Sarance 45, publicaci—n bianual, per’odo diciembre 2020-mayo 2021, pp 51 - 67. ISSN: 1390-9207 ISSNE: e-2661-6718. Fecha de recepci—n 18/07/2020; fecha de aceptaci—n: 04/08/2020 DOI: 10.51306/ioasarance.045.04 Padre cajero, hijo caballero y nieto pordiosero. Los imaginarios sociales sobre el criollo a travŽs de los escritores peninsulares del siglo XVIII. Taitaka kullki kamayuk, churika muzu wampra kutin churipa churika wakcha. XVIII watakunapi kuntisuyu killkak runakuna riksichin ima yuyaykunata charishkanchik criollo runa hawamanta. Cashier father, gentleman son and beggar grandson. The social imaginary about Creole through the 18th century peninsular writers. MSc. Santiago Paœl YŽpez Su‡rez 1 sanyepsua@alum.us.es ORCID: 0000-0001-6855-9589 Universidad de Sevilla, (Sevilla - Espa–a) Resumen El presente estudio aborda los imaginarios sociales sobre el criollo hispanoamericano a partir de varios autores y escritos peninsulares, llegando a ser una circunstancia que desencadenar’a en una verdadera guerra ideol—gica de t—picos y estereotipos que surgi— a partir del siglo XVI y se consolid— durante todo el siglo XVIII. Por consiguiente, se ha tomado como fuente primaria aquella literatura oÞcial, eclesi‡stica y profana de diversos autores espa–oles; de Žstos, unos residieron en AmŽrica y conformaron una heterogŽnea imagen de los nobles americanos, mientras que otros, desde la metr—poli, imaginaron al criollo con determinados sesgos y representaciones antropol—gicas. Viajeros, autoridades e ilustrados nos proveen una rica imagen del otro, su otro m‡s parecido, el criollo, dentro de un contexto en el que las reformas borb—nicas hab’an creado un nuevo sentimiento criollista. 1 Esta investigaci—n surgi— como resultado de las investigaciones realizadas en la Universidad de Sevilla y el Archivo General de Indias en el M‡ster en Estudios Americanos. 51 Palabras claves: Criollo hispanoamericano. Imaginarios sociales. Proyectismo. Ilustraci—n. Monarqu’a Hisp‡nica. Tukuyshuk Kay killkashka pankaka riksishin imashinami criollo runakunatamanta yuyaykuna sichiyarishpa katirka XVI watakunamantapacha XVIII watakunakaman ashtawankarin imashinami makanahuykunapash mirarishpa rishkakunamanta. Kuntisuyu killkak runakunaka killkaykunata hapishpa shinallata espa–oles nishka mishukuna Abya Yalapi kawsashka yuyaykunatapash chimparushpa rikushkanchik imashpata wakinkunaka alikanchik karian criollo kayta, kawsaytapash, shinapash shuk mishukunapa rikuypika na all’ –awiwan rikun kashka criollota. Tarik killkakuna: criollo hispanoamericano; Kayshukpa, –ukanchikpa kawsay rikuykuna; Proyectismo; Amawtakuna; monarqu’a hispana. Abstract The present study addresses the social imaginary about Hispanic American criollos from several peninsular authors and writings, becoming a circumstance that would trigger a true ideological war of topics and stereotypes that emerged from the 16th century and consolidated throughout the eighteenth century. Consequently, that ofÞcial, ecclesiastical, and profane literature of various Spanish authors has been taken as the primary source; of these authors, some resided in America and formed a heterogeneous image of the American nobles, while others, from the metropolis, imagined the criollos with certain biases and anthropological representations. Travelers, authorities, and enlightened people provide us with a rich image of other, his most similar other, the criollo, within a context in which the Bourbon reforms had created a new criollo feeling. Keywords: Hispanic American criollo; Social imaginary; Projecting, Illustration; Hispanic monarchy. 1. Introducci—n Segœn el Diccionario de Autoridades de 1729, se deÞn’a al criollo como Òel que nace en Indias de Padres Espa–oles, o de otra Naci—n que no sean Indios. Es voz inventada de los Espa–oles Conquistadores de las Indias y comunicada por ellos en Espa–aÓ2. Tal concepto hab’a surgido durante la segunda mitad del siglo XVI en el Virreinato del Perœ (Lavalle, 2013: 63-69) llegando a ser un tŽrmino ciertamente despectivo, al igual que Ògachup’nÓ o Òchapet—nÓ, asimil‡ndose s—lo a Þnales del XVII y, especialmente, durante todo el siglo XVIII por los espa–oles americanos, quienes orgullosamente reivindicaron su estatus y punto de diferenciaci—n de sus Òpadres espa–olesÓ. No obstante, los criollos hispanoamericanos jam‡s se consideraron como tal. Simplemente se autoidentiÞcaban, en cuanto a su calidad y categor’a, como espa–oles y nobles, puesto que ni siquiera la concepci—n de Òespa–oles americanosÓ cab’a en su aceptaci—n. El tŽrmino ÒcriolloÓ, en s’ mismo, albergaba ciertos estereotipos con que castellanos, extreme–os, gallegos, vascos y andaluces marcaban cierto punto de inßexi—n y diferencia para con sus descendientes en suelo americano. Otro concepto similar es el de ÒindianoÓ, designado para referirse al espa–ol que hab’a permanecido durante algœn tiempo en AmŽrica antes de retornar a Espa–a, o a algœn sujeto de posici—n acomodada residente en AmŽrica3. As’ como es arriesgado hablar de un Ònacionalismo criolloÓ del siglo XVIII, es inveros’mil aÞrmar que presuntamente existi— una identidad propia en cada grupo social de la AmŽrica virreinal. No obstante, s’ podr’amos declarar que entre espa–oles peninsulares y espa–oles americanos se fue construyendo una verdadera crisis de identidad, no hisp‡nica en su concepci—n propiamente dicha, sino en lo referente a las pugnas de poderes, los intereses comerciales y un distanciamiento del patricio americano con un territorio europeo que le era muy ajeno al suyo desde su nacimiento (Serrera, 2011: 301). ÀAcaso el americano, aun cuando sus padres o abuelos hayan nacido en territorio europeo, hubiera pretendido amar a unas tierras extranjeras m‡s que las que lo vieron nacer? Por consiguiente, la enorme distancia -entre ocho a doce mil kil—metros- de la metr—poli con sus bastos reinos y provincias en AmŽrica, fue una condici—n que generar’a una verdadera problem‡tica de sentimientos e intereses encontrados entre espa–oles y criollos; cuesti—n que, m‡s temprano 2 Diccionario de Autoridades. (1726-1739). Real Academia Espa–ola, Madrid. 3 îp. cit. 53 que tarde, conforme surg’a el primer decenio liberal y las cr’ticas circunstancias pol’ticas y socioecon—micas del Antiguo RŽgimen, destellar’a en la ruptura, casi deÞnitiva, del ßujo de las relaciones Žtnicas, comerciales y culturales que Espa–a y la AmŽrica mestiza hab’an compartido durante m‡s de tres siglos. En el presente art’culo, se identiÞcan los imaginarios sociales sobre el criollo a travŽs de diversos escritores peninsulares que estudiaron a fondo la problem‡tica americana, asimilando al espa–ol americano desde los ojos del espa–ol peninsular, evidenci‡ndose as’ las nacientes identidades que madurar‡n en los posteriores Estados nacionales. En consecuencia, se analizan las distintas representaciones antropol—gico-etnicistas que se intensiÞcaron sobre el criollo a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, a travŽs de una literatura que abarca Memoriales, Informes oÞciales, Diarios de viajes, Discursos y Proyectos por parte de diversos autores espa–oles del siglo ilustrado. Se pretende esclarecer si la imagen del criollo fue asumida tradicionalmente como despectiva y conspiradora, o si, por el contrario, los espa–oles americanos fueron aceptados al un’sono que sus ascendientes espa–oles, tanto en calidades como en habilidades, dentro de un contexto en el que se iban acentuando las sendas cr’ticas, no solo del criollismo, sino tambiŽn a las pol’ticas mismas del Antiguo RŽgimen. 2. Metodolog’a Con el objeto de establecer los imaginarios sociales con que los autores peninsulares proyectaban sobre el criollo, a travŽs de variadas representaciones antropol—gico-etnicistas que brotaron durante todo el siglo XVIII, teniendo Žstas su germen desde el momento en que nacieron los primeros patricios en tierras americanas, ha sido necesario el an‡lisis del contenido de fuentes documentales, tales como Discursos, Relaciones, Planes, Informes, Libros de viajes, entre otros escritos que guardaban cierto celo eminentemente pol’tico pero pintado desde un singular imaginario hacia la idiosincrasia del grupo criollo. Por consiguiente, han sido comparadas todas aquellas fuentes que topaban la problem‡tica del criollo hispanoamericano, a Þn de matizar un imaginario heterogŽneo sobre aquel grupo social. Sus autores, ya sean Žstos insigniÞcantes, medianos o altos funcionarios peninsulares, laicos y religiosos (abates, economistas, comerciantes, novatores y proyectistas), todos ellos asum’an un determinado y dis’mil concepto sobre los espa–oles americanos, dentro de un contexto donde las nuevas ideas pol’ticas del movimiento ilustrado hab’an penetrado en lo m‡s profundo de los nobles americanos, hasta estructurarse un innegable sentimiento criollista en las artes, las ciencias y las letras. De esta manera, el presente estudio presenta varios apartados que tratan sobre los imaginarios y estereotipos sobre el criollo, y las causas por las cuales se originaron estas ricas y variadas im‡genes mentales y representatividades sobre el otro. Para este œltimo acometimiento, ha sido necesario indagar sobre determinadas fuentes secundarias a Þn de esclarecer el contexto pol’tico, cultural y socioecon—mico para que el criollo sea visto de tal o cual manera. 3. El criollo como problema antropol—gico durante el siglo XVIII 3.1. Hijos holgazanes, criollas bien casadas Uno de los escritos del cual sus postulados se materializar’an en hechos concretos pocos a–os m‡s tarde de su publicaci—n se trata del Discurso y Reßexiones de un vasallo sobre la decadencia de nuestras Indias Espa–olas, hacia 1760, siendo JosŽ de G‡lvez su autor4. El documento de 140 folios, referido por su escritor como un breve resumen de algunas observaciones, plantea un conjunto innovador y a la vez radical de reformas que iban desde el examen minucioso del estado de las principales potencias europeas y su relaci—n colonial con AmŽrica, hasta ofrecer sendas reßexiones en torno a lo civil y lo pol’tico sobre la situaci—n del comercio entre Espa–a y sus posesiones, cuestionando, por ejemplo, al monopolio comercial que exist’a en C‡diz. Sin embargo, una parte medular de aquel escrito se dirig’a hacia los criollos, su condici—n en las Indias y las restricciones futuras en beneÞcio de los intereses mon‡rquicos. El escrito de G‡lvez no ser’a m‡s que un espejo demasiado claro de esta nueva tendencia de identidades, cuesti—n que se reßejar’a en el ideario de otras personalidades de su Žpoca, inßuyentes o no. Inmediatamente, al presentar tres clases de comerciantes en Nueva Espa–a (almaceneros, mercaderes y repartidores), G‡lvez conclu’a que Òcasi todos los empleados en estas clases de Comercio van de Espa–a, por que los criollos no se aplican por lo regular a seguir la mercanc’a, aunque sus padres hayan vivido en ellaÓ5. Esta imagen se 4 Investigadores como Colom Gonzales ratiÞcan este dato cronol—gico y lo sitœan como parte del denominado Òproyectismo espa–olÓ como ideario precursor de las reformas borb—nicas. 5 G‡lvez, JosŽ de. (1760). Discurso y Reßexiones de un vasallo sobre la decadencia de nuestras Indias Espa–olas, Archivo General de Indias (en adelante AGI), ESTADO, 86a, Fol. 54. repetir‡ en varias de las obras de no pocos peninsulares, tomando a la casta criolla como un grupo noble y holgaz‡n que viv’a a expensas de las herencias acaudaladas por el trabajo de sus antepasados Ðespa–olesÐ, especialmente las haciendas que llegar’an a tener las nuevas generaciones. Dentro de la literatura de viajes y expediciones cient’Þcas, por ejemplo, no ser’a razonable desde–ar los postulados relativos a la imagen sobre el grupo social criollo contenido en las Noticias secretas de AmŽrica presentadas por Jorge Juan y Antonio de Ulloa alrededor de 1747. La impresi—n de sus observaciones en torno a la sociedad indiana lo har’an presente en el segundo tomo de la obra. Aquellas Òcostumbres de sus habitantesÓ, tan presentes en todas las expediciones, habr’an de inocular en el imaginario peninsular un concepto determinado frente a las castas de la otra parte de la Corona. Anunciaban ya las rencillas y diferencias bien marcadas entre los peninsulares y criollos, pues la superioridad de los unos era antag—nica a la identidad que se cultivaba en los otros. No obstante, es preciso aÞrmar que en los criollos no prevaleci— un sentimiento anti-hisp‡nico como tal, sino que fueron las ra’ces pol’tico-econ—micas las que ocasionaron el desequilibrio de identidades (Gil, 1998: 26-38). En repetidas veces se cuestiona la vanidad de los criollos, pero m‡s interesante aœn es el concepto que adjetiva las causas de la desidia y el vivir a expensas de la herencia de sus antepasados. Eran sus costumbres las que Òlos aparta del trabajo y de ocuparse en el comercio, œnico ejercicio que hay en las Indias capaz de mantener los caudales sin descaecimiento, y los introduce en los vicios que son connaturales a una vida licenciosa y de inacci—nÓ (Juan y Ulloa, 1747: 418). Adem‡s, esta circunstancia supon’a que las mujeres criollas acostumbren a contraer matrimonio con los espa–oles antes que con los de su misma clase, puesto que la vida holgazana de los criollos, a expensas de la herencia dejada por sus padres europeos, les pon’a en una notable desventaja ante los reciŽn llegados. As’ reÞeren los autores que Òlas mismas Criollas, reconociendo el despilfarro y ociosidad de sus mismos compatriotas, hacen m‡s estimaci—n de los Europeos y preÞeren casarse con ellosÓ (—p. cit.: 418-419). Sin embargo, a pesar de que los criollos no eran h‡biles en las actividades comerciales y el manejo de las haciendas, si destacaban en las letras y las dem‡s facultades, segœn otros autores como el clŽrigo capuchino Francisco Ajofr’n en su minucioso Diario de viajes a la AmŽrica septentrional hacia 1763. El hecho de que los peninsulares contra’an matrimonio con las criollas era una respuesta estratŽgica en el proceso de blanqueamiento dentro de la sociedad americana, con la Þnalidad de asegurar los lazos hereditarios y pol’ticos. Esta situaci—n conllevar’a a fomentar un sentimiento de divisi—n de los Òcriollos viejosÓ, provenientes de la herencia pol’tico-econ—mica que les aportar’an los conquistadores, y los Òcriollos nuevosÓ hijos de las reciŽn llegadas generaciones de espa–oles (Mart’nez, 1998: 19-20); un verdadero juego de intereses. Todos estos conceptos no hacen m‡s que retratar la acumulaci—n de las pugnas pol’tico-econ—micas que dedicaban sus esfuerzos en buscar razones suÞcientes que justiÞcasen a cada uno de los bandos para manejar la opini—n pœblica del siglo XVIII en favor de sus intereses (BernabŽu, 2006: 47). Si para el acervo mental del espa–ol peninsular sus hijos, los criollos, hab’an de dedicarse a una vida haragana y viciosa, luego de usufructuar los bienes adquiridos con sacriÞcio en las pasadas generaciones de sus padres; el criollo, por su parte, cultivaba la viva imagen del usurpador y advenedizo que controlaba el monopolio de los altos cargos en la burocracia indiana, en tierras que no eran suyas m‡s de lo que el natural indiano ten’a derecho. As’ tenemos un doble colonialismo: el externo que se reßeja desde el imaginario peninsular; y el interno, como una consecuencia del anterior y que se ver’a plasmado vivamente, por ejemplo, en las pinturas de castas de varias academias de arte que se fundaron en Nueva Espa–a; sus representantes asimilaban un sentimiento propio del criollismo al subordinar en sus representaciones art’sticas los estereotipos que designaban el fenotipo, la calidad y la naturaleza de quienes no conformaban la Žlite dominante dentro de la sociedad colonial (Catelli, 2012: 146-174). Las pinturas de castas, siendo tambiŽn un tipo evidente de representatividad, expresaron una contrarrŽplica del criollismo frente a las representaciones pol’tico-etnicistas citadas en p‡ginas anteriores. La opulencia novohispana, los trajes ricamente labrados, los frutos aut—ctonos, las costumbres, y hasta las emociones, conformaron un tipo pict—rico original en contraposici—n a la idea que ten’a el peninsular sobre las Indias y sus habitantes (Katzew, 2004: 67-69)6. 3.2. Esp’ritu de partido y parcialidad En lo relacionado al problema administrativo de las provincias y reinos de Indias, dentro del apartado subtitulado Gobierno Econ—mico y Civil, el Ministro malague–o, entre los Òmuchos abusosÓ que comprend’a el Gobierno 6 Katzew, Ilona. (2004). La pintura de castas. Representaciones raciales en el MŽxico del siglo XVIII. Turner Publicaciones, S. L., Singapur, pp. 67-69. 57 en las Indias, argumentaba que hab’a cierto exceso burocr‡tico en los cargos que ocupaban los criollos en sus lugares de origen, dando a entender que tal situaci—n provocaba que en AmŽrica estŽn muy acentuadas las redes clientelares, puesto que Òsiempre convendr’a mucho colocarlos en Audiencias bien distantes de su origen, por que en Indias reyna tanto el esp’ritu de Partido y Parcialidad que aun en los Compadrazgos producen una alianza estrechaÉ Ó7. Aquella era una soluci—n bastante clara hacia el aparataje burocr‡tico en la AmŽrica Hisp‡nica, sin antes asimilar la defensa de clase y la identidad propia que hacia la segunda mitad del siglo XVIII los criollos ya hab’an madurado lo suÞciente para evidenciar ese esp’ritu de partido y parcialidad. Los empleos de menor importancia como alcaldes mayores y corregidores, segœn los criterios reformistas, deber’an estar ocupados por OÞciales subalternos, no sin antes advertir las negativas consecuencias de tener en estos medianos puestos a criollos pero tambiŽn a peninsulares, a quienes G‡lvez no dudar’a en cuestionarlos por igual y sin diferencia substancial de su clase, manteniendo cierto discurso apologista en defensa de los naturales -los indios-, frente a la incompetencia de los reciŽn llegados: Òse han enviado de Espa–a los que a nada pueden aspirar en ella, y olvidan sus cortas obligaciones en la distancia (É)Ó8. Esto œltimo, de pretender cierta protecci—n a los indios, no era nuevo en esta nueva imagen pol’tica y antropol—gica que elucubr— conciencias a partir del siglo XVIII hasta principios del XIX. Las Noticias secretas de Juan y Ulloa tambiŽn indican una perspectiva af’n con las anteriores, aludiendo que en los principales cargos en las distintas —rdenes religiosas y en las misiones hab’a la necesidad de ser conformados y controlados por europeos, evitando las malas maneras de los criollos Òpara que sean los Europeos quienes manejen las rentas que pertenecen a los colegios con celo, buen gobierno y econom’a, porque son muy raros los criollos en quienes concurren estas circunstanciasÓ (Juan y Ulloa, 1747: 360). Como se observa, la jerarqu’a, incluso pedag—gica, estaba supeditada desde la superioridad peninsular al ser Žste el grupo social encargado de corregir y guiar a sus descendientes en AmŽrica. Sin embargo, no todas las autoridades peninsulares estaban de acuerdo con limitar el acceso de los criollos a los cargos mayores y menores. Es as’ como Antonio Gonzalez, Presidente de la Audiencia de Guatemala, env’a al Consejo de Indias, mediante v’a reservada, un Plan de arreglo interino de los Ayuntamientos de aquel reyno en el cual planteaba que se siga manteniendo una proporci—n de cargos iguales y compartidos entre los espa–oles y criollos, para que se mantenga el v’nculo de los patricios americanos con la metr—poli, a Þn de Óno perder de vista el equilibrio e igual balanza entre los Espa–oles europeos y americanos, por razones que no se ocultan a quien haya vivido en estos pa’sesÉÓ9. 7 G‡lvez, JosŽ de, —p. cit., Fols. 121-122. 8 AGI, G‡lvez, —p. cit., Fol. 122-123. 58 Esta ÒßexibilidadÓ en las reformas burocr‡ticas para con los criollos, expuestas por el estadista salamantino, revelan una actitud de defensa Ðya tard’aÐ hacia las primeras escaramuzas que estaban fragu‡ndose cada vez con mayor intensidad hacia 1809 en diferentes puntos de la AmŽrica, siendo un eco de la presi—n que supon’an las inseguridades del mantenimiento del orden y el poder de las autoridades coloniales. De modo similar, contrario a las propuestas de G‡lvez que se limitaban a ofrecer modiÞcaciones eminentemente hacia los criollos, las Noticias Secretas propon’an m‡s Þltros restrictivos y una serie de prohibiciones para los propios espa–oles que llegaban a AmŽrica, como por ejemplo, en los cargos principales como las alcald’as o regimientos, puesto que los peninsulares Òaunque en Espa–a sean nobles, sean reputados en las Indias por plebeyos, y que por tanto no puedan ejercer ningœn cargo ni oÞcio correspondiente a los nobles en ninguna de aquellas ciudades, villas o pueblosÉÓ (Juan y Ulloa, 1747: 424). Vemos pues que en estos escritos se comenzaba a vislumbrar una serie de caracter’sticas natas y fenot’picas del grupo criollo las cuales servir’an como justiÞcativos suÞcientes para reformar el rŽgimen burocr‡tico en las Indias. 3.3. La cotidianidad criolla en el imaginario peninsular Cuestiones tan propias de la vida cotidiana pero no menos importantes, como la alimentaci—n de los criollos, siendo una muestra de la posici—n social y de las posibilidades de clase que disfrutaban en AmŽrica, Juan y Ulloa (1747) no despreciaron en se–alar el siguiente retrato de los patricios guayaquile–os: La harina de trigo se puede excusar all’ [en Guayaquil] para la gente criolla, porque estos se mantienen con los pl‡tanos verdes asados, de tal suerte que aun la gente m‡s rica preÞeren al pan este alimento (É) El aguardiente y el vino son dos cosas inexcusables all’; aquel para los criollos y uno y otro para los extranjeros (É) y aun el vino puede excusarse, porque los criollos lo beben poco, y solo lo usan los extranjeros como el pan de trigo (14)10. De modo similar, si para los criollos equinocciales el verde y el aguardiente eran elementos imprescindibles en su dieta, la gastronom’a del 9 Gonz‡lez, Antonio. (1809). Plan de arreglo interino de los Ayuntamientos de aquel reyno. AGI, GUATEMA.LA, 624, Fol. 9. 10 Juan, Jorge y Ulloa, Antonio de, —p. cit., Tomo I, p. 14 noble novohispano prefer’a el pan de ma’z y el pulque (Humboldt, 1804: 363), sin olvidar el chile en todos los guisados y el embriagante chinguirito segœn el testimonio de algunos viajeros europeos. Entre las m‡s n’tidas impresiones de lo americano en la consciencia peninsular est‡n los an‡lisis antropol—gicos y naturalistas del Diario de Viajes del capuchino Francisco de Ajofr’n. En su dilatada obra da cuenta del quehacer cotidiano en las familias criollas. H‡bitos como el de llevar elegantes cigarreras de oro y plata, y ofrecer el tabaco en braseros a los visitantes de sus casas, no pod’an faltar en su aristocr‡tico modo de vida, as’ como la costumbre de beber abundante chocolate a las tres de la tarde o de servirse algœn dulce despuŽs de cada comida (Ajofr’n, 1763: 82-83). Los criollos tambiŽn evidenciar’an cierta actitud servil hacia los europeos por el simple hecho de Þjarse en su lugar de origen y el color de piel, ocasionando simult‡neamente el engrandecimiento del ego de los ÒzarrapastrososÓ inmigrantes peninsulares: Ò[L]os Criollos sin hacer distinci—n de unos a otros, los tratan a todos igualmente con amistad y buena correspondencia: basta que sean de Europa para que mir‡ndolos como personas de gran lustre hagan de ellos la mayor estimaci—nÉÓ (Juan y Ulloa, 1747: 420-421). Aquel complejo hacia los peninsulares estimulaba a que Žstos releguen a las otras castas los oÞcios y artes mec‡nicas que tra’an consigo desde sus anteriores vidas en el viejo continente. A la par, no solo era habitual la tendencia de aceptar al peninsular como el simp‡tico noble y mandam‡s de AmŽrica, sino tambiŽn la de parecerse e igualarse a Žste, elogiando el pasado hist—rico de dominaci—n que ambas castas compart’an. Segœn Francisco Silbestre, Gobernador de la provincia de Antioqu’a entre 1775 a 1776, el resultado de todos aquellos t—picos conßuir’a en una altiva vanidad impregnada en el car‡cter, los usos y hasta la costumbre de vestir en la sociedad criolla en donde Òel lujo, y las modas tienen un imperio muy dilatado; por que toda la Vanidad est‡ reducida a querer ser gentes de su posici—n, y calidad, aunque el traje sea el m‡s antiguo, y extra–oÓ11. Si en algo hab’an de ser los peninsulares iguales o inferiores a los criollos, era debido a que estos œltimos los inßuenciaban con sus vicios y malas maneras. Sin embargo, es posible inferir que el discurso displicente hacia una sociedad de Òbajas costumbresÓ era extensible a los dem‡s grupos sociales americanos, con la diferencia de que cada uno ten’a un distinto matiz que serv’a para sustentar un sistema jerarquizado y vertical. Al respecto, reÞere Silbestre que en AmŽrica Òla inclinaci—n a litigar es casi general. Se pega f‡cilmente a algunos 11 Silbestre Francisco (1776). Relaci—n del Gobierno, y el estado de la Provincia de Antioquia, AGI, QUITO 223, Fol. 18. pocos de los Espa–oles avecindados en ella, que suelen ser despuŽs los m‡s da–osos; y importa mucho observar esta Casta de D’scolosÉÓ12. Figura 1 Criollos quite–os (Imagen inŽdita dentro de la historiograf’a ecuatoriana) Fuente. Autores: M. E. y L. C. (1833). El Nuevo Viajero Universal de AmŽrica, o sea Historia de los viajes sobre la provincia y antiguo reino de Quito Imprenta de A. Bergnes y compa–’a, Barcelona. Fondos pertenecientes a la Biblioteca Nacional de Espa–a. De todos los documentos hasta aqu’ analizados, las Noticias Secretas, m‡s que ninguna otra obra descriptiva de la segunda mitad del XVIII y principios del XIX, expresan una imagen bastante oscura de la relaci—n contraria entre espa–oles y criollos, presagiando, de alguna manera, el terreno 12 Silbestre Francisco, —p. cit., Fol. 17 61 fŽrtil de la ruptura deÞnitiva entre la Metr—poli y sus reinos, trat‡ndose de los criollos como un grupo que al Òhallarse levantados a la dignidad y de ser compatriotas, abanderizan descubiertamente el pueblo, aumentan la conÞanza de su partido, e infunden animo en el contrario para vengar los celos que les ocasiona el ver a sus contrarios m‡s favorecidosÉÓ (Juan y Ulloa, 1747: 434). 3.4. Los Espa–oles Americanos exceden en comprehension, y agilidad intelectual a los Europeos. Los criollos en los novatores y proyectistas ilustrados Entre los m‡s acŽrrimos autores peninsulares entusiastas y lisonjeros hacia los criollos, no podemos dejar a un lado al insigne novator Benito Jer—nimo Feijoo. El ensayista benedictino asume el papel de abogado de los nobles americanos, ya manchados por las punzantes tintas que los consideraban como inferiores a sus parientes nacidos en tierras europeas; sin embargo, la historia de Espa–a estaba provista de importantes versiones que admiraban el car‡cter y las aptitudes criollas y Feijoo no escatima en dar cuenta de ellos a lo largo de su obra. As’, el Theatro Cr’tico Universal es uno de los alegatos m‡s importantes, no del criollismo pol’ticamente hablando, sino del criollo como sujeto, asumiŽndolos como un grupo social digno de la sangre espa–ola en el cual estaba presente la m‡s importante porci—n de los dominios peninsulares al otro lado del Atl‡ntico. As’, los nobles americanos, adelantaban en capacidades y destrezas a los propios peninsulares, visi—n demasiado excŽntrica para el criterio general sobre aquella casta: ÒMuchos han observado, que los Criollos, o hijos de Espa–oles, que nacen en aquella tierra, son de m‡s viveza, o agilidad intelectual, que los que produce Espa–aÓ (Feijoo, 1783: 376). Superaban los criollos en la dedicaci—n de estudio a los espa–oles peninsulares, dominando la gram‡tica y la ret—rica desde los 12 a–os y avanzaban con creces en el aprendizaje de Þlosof’a a las propias universidades de Espa–a (—p. cit.: 111.113). Por el contrario, en cuanto a los espa–oles peninsulares, Òvuelven a las casas de sus padres aquellos j—venes mucho peores, que salieron de ellas [É] al acabar sus Cursos, son mejores galanteadores, y espadachines, que PhilosofosÓ (—p. cit.: 114). Feijoo es uno de los primeros autores en rebatir las teor’as deterministas segœn las cuales la naturaleza clim‡tica, el tipo de suelo y las provisiones en ßora y fauna ser’an las œnicas condiciones imprescindibles para formar las habilidades o la brutalidad entre sus habitantes. Del mismo talante, Pedro Murillo Velarde, uno de los pol’matas m‡s cŽlebres entre los jesuitas, quien amar’a tanto a la regi—n de Filipinas hasta v’speras de su muerte al pretender llegar a Žsta en su œltimo viaje, publica una sobria y extensa obra titulada Geographia Hist—rica de la AmŽrica. En ella, el cŽlebre jesuita desmiente algunos de los cl‡sicos estereotipos ontogenŽticos y ambientales dados hacia los ÒindianosÓ o Òindios blancosÓ que iban desde la lactancia de la leche de las indias hasta las propiedades del suelo americano: Òyo he conocido, y tenido noticia de muchos ellos, insignes en letras, armas, juicio, prudencia, y virtud; ni se debe atribuir a una Naci—n entera el defecto de algunos particularesÓ (Murillo, 1751: 48-49). No obstante, considera diferentes tipos de criollos segœn su zona geogr‡Þca siendo as’ que los criollos peruanos eran mucho m‡s recatados, parcos y econ—micamente prudentes que los mexicanos. Murillo ve’a a los nobles mexicanos con cierta simpat’a por su car‡cter afable, festivo y liberal; no menos por sus cualidades intelectuales, asumiendo que Òel ingenio de los Mexicanos es regularmente claro, y despejado, que con facilidad penetra cualquier especieÓ (—p. cit.: 50-51). As’, el suelo novohispano era fŽrtil no solamente en las bondades de su ßora sino tambiŽn en las genialidades de sus hijos. Es m‡s, Murillo coincide con Feijoo al aceptar que entre los criollos del Nuevo Mundo hab’a inigualables juristas, te—logos y cient’Þcos que superaban, sin recelo, a los europeos. Para buena parte de los ilustrados proyectistas del siglo XVIII los criollos son vistos como un factor utilitario al beneÞcio del Estado, siempre y cuando se tomaran las medidas correspondientes para tenerlos al lado de la Monarqu’a. ÒÀQuien puede dudar, que si estuvieran en el Reyno todos los Espa–oles Americanos, aunque estuviŽramos privados de aquellos bastos Pa’ses, no seriamos mil veces m‡s poderosos, y felices que oy?Ó (Argumosa, 1743: 42.43), interrogaba el proyectista en su Erudici—n pol’tica. En otras palabras, los criollos podr’an ser m‡s œtiles a la Corona si se establecieren en la pen’nsula y fomentaran desde all’ el comercio con las Indias y el resto de las potencias. El economista espa–ol JosŽ del Campillo, por su parte, maniÞesta la necesidad de sacar mejor provecho de este grupo social, haciendo, como en Francia e Inglaterra, que los indianos ricos se establezcan en la Corte, entronquen en el matrimonio con espa–olas, y se asegure un futuro profesional militar y civil (Campillo, 1789: 48). Hubo tambiŽn quienes aduc’an la superioridad de los criollos ante los peninsulares, como el franciscano andaluz asentado en Nueva Espa–a, JosŽ Joaqu’n Granados y G‡lvez, en l’nea muy cercana a la de Feijoo a quien lo cita en determinadas ocasiones. En la misma l’nea utilitarista, el ensayista Manuel Antonio G‡ndara en su cŽlebre obra Apuntes sobre el bien y el mal de Espa–a, era partidario de que la Monarqu’a deb’a alentar el buen trato a los criollos de distinci—n, fomentando su domiciliaci—n en la pen’nsula al otorgarles destinos proporcionados a su carrera, con el Þn de que gasten e inviertan sus caudales en Espa–a y se construya en ellos un amor identitario hacia la madre patria. ÒVuelvan ac‡ los hijos de aquellos que se nos fueron all‡Ó (G‡ndara, 1762: 161), expresaba el abate. En las Tardes Americanas de Granados se contradec’an los estereotipos de inferioridad que generalmente se les hab’a otorgado, exponiendo que los criollos estaban adornados por Òlas bellas inßuencias de los astros, benignidad y templanza de los climas, la rara penetraci—n, natural viveza, potencias claras, y genial prontitudÓ (Granados, 1778, 399), dando al mundo insignes cient’Þcos, innumerables literatos y sensibles artistas provenientes de todas las Indias. Mientras tanto, el polŽmico Þscal de Charcas Victori‡n de Villava, realzaba la categor’a de los criollos al de sus ascendientes espa–oles, a–adiendo que Òen los talentos se ha mejorado la casta, pues en mi concepto los produce la AmŽrica m‡s vivos que Vizcaya, y m‡s penetrantes que la Andaluc’aÓ (Villava, 1797, 118). Asimismo, esta l’nea ideol—gica va de la mano de la tradici—n de escritores que achacaban a los conquistadores el supuesto abuso y exterminio de los indios. 4. Conclusiones Dentro de los œltimos trabajos de la historiograf’a americanista, no se ha trabajado lo suÞciente en cuanto al an‡lisis de los imaginarios entre peninsulares y criollos, siendo esta una rica problem‡tica que nos ha permitido discutir sobre un determinado tipo de guerra que existi— mucho antes de los procesos de autonom’a e independencia: la guerra de estereotipos, los cuales surg’an, iban y ven’an desde cada grupo social para diferenciarse del otro. El imaginario peninsular hacia el criollo hispanoamericano tuvo una creciente atenci—n durante todo el siglo XVIII y comienzos del XIX, evidenci‡ndose una homogeneidad de estereotipos que se valieron de justiÞcativos geogr‡Þcos, ÞlogenŽticos e historiogr‡Þcos para justiÞcar las reformas borb—nicas y sustentarlas desde una condici—n de descrŽdito hacia aquella casta. Sin embargo, no faltaron aquellos atributos que asemejaban a los criollos con las cualidades innatas del genio, calidad y aptitud de los peninsulares. De esta manera, las variadas representaciones antropol—gico-etnicistas oscilan de catalogar a los criollos mediante los t—picos de Ònobles holgazanesÓ, Òvanidosos derrochadoresÓ o Òinœtiles comerciantesÓ, que asÞxiaban la burocracia indiana a expensas del benepl‡cito de sus ascendientes peninsulares. Por el contrario, el criollo fue tambiŽn para el espa–ol su m‡s Þel reßejo Þlial de cualidades, al punto de catalogarlos como Òinsignes letradosÓ, Òingeniosos hombres de cienciasÓ, acreedores de un Òcar‡cter vivo y afableÓ, al un’sono del temperamento fŽrtil y primaveral de las tierras americanas. Ahora bien, alrededor del reinado de Carlos III, durante el m‡s pleno apogeo de la Ilustraci—n Hisp‡nica, los escritores proyectistas no ven al criollo ni con menosprecio ni con lisonja, sino que lo asimilan como un grupo que podr’a ser muy œtil a la Monarqu’a, siempre y cuando se les escuche sus requerimientos, se los eduque en la madre patria, se los case con espa–olas y se les permita invertir sus caudales en Espa–a. En s’ntesis, los proyectistas ilustrados propon’an aÞanzar los lazos familiares, econ—micos e identitarios de los criollos con la vieja Espa–a. Finalmente, las pr—ximas investigaciones se centrar‡n en contrastar los imaginarios sociales sobre el criollo a travŽs de la prensa docea–ista de Espa–a y AmŽrica, surgida en torno a las Cortes de C‡diz de 1810, siendo este el per’odo m‡s signiÞcativo de la naciente opini—n pœblica de la prensa hispanoamericana. 5. Referencias Archivo General de Indias: G‡lvez, JosŽ de. (1760). 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