rigurosidad cient’Þca con la que se lo realice. No puede, por lo mismo, estar subordinada a consignas o a disposiciones que la enclaustren. El IOA ha planteado, en diferentes Žpocas, sus propuestas conceptuales y ha convocado para debatir sobre temas de fondo, cuando crey— necesario hacerlo, a miembros destacados de la comunidad nacional. En 1967, celebr— la primera Convenci—n nacional de quichuistas. En sus conclusiones y en la declaraci—n Þnal, se marcaron conceptos que a–os m‡s tarde, debatidos, fueron recogidos en textos legales. All’ propusimos el tema de la cultura plural que implica el reconocimiento de la diversidad cultural; insistimos en la necesidad de una educaci—n bilingŸe Òen los sectores que se hablen lenguas vern‡culas y de la ense–anza del quichua en el resto del pa’sÓ. Recomendamos a los medios de comunicaci—n que Òdediquen una parte de sus ediciones y emisiones a la difusi—n de las lenguas vern‡culasÓ. Propusimos y recomendamos al Ministerio de Educaci—n la organizaci—n del Instituto LingŸ’stico dedicado al cultivo, investigaci—n, intensiÞcaci—n y propagaci—n de las lenguas vern‡culas; exhortamos a publicar textos legales como la Ley de Comunas y el C—digo de trabajo, entre otros, en ediciones bilingŸes. En 1975, en la reuni—n de Antropolog’a de los pa’ses del grupo andino, expusimos nuestros planteamientos te—ricos en torno al tema de la investigaci—n y apoyamos la creaci—n del Instituto de Antropolog’a Andina, con sede en La Paz, que deb’a tener en los pa’ses andinos sus respectivos Institutos Nacionales de Antropolog’a. Dos temas que hacen referencia a hechos actuales, fueron se–alados entonces: Òla investigaci—n no debe ser realizada con car‡cter meramente Intervenci—n en el IV Congreso Ecuatoriano de Antropolog’a y Arqueolog’a especulativo sino que ha de constituirse en elemento b‡sico para el mejoramiento de las condiciones de vida de nuestros pueblosÓ, el uno; y Òque los antrop—logos est‡n capacitados para aportar conocimiento destinados a promover la integraci—n arm—nica de nuestros pueblosÓ, el otro. En ese mismo a–o, 1975, el IOA propuso al Ministro de Educaci—n la creaci—n del Instituto Nacional de Antropolog’a y, como paso previo, para que lo analice y luego lo avale, la creaci—n permanente de un Consejo Nacional de Antropolog’a en el que deb’an tener representaci—n las universidades, las entidades acadŽmicas y los centros de investigaci—n. En 1978 convocamos al gran debate nacional sobre Pol’tica Cultural. Participaron los j—venes intelectuales y pol’ticos de esos a–os: Osvaldo Hurtado, Rodrigo Borja, Blasco Pe–aherrera, que luego asumir’an las funciones de Presidentes y Vicepresidente de la Repœblica, entre otros destacados panelistas. Los textos de sus intervenciones las publicamos en el No. 5 de nuestra revista Sarance2. Se crearon, primero, la Subsecretar’a de Cultura y luego, el Ministerio de Cultura y Patrimonio. Pasamos de una oscura subsecretar’a con secretaria, conserje, chofer y carro de segunda mano a un ministerio gordo, obeso que dedic— gran parte de sus esfuerzos a liquidar a la Casa de la Cultura Ecuatoriana y al propio sector cultural. Expidieron una Ley y un reglamento de cultura que deben ser derogados. Pero, en todo este trayecto olvidaron lo sustancial: generar una pol’tica cultural de alcance nacional y proyecci—n temporal. Impulsamos la investigaci—n y publicaci—n de la Colecci—n Pendoneros que sum— 50 volœmenes. Fue grata tarea que la realizamos de modo directo con Segundo Moreno Y‡nez. Ese trabajo que cont— con el apoyo econ—mico del Banco Central por el que recibi— mil ejemplares de cada libro. A–os m‡s tarde, fue registrado por funcionarios de ese organismo como obra cuya propiedad intelectual le correspond’a al ente bancario. Sumisos, agenciosos empleados de segundo nivel que, probablemente, pretendieron hacer mŽritos con el trabajo ajeno. Seguimos en el empe–o de conseguir que las autoridades rectiÞquen. Tuvimos a–os de profunda crisis, pero los superamos con un nuevo sue–o: crear la Universidad de Otavalo que se hizo realidad en diciembre de 2002. En estos œltimos a–os, hemos creado y publicado la Biblioteca Cincuentenario que alcanza a los 60 libros. Fue una nueva utop’a que la 2 Instituto Otavale–o de Antropolog’a. (1977). Revista Sarance, (5). https://revistasarance.ioaotavalo.com. ec/index.php/revistasarance/issue/view/10 198 Intervenci—n en el IV Congreso Ecuatoriano de Antropolog’a y Arqueolog’a hicimos realidad. Pero los sue–os no pueden dejar de fabricarse. Siempre hay nuevas tareas que emprender. Rebasamos los cincuenta a–os de vida sin temor a decir lo que pensamos y a enorgullecernos del camino recorrido porque en ninguno de esos tramos aceptamos doblegarnos ni sobrevivir merced a componendas. Nos acompa–— siempre el consejo de Becket a su Rey: Òla œnica cosa inmoral es no hacer lo que se debe cuando se debeÓ. No puedo concluir sin aplaudir la decisi—n de los organizadores del Congreso de rendir homenaje a tres ilustres ecuatorianos: Jorge Marcos, el Padre Botasso y el doctor Segundo Moreno Y‡nez, que form— parte del IOA y contribuy— con su conocimiento a enriquecer sus trabajos y su permanencia institucional. ƒl siempre ser‡ un referente no solo por ser un sabio antrop—logo sino por su inmensa calidad humana. He tocado demasiado de cerca el caso del IOA no para ser autorreferencial, sino para destacar que, para superar las crisis, como la que actualmente atraviesan las ciencias sociales en el pa’s, se las debe enfrentar con utop’as que Òrecombinen la escasez del presente para sugerir la plenitud del futuro. Utop’a que es imposibilidad f‡ctica pero tambiŽn necesidad cultural, imperativo pol’tico, sue–os para repensar el insomnio3Ó. Hopenhayn, M. (1988). Revalorizando la utop’a frente a la crisis. El sentido de la Utop’a. p. 15.