Espacio pœblico e hiperespacio en la econom’a de plataforma, nuevos capitales sociales y nuevas formas de resistencia Imasha kancha kuskakunapash, hatunlla kuskapash econom’a de plataforma nishkapi kanahukmanta, chaymanta imasha mushuk capital social shinallatak mushuk llamkay yuyaykuna wi–arinahukmanta Public space and hyperspace in the platform economy, new social capitals and new forms of resistance Anna Manea annmanea@gmail.com ORCID: 0000-0003-2631-1037 Universidad de Venecia (Venecia-Italia); FLACSO-Ecuador (Quito-Ecuador ) Resumen A partir del concepto de informalidad laboral se analizan nuevas formas de trabajo generadas por la econom’a de plataforma y los impactos que tienen en el espacio pœblico. El hiperespacio juega un papel fundamental en la creaci—n de nuevos capitales sociales y nuevas formas de resistencia a din‡micas creadas por el despotismo intr’nseco de los algoritmos. La duplicidad de los espacios que los trabajadores de plataforma, aunque en dimensiones distintas, se mueve hacia la misma direcci—n. La investigaci—n se concentra en el caso de estudio de la Avenida Repœblica del Salvador, de la ciudad de Quito. Sin embargo, aunque el punto de an‡lisis sea esta calle quite–a, el dinamismo del trabajo de plataforma llega a inßuenciar a la ciudad entera, por lo cual, el ‡rea de estudio se expande inevitablemente. Palabras clave: espacio pœblico; hiperespacio; econom’a de plataforma; algoritmo; fragmentaci—n; capital social. Revista Sarance ISSN: 1390-9207; ISSNE: e-2661-6718 Fecha de recepci—n: 16/05/2022; fecha de aceptaci—n: 24/05/2022 Espacio pœblico e hiperespacio en la econom’a de plataforma, Revista Sarance, N¼ 48 nuevos capitales sociales y nuevas formas de resistencia (junio - noviembre 2022) Tukuyshuk Kunanpika imashalla llamkaykunami kullkita rurankapak wi–arimunahun, chaymantami econom’a de plataforma nishkapash chay llamkaykunata ashtawan wi–achin, shinashpa kancha kuskakunakamanmi ashtakapacha shina rikurin. Shinallatak ashtawan hatunlla kuskakunapash ashtakatami capital social nishkata wi–achinahun, ashtawankarin mushuk laya llamkaykuna rikurimunahun kunanpi despotismo de los algoritmos nishka tecnologiapa yachaykunawanka. Kunanpika, shuklla plataformapillatami chay llamkak runakunallata kutin kutin shuk shuk ruraykunawan llamkayta rikuchita ushan. Shinami kay killkaypika Quito kitimanta, Repœblica del Salvador shuti –anmanta imashalla llamkakkuna shina laya llamkakta rimankapak maskaymi kan. Imashina ninchik, kay –anmanta llamkakkunata rimashpapash, ashtawan shuk kuskakunamantapash kaypika rimarinkallami. Imasha kay plataforma kan, hatun hatun kuskakunamanpash chayay ushanmi, shinami tukuylla kitimanpash chayay ushankalla, chaymantami kay killkaykunapika hatun kuskakunamantapash rimarinkallami. Sinchilla shimikuna: kancha kuska; hatunyarishka kuska; econom’a de plataforma; algoritmo; fragmentaci—n; capital social. Abstract The article analyzes new forms of work generated by the platform economy, based on the concept of labor informality, and their impact on the public space. Hyperspace plays a fundamental role in the creation of new social capital and new forms of resistance to dynamics resulting from the intrinsic despotism of algorithms. The duplicity of spaces that affect platform workers, although in different dimensions, moves towards the same direction. The research focuses on the case study of Avenida Repœblica del Salvador in the city of Quito, however, although the speciÞc area analyzed is this street in Quito, the dynamic nature of platform work inßuences the entire city, thus inevitably expanding the area of study. Keywords: public space; hyperspace; platform economy; algorithm; fragmentation; social capital. 1. Introducci—n La llegada del neoliberalismo y la consiguiente Ònueva pobreza urbanaÓ (Julius, 1996, p. 36) sumada a las continuas crisis del sistema capitalista y a una pobreza previa en los pa’ses emergentes y en desarrollo, han creado espacios siempre m‡s segregados, segmentados y aislados (Kaztman, 2001). Entrar legalmente en el sistema resulta casi imposible tanto por la pobreza estructural, como por la nueva pobreza urbana (PrŽvot-Schapira, 2001): el surgir de la informalidad es Òla soluci—n espont‡nea de la poblaci—n de m‡s bajos recursos de un pa’s, frente a condiciones de injusticia distributiva en la estructura econ—mica y jur’dica de la mayor’a de pa’ses en v’a de desarrolloÓ (USAID, 1993). AcadŽmicos como John F. C. Turner, Eduardo Soto, y pensadores de la escuela marginalista, entre otros, sostienen que la informalidad es un punto de partida para mejorar la situaci—n econ—mica de los pa’ses tercermundistas: en el caso espec’Þco de la vivienda, sostienen que la autoconstrucci—n es una respuesta positiva a la falta de viviendas en las ciudades (Pradilla, 1985; Torres, 2009). Pradilla y, en general, el movimiento estructuralista latinoamericano (Calder—n, 2019), rechaza duramente esta teor’a sosteniendo que Òsi los pobladores se organizan y luchan para conquistar el derecho al suelo y a la vivienda [...] no es porque sea la soluci—n racional y adecuada, sino porque es la œnica que les queda dentro de la situaci—n actualÓ (1985, p. 7). El movimiento vincula la falta de presencia del Estado social con la consolidaci—n de la pobreza: una forma de romancear la informalidad que le conÞere la capacidad de poder salir de la pobreza sin tener en cuenta que las pol’ticas internacionales, hoy, empujan el crecimiento de la macro escala m‡s que de la microescala (Bromley, 1998). Las œltimas teor’as se acercan al neoliberalismo, desde el cual se ve en la propiedad y el libre mercado formas de salir de la pobreza, favoreciendo fuertemente los derechos de propiedad individual conÞando en los poderes de la ley del libre comercio y del libre mercado (Calder—n, 2019). La necesidad de sobrevivir de los excluidos que no logran entrar en el sistema se maniÞesta en el espacio pœblico, el cual ÒÉ funcionar’a como un mecanismo a travŽs del cual la clase dominante consigue que no aparezcan como evidentes las contradicciones que la sostienenÓ (Delgado, 2011, p. 24), donde la informalidad es evidencia de esas contradicciones. La informalidad laboral, en su expresi—n m‡s conocida y tradicional, se maniÞesta en el espacio pœblico bajo la forma de comercio o servicios que Espacio pœblico e hiperespacio en la econom’a de plataforma, Revista Sarance, N¼ 48 nuevos capitales sociales y nuevas formas de resistencia (junio - noviembre 2022) se ofrecen en los ejes viales en las zonas comerciales, cerca de las oÞcinas gubernamentales, en las estaciones y paradas de transporte, en los sem‡foros, en los parques, y en lugares que permiten crear nichos de mercado (Davis, 2004; Pradilla, 2014) donde iniciar un emprendimiento. ÒHacerse espacioÓ, en este contexto, crea inevitablemente conßictos, como declara la teor’a de Davis (2004), donde los pobres explotan a los m‡s pobres. ÒÁNos quiso estafar, pero no nos dejamos!Ó (Luis Sillalengua, c.p.) cuenta un ex trabajador informal en la ciudad de Quito haciendo referencia a una se–ora que quer’a cobrarle un porcentaje de las ganancias diarias. Desde el 2017, en Ecuador, (Arias, Maldonado y Olmedo, 2018) y anteriormente a nivel global, ha surgido una nueva informalidad sobre la cual no hay todav’a una clara deÞnici—n, siendo este un fen—meno nuevo y en continua evoluci—n. Los tŽrminos con los cuales se conoce a este fen—meno son: econom’a colaborativa, consumo colaborativo o econom’a de plataformas. Esta œltima, segœn el JP Morgan Chase Institute, corresponde a la interpretaci—n m‡s correcta de esta nueva realidad (Espinosa, 2018). Una nueva informalidad causa tambiŽn nuevas formas de expresarse tanto en el espacio pœblico como en las unidades geogr‡Þcas globales (Brenner, 2003) donde, de forma menos patente, la pobreza urbana se maniÞesta en el Ònuevo ÇhiperespacioÈ urbano de ciudades invisiblesÓ (Soja, 2008, p. 453). A los viejos conßictos de la informalidad tradicional vista como una competencia desleal, se suman los conßictos de categor’as que antes estaban salvaguardadas, como taxistas, cines, hoteles, repartidores de restaurantes con las actividades producidas por las TICS: Uber, Netßix, Airbnb, Glovo, Rappi (Sosa, 2019). Se puede considerar al trabajo de plataforma en Ecuador como un trabajo informal debido al hecho que sus trabajadores no cuentan con un contrato legal, no est‡n aÞliados a la seguridad social nacional y el pa’s es privo de reglamentaciones en este nuevo tipo de econom’a (Arias, Maldonado y Olmedo, 2018). La plataforma resulta ser el medio que gestiona las actividades, pero tambiŽn tiene completo control sobre los pagos, las horas de trabajo, la decisi—n de terminar la relaci—n laboral con el trabajador, obligando a la creaci—n de varios mecanismos que mantengan el puntaje adecuado en la aplicaci—n para no ser expulsados del sistema (Hidalgo y Cordero, 2019). La pregunta que nace de estas reßexiones sobre las dos variables objeto de investigaci—n es ÀquŽ efectos tienen estos mecanismos de sobrevivencia generados por la nueva econom’a de plataforma en el espacio pœblico y en el hiperespacio? 2. Modelo de an‡lisis Analizando el espacio pœblico y la informalidad laboral, se puede evidenciar una fuerte relaci—n que la variable independiente tiene con la variable dependiente. Existe una amplia literatura que aborda la informalidad tradicional en su relaci—n con el comercio callejero, los artistas, las prestaciones de servicios, el trabajo sexual, las alternativas generadas para el transporte pœblico. Sin embargo, los nuevos impactos creados con la econom’a de plataforma resultan todav’a poco explorados. Por esta raz—n, se ha decidido dedicar una parte de la investigaci—n a entender cu‡les son las din‡micas de la informalidad tradicional y si de alguna forma pueden estar relacionadas con las m‡s modernas. Por lo que se reÞere al espacio pœblico se ha decidido dividir la variable en dos dimensiones, la primera la dimensi—n de capital espacial, es decir la importancia, los valores y la identidad que el espacio pœblico tiene en los espacios urbanos; la segunda se relaciona al espacio pœblico en la ciudad neoliberal, en otras palabras, el estado actual de dicho espacio. Como se puede ver en la Tabla 1, la dimensi—n capital espacial ha sido dividida en expresi—n de la sociedad plural y capital social, con la intenci—n de entender el potencial que el espacio pœblico tiene en las realidades urbanas, mientras la dimensi—n espacio pœblico en la ciudad neoliberal, se fracciona en tres sub-dimensiones: fragmentaci—n del no lugar, derecho al espacio pœbico e hiperespacio, que son caracter’sticas importantes del estado del arte de la ciudad actual. El planteamiento reciŽn descrito es la gu’a en la cual se basa la fundamentaci—n te—rica de esta investigaci—n. Espacio pœblico e hiperespacio en la econom’a de plataforma, Revista Sarance, N¼ 48 nuevos capitales sociales y nuevas formas de resistencia (junio - noviembre 2022) Tabla 1 Marco anal’tico Variables Dimensiones Subdimensiones Indicadores Fuentes ESPACIO PòBLICO Capital espacial (PrŽv™t-Shapira, 2001) Expresi—n de la sociedad plural (Borja, 2001; Remedi, 2000; Delgado, 2001; Carri—n, 2019) Percepci—n de libertad de expresi—n simb—lica y f’sica en el espacio y su localizaci—n ¥ Observaci—n ¥ Encuesta ¥ Observatorio de plataforma ¥ An‡lisis de redes sociales Tipos de actores, conßictos y alianzas. ¥ Observaci—n ¥ Encuesta Capital social (Segovia, 2007; Jacobs, 1961) Sensaci—n de apoyo dada por el entorno social ¥ Encuesta ¥ An‡lisis de redes sociales ¥ Observatorio de plataformas Espacio pœblico en la ciudad neoliberal (Soja, 2008, Borja, 2011) Fragmentaci—n del no lugar (PrŽv™t-Shapira, 2001; Janoschka, 2002; Auge, 1992; Carri—n, 2019; Ritzer, 2000) Percepci—n de fragmentaci—n y del sentido de pertenencia en el espacio pœblico. ¥ Encuesta Derecho al espacio pœblico (Borja, 2011; Calder—n, 2019) Percepci—n de derecho de apropiaci—n del espacio pœblico y derecho de trabajar como informal en ese espacio ¥ Encuesta Hiperespacio (Soja, 2008; Redemi, 2000) Percepci—n como lugar real ¥ Encuesta Expresi—n del hiperespacio en el espacio pœblico. ¥ CEPAL, ¥ Glovo, Uber, Rappi ¥ Encuesta ¥ Peri—dicos ¥ Observatorio de plataformas ¥ An‡lisis de redes sociales INFORMALIDAD LABORAL Econom’a digital (Zuboff 2019) Econom’a de plataforma (Scassera, 2019) Tipos de TICS, ventajas, desventajas y estrategia de adaptaci—n ¥ Glovo, Uber, Rappi ¥ Encuesta ¥ Peri—dicos ¥ Observatorio de plataformas ¥ An‡lisis de redes sociales Organizaci—n social (Mar’n, Maldonado y Olmedo, 2020; Davis, 2004; Pradilla, 1985; Hidalgo y Valencia, 2019) Actores ¥ Observatorio de plataformas Cantidad de trabajadores ¥ Observatorio de plataformas Apropiaci—n del espacio pœblico (Kamalipour y Peimani, 2019; Hidalgo y Valencia, 2019) Formas de apropiaci—n del espacio y tipo de trabajador ¥ Observaci—n ¥ Encuesta Fuente: Elaboraci—n de la autora (2021) 3. Fundamentaci—n te—rica El capital espacial Òse entiende como el conjunto interiorizado de formas de relaci—n (intelectuales y pr‡cticas) de un individuo con el espacio considerado como bien socialÓ (PrŽv™t-Shapira, 2001, p. 49). Entendemos el espacio pœblico entonces, tanto como un conjunto de espacios cuanto como conjunto de relaciones. Si existen mœltiples formas de deÞnirlos, mœltiples son las formas de expresarse en la ciudad: Carri—n (2019) lo describe como concepto polisŽmico, de expresiones plurales y recalca la potencia y la importancia del aprendizaje que proviene del vivir en un entorno caracterizado por la diversidad de los sujetos que lo componen, un espacio pedag—gico a la tolerancia al ser el espacio de la ciudad donde se aprende a ser sociedad. En efecto, Delgado (2011) relata que el tŽrmino espacio pœblico, hasta los a–os ochenta, no aparece en las obras m‡s reconocidas del pensamiento urbano de ese tiempo, si no que aparece con la denominaci—n de Òespacio socialÓ, Òespacio comœnÓ o Òespacio compartidoÓ entre otros. Dichas nomenclaturas subrayan la importancia de este en relaci—n con su rol con la sociedad. Es considerado el espacio donde la sociedad se maniÞesta: la Espacio pœblico e hiperespacio en la econom’a de plataforma, Revista Sarance, N¼ 48 nuevos capitales sociales y nuevas formas de resistencia (junio - noviembre 2022) visi—n de Borja (2001) precisa la necesidad de un espacio abierto y accesible para todos con el Þn de ser la representaci—n de la democracia pol’tica y social y, en consecuencia, expresi—n de crisis y de conßicto de la misma. Estas expresiones de la sociedad se maniÞestan en dos formas distintas en el espacio pœblico: la ciudadan’a puede actuar mecanismos de ocupaci—n f’sica y simb—lica (Remedi, 2000). Formas de uso f’sico del espacio pueden ser las marchas temporales que impiden el acceso a la otra parte de la ciudadan’a; una forma simb—lica de ocupaci—n que tiene una gran fuerza a nivel internacional es la de las Madres de la Plaza de Mayo en Buenos Aires (Carri—n, 2019) pero tambiŽn la delimitaci—n del espacio por parte de pandillas en las zonas urbanas que marcan su territorio de acci—n (V‡squez, Gonz‡lez, Quevedo y Barrios, 2011). Finalmente, el espacio pœblico ha sido siempre el espacio de enriquecimiento del capital social que es fundamental para el desarrollo de una sociedad basada en la conÞanza, en normas comunes, en la eÞcacia de las acciones coordinadas (Segovia, 2007). Jane Jacobs explicita que Òcuando el capital social se ha perdido por cualquier causa, el rŽdito que produce desaparece hasta que nuevo capital social es lentamente acumuladoÓ (Jacobs, 1961, p. 138) remarcando la relaciones que tiene dicho capital con otros aspectos de la vida urbana. ÀSi esto es el incre’ble potencial que tiene el espacio de la ciudad, que pasa con Žl en la ciudad neoliberal? Para analizar su estado actual: el espacio pœblico ha perdido su valor estructural en la pr‡ctica inmobiliaria, es lo que queda despuŽs de haber deÞnido los espacios funcionales de la ciudad como viviendas, comercio y oÞcinas (Carri—n, 2019); AugŽ (1992) en esta misma l’nea teoriza el concepto de no lugares, es decir, espacios que no tienen identidad, relaciones e historicidad. Los ’conos de estos lugares son los centros comerciales, los centros de entretenimiento, las catedrales del consumo (Ritzer, 2000), que se destacan por completo, siendo representantes de espacios limpios, nuevos y seguros, del espacio de la ciudad que resulta peligroso, sucio y viejo. Se promociona una parte de la ciudad y se esconde la otra (Segovia, 2007). El ingreso a estos nuevos espacios est‡ permitido solo a los posibles consumidores, fragmentando as’ aœn m‡s el capital social de la ciudad. Tal fragmentaci—n aumenta si incorporamos el concepto de segregaci—n: la teor’a de Janoschka (2002) por la cual los ricos construyen su propio espacio y el espacio pœblico queda solo para los pobres, el espacio pœblico ya no es un espacio donde se crea una tolerancia a la diversidad (Carri—n, 2019) sino un espacio siempre m‡s aislado. El reclamo al derecho a la ciudad y al consecuente derecho al espacio pœblico (Borja, 2011) en AmŽrica Latina, de hecho, viene por parte de los movimientos populares y sociales. ÒEl hecho que la mirada de la poblaci—n de las grandes urbes viva en asentamientos precariosÓ (Calder—n, 2019, p. 107) y que buena parte de la econom’a de la ciudad tenga un car‡cter informal (OIT, 2020) desencadenan mecanismos informales de apropiaci—n del espacio. A estos espacios de la ciudad posfordista hay que a–adir los espacios invisibles, los de las ciudades virtuales de las redes inform‡ticas que forman un hiperespacio paralelo al f’sico (Soja, 2008) con sus din‡micas sociales, econ—micas y pol’ticas entre otras. Se deÞne una desmaterializaci—n y desterritorializaci—n del espacio (Remedi, 2000) que elimina la necesidad de una proximidad f’sica para el desarrollo del capital social y que facilita relaciones entre personas que no pertenecen al mismo espacio. La informalidad es unos de los elementos que inßuye en el espacio del cual se trat— hasta este momento. Se identiÞcan dos tipos de esta informalidad del mismo modo en el cual se han deÞnido dos tipos de pobreza en LatinoamŽrica (PrŽv™t-Shapira 2001, Kessler y Di Virgilio, 2008). Las dos no siempre est‡n estrictamente relacionadas, de hecho, si se mira el Bolet’n de la ciudad del Municipio del Distrito metropolitano de Quito (2012) las personas que trabajan informalmente y que se pueden deÞnir como pobres, representan el 85,72% y los no pobres el 14,28%. Como describe el Banco Mundial (2007) hay dos tipos de informalidad: la voluntaria y la involuntaria. La primera est‡ caracterizada por las personas que eligieron trabajar afuera del sistema por una cuesti—n de conveniencia econ—mica y de libertad profesional (Sassen, 2009), mientras la segunda se caracteriza por esas personas que fueron expulsadas del sistema, personas que hacen parte tanto de la pobreza estructural cuanto de la nueva pobreza urbana. Paralelamente a los dos tipos de pobreza se deÞnen en este trabajo dos tipos de informalidad que se maniÞestan en el territorio de la ciudad actual. La primera es la que est‡ en el imaginario colectivo y que presenta en el espacio pœblico como comercio, artistas, servicios: los vendedores, los transportistas, los mœsicos callejeros, los malabaristas, etc. comienzan a apropiarse del espacio creando unas din‡micas sociales complejas que est‡n en continuo balance entre competitividad y sinergia. La solidaridad nace entre grupos de actores que toman el control de un territorio. Inicialmente se presentan como individuos para luego dejar a un lado el interŽs personal y formar una nueva colectividad. Las ventajas de estas asociaciones tienen que ver con lo cotidiano como por ejemplo cuidar los ni–os o las pertenencias, pero tiene tambiŽn una funci—n de defensa de los ataques externos por parte del orden pœblico o por parte de la categor’a de los formales que ven en la informalidad una competencia desleal (Galeano y Beltr‡n, 2008). Espacio pœblico e hiperespacio en la econom’a de plataforma, Revista Sarance, N¼ 48 nuevos capitales sociales y nuevas formas de resistencia (junio - noviembre 2022) Los mecanismos citados est‡n inßuenciados tambiŽn por las formas de apropiaci—n del espacio. Kamalipour y Peimani (2019) plantean 3 tipos principales de intervenciones en el espacio: m—viles (fundas, mochilas), semiÞjos (triciclos, bicicletas) y Þjos (estructuras permanentes). La categor’a se deÞne sobre todo respecto a la velocidad con la cual la persona puede moverse. Los vendedores que se desplazan r‡pidamente forman parte de una colectividad m‡s grande, pero a veces no tiene una estructura de respaldo, al contrario, los que se instalan de forman permanente hacen parte de una colectividad establecida y est‡n particularizados por un car‡cter hist—rico. Las formas de ocupaci—n pueden tener distintas consecuencias en la calidad espacial: por un lado, puede crearse un h’per aglomeraci—n en el espacio, por el otro, tienen la capacidad de vigilar y vitalizar los lugares que Gehl (2014) identiÞca como inactivos, poco atractivos y pasivos. Por su parte, la nueva informalidad urbana se basa en el concepto de econom’a digital que se asocia a los principios del hiperespacio mencionado anteriormente y a la cuarta revoluci—n industrial, donde el concepto central es la producci—n de inteligencia m‡s que de productos (Scassera, 2019). La econom’a digital ya no es considerada un factor externo a la econom’a de un pa’s, sino parte integral de la misma (Sassen, 2009). En los pa’ses en desarrollo, esta porci—n del mercado ocupa una buena parte del PIB, en el caso espec’Þco de Estados Unidos llega a representar el 33% (CEPAL, 2019). En AmŽrica Latina donde el acceso a internet es limitado, en el 2016 los porcentajes oscilan entre un 15.9% en MŽxico y un 22,2% en Chile (CEPAL, 2019). En las ciudades ecuatorianas el ingreso de las aplicaciones en el 2017 ha aumentado y ha estimulado el crecimiento del trabajo informal en las principales ciudades del pa’s (Mar’n, Maldonado y Olmedo, 2020). Bajo una visi—n neoliberal, esta presenta una gran posibilidad para el mejoramiento de los ingresos de los trabajadores, pero bajo la l—gica del movimiento estructural, resulta una nueva forma de precarizaci—n y una respuesta no adecuada, que m‡s bien estimula el trabajo informal. La econom’a de plataforma est‡ construida por tres elementos principales, la infraestructura de las redes, las aplicaciones, los trabajadores y los consumidores Þnales que son compuestos por gobiernos, empresas e individuos. Segœn Hidalgo y Valencia (2019) la forma de los trabajadores de plataforma de ocupar el espacio pœblico es en peque–as aglomeraciones en los lugares estratŽgicos de las ciudades, ellos/as son los œnicos actores presentes en el territorio. En s’, las empresas, como ya se coment— anteriormente, no est‡n f’sicamente en el territorio, produciendo una falta de legislaci—n, de comunicaci—n, de responsables, en los pa’ses donde actœa (CEPAL, 2019) y en este caso, el hiperespacio juega un rol determinante: ÒTuve un accidente y me dijeron de mandar un correo a Espa–aÓ cuenta un repartidor de Glovo en Quito. Un concepto que ayuda a entender las din‡micas de la econom’a de plataforma es el que Scassera (2019) denomina Òel despotismo de los algoritmosÓ: Es cierto que no existe un jefe o capataz que controle al trabajador de manera directa y le dŽ —rdenes, pero de eso se encargan estas ecuaciones matem‡ticas que llegaron para quedarse: los algoritmos. Las caliÞcaciones son, de este modo, autom‡ticas. Y no se basan solo en las ponderaciones de los clientes, sino tambiŽn en diversos par‡metros que el algoritmo analiza de manera autom‡tica y sin consultar con el trabajador [...]. Todo esto va asignandouna caliÞcaci—n al trabajador que determinar‡ su nivel de exposici—n en la plataforma y, por ende, la cantidad de ofertas de trabajo que obtenga en el futuro. El Žxito o fracaso depender‡ pura y exclusivamente del tiempo que el trabajador dedique y del nivel de concordancia que tenga con las pol’ticas de la plataforma, es decir, con su algoritmo. No existen riesgos ni decisiones personales que tomar. No existe estrategia. No existe la fantas’a empresaria. Todo est‡ parametrizado por la plataforma y el trabajador debe amoldarse a ella a Þn de no ser penalizado. (Scassera 2019, p. 135) En s’ntesis, la precarizaci—n y la informalidad creadas por los algoritmos y por la econom’a de plataforma es muy diferente a la informalidad a la cual los pa’ses en desarrollo estaban acostumbrados. 4. Contexto y zona de estudio En Ecuador, la llegada del trabajo de plataforma coincide con un periodo de cambios para el pa’s. En el mes de agosto del 2018, la Asamblea nacional aprueba la Ley Org‡nica de Fomento Productivo, Atracci—n de Inversiones, Generaci—n de Empleo y Estabilidad, y Equilibrio Fiscal que promueve pol’ticas neoliberales beneÞciando a las grandes empresas y las inversiones privadas (Del Pozo, 2018). El a–o sucesivo, otra medida por parte del gobierno es el corte del gasto pœblico que ve el despido de 12 mil trabajadores del sector pœblico (Hidalgo y Valencia, 2019). El 2020 es un a–o caracterizado por la pandemia del COVID 19 y el gobierno responde con la Ley Org‡nica de Apoyo Humanitario (Del Pozo, 2020) que, por un lado, fomenta las contrataciones por parte de las empresas y, por el otro, inßuye en la precarizaci—n de los trabajadores. Durante la pandemia, el INEC ha presentado un crecimiento del desempleo desde el 3.8% de diciembre 2019 al 13.3% en el periodo mayo-junio 2020 y Þnalmente del 6.6% en septiembre del mismo a–o (2020). Espacio pœblico e hiperespacio en la econom’a de plataforma, Revista Sarance, N¼ 48 nuevos capitales sociales y nuevas formas de resistencia (junio - noviembre 2022) De tal manera, en un escenario en donde el trabajo escasea, las premisas de los modelos de negocio como los que ofrecen estas plataformas digitales se instauran para brindar un ÑsupuestoÑ salvataje al mercado laboral nacional. Disfraz‡ndose de discursos que ofrecen opciones ÒtransitoriasÓ hasta encontrar empleos formales, aun si las personas que habitan en ellos tienen pocas oportunidades para salir, oblig‡ndoles a endeudarse, esclavizarse y subordinarse ante las empresas; las condiciones en las que laboran se encuentran lejos de ser dignas. (Hidalgo y Salazar, 2020) En Quito, el Observatorio de Plataformas de la misma ciudad, estima que el nœmero de repartidores antes de la pandemia era de 1050. En el 2020, calcula la presencia de 7000 trabajadores a nivel nacional. Las cifras no son oÞciales dado que las oÞcinas de las empresas que actœan en el territorio no proporcionan informaciones sobre sus actividades. Hidalgo y Valencia (2019) presentan un mapeo de la ciudad de los puntos en los cuales los repartidores se encuentran durante el horario de trabajo y proporcionan datos sobre cu‡les son los destinos principales de las entregas: 8.7% en la Avenida Gonz‡lez Suarez, 8.1% en la Avenida Eloy Alfaro, en el barrio El Bat‡n, el 5.6% en la zona del parque La Carolina, 5% en La Pradera, el 4.3% entre Naciones Unidas, Bellavista, Quicentro, Quito Tenis, I–aquito y 3.7% en el barrio La Floresta y Avenida la Coru–a, por un total del 35.4%. En el mapa (Figura 1) se puede notar que la mayor’a de los puntos de encuentro est‡n en la zona del centro norte de la ciudad, en primer lugar, a causa de los pedidos m‡s frecuentes de los usuarios como se ha podido ver en los datos precedentemente listados. Y, por otro lado, porque cerca del Parque la Carolina se encuentran varias zonas de restaurantes, centro comerciales y plazas de comida. Entre los puntos evidenciados y una conÞrmaci—n previa a travŽs de la observaci—n por parte de la autora, se ha decidido tomar como caso de estudio el cruce entre la Avenida Repœblica del Salvador y la Avenida Naciones Unidas siendo este un lugar estratŽgico para los repartidores al encontrarse cerca del centro comercial Quicentro norte y de una calle que presenta una gran cantidad de restaurantes. Figura 1 Puntos de encuentro de glovers y ubers eat Fuente: Hidalgo y Valencia, (2019) La avenida mencionada es un espacio representativo de la ciudad posfordista en la ciudad de Quito. Como se puede ver en el segundo mapa (Figura 2), est‡ caracterizados por hoteles internacionales, restaurantes, cafŽs para una clase media y media alta, bancos y sedes de las empresas de salud privadas. Finalmente, es un lugar de representaci—n de la ciudad global y los repartidores representan un instrumento del nuevo tipo de econom’a, pero tambiŽn las contradicciones que se quieren esconder de la misma, como antes se mencion—. Espacio pœblico e hiperespacio en la econom’a de plataforma, Revista Sarance, N¼ 48 nuevos capitales sociales y nuevas formas de resistencia (junio - noviembre 2022) Figura 2 çrea caso de estudio puntos de encuentro de los repartidores Fuente: Elaboraci—n de la autora (2021) 5. Resultados y hallazgos 5.1. Capital espacial 5.1.1 Expresi—n de la sociedad plural Las respuestas dada por los repartidores a la pregunta sobre cu‡nto concuerdan con la frase ÒMe siento libre de poder expresar mis ideas, mis creencias mi personalidad en el espacio donde trabajoÓ identiÞcan un 72% de acuerdo, el 14% neutro y otro 14% para nada de acuerdo. Aunque en la mayor’a se siente libertad en el expresarse, sucesivamente comentan: ÒCuando te hacen el curso inicial te ense–an a no hacer comentarios sobre pol’tica, religi—n y otros temas que pueden crear contraste con el clienteÓ o ÒCuando manifestamos para un pago m‡s justo, a muchos de nosotros nos bloquearon la cuentaÓ que son observaciones muy signiÞcativas en la libertad de expresi—n de un trabajador. De hecho, cuando se analizan los conßictos y alianzas entre los actores y sus plurales caracter’sticas, se evidencia un fuerte contraste entre los trabajadores y los usuarios, los establecimientos y las autoridades pœblicas y la plataforma, dato conÞrmado tambiŽn por el Observatorio de Plataformas que se–ala episodios de xenofobia (88.37% de los repartidores) y acoso (65%) y por el an‡lisis de las redes sociales. Figura 3 Conßicto con clientes y autoridades pœblicas Fuente: P‡gina de Facebook del Observatorio de Plataformas: UBER y Cabify (Quito y los Valles). https://fb.watch/2QMjePkgEC/ En estos intercambios fundamentales en la construcci—n de una sociedad, la pr‡ctica cotidiana de los repartidores est‡ todav’a muy lejana de convertir al espacio pœblico en un lugar donde Òla poblaci—n puede converger y convivirÓ (Carri—n, 2019, p. 199) y volverse un espacio de aprendizaje. Si una persona, cuando afuera llueve, hace fr’o, hay una pandemia y Òpuede cumplir con el #QuŽdateEnCasa en la comodidad de su hogar, mientras alguien le trae comida, v’veres o medicamentos a la puertaÓ (Hidalgo, 2020), el repartidor se encuentra en primera l’nea m‡s que nunca. A pesar del rol fundamental Espacio pœblico e hiperespacio en la econom’a de plataforma, Revista Sarance, N¼ 48 nuevos capitales sociales y nuevas formas de resistencia (junio - noviembre 2022) que los protagonistas de nuestra historia han desarrollado en el œltimo a–o en todo el mundo, siguen siendo estigmatizados, acosados y discriminados. Ese sue–o de un espacio pœblico por el que pulula un ejŽrcito de voluntarios ‡vidos por colaborar, se derrumba en cuanto aparecen los signos externos de una sociedad cuya materia prima es la desigualdad y el fracaso. (Delgado, 2011) La xenofobia del gobierno ecuatoriano, expresada por las palabras de Lenin Moreno en enero 2020 luego de un feminicidio por parte de un venezolano (Hidalgo Valencia), ha llevado a las Naciones Unidas a manifestar su preocupaci—n respecto a las expresiones de discriminaci—n en el pa’s. Si estos son los mensajes que env’a el gobierno, Àcomo se puede esperar un espacio de colaboraci—n entre desiguales? 5.1.2. Capital social La desigualdad ha demostrado no ayudar a la construcci—n de un nuevo capital social, por el contrario, las diÞcultades de los marginalizados, y en este caso de los repartidores de plataforma de la Avenida Repœblica del Salvador, rinden necesaria una colaboraci—n entre iguales. Ò... procesos de fragmentaci—n de la unidad como resultado de la agravaci—n de las desigualdades sociales, de formas no solidarias y reagrupamiento por aÞnidadÓ. (PrŽv™t Shapira, 2001) En la primera encuesta desarrollada en esta investigaci—n se ha analizado la variable Òcapital socialÓ en la ciudad de Quito evidenciando que el 54.8% declara haber incrementado, a travŽs del trabajo con aplicaci—n, su entorno social, y el 48.4% declara que hay colaboraci—n entre colegas. Desde esta descripci—n, es aœn mas interesante evidenciar que no hay diferencias signiÞcativas sobre la percepci—n del nuevo capital social entre las variables sociodemogr‡Þcas como gŽnero, naci—n, etnia, edad, nivel educaci—n, es decir: en las mismas condiciones de trabajo, las diferencias sociales no impiden nuevas colaboraciones. El dato es conÞrmado por la encuesta hecha en el ‡rea tomada como caso de estudio donde el 14% est‡ muy de acuerdo con la frase Òme siento apoyado por mi entorno socialÓ, el 72% est‡ de acuerdo y solo el 14% est‡ poco de acuerdo. Los grupos que se forman en la calle en los lugares de espera son s’ntoma de esta colaboraci—n, pero m‡s all‡ de su expresi—n f’sica, las colaboraciones se expresan tambiŽn en el hiperespacio. Los repartidores de la avenida Repœblica del Salvador tienen un chat comunitario de aproximadamente 73 personas donde Ònosotros nos ayudamos si tenemos problemas con las motos, por temas de seguridad o si nos falta cambioÓ o Ònos enviamos la ubicaci—n si es que nos vamos a lugares que creemos peligrososÓ. El apoyo es dado tambiŽn por las redes sociales, tanto a nivel nacional cuanto a nivel internacional. Figura 4 Formas de colaboraci—n En la Figura 4 se pueden ver dos frentes de colaboraci—n: en la imagen de la izquierda, una conferencia sobre c—mo obtener asesor’a jur’dica y, en la imagen de la derecha, el apoyo a nivel internacional de los grupos organizados de repartidores: Òsi la explotaci—n es global, la resistencia es internacionalÓ es el eslogan (Hidalgo y Salazar, 2020). Si Jane Jacobs (1969) sostiene que la destrucci—n de cualquier capital social elimina deÞnitivamente el rŽdito que dicho capital produc’a, en la econom’a de plataforma sucede exactamente lo contrario. Las aplicaciones tienden a bloquear a los usuarios que trabajan en el sector por m‡s de un a–o y medio con la intenci—n de debilitar la fuerza del mismo (Hidalgo y Valencia, 2019). 5.2. Espacio pœblico en la ciudad neoliberal 5.2.1. Fragmentaci—n del no lugar El concepto de no lugar de AugŽ (1992) y el de fragmentaci—n de Espacio pœblico e hiperespacio en la econom’a de plataforma, Revista Sarance, N¼ 48 nuevos capitales sociales y nuevas formas de resistencia (junio - noviembre 2022) PrŽv™t-Shapira (2001), est‡n estrechamente relacionados en la realidad urbana de los trabajadores de plataforma. Las restricciones y diÞcultades diarias a las que se enfrentan al no tener m‡s que un lugar donde estar en los momentos de espera impiden crear un v’nculo, una identidad y un sentido de pertenencia con el lugar donde se encuentran: ÒNo hay un espacio para nosotros, esto lo tenemos porque pagamosÓ. Frente a la aÞrmaci—n ÒSiento al espacio donde trabajo como un espacio proprioÓ los repartidores de la Avenida Repœblica del Salvador est‡n 28% para nada de acuerdo, 29% poco de acuerdo, 14% neutro y nadie de ellos resulta muy de acuerdo. A la falta de identidad que sienten se suma una micro-fragmentaci—n invisible de su entorno, debida a las restricciones y a los conßictos que se crean a su alrededor haciendo que no se sientan bienvenidos. Resultan estar muy de acuerdo y de acuerdo con la frase ÒSiento que tengo l’mites para moverme en el espacio donde trabajoÓ. Los ediÞcios que representan la ciudad global como el hotel internacional cercano y el banco, les impiden acercarse a sus instalaciones, los centros comerciales y las plazas de comida les impiden el ingreso (el 65% de los repartidores no ha podido utilizar el ba–o de restaurantes o plazas de comida segœn el Observatorio de Plataformas) y los controles de la polic’a hacen que tengan que cambiar de ruta durante las entregas, lo que los hace menos deseables para el algoritmo (Scassera, 2019).ÒEl derecho de admisi—nÓ (Borja, 2001, p. 40) a los espacios en los cuales trabajan muchas veces les es negado. Sin espacio pœblico potente, integrador socialmente, articulador f’sica y simb—licamente: [la] ciudad se disuelve, la democracia que se pervierte, el proceso hist—rico que hace avanzar las libertades individuales y colectivas se interrumpe o retrocede, la reducci—n de las desigualdades y la supremac’a de la solidaridad y la tolerancia como valores ciudadanos se ven superados por la segregaci—n y por la codicia, por el ego’smo y la exclusi—n. (Borja, 2001, p. 39) 5.2.2. Derecho al espacio pœblico Debido a la falta de un lugar al cual pertenecer, los trabajadores de la Avenida Repœblica del Salvador son conscientes de tener el derecho a ocupar el espacio, aunque se lo nieguen. El 29% declara estar muy de acuerdo con la frase Òtengo derecho de apropiarme y trabajar en el espacio donde me encuentroÓ. El 57% est‡ de acuerdo. Esta sensaci—n ha aumentado con la venida del Covid-19 que ha cambiado la realidad de todos y en este sentido uno de ellos aÞrma: ÒS’ tenemos el derecho, sobretodo despuŽs del trabajo que estamos haciendo en esta pandemiaÓ. Calder—n (2019) declara que los movimientos de reclamos del derecho a la ciudad y al espacio pœblico en AmŽrica Latina nacen de insurgencias ciudadanas. En lo referente a los trabajadores de plataforma, no se ha percibido un camino hacia una insurrecci—n para el reclamo al derecho al espacio: la precariedad de su situaci—n laboral y la falta de pertenencia tanto al espacio cuanto al trabajo no estimulan la necesidad de reclamar su espacio. Por otro lado, el mismo autor identiÞca que los movimientos sociales que reclaman este derecho en las ciudades latinoamericanas son producto de la informalidad: de las personas que buscan hacerse espacio en un sistema que no se lo da. ÀLos trabajadores de plataforma, aunque inicialmente en esta investigaci—n se deÞnen como trabajadores informales, a quien podr’an reclamar el derecho a tener un espacio? ÀLas aplicaciones, que no ofrecen ningœn instrumento de trabajo a sus trabajadores (que por esta raz—n preÞere llamar ÒcolaboradoresÓ) aparte de la plataforma (que los repartidores pagan mensualmente), son las que realmente tendr’an que hacerse cargo de ofrecer un espacio? ÀEl derecho que podr’an reclamar es el espacio pœblico o simplemente un espacio de trabajo? 5.2.3. Hiperespacio El hiperespacio ha sido objeto e instrumento de esta investigaci—n. Casi todos lo indicadores de ambas variables han sido complementados con los an‡lisis de las redes sociales como ya se pudo apreciar anteriormente. En el caso del trabajo de plataforma, el hiperespacio toma distintas formas: el empleador (que ser‡ analizado sucesivamente en el punto 5.3.1), el espacio de colaboraci—n, el espacio de protesta y resistencia. En la encuesta relativa al estudio de caso se quiso entender si el espacio virtual es considerado como un espacio real, generante de relaciones, oportunidades econ—micas y emociones. Las respuestas fueron bastante divididas respecto a los primeros dos puntos. El 43% considera que las relaciones y las oportunidades que se crean a travŽs del hiperespacio son reales mientras que el otro 43 % sostiene lo contrario. Hay diferencias respecto al tema de las emociones donde el 57% considera reales las emociones creadas en el hiperespacio y solo el 14% est‡ poco de acuerdo con la cuesti—n. En el an‡lisis de las redes sociales parece evidente que el hiperespacio se convierte en un espacio de organizaci—n que toma consistencia en el espacio pœblico. Aunque el espacio virtual puede ser considerado como un no lugar, lleno de encantos, pero sin un contenido real, Espacio pœblico e hiperespacio en la econom’a de plataforma, Revista Sarance, N¼ 48 nuevos capitales sociales y nuevas formas de resistencia (junio - noviembre 2022) podemos darle la vuelta al proceso, aprovech‡ndonos de su ‡mbito espacial expandido, de sus borrosas fronteras, de su ruptura con las jerarqu’as r’gidas, de su ßexibilidad y de su fragmentaci—n, con el Þn de comprometernos en una praxis espacial m‡s creativa de transgresi—n, de cruce de fronteras, de trabajo en el l’mite y de compromiso con el derecho a ser diferente que pueda reorientar la difusi—n de la hiperrealidad desde sus canales esencialmente conservadores hacia objetivos m‡s progresistas. (Soja, 2008, p. 462) ÀPuede ser este un nuevo espacio del cual provienen cambios reales? En el mapa que sigue, se quiso resumir los conceptos hasta ahora listados siendo ellos analizados por separado, pero teniendo gran relaci—n entre ellos. Figura 5 Alianzas y conßictos en la Av. Repœblica del Salvador (Quito-Ecuador). Fuente: Elaboraci—n de la autora. Conßictos, colaboraciones, fragmentaci—n, derecho a la ciudad se mueven entre el capital espacial y el hiperespacio que no resultan espacios separados sino m‡s bien en continua relaci—n. El estudio de caso tiene como punto de partida la Avenida Repœblica del Salvador, pero su expansi—n tiene l’mites borrosos. 5.3. Econom’a digital 5.3.1. Econom’a de plataforma, organizaci—n social y apropiaci—n del espacio pœblico En el caso del hiperespacio como instrumento de empleo se pueden delinear dos sentimientos contrastantes: la oportunidad que el trabajo de plataforma representa (el 57% de los repartidores del ‡rea de estudio est‡n de acuerdo sobre las ventajas que hay en este tipo de trabajo) y las desventajas que produce (el 14% est‡ muy de acuerdo frente a la idea de que este tipo de trabajo produce desventajas; y el 43% est‡ muy de acuerdo sobre las consecuencias negativas del trabajo de plataforma). Glovo en el 2018 tuvo un facturado de 100 millones de d—lares mientras que Uber en el ultimo trimestre de 2019 tuvo un ingreso de 2950 millones. El 56% de los trabajadores trabaja 7 horas diarias y el 34% 5 o 6 d’as a la semana la mayor’a por 8-12 horas diarias (74%) o 4-6 horas diarias (23%) alcanzando un pago m‡ximo de 1200 d—lares (Hidalgo y Valencia, 2019). Si analizamos estas cifras y las sumamos al concepto de Scassera (2019), que relata el despotismo del algoritmo, resulta claro que el discurso de ser ÒemprendedorÓ de Òtrabajar para ti mismoÓ, o Òen tu tiempo libreÓ, no corresponde a la realidad: si trabajas pocas horas, si rechazas d’as de trabajo, si rechazas pedidos, si utilizas bici en lugar de moto, m‡s otras formas de evaluaci—n, el algoritmo baja el puntaje y da preferencia a las personas que s’ resultan ser buenos trabajadores para el algoritmo.La idea que con la plataforma una persona se vuelva emprendedor, est‡ comenzando a romperse, m‡s bien la presi—n que ejerce sobre el trabajador tiene efectos en el espacio pœblico: la necesidad de complacer al algoritmo empuja a los trabajadores a arriesgar su vida en las calles (Hidalgo y Valencia, 2019); cuando el hiperespacio no alcanza como espacio donde expresar insatisfacci—n, las formas de resistencia vuelven a tomar las calles. 6. Conclusiones Si bien la econom’a de plataforma parece calzar en la deÞnici—n de trabajo informal, hay que denotar que los mecanismos producidos por la Espacio pœblico e hiperespacio en la econom’a de plataforma, Revista Sarance, N¼ 48 nuevos capitales sociales y nuevas formas de resistencia (junio - noviembre 2022) informalidad tradicional son muy distintos de la violencia estructural (Auyero, 2007) del algoritmo: si en la teor’a de Davis (2004) la informalidad est‡ caracterizada por pobres que explotan a los m‡s pobres en el espacio pœblico, ahora la explotaci—n viene por parte de seres impalpables y millonarios en el hiperespacio. Aunque la apropiaci—n del espacio pœblico puede asemejarse a la forma de intervenci—n de tipo m—vil descrito por Kamalipour y Peimani (2019), con una casi nula relaci—n con el espacio pœblico y el capital social que lo rodea, el trabajador de plataforma comienza a romper los l’mites entrando en la ßexibilidad del hiperespacio (Soja, 2008). Aunque la expresi—n territorial haga parecer a los repartidores Òdispersados, atomizados, alejados unos de otros, amontonados en reductos intersticialesÓ (Delgado, 2011, p. 94), la resistencia internacional generada en el espacio virtual resulta ser muy cercana en un lugar completamente libre y sin l’mites. Y, si bien el hiperespacio tenga una gran expansi—n y libertad, es en realidad un espacio fragmentado como el espacio de la ciudad neoliberal: el poder y la vigilancia de la econom’a digital (Zuboff, 2019) siguen teniendo el control y las mismas diferencias que dividen en el espacio f’sico, continœan en el espacio virtual. El capital social creado por la uni—n por aÞnidad (PrŽv™t-Shapira, 2001) est‡ a las ant’podas con la idea de una sociedad que sepa convivir con las diferencias (Carri—n, 2019). Referencias bibliogr‡Þcas AugŽ, M. (2013). Los no Lugares. Signo y Pensamiento 13(24), pp. 162Ð63. Auyero, J. y Moran, T.P. (2007). 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