Espacio público e hiperespacio en la economía de plataforma, nuevos capitales sociales y nuevas formas de resistencia Imasha kancha kuskakunapash, hatunlla kuskapash economía de plataforma nishkapi kanahukmanta, chaymanta imasha mushuk capital social shinallatak mushuk llamkay yuyaykuna wiñarinahukmanta Public space and hyperspace in the platform economy, new social capitals and new forms of resistance Anna Manea annmanea@gmail.com ORCID: 0000-0003-2631-1037 Universidad de Venecia (Venecia-Italia); FLACSO-Ecuador (Quito-Ecuador ) Cita recomendada: Manea, A. (2022). Espacio público e hiperespacio 10.51306/ en la economía de plataforma, nuevos capitales sociales y nuevas formas de resistencia. Revista Sarance, (48), 108-132 . doi: ioasarance.048.05 ........................................................................................................................... Resumen A partir del concepto de informalidad laboral se analizan nuevas formas de trabajo generadas por la economía de plataforma y los impactos que tienen en el espacio público. El hiperespacio juega un papel fundamental en la creación de nuevos capitales sociales y nuevas formas de resistencia a dinámicas creadas por el despotismo intrínseco de los algoritmos. La duplicidad de los espacios que los trabajadores de plataforma, aunque en dimensiones distintas, se mueve hacia la misma dirección. La investigación se concentra en el caso de estudio de la Avenida República del Salvador, de la ciudad de Quito. Sin embargo, aunque el punto de análisis sea esta calle quiteña, el dinamismo del trabajo de plataforma llega a influenciar a la ciudad entera, por lo cual, el área de estudio se expande inevitablemente. Palabras clave: espacio público; hiperespacio; economía de plataforma; algoritmo; fragmentación; capital social. ........................................................................................................................... Tukuyshuk Kunanpika imashalla llamkaykunami kullkita rurankapak wiñarimunahun, chaymantami economía de plataforma nishkapash chay llamkaykunata ashtawan wiñachin, shinashpa kancha kuskakunakamanmi ashtakapacha shina rikurin. Shinallatak ashtawan hatunlla kuskakunapash ashtakatami capital social nishkata wiñachinahun, ashtawankarin mushuk laya llamkaykuna rikurimunahun kunanpi despotismo de los algoritmos nishka tecnologiapa yachaykunawanka. Kunanpika, shuklla plataformapillatami chay llamkak runakunallata kutin kutin shuk shuk ruraykunawan llamkayta rikuchita ushan. Shinami kay killkaypika Quito kitimanta, República del Salvador shuti ñanmanta imashalla llamkakkuna shina laya llamkakta rimankapak maskaymi kan. Imashina ninchik, kay ñanmanta llamkakkunata rimashpapash, ashtawan shuk kuskakunamantapash kaypika rimarinkallami. Imasha kay plataforma kan, hatun hatun kuskakunamanpash chayay ushanmi, shinami tukuylla kitimanpash chayay ushankalla, chaymantami kay killkaykunapika hatun kuskakunamantapash rimarinkallami. Sinchilla shimikuna: kancha kuska; hatunyarishka kuska; economía de plataforma; algoritmo; fragmentación; capital social. ........................................................................................................................... Abstract The article analyzes new forms of work generated by the platform economy, based on the concept of labor informality, and their impact on the public space. Hyperspace plays a fundamental role in the creation of new social capital and new forms of resistance to dynamics resulting from the intrinsic despotism of algorithms. The duplicity of spaces that affect platform workers, although in different dimensions, moves towards the same direction. The research focuses on the case study of Avenida República del Salvador in the city of Quito, however, although the specific area analyzed is this street in Quito, the dynamic nature of platform work influences the entire city, thus inevitably expanding the area of study. Keywords: public space; hyperspace; platform economy; algorithm; fragmentation; social capital. ........................................................................................................................... 1. Introducción La llegada del neoliberalismo y la consiguiente “nueva pobreza urbana” (Julius, 1996, p. 36) sumada a las continuas crisis del sistema capitalista y a una pobreza previa en los países emergentes y en desarrollo, han creado espacios siempre más segregados, segmentados y aislados (Kaztman, 2001). Entrar legalmente en el sistema resulta casi imposible tanto por la pobreza estructural, como por la nueva pobreza urbana (Prévot-Schapira, 2001): el surgir de la informalidad es “la solución espontánea de la población de más bajos recursos de un país, frente a condiciones de injusticia distributiva en la estructura económica y jurídica de la mayoría de países en vía de desarrollo” (USAID, 1993). Académicos como John F. C. Turner, Eduardo Soto, y pensadores de la escuela marginalista, entre otros, sostienen que la informalidad es un punto de partida para mejorar la situación económica de los países tercermundistas: en el caso específico de la vivienda, sostienen que la autoconstrucción es una respuesta positiva a la falta de viviendas en las ciudades (Pradilla, 1985; Torres, 2009). Pradilla y, en general, el movimiento estructuralista latinoamericano (Calderón, 2019), rechaza duramente esta teoría sosteniendo que “si los pobladores se organizan y luchan para conquistar el derecho al suelo y a la vivienda [...] no es porque sea la solución racional y adecuada, sino porque es la única que les queda dentro de la situación actual” (1985, p. 7). El movimiento vincula la falta de presencia del Estado social con la consolidación de la pobreza: una forma de romancear la informalidad que le confiere la capacidad de poder salir de la pobreza sin tener en cuenta que las políticas internacionales, hoy, empujan el crecimiento de la macro escala más que de la microescala (Bromley, 1998). Las últimas teorías se acercan al neoliberalismo, desde el cual se ve en la propiedad y el libre mercado formas de salir de la pobreza, favoreciendo fuertemente los derechos de propiedad individual confiando en los poderes de la ley del libre comercio y del libre mercado (Calderón, 2019). La necesidad de sobrevivir de los excluidos que no logran entrar en el sistema se manifiesta en el espacio público, el cual “… funcionaría como un mecanismo a través del cual la clase dominante consigue que no aparezcan como evidentes las contradicciones que la sostienen” (Delgado, 2011, p. 24), donde la informalidad es evidencia de esas contradicciones. La informalidad laboral, en su expresión más conocida y tradicional, se manifiesta en el espacio público bajo la forma de comercio o servicios que se ofrecen en los ejes viales en las zonas comerciales, cerca de las oficinas gubernamentales, en las estaciones y paradas de transporte, en los semáforos, en los parques, y en lugares que permiten crear nichos de mercado (Davis, 2004; Pradilla, 2014) donde iniciar un emprendimiento. “Hacerse espacio”, en este contexto, crea inevitablemente conflictos, como declara la teoría de Davis (2004), donde los pobres explotan a los más pobres. “¡Nos quiso estafar, pero no nos dejamos!” (Luis Sillalengua, c.p.) cuenta un ex trabajador informal en la ciudad de Quito haciendo referencia a una señora que quería cobrarle un porcentaje de las ganancias diarias. Desde el 2017, en Ecuador, (Arias, Maldonado y Olmedo, 2018) y anteriormente a nivel global, ha surgido una nueva informalidad sobre la cual no hay todavía una clara definición, siendo este un fenómeno nuevo y en continua evolución. Los términos con los cuales se conoce a este fenómeno son: economía colaborativa, consumo colaborativo o economía de plataformas. Esta última, según el JP Morgan Chase Institute, corresponde a la interpretación más correcta de esta nueva realidad (Espinosa, 2018). Una nueva informalidad causa también nuevas formas de expresarse tanto en el espacio público como en las unidades geográficas globales (Brenner, 2003) donde, de forma menos patente, la pobreza urbana se manifiesta en el “nuevo «hiperespacio» urbano de ciudades invisibles” (Soja, 2008, p. 453). A los viejos conflictos de la informalidad tradicional vista como una competencia desleal, se suman los conflictos de categorías que antes estaban salvaguardadas, como taxistas, cines, hoteles, repartidores de restaurantes con las actividades producidas por las TICS: Uber, Netflix, Airbnb, Glovo, Rappi (Sosa, 2019). Se puede considerar al trabajo de plataforma en Ecuador como un trabajo informal debido al hecho que sus trabajadores no cuentan con un contrato legal, no están afiliados a la seguridad social nacional y el país es privo de reglamentaciones en este nuevo tipo de economía (Arias, Maldonado y Olmedo, 2018). La plataforma resulta ser el medio que gestiona las actividades, pero también tiene completo control sobre los pagos, las horas de trabajo, la decisión de terminar la relación laboral con el trabajador, obligando a la creación de varios mecanismos que mantengan el puntaje adecuado en la aplicación para no ser expulsados del sistema (Hidalgo y Cordero, 2019). La pregunta que nace de estas reflexiones sobre las dos variables objeto de investigación es ¿qué efectos tienen estos mecanismos de sobrevivencia generados por la nueva economía de plataforma en el espacio público y en el hiperespacio? 2. Modelo de análisis Analizando el espacio público y la informalidad laboral, se puede evidenciar una fuerte relación que la variable independiente tiene con la variable dependiente. Existe una amplia literatura que aborda la informalidad tradicional en su relación con el comercio callejero, los artistas, las prestaciones de servicios, el trabajo sexual, las alternativas generadas para el transporte público. Sin embargo, los nuevos impactos creados con la economía de plataforma resultan todavía poco explorados. Por esta razón, se ha decidido dedicar una parte de la investigación a entender cuáles son las dinámicas de la informalidad tradicional y si de alguna forma pueden estar relacionadas con las más modernas. Por lo que se refiere al espacio público se ha decidido dividir la variable en dos dimensiones, la primera la dimensión de capital espacial, es decir la importancia, los valores y la identidad que el espacio público tiene en los espacios urbanos; la segunda se relaciona al espacio público en la ciudad neoliberal, en otras palabras, el estado actual de dicho espacio. Como se puede ver en la Tabla 1, la dimensión capital espacial ha sido dividida en expresión de la sociedad plural y capital social, con la intención de entender el potencial que el espacio público tiene en las realidades urbanas, mientras la dimensión espacio público en la ciudad neoliberal, se fracciona en tres sub-dimensiones: fragmentación del no lugar, derecho al espacio púbico e hiperespacio, que son características importantes del estado del arte de la ciudad actual. El planteamiento recién descrito es la guía en la cual se basa la fundamentación teórica de esta investigación. Tabla 1 Marco analítico Fuente: Elaboración de la autora (2021) 3. Fundamentación teórica El capital espacial “se entiende como el conjunto interiorizado de formas de relación (intelectuales y prácticas) de un individuo con el espacio considerado como bien social” (Prévôt-Shapira, 2001, p. 49). Entendemos el espacio público entonces, tanto como un conjunto de espacios cuanto como conjunto de relaciones. Si existen múltiples formas de definirlos, múltiples son las formas de expresarse en la ciudad: Carrión (2019) lo describe como concepto polisémico, de expresiones plurales y recalca la potencia y la importancia del aprendizaje que proviene del vivir en un entorno caracterizado por la diversidad de los sujetos que lo componen, un espacio pedagógico a la tolerancia al ser el espacio de la ciudad donde se aprende a ser sociedad. En efecto, Delgado (2011) relata que el término espacio público, hasta los años ochenta, no aparece en las obras más reconocidas del pensamiento urbano de ese tiempo, si no que aparece con la denominación de “espacio social”, “espacio común” o “espacio compartido” entre otros. Dichas nomenclaturas subrayan la importancia de este en relación con su rol con la sociedad. Es considerado el espacio donde la sociedad se manifiesta: la visión de Borja (2001) precisa la necesidad de un espacio abierto y accesible para todos con el fin de ser la representación de la democracia política y social y, en consecuencia, expresión de crisis y de conflicto de la misma. Estas expresiones de la sociedad se manifiestan en dos formas distintas en el espacio público: la ciudadanía puede actuar mecanismos de ocupación física y simbólica (Remedi, 2000). Formas de uso físico del espacio pueden ser las marchas temporales que impiden el acceso a la otra parte de la ciudadanía; una forma simbólica de ocupación que tiene una gran fuerza a nivel internacional es la de las Madres de la Plaza de Mayo en Buenos Aires (Carrión, 2019) pero también la delimitación del espacio por parte de pandillas en las zonas urbanas que marcan su territorio de acción (Vásquez, González, Quevedo y Barrios, 2011). Finalmente, el espacio público ha sido siempre el espacio de enriquecimiento del capital social que es fundamental para el desarrollo de una sociedad basada en la confianza, en normas comunes, en la eficacia de las acciones coordinadas (Segovia, 2007). Jane Jacobs explicita que “cuando el capital social se ha perdido por cualquier causa, el rédito que produce desaparece hasta que nuevo capital social es lentamente acumulado” (Jacobs, 1961, p. 138) remarcando la relaciones que tiene dicho capital con otros aspectos de la vida urbana. ¿Si esto es el increíble potencial que tiene el espacio de la ciudad, que pasa con él en la ciudad neoliberal? Para analizar su estado actual: el espacio público ha perdido su valor estructural en la práctica inmobiliaria, es lo que queda después de haber definido los espacios funcionales de la ciudad como viviendas, comercio y oficinas (Carrión, 2019); Augé (1992) en esta misma línea teoriza el concepto de no lugares, es decir, espacios que no tienen identidad, relaciones e historicidad. Los íconos de estos lugares son los centros comerciales, los centros de entretenimiento, las catedrales del consumo (Ritzer, 2000), que se destacan por completo, siendo representantes de espacios limpios, nuevos y seguros, del espacio de la ciudad que resulta peligroso, sucio y viejo. Se promociona una parte de la ciudad y se esconde la otra (Segovia, 2007). El ingreso a estos nuevos espacios está permitido solo a los posibles consumidores, fragmentando así aún más el capital social de la ciudad. Tal fragmentación aumenta si incorporamos el concepto de segregación: la teoría de Janoschka (2002) por la cual los ricos construyen su propio espacio y el espacio público queda solo para los pobres, el espacio público ya no es un espacio donde se crea una tolerancia a la diversidad (Carrión, 2019) sino un espacio siempre más aislado. El reclamo al derecho a la ciudad y al consecuente derecho al espacio público (Borja, 2011) en América Latina, de hecho, viene por parte de los movimientos populares y sociales. “El hecho que la mirada de la población de las grandes urbes viva en asentamientos precarios” (Calderón, 2019, p. 107) y que buena parte de la economía de la ciudad tenga un carácter informal (OIT, 2020) desencadenan mecanismos informales de apropiación del espacio. A estos espacios de la ciudad posfordista hay que añadir los espacios invisibles, los de las ciudades virtuales de las redes informáticas que forman un hiperespacio paralelo al físico (Soja, 2008) con sus dinámicas sociales, económicas y políticas entre otras. Se define una desmaterialización y desterritorialización del espacio (Remedi, 2000) que elimina la necesidad de una proximidad física para el desarrollo del capital social y que facilita relaciones entre personas que no pertenecen al mismo espacio. La informalidad es unos de los elementos que influye en el espacio del cual se trató hasta este momento. Se identifican dos tipos de esta informalidad del mismo modo en el cual se han definido dos tipos de pobreza en Latinoamérica (Prévôt- Shapira 2001, Kessler y Di Virgilio, 2008). Las dos no siempre están estrictamente relacionadas, de hecho, si se mira el Boletín de la ciudad del Municipio del Distrito metropolitano de Quito (2012) las personas que trabajan informalmente y que se pueden definir como pobres, representan el 85,72% y los no pobres el 14,28%. Como describe el Banco Mundial (2007) hay dos tipos de informalidad: la voluntaria y la involuntaria. La primera está caracterizada por las personas que eligieron trabajar afuera del sistema por una cuestión de conveniencia económica y de libertad profesional (Sassen, 2009), mientras la segunda se caracteriza por esas personas que fueron expulsadas del sistema, personas que hacen parte tanto de la pobreza estructural cuanto de la nueva pobreza urbana. Paralelamente a los dos tipos de pobreza se definen en este trabajo dos tipos de informalidad que se manifiestan en el territorio de la ciudad actual. La primera es la que está en el imaginario colectivo y que presenta en el espacio público como comercio, artistas, servicios: los vendedores, los transportistas, los músicos callejeros, los malabaristas, etc. comienzan a apropiarse del espacio creando unas dinámicas sociales complejas que están en continuo balance entre competitividad y sinergia. La solidaridad nace entre grupos de actores que toman el control de un territorio. Inicialmente se presentan como individuos para luego dejar a un lado el interés personal y formar una nueva colectividad. Las ventajas de estas asociaciones tienen que ver con lo cotidiano como por ejemplo cuidar los niños o las pertenencias, pero tiene también una función de defensa de los ataques externos por parte del orden público o por parte de la categoría de los formales que ven en la informalidad una competencia desleal (Galeano y Beltrán, 2008). Los mecanismos citados están influenciados también por las formas de apropiación del espacio. Kamalipour y Peimani (2019) plantean 3 tipos principales de intervenciones en el espacio: móviles (fundas, mochilas), semifijos (triciclos, bicicletas) y fijos (estructuras permanentes). La categoría se define sobre todo respecto a la velocidad con la cual la persona puede moverse. Los vendedores que se desplazan rápidamente forman parte de una colectividad más grande, pero a veces no tiene una estructura de respaldo, al contrario, los que se instalan de forman permanente hacen parte de una colectividad establecida y están particularizados por un carácter histórico. Las formas de ocupación pueden tener distintas consecuencias en la calidad espacial: por un lado, puede crearse un híper aglomeración en el espacio, por el otro, tienen la capacidad de vigilar y vitalizar los lugares que Gehl (2014) identifica como inactivos, poco atractivos y pasivos. Por su parte, la nueva informalidad urbana se basa en el concepto de economía digital que se asocia a los principios del hiperespacio mencionado anteriormente y a la cuarta revolución industrial, donde el concepto central es la producción de inteligencia más que de productos (Scassera, 2019). La economía digital ya no es considerada un factor externo a la economía de un país, sino parte integral de la misma (Sassen, 2009). En los países en desarrollo, esta porción del mercado ocupa una buena parte del PIB, en el caso específico de Estados Unidos llega a representar el 33% (CEPAL, 2019). En América Latina donde el acceso a internet es limitado, en el 2016 los porcentajes oscilan entre un 15.9% en México y un 22,2% en Chile (CEPAL, 2019). En las ciudades ecuatorianas el ingreso de las aplicaciones en el 2017 ha aumentado y ha estimulado el crecimiento del trabajo informal en las principales ciudades del país (Marín, Maldonado y Olmedo, 2020). Bajo una visión neoliberal, esta presenta una gran posibilidad para el mejoramiento de los ingresos de los trabajadores, pero bajo la lógica del movimiento estructural, resulta una nueva forma de precarización y una respuesta no adecuada, que más bien estimula el trabajo informal. La economía de plataforma está construida por tres elementos principales, la infraestructura de las redes, las aplicaciones, los trabajadores y los consumidores finales que son compuestos por gobiernos, empresas e individuos. Según Hidalgo y Valencia (2019) la forma de los trabajadores de plataforma de ocupar el espacio público es en pequeñas aglomeraciones en los lugares estratégicos de las ciudades, ellos/as son los únicos actores presentes en el territorio. En sí, las empresas, como ya se comentó anteriormente, no están físicamente en el territorio, produciendo una falta de legislación, de comunicación, de responsables, en los países donde actúa (CEPAL, 2019) y en este caso, el hiperespacio juega un rol determinante: “Tuve un accidente y me dijeron de mandar un correo a España” cuenta un repartidor de Glovo en Quito. Un concepto que ayuda a entender las dinámicas de la economía de plataforma es el que Scassera (2019) denomina “el despotismo de los algoritmos”: Es cierto que no existe un jefe o capataz que controle al trabajador de manera directa y le dé órdenes, pero de eso se encargan estas ecuaciones matemáticas que llegaron para quedarse: los algoritmos. Las calificaciones son, de este modo, automáticas. Y no se basan solo en las ponderaciones de los clientes, sino también en diversos parámetros que el algoritmo analiza de manera automática y sin consultar con el trabajador [...]. Todo esto va asignandouna calificación al trabajador que determinará su nivel de exposición en la plataforma y, por ende, la cantidad de ofertas de trabajo que obtenga en el futuro. El éxito o fracaso dependerá pura y exclusivamente del tiempo que el trabajador dedique y del nivel de concordancia que tenga con las políticas de la plataforma, es decir, con su algoritmo. No existen riesgos ni decisiones personales que tomar. No existe estrategia. No existe la fantasía empresaria. Todo está parametrizado por la plataforma y el trabajador debe amoldarse a ella a fin de no ser penalizado. (Scassera 2019, p. 135) En síntesis, la precarización y la informalidad creadas por los algoritmos y por la economía de plataforma es muy diferente a la informalidad a la cual los países en desarrollo estaban acostumbrados. 4. Contexto y zona de estudio En Ecuador, la llegada del trabajo de plataforma coincide con un periodo de cambios para el país. En el mes de agosto del 2018, la Asamblea nacional aprueba la Ley Orgánica de Fomento Productivo, Atracción de Inversiones, Generación de Empleo y Estabilidad, y Equilibrio Fiscal que promueve políticas neoliberales beneficiando a las grandes empresas y las inversiones privadas (Del Pozo, 2018). El año sucesivo, otra medida por parte del gobierno es el corte del gasto público que ve el despido de 12 mil trabajadores del sector público (Hidalgo y Valencia, 2019). El 2020 es un año caracterizado por la pandemia del COVID 19 y el gobierno responde con la Ley Orgánica de Apoyo Humanitario (Del Pozo, 2020) que, por un lado, fomenta las contrataciones por parte de las empresas y, por el otro, influye en la precarización de los trabajadores. Durante la pandemia, el INEC ha presentado un crecimiento del desempleo desde el 3.8% de diciembre 2019 al 13.3% en el periodo mayo-junio 2020 y finalmente del 6.6% en septiembre del mismo año (2020). De tal manera, en un escenario en donde el trabajo escasea, las premisas de los modelos de negocio como los que ofrecen estas plataformas digitales se instauran para brindar un —supuesto— salvataje al mercado laboral nacional. Disfrazándose de discursos que ofrecen opciones “transitorias” hasta encontrar empleos formales, aun si las personas que habitan en ellos tienen pocas oportunidades para salir, obligándoles a endeudarse, esclavizarse y subordinarse ante las empresas; las condiciones en las que laboran se encuentran lejos de ser dignas. (Hidalgo y Salazar, 2020) En Quito, el Observatorio de Plataformas de la misma ciudad, estima que el número de repartidores antes de la pandemia era de 1050. En el 2020, calcula la presencia de 7000 trabajadores a nivel nacional. Las cifras no son oficiales dado que las oficinas de las empresas que actúan en el territorio no proporcionan informaciones sobre sus actividades. Hidalgo y Valencia (2019) presentan un mapeo de la ciudad de los puntos en los cuales los repartidores se encuentran durante el horario de trabajo y proporcionan datos sobre cuáles son los destinos principales de las entregas: 8.7% en la Avenida González Suarez, 8.1% en la Avenida Eloy Alfaro, en el barrio El Batán, el 5.6% en la zona del parque La Carolina, 5% en La Pradera, el 4.3% entre Naciones Unidas, Bellavista, Quicentro, Quito Tenis, Iñaquito y 3.7% en el barrio La Floresta y Avenida la Coruña, por un total del 35.4%. En el mapa (Figura 1) se puede notar que la mayoría de los puntos de encuentro están en la zona del centro norte de la ciudad, en primer lugar, a causa de los pedidos más frecuentes de los usuarios como se ha podido ver en los datos precedentemente listados. Y, por otro lado, porque cerca del Parque la Carolina se encuentran varias zonas de restaurantes, centro comerciales y plazas de comida. Entre los puntos evidenciados y una confirmación previa a través de la observación por parte de la autora, se ha decidido tomar como caso de estudio el cruce entre la Avenida República del Salvador y la Avenida Naciones Unidas siendo este un lugar estratégico para los repartidores al encontrarse cerca del centro comercial Quicentro norte y de una calle que presenta una gran cantidad de restaurantes. Figura 1 Puntos de encuentro de glovers y ubers eat Fuente: Hidalgo y Valencia, (2019) La avenida mencionada es un espacio representativo de la ciudad posfordista en la ciudad de Quito. Como se puede ver en el segundo mapa (Figura 2), está caracterizados por hoteles internacionales, restaurantes, cafés para una clase media y media alta, bancos y sedes de las empresas de salud privadas. Finalmente, es un lugar de representación de la ciudad global y los repartidores representan un instrumento del nuevo tipo de economía, pero también las contradicciones que se quieren esconder de la misma, como antes se mencionó. Figura 2 Área caso de estudio Fuente: Elaboración de la autora (2021) 5. Resultados y hallazgos 5.1. Capital espacial 5.1.1 Expresión de la sociedad plural Las respuestas dada por los repartidores a la pregunta sobre cuánto concuerdan con la frase “Me siento libre de poder expresar mis ideas, mis creencias mi personalidad en el espacio donde trabajo” identifican un 72% de acuerdo, el 14% neutro y otro 14% para nada de acuerdo. Aunque en la mayoría se siente libertad en el expresarse, sucesivamente comentan: “Cuando te hacen el curso inicial te enseñan a no hacer comentarios sobre política, religión y otros temas que pueden crear contraste con el cliente” o “Cuando manifestamos para un pago más justo, a muchos de nosotros nos bloquearon la cuenta” que son observaciones muy significativas en la libertad de expresión de un trabajador. De hecho, cuando se analizan los conflictos y alianzas entre los actores y sus plurales características, se evidencia un fuerte contraste entre los trabajadores y los usuarios, los establecimientos y las autoridades públicas y la plataforma, dato confirmado también por el Observatorio de Plataformas que señala episodios de xenofobia (88.37% de los repartidores) y acoso (65%) y por el análisis de las redes sociales. Figura 3 Conflicto con clientes y autoridades públicas Fuente: Página de Facebook del Observatorio de Plataformas: UBER y Cabify (Quito y los Valles). https://fb.watch/2QMjePkgEC/ En estos intercambios fundamentales en la construcción de una sociedad, la práctica cotidiana de los repartidores está todavía muy lejana de convertir al espacio público en un lugar donde “la población puede converger y convivir” (Carrión, 2019, p. 199) y volverse un espacio de aprendizaje. Si una persona, cuando afuera llueve, hace frío, hay una pandemia y “puede cumplir con el #QuédateEnCasa en la comodidad de su hogar, mientras alguien le trae comida, víveres o medicamentos a la puerta” (Hidalgo, 2020), el repartidor se encuentra en primera línea más que nunca. A pesar del rol fundamental que los protagonistas de nuestra historia han desarrollado en el último año en todo el mundo, siguen siendo estigmatizados, acosados y discriminados. Ese sueño de un espacio público por el que pulula un ejército de voluntarios ávidos por colaborar, se derrumba en cuanto aparecen los signos externos de una sociedad cuya materia prima es la desigualdad y el fracaso. (Delgado, 2011) La xenofobia del gobierno ecuatoriano, expresada por las palabras de Lenin Moreno en enero 2020 luego de un feminicidio por parte de un venezolano (Hidalgo Valencia), ha llevado a las Naciones Unidas a manifestar su preocupación respecto a las expresiones de discriminación en el país. Si estos son los mensajes que envía el gobierno, ¿como se puede esperar un espacio de colaboración entre desiguales? 5.1.2. Capital social La desigualdad ha demostrado no ayudar a la construcción de un nuevo capital social, por el contrario, las dificultades de los marginalizados, y en este caso de los repartidores de plataforma de la Avenida República del Salvador, rinden necesaria una colaboración entre iguales. “... procesos de fragmentación de la unidad como resultado de la agravación de las desigualdades sociales, de formas no solidarias y reagrupamiento por afinidad”. (Prévôt Shapira, 2001) En la primera encuesta desarrollada en esta investigación se ha analizado la variable “capital social” en la ciudad de Quito evidenciando que el 54.8% declara haber incrementado, a través del trabajo con aplicación, su entorno social, y el 48.4% declara que hay colaboración entre colegas. Desde esta descripción, es aún mas interesante evidenciar que no hay diferencias significativas sobre la percepción del nuevo capital social entre las variables sociodemográficas como género, nación, etnia, edad, nivel educación, es decir: en las mismas condiciones de trabajo, las diferencias sociales no impiden nuevas colaboraciones. El dato es confirmado por la encuesta hecha en el área tomada como caso de estudio donde el 14% está muy de acuerdo con la frase “me siento apoyado por mi entorno social”, el 72% está de acuerdo y solo el 14% está poco de acuerdo. Los grupos que se forman en la calle en los lugares de espera son síntoma de esta colaboración, pero más allá de su expresión física, las colaboraciones se expresan también en el hiperespacio. Los repartidores de la avenida República del Salvador tienen un chat comunitario de aproximadamente 73 personas donde “nosotros nos ayudamos si tenemos problemas con las motos, por temas de seguridad o si nos falta cambio” o “nos enviamos la ubicación si es que nos vamos a lugares que creemos peligrosos”. El apoyo es dado también por las redes sociales, tanto a nivel nacional cuanto a nivel internacional. Figura 4 Formas de colaboración Fuente: Página de Facebook de glovers_ecuador. En la Figura 4 se pueden ver dos frentes de colaboración: en la imagen de la izquierda, una conferencia sobre cómo obtener asesoría jurídica y, en la imagen de la derecha, el apoyo a nivel internacional de los grupos organizados de repartidores: “si la explotación es global, la resistencia es internacional” es el eslogan (Hidalgo y Salazar, 2020). Si Jane Jacobs (1969) sostiene que la destrucción de cualquier capital social elimina definitivamente el rédito que dicho capital producía, en la economía de plataforma sucede exactamente lo contrario. Las aplicaciones tienden a bloquear a los usuarios que trabajan en el sector por más de un año y medio con la intención de debilitar la fuerza del mismo (Hidalgo y Valencia, 2019). 5.2. Espacio público en la ciudad neoliberal 5.2.1. Fragmentación del no lugar El concepto de no lugar de Augé (1992) y el de fragmentación de Prévôt- Shapira (2001), están estrechamente relacionados en la realidad urbana de los trabajadores de plataforma. Las restricciones y dificultades diarias a las que se enfrentan al no tener más que un lugar donde estar en los momentos de espera impiden crear un vínculo, una identidad y un sentido de pertenencia con el lugar donde se encuentran: “No hay un espacio para nosotros, esto lo tenemos porque pagamos”. Frente a la afirmación “Siento al espacio donde trabajo como un espacio proprio” los repartidores de la Avenida República del Salvador están 28% para nada de acuerdo, 29% poco de acuerdo, 14% neutro y nadie de ellos resulta muy de acuerdo. A la falta de identidad que sienten se suma una micro-fragmentación invisible de su entorno, debida a las restricciones y a los conflictos que se crean a su alrededor haciendo que no se sientan bienvenidos. Resultan estar muy de acuerdo y de acuerdo con la frase “Siento que tengo límites para moverme en el espacio donde trabajo”. Los edificios que representan la ciudad global como el hotel internacional cercano y el banco, les impiden acercarse a sus instalaciones, los centros comerciales y las plazas de comida les impiden el ingreso (el 65% de los repartidores no ha podido utilizar el baño de restaurantes o plazas de comida según el Observatorio de Plataformas) y los controles de la policía hacen que tengan que cambiar de ruta durante las entregas, lo que los hace menos deseables para el algoritmo (Scassera, 2019).“El derecho de admisión” (Borja, 2001, p. 40) a los espacios en los cuales trabajan muchas veces les es negado. Sin espacio público potente, integrador socialmente, articulador física y simbólicamente: [la] ciudad se disuelve, la democracia que se pervierte, el proceso histórico que hace avanzar las libertades individuales y colectivas se interrumpe o retrocede, la reducción de las desigualdades y la supremacía de la solidaridad y la tolerancia como valores ciudadanos se ven superados por la segregación y por la codicia, por el egoísmo y la exclusión. (Borja, 2001, p. 39) 5.2.2. Derecho al espacio público Debido a la falta de un lugar al cual pertenecer, los trabajadores de la Avenida República del Salvador son conscientes de tener el derecho a ocupar el espacio, aunque se lo nieguen. El 29% declara estar muy de acuerdo con la frase “tengo derecho de apropiarme y trabajar en el espacio donde me encuentro”. El 57% está de acuerdo. Esta sensación ha aumentado con la venida del Covid-19 que ha cambiado la realidad de todos y en este sentido uno de ellos afirma: “Sí tenemos el derecho, sobretodo después del trabajo que estamos haciendo en esta pandemia”. Calderón (2019) declara que los movimientos de reclamos del derecho a la ciudad y al espacio público en América Latina nacen de insurgencias ciudadanas. En lo referente a los trabajadores de plataforma, no se ha percibido un camino hacia una insurrección para el reclamo al derecho al espacio: la precariedad de su situación laboral y la falta de pertenencia tanto al espacio cuanto al trabajo no estimulan la necesidad de reclamar su espacio. Por otro lado, el mismo autor identifica que los movimientos sociales que reclaman este derecho en las ciudades latinoamericanas son producto de la informalidad: de las personas que buscan hacerse espacio en un sistema que no se lo da. ¿Los trabajadores de plataforma, aunque inicialmente en esta investigación se definen como trabajadores informales, a quien podrían reclamar el derecho a tener un espacio? ¿Las aplicaciones, que no ofrecen ningún instrumento de trabajo a sus trabajadores (que por esta razón prefiere llamar “colaboradores”) aparte de la plataforma (que los repartidores pagan mensualmente), son las que realmente tendrían que hacerse cargo de ofrecer un espacio? ¿El derecho que podrían reclamar es el espacio público o simplemente un espacio de trabajo? 5.2.3. Hiperespacio El hiperespacio ha sido objeto e instrumento de esta investigación. Casi todos lo indicadores de ambas variables han sido complementados con los análisis de las redes sociales como ya se pudo apreciar anteriormente. En el caso del trabajo de plataforma, el hiperespacio toma distintas formas: el empleador (que será analizado sucesivamente en el punto 5.3.1), el espacio de colaboración, el espacio de protesta y resistencia. En la encuesta relativa al estudio de caso se quiso entender si el espacio virtual es considerado como un espacio real, generante de relaciones, oportunidades económicas y emociones. Las respuestas fueron bastante divididas respecto a los primeros dos puntos. El 43% considera que las relaciones y las oportunidades que se crean a través del hiperespacio son reales mientras que el otro 43 % sostiene lo contrario. Hay diferencias respecto al tema de las emociones donde el 57% considera reales las emociones creadas en el hiperespacio y solo el 14% está poco de acuerdo con la cuestión. En el análisis de las redes sociales parece evidente que el hiperespacio se convierte en un espacio de organización que toma consistencia en el espacio público. Aunque el espacio virtual puede ser considerado como un no lugar, lleno de encantos, pero sin un contenido real, podemos darle la vuelta al proceso, aprovechándonos de su ámbito espacial expandido, de sus borrosas fronteras, de su ruptura con las jerarquías rígidas, de su flexibilidad y de su fragmentación, con el fin de comprometernos en una praxis espacial más creativa de transgresión, de cruce de fronteras, de trabajo en el límite y de compromiso con el derecho a ser diferente que pueda reorientar la difusión de la hiperrealidad desde sus canales esencialmente conservadores hacia objetivos más progresistas. (Soja, 2008, p. 462) ¿Puede ser este un nuevo espacio del cual provienen cambios reales? En el mapa que sigue, se quiso resumir los conceptos hasta ahora listados siendo ellos analizados por separado, pero teniendo gran relación entre ellos. Figura 5 Alianzas y conflictos en la Av. República del Salvador (Quito-Ecuador). Fuente: Elaboración de la autora. Conflictos, colaboraciones, fragmentación, derecho a la ciudad se mueven entre el capital espacial y el hiperespacio que no resultan espacios separados sino más bien en continua relación. El estudio de caso tiene como punto de partida la Avenida República del Salvador, pero su expansión tiene límites borrosos. 5.3. Economía digital 5.3.1. Economía de plataforma, organización social y apropiación del espacio público En el caso del hiperespacio como instrumento de empleo se pueden delinear dos sentimientos contrastantes: la oportunidad que el trabajo de plataforma representa (el 57% de los repartidores del área de estudio están de acuerdo sobre las ventajas que hay en este tipo de trabajo) y las desventajas que produce (el 14% está muy de acuerdo frente a la idea de que este tipo de trabajo produce desventajas; y el 43% está muy de acuerdo sobre las consecuencias negativas del trabajo de plataforma). Glovo en el 2018 tuvo un facturado de 100 millones de dólares mientras que Uber en el ultimo trimestre de 2019 tuvo un ingreso de 2950 millones. El 56% de los trabajadores trabaja 7 horas diarias y el 34% 5 o 6 días a la semana la mayoría por 8-12 horas diarias (74%) o 4-6 horas diarias (23%) alcanzando un pago máximo de 1200 dólares (Hidalgo y Valencia, 2019). Si analizamos estas cifras y las sumamos al concepto de Scassera (2019), que relata el despotismo del algoritmo, resulta claro que el discurso de ser “emprendedor” de “trabajar para ti mismo”, o “en tu tiempo libre”, no corresponde a la realidad: si trabajas pocas horas, si rechazas días de trabajo, si rechazas pedidos, si utilizas bici en lugar de moto, más otras formas de evaluación, el algoritmo baja el puntaje y da preferencia a las personas que sí resultan ser buenos trabajadores para el algoritmo. La idea que con la plataforma una persona se vuelva emprendedor, está comenzando a romperse, más bien la presión que ejerce sobre el trabajador tiene efectos en el espacio público: la necesidad de complacer al algoritmo empuja a los trabajadores a arriesgar su vida en las calles (Hidalgo y Valencia, 2019); cuando el hiperespacio no alcanza como espacio donde expresar insatisfacción, las formas de resistencia vuelven a tomar las calles. 6. Conclusiones Si bien la economía de plataforma parece calzar en la definición de trabajo informal, hay que denotar que los mecanismos producidos por la informalidad tradicional son muy distintos de la violencia estructural (Auyero, 2007) del algoritmo: si en la teoría de Davis (2004) la informalidad está caracterizada por pobres que explotan a los más pobres en el espacio público, ahora la explotación viene por parte de seres impalpables y millonarios en el hiperespacio. Aunque la apropiación del espacio público puede asemejarse a la forma de intervención de tipo móvil descrito por Kamalipour y Peimani (2019), con una casi nula relación con el espacio público y el capital social que lo rodea, el trabajador de plataforma comienza a romper los límites entrando en la flexibilidad del hiperespacio (Soja, 2008). Aunque la expresión territorial haga parecer a los repartidores “dispersados, atomizados, alejados unos de otros, amontonados en reductos intersticiales” (Delgado, 2011, p. 94), la resistencia internacional generada en el espacio virtual resulta ser muy cercana en un lugar completamente libre y sin límites. Y, si bien el hiperespacio tenga una gran expansión y libertad, es en realidad un espacio fragmentado como el espacio de la ciudad neoliberal: el poder y la vigilancia de la economía digital (Zuboff, 2019) siguen teniendo el control y las mismas diferencias que dividen en el espacio físico, continúan en el espacio virtual. El capital social creado por la unión por afinidad (Prévôt-Shapira, 2001) está a las antípodas con la idea de una sociedad que sepa convivir con las diferencias (Carrión, 2019). Referencias bibliográficas Augé, M. (2013). Los no lugares. Signo y Pensamiento, 13(24), 162-163. Auyero, J., y Moran, T. P. (2007). 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