Editorial En el año 2006, la revista SARANCE 25 del Instituto Otavaleño de Antropología comparte por primera vez en su portada el logotipo de su proyecto emblemático: la Universidad de Otavalo. Esta fue fundada en el año 2002 bajo la necesidad del IOA de buscar, en la educación superior, una transformación en la formación de profesionales que puedan comprender las realidades de la zona y que, por medio de su práctica, se generen diversas visiones que procuren mejorar la convivencia y los planteamientos sociales, políticos y culturales de la región. En esa revista, Fernando Tinajero, en el discurso del cuadragésimo aniversario del Instituto Otavaleño de Antropología 1 , plantea que uno de los objetivos principales era la creación de “una universidad en cuyas aulas sea posible dar nueva vida y funcionalidad al saber acumulado en el Instituto” y añade que, esos primeros años, la Universidad de Otavalo: está haciendo posible la transmisión y multiplicación del saber de lo propio, que no fue descubierto ni creado para dormir en el silencio de los fondos documentales, sino para circular libremente en las aulas, sometido al vaivén de las interpretaciones que a cada paso abren en él perspectivas siempre prometedoras. (Pg. 148) A nivel general, la Universidad de Otavalo nació para ser el espacio en el cual se pueda debatir desde puntos de vista diversos, se puedan proponer nuevas perspectivas a través de la argumentación y que, por medio del encuentro colectivo, logre seguir construyendo conocimiento con el compromiso que venía caracterizando el trabajo académico del Instituto desde la década de los sesenta. Si bien la continuidad de su misión y filosofía que marcaron su origen deben continuar, es necesario actualizar constantemente su mirada y replantear su misión, más aún en los momentos que toda la humanidad está enfrentando. Enfrentamos un momento de quiebre y de cierre de un proceso en el que la jerarquización de la información ha reemplazado la estimulación del conocimiento (entendiendo este como un proceso de análisis , creación y desarrollo de pensamiento) y se ha apoderado de la educación superior, donde “la teoría y la práctica se separaron, la creación y el análisis se distanciaron, lo personal y lo colectivo se aislaron y las ciencias se autonominaron” (Garces, 2018: 19). Esto nos lleva a una primera cuestión: ¿cuál es el papel que pueden jugar las instituciones educativas, escuelas, colegios y universidades en el encuentro entre humanos? Una segunda cuestión más estructural es la que surge al plantearnos la relación de las instituciones con el conocimiento. En estas fronteras de la institucionalidad, la normativización estatal de la educación, la interculturalidad y la relevancia de diversos saberes ¿cuál es el lugar que tiene el conocimiento? Si algo ha traído este momento pandémico, ha sido la emergencia de volver a pensar casi todas las dimensiones que nos atraviesan a nivel individual-subjetivo y en las diversas esferas sociales en las que nos relacionamos con los otros y con el planeta. Muchas de estas cuestiones las creímos ya resueltas, pero, al enfrentarnos a un parón tan radical como el que vivimos, vemos cómo esas seguridades se vinieron abajo: la profundidad de las relaciones sociales, la democratización informática, el mundo psíquico, el entretenimiento de “tiempo libre”, el espacio público y, sobretodo, el acceso y el compromiso real de la educación. Esa educación buscaba estar más allá de la transmisión de conocimientos y de las estadísticas de calidad, y que pretendía ser vivida como herramienta transformadora de la realidad y como plataforma de esperanza para la construcción de otros mundos posibles. Resulta interesante cómo, en este número de la revista Sarance, se presentan artículos que se entrelazan, tanto en las preguntas diacrónicas de la historia y la arqueología, con las preguntas sincrónicas de elementos constitutivos de las identidades humanas. Temas como la interculturalidad, el género y el pensamiento crítico buscan en este número un prisma distinto para pensar estos conceptos tan utilizados y vaciados, que hacen necesario su cuestionamiento y reconfiguración en una realidad con cada vez menos certezas. Hoy más que nunca, resulta imprescindible que, a nivel individual y colectivo, repensemos los aspectos fundamentales de cada uno de nuestros compromisos. _________ 1 Ver el discurso completo en la revista Sarance N 25 (2006). _________ Diego Rodríguez Estrada Editor general