Sarance 45, publicaci—n bianual, per’odo diciembre 2020-mayo 2021, pp 35 - 50. ISSN: 1390-9207 ISSNE: e-2661-6718. Fecha de recepci—n 09/09/2020; fecha de aceptaci—n: 12/10/2020 DOI: 10.51306/ioasarance.045.03 Angelitos Negros: Reßexiones sobre la representaci—n de la identidad cultural en el ÒNuevo cancioneroÓ Yana Willkimanta: ÒNuevo cancioneroÓ (Mushuk taki kamu) hawa kawsaymanta yuyaykunamantapash Angelitos Negros: Reßections on the representation of cultural identity in the ÒNew SongbookÓ Fernando David Maldonado Parrales fmaldonadoparrales@gmail.com ORCID: 0000-0002-5684-2317 SSIT, Tecnocampus Matar— (Matar—- Espa–a) Resumen Dentro de las investigaciones basadas en la corriente de los estudios culturales, la etnomusicolog’a aplicada a estos nos proporciona una visi—n sumamente interesante y valiosa a la hora de elaborar discursos acadŽmicos. Esto se debe a que el foco de atenci—n no est‡ meramente en el producto musical, sino tambiŽn en la relaci—n de este con la identidad de un territorio. Partiendo de esta idea, el siguiente art’culo pretende entablar una reßexi—n sobre varios conceptos identitarios presentes en una LatinoamŽrica que, con los procesos hist—ricos vividos, nos sirve de lienzo id—neo para contextualizar dichas reßexiones. Para ello tomaremos como punto de partida unos ejemplos de canciones populares, las cuales transportan la cotidianidad y la idiosincrasia de la poblaci—n a un plano art’stico, dando pie a poder examinar tanto el mensaje como el canal. Por tanto, esta investigaci—n mostrar‡ un an‡lisis sociocultural de las letras de una serie de obras musicales que servir‡ para ahondar en la explicaci—n sobre la construcci—n y representaci—n de los procesos de bœsqueda de la identidad. De la misma manera, se tratar‡n temas como la identidad hegem—nica, los cambios en su consideraci—n dependiendo el momento hist—rico y la problem‡tica que acarrea la representaci—n del Òotro individuoÓ. Palabras Claves: Etnomusicolog’a, Identidad, Estudios Culturales, Ciencias Sociales, antropolog’a. Tukuyshuk Kawsay yachakuykunamanta mashkashkakunapika hatun rikuchita rikuchishpa kashka kay kawsayhawamanta shinapash kay mashkashkakunaka ashtawan amawtakuna paykunapa yuyayta pankakunapi killkashpa katichun sakishka. Kay yuyaykunaka ashtawan mallkirin mana takikunapilla, hayllikunapillapash ashtawankarin kay tukuy rikuchikuna –ukanchik puncha puncha kawsaykunapipacha kan. Kay yuyaymanta llukshispa, kay killkashka pankaka mutzurishkapacha kan hamuktankapak imashinami –ukanchik latinoamerica llaktakunapi punta rimaykunata shinallata shunku yuyay hapishpa all’ yuyaykunawan katinkapak shinapash kay yuyayta hapinkapaka mutzurishkapacha rikurin ayllullaktakunamanta hayllikunata mashkashpa, yachakushpa shinallata hamuktashpa kankapak imasha –ukanchik punta puncha kawsay ruraykunaka wacharishpa shinallata sinchiyarishpapash katin shinallata ÒshukpaÓ kawsaytapash riksinkapak. Tarik killkakuna: Etnomusicolog’a; Kawsay; Shuk shuk kawsaykunamanta yachay; runakunapak kawsay yachay; runamanta yachak. Abstract Within the research Þeld based on the school of cultural studies, ethnomusicology applied to such endeavors supply us with a highly interesting and valuable vision when it comes to creating academic discourses. This is due to the focus not being solely on the musical product, but also in its relationship with the identity of a territory. Based on this idea, the following articleÕs intent is to establish a consideration of various concepts pertaining to identity present in a Latin America that, having experienced certain historical processes, provides us with a perfect canvas to contextualize such considerations. For this purpose, we will take, as a starting point, a few examples of popular songs that carry the everyday life and the idiosyncrasy of the population through to an artistic plane, allowing for the examination of the message as well as the medium. Thus, this research will show a sociocultural analysis of the lyrics of a series of musical pieces that will serve to delve into the explanation about the construction and the representation of identity-searching purposes. Following this same line, we will touch on subjects such as hegemonic identity, changes in its consideration depending on the historical moment, and the problems surrounding the representation of the Òother individualÓ. Key words: Ethnomusicology; Identity; Cultural Studies; Social Sciences; Anthropology. Introducci—n La reßexi—n acerca de la identidad en el territorio sudamericano es una cuesti—n que viene aßorando desde hace algœn tiempo con autores como Larran (1994)(2007) o Luengo (1998); en los se que nos ubica al proceso identitario en el centro de debate desde diversos puntos de vista. Aunque esta tem‡tica ha sido abordada en su mayor parte por la antropolog’a, autores como Vitale(2010) ya nos cambia el prisma y decide focalizar su investigaci—n desde un estudio de las muestras culturales, como lo es la mœsica. El siguiente art’culo se adhiere a dicha tendencia y, en primera instancia, se marca como objetivo poder realizar un an‡lisis de una serie de obras o canciones populares y de su correspondiente contexto sociocultural. Este paso que, si bien es relevante para esta investigaci—n, se le deber’a entender -a priori-como una justiÞcaci—n, ya que la Þnalidad es poder entrar a reßexionar sobre c—mo se producen las identidades culturales, c—mo cambian a lo largo del tiempo, c—mo nos representamos a nosotros mismo y c—mo representamos al Otro. Ser‡ en estŽ œltimo punto donde se podr‡n desarrollar discursos sobre la relaci—n entre un individuo y su entorno, al igual que en las relaciones de poder que se establecen entre estratos y c—mo estos son deÞnidos dentro de la identiÞcaci—n social de la poblaci—n sudamericana. En investigaciones anteriores [Maldonado (2019)] se analizaba al cine como canal constructor de realidades hist—ricas, en este caso ser‡ la mœsica el objeto de estudio y lo que en un principio se antojaba como una justiÞcaci—n, adquiere relevancia. Es por esto que esta investigaci—n forma parte de una serie de art’culos de elaboraci—n propia focalizados en el territorio sudamericano y en los cuales se pretende profundizar sobre las relaciones sociales, construcciones hist—ricas y problem‡ticas identitarias a partir del an‡lisis de los canales de representaci—n cultural -como la mœsica o el cine-. Sobre Identidad Hablar sobre los diversos procesos de una regi—n en constante cambio nos pide imperativamente que deÞnamos quŽ conceptualizaci—n va a adoptarse. La cuesti—n que se trata en este art’culo, la identidad, es un claro ejemplo de ello. Y es que, con sus mœltiples acepciones y contextualizaciones, que dependen del tiempo hist—rico en el cual se este deÞniendo, la noci—n de la identidad acarrea una serie de problem‡ticas. Tal como nos indicar’a el te—rico Hall (1996) Òla identiÞcaci—n se construye sobre la base del reconocimiento de algœn origen comœn o unas caracter’sticas compartidas con otra persona o grupo o con un ideal [É]Ó (p.15). Aœn cuando podr’a entenderse a esas caracter’sticas como propias de cada individuo e inherentes a su propia realidad, la identiÞcaci—n se conÞrma œnicamente en la comuni—n con un colectivo o un ente que conlleve una obligatoria coexistencia, una experiencia colectiva. Es por tanto que podemos catalogar a la identiÞcaci—n como una caracter’stica basada en el traspaso de la informaci—n de nuestro entorno colectivo a nuestra visi—n individual. La aceptaci—n de esta interiorizaci—n de signiÞcantes, conlleva la compresi—n de los c—digos necesarios para que el individuo pueda sentir que hay una identiÞcaci—n con su entorno, es por ello por lo que hablamos de un proceso. Esta cuesti—n, que se torna totalmente contraria a una deÞnici—n naturalista de la identidad, es la que precisamente nos otorgan te—ricos como el mismo Hall o Bauman otorg‡ndole la consideraci—n de proceso de identiÞcaci—n. Esta acepci—n se fundamenta inicialmente en que dicho proceso requiere unos recursos materiales y simb—licos para su existencia (1996). Sin embargo, estos recursos -y en deÞnitiva el mensaje identitario- son comprendidos por el individuo al compartir los c—digos simb—licos que decodiÞcan su signiÞcado. Es importante hacer hincapiŽ en que una simbolog’a no es independiente de su contexto sociocultural y es por lo que podr’amos aÞrmar que el proceso de identiÞcaci—n lo podemos reconocer como una serie de factores que se van transformando y mutando a ra’z de cambios en las estructuras sociales, culturales y econ—micas de los pueblos. Es decir, la identidad avanza y cambia con el tiempo, por lo que nunca podr’amos hablar de una identidad sino de identidades que van transformando la manera en la que los sujetos se identiÞcan con algo, en diferentes momentos hist—ricos (Robayo, 2016). En el mismo nivel, hay otra circunstancia que ayuda en el proceso de identiÞcaci—n: el encuentro con el Otro. Hall (1996) nos indicar’a que es precisamente en esta diferencia donde el individuo encuentra la marcaci—n y ratiÞcaci—n de l’mites simb—licos, la producci—n de Òefectos de fronteraÓ (p.16), a–adiendo posteriormente que Ò[É]es necesario Ñy muchas veces en forma abiertamente contradictoriaÑ integrar esta representaci—n con la idea que los Çdem‡sÈ, es decir, los integrantes de Çotros grupos culturalesÈ, se hacen de ÇesaÈ identidadÓ (A’nsa, 1986, p.29). De acuerdo con el Otro en el cual nos miremos tendremos una u otra imagen nuestra (Silva, 2011); a esto se puede a–adir que no œnicamente se obtiene una representaci—n simb—lica de nosotros mismos, sino que establece la manera de relacionarnos con aquel otro individuo, por tanto, se instauran los estratos de poder social, que ser‡n vigentes dentro de un determinado contexto. Son estas disparidades en las que nos explayaremos m‡s adelante adentr‡ndonos en la realidad hist—rica del continente. Construcci—n de la identidad en LatinoamŽrica Los conceptos introducidos anteriormente nos sirven no solamente de base argumental para entender el proceso de identiÞcaci—n de este territorio de estudio, sino que nos otorga una mirada cr’tica para analizar el Òc—mo se ha explicado este procesoÓ. El soci—logo Larrain argumenta de igual manera la necesaria acci—n de la revisi—n hist—rica, rechazando las corrientes esencialistas (2007). Y es que son precisamente estas argumentaciones las que perpetœan las ideolog’as basadas en diferencias intr’nsecas de cada individuo discriminando al diferente. Larrain nos indica que Òla constituci—n de una cultura latinoamericana comienza en el momento que la cultura espa–ola del siglo XVI se encuentra con las culturas ind’genas en AmŽricaÓ (1994, p.33). Pese a que la aÞrmaci—n conlleva de por si una concepci—n occidentalista del proceso es importante remarcar que se escoge esta fecha al ser un punto de inßexi—n para las dos civilizaciones imperantes, sin desmerecer y reconociendo las particularidades de lo que fue el proceso para cada sociedad. Es aqu’, presentadas las dos realidades sociales de marcadas diferencias, donde comienza a establecerse la relaci—n de los unos con los otros y por tanto los sentimientos identitarios de cada individuo. Las disputas por el poder y por la disposici—n territorial remarcan e instauran aœn m‡s estas divergencias, acept‡ndose y perpetu‡ndose hasta establecer unos estratos muy diferenciados, donde la clase alta, con sus correspondientes beneÞcios culturales, sociales y econ—micos, era ocupada por los conquistadores y en la clase baja se encontraban los ind’genas. Todorov ya argumenta sobre estos procesos e indica Ò[É]que su l—gica presupone una construcci—n de los indios por los espa–oles como seres inferiores, a medio camino entre seres humanos y animalesÓ. (2007, p.157) Estas concepciones esencialistas y de ideolog’a claramente europe’sta son la base para futuras argumentaciones herederas de esta divisi—n de la sociedad, pasando de la Žpoca colonial, las independencias e incluso hasta la actualidad, d—nde aœn puede notarse esta identificaci—n del Otro como un ser inferior o abocado a las clases m‡s bajas de la sociedad por su propia naturaleza -algo muy latente en los œltimos conßictos en Ecuador o Bolivia entre las clases altas, de mayor’a blanca-mestiza, y la poblaci—n ind’gena-. El an‡lisis del proceso de identiÞcaci—n en LatinoamŽrica supone por tanto afrontar una serie de conßictos desde la irrupci—n de la occidentalidad. Si bien, tal como aÞrm‡bamos antes, que la identidad no es m‡s que un relato imaginario construido social, cultural e hist—ricamente, esta se presenta Þcticia y var’a con el tiempo. En LatinoamŽrica nos encontramos con una tendencia menos cambiante a lo largo de la historia, que mantiene muy diferenciadas a las diversas identidades que conviven all’. Este estatismo lo encontramos mucho m‡s presente en las comunidades oprimidas (ind’genas o afrodescendientes) ya que sus representaciones continœan ocupando los espacios de otredad. Por consecuencia, se les atribuye el discurso de marginalidad con respecto a un centro dominante, lo que les ubica en posici—n de agente activo envuelto en una empresa de autoaÞrmaci—n y valoraci—n de su identidad, fundada en el rechazo del dominio econ—mico, pol’tico y cultural impuesto desde afuera. (Luengo, 1998). Haciendo eco de los argumentos anteriores, observamos c—mo la actual identiÞcaci—n del otro es la consecuci—n de una serie de pensamientos y pr‡cticas sociales que han relegado a la marginalidad a quien era diferente, a quien no pod’a ser considerado incluido en la identidad hegem—nica. Sin embargo, ÀquŽ consideramos identidad hegem—nica? El car‡cter est‡tico de los bajos estratos ligados a las comunidades minoritarias, nos permite aÞrmar que la identidad de las clases altas s’ cambia dependiendo del contexto hist—rico y en sus representaciones. Es as’ que podemos indicar que el trato con la otredad es el mayor determinante para la hegemon’a, acogiŽndonos a la premisa anterior del Òefecto de fronteraÓ. La identidad -hegem—nica en este caso- se construye siempre como diferencia con otras identidades. Esta diferenciaci—n puede ser entendida como una posici—n absoluta y un conßicto existencial, es decir, como separaci—n entre amigos y enemigos (Carl Schmitt), o bien como oposici—n en la que est‡ implicada el reconocimiento del otro (Hegel). En s’ntesis, la identidad cultural es un proceso de diferenciaci—n de car‡cter intersubjetivo, mediado interactiva y comunicativamente, que permite el autorreconocimiento y la autonom’a. Se construye desde la tradici—n, pero mantiene con Žsta una relaci—n cr’tica. No se reÞere œnicamente al pasado, sino tambiŽn al presente y al futuro, a lo que se quiere ser (Habermas; 1989). Por œltimo, la identidad, desde este punto de vista, es tambiŽn un principio de resistencia frente a lo percibido como amenaza, alteraci—n o dominaci—n (Vergara, 2002, p.80) Esta necesidad hist—rica de la identiÞcaci—n y delimitaci—n del otro por parte de los estratos de poder nos permite analizar dichas pr‡cticas para poder esgrimir quiŽn ocupa y ocupaba dichos puestos. Tomando como punto de partida el encuentro entre ind’genas y europeos, Larrain nos indicaba que la mayor potencia armament’stica result— determinante a la hora de establecer las relaciones de poder. As’ mismo, en los apartados anterior podemos observar c—mo la concepci—n del ind’gena por parte del espa–ol resultaba sumamente despectiva, por lo tanto, es l—gico considerar a la identidad europea como dominante en el momento. Este orden social se perpetua durante el tiempo y, aunque cambiando el agente hegem—nico -ya que posteriormente pasan a ser los blancos-mestizos- la din‡mica de la diferenciaci—n del marginado para la protecci—n de los valores hegem—nicos (herederos del europe’smo) continua vigente. Tanto es as’ que autores como Gil Fortul nos indica que las razas europeas ten’an Òaptitudes privilegiadas para la civilizaci—nÓ (como se cito en Vergara, 2002, p.83). De igual manera se deÞne a los ÒindiosÓ casi siempre con rasgos negativos: Ò[É]viven sumergidos en la naturaleza y cerrados sobre s’ mismos; su car‡cter es rudo, sus sentimientos son ‡ridos y carecen de Òafecciones estŽticasÓ, as’ como de fuerza. Viven en medio de la superstici—n y la credulidad. Los negros nos han legado su energ’a, melancol’a y nostalgiaÒ(Vergara, 2002, p.83). Representaciones identitarias. La importancia dada a la diferenciaci—n para establecer los limites de la identidad nos denota que el valor de esta recae tambiŽn en la importancia de la representaci—n externa -fuera de los ideales o recursos simb—licos-. Hall se reÞere a esto indicando que los diversos recursos de los que disponemos para la representaci—n (historia, lengua y cultura) van orientados al proceso de devenir y no de ser; por lo tanto, las identidades se conÞguran gracias a la representaci—n, dejando de ser esta una mera herramienta de exteriorizaci—n de simbolog’a. Esto produce que Òlas identidades residan, en parte, en lo imaginario (as’ como en lo simb—lico) y, por lo tanto, siempre se construya en parte en la fantas’a o, al menos, dentro de un campo fant‡stico.Ó (Hall, 1986, p.18). Concretando sobre la identidad hegem—nica es esta idea imaginaria la que, por medio de su exteriorizaci—n, inßuencia la manera como la gente se ve a s’ misma y c—mo actœa. Por lo tanto, la poblaci—n que comparta esta visi—n y se sienta interpelada formar‡ parte de esta identidad hegem—nica, de la misma manera, tal como nos indica Larrain Òmuchos grupos Žtnicos, subculturas, regiones o sectores de la sociedad no se sienten bien representados por las versiones dominantes y no comparten ese sentido de identidad o tienen uno distintoÓ (1994, p.61). Biagini va m‡s all‡ haciendo Žnfasis en que estas representaciones de la identidad hegem—nica, o lo que Žl llama idiosincrasia nacional, son utilizadas mediante ideolog’as y pol’ticas en concreto de quienes las producen. Este proceso fue analizado por Richard Johnson quien lo explic— indicando que Òde una complejidad y diversidad inicial de modos de vida y formas culturales las instituciones culturales producen algunas versiones pœblicas de identidad, que seleccionan algunas caracter’sticas que se consideran representativas y excluyen otrasÓ (como se cit— en Larrain, 1994, p.62). Por consiguiente, la versi—n dada por el oÞcialismo (mediado por la identidad hegem—nica) excluye expresamente al resto de identidades culturales, no espec’Þcamente mediante la invisibilizaci—n, sino tambiŽn propagando estereotipos negativos, infantilizando recursos culturales o exteriorizando œnicamente las caracter’sticas de dichas comunidades que perpetœen el estatus quo imperante. Sobre la mœsica y la representaci—n. Desengranando los recursos de los que se dispone para la representaci—n (historia, lengua y cultura) y atendiendo al objetivo de esta investigaci—n, tenemos que enfatizar en el papel de la mœsica en estas representaciones. Segœn Hormigos, Òuna obra musical es un conjunto de signos inventados durante la ejecuci—n y dictados por las necesidades del contexto socialÓ (2009, p.92), esto nos lleva a la conjetura de que la mœsica tiene una carga social inherente y por lo tanto una capacidad para potenciar unas ideas simb—licas muy grande. No es de extra–ar que sean precisamente estos signos dentro de cada obra musical los que potencien estas representaciones identitarias, ya que no hay que olvidar que se requiere compartir y comprender los c—digos para el entendimiento total del mensaje; por supuesto, en el caso de la mœsica, no ser‡ diferente. Por consiguiente, la representaci—n de identidades mediante un canal musical tiene la misma capacidad que cualquier tipo de discurso social y/o pol’tico: interpelar o discriminar. Y es que ÒLa mœsica constituye un hecho social innegable, presenta mil engranajes de car‡cter social, se inserta profundamente en la colectividad humana, recibe mœltiples est’mulos ambientales y crea, a su vez, nuevas relaciones entre los hombresÓ (Fubini, 2001). A pesar de que en este art’culo nos centraremos en el an‡lisis formal de la letra de canciones, no hay que olvidar que la experiencia musical comporta mucho m‡s que la escucha pasiva de las obras musicales. Los espacios de bailes, las relaciones sociales a partir de la pr‡ctica musical, la performance o la ritualidad dentro de los eventos en directo, son algunos de los ejemplos en los cuales un an‡lisis sobre las diferenciaciones de poder ser’a totalmente viable. Es por eso por lo que la mœsica construye nuestro sentido de la identidad mediante las experiencias directas que ofrece del cuerpo, el tiempo y la sociabilidad, experiencias que nos permiten situarnos en relatos culturales imaginativos (Frith, 2003) Focalizando ya en el an‡lisis de las letras, Hormigos, nos indica que Òla mœsica se vuelve simb—lica para un grupo de individuos y transmite identidad, cuando aparecen canciones o melod’as que poseen un valor representativo para un grupo humano en un contexto y tiempo determinadoÓ (2009, p.92). Esta cuesti—n la podemos enlazar con las nociones sobre representaci—n de la identidad, aqu’ tambiŽn podemos observar c—mo se le otorga el valor representativo al grupo que comparte esos c—digos (y circunstancias espaciotemporales). Por lo tanto, es imperativo tener en cuenta que esos discursos est‡n mediados por unas intencionalidades y es que cada acto musical tiene la capacidad de crear procesos de signiÞcaci—n. Precisamente es en los siguientes ejemplos de obras musicales donde se analizar‡ este papel particular de la mœsica para la representaci—n de las identidades marginadas y sus intencionalidades. Tratamiento de la otredad en el cancionero latinoamericano Es interesante, previo a la realizaci—n del an‡lisis, explicar a quŽ nos referimos con Òcancionero latinoamericanoÓ. Primero que todo, hay que aclarar que nos movemos, m‡s que en el espacio estrictamente geogr‡Þco, en tŽrminos de territorio imaginario de LatinoamŽrica. Con esto se quiere indicar que la concepci—n del continente es subjetiva y condicionada enormemente por los procesos de identiÞcaci—n. As’ pues, para el siguiente caso, se ha decidido incluir obras de origen mexicano, venezolano, ecuatoriano, entre otros; con el Þn de conÞgurar un discurso que, a riesgo de ser generalista, pueda ser mayoritariamente extrapolable al resto de la regi—n. Por consiguiente, al hablar de cancionero, se hace alusi—n al tŽrmino acu–ado para la denominaci—n de la agrupaci—n de canciones folcl—ricas o de Nueva trova. De la misma manera, hay que indicar que esta clasiÞcaci—n es meramente pr‡ctica para el etiquetado, pero en ningœn caso se reÞere a una delimitaci—n estricta del material musical. No hay que olvidar que los motivos de la inclusi—n de determinada canci—n en esta investigaci—n vienen dados principalmente por dos motivos. El primero de ellos hace referencia a su car‡cter atemporal, si bien el tema del que hablan hace referencia a un determinado contexto hist—rico, son obras que siguen siendo escuchadas por un determinado pœblico, de esta manera el mensaje -la representaci—n identitaria- que llevan, sigue siendo transmitido. El segundo, es que son obras escogidas por su propio peso simb—lico; esto es importante tenerlo en cuenta puesto que el objetivo no es centrarnos en estas determinadas obras, sino poder dar pie a una posterior lectura cr’tica por parte del receptor de las canciones sobre su entorno. De tal manera, se debe entender al siguiente ejercicio como una ejempliÞcaci—n destinada a la elaboraci—n de la explicaci—n del proceso de identiÞcaci—n, y m‡s concretamente de sus representaciones en el territorio de estudio. Europe’smo e indigenismo El periodo de la conquista y sus posteriores consecuencias, trajeron consigo una nueva delimitaci—n del poder basada mayormente en teor’as esencialistas que serv’an como base para legitimar diferencias discriminatorias (Hall). Esta cuesti—n, tal como se ha explicado anteriormente, fue la argumentaci—n de la poblaci—n conquistadora para relegar a situaciones marginales a las comunidades aut—ctonas. Sin embargo, el punto de inßexi—n se encuentra en la aceptaci—n del Otro de su marginalidad y su posicionamiento en los estratos sociales, culturales y econ—micos. Esta interiorizaci—n se ve reforzada precisamente por la construcci—n de relatos y representaciones culturales que ahondan en estas diferencias, favoreciendo al poder establecido. La obra Maldici—n de malinche de letra de Palomares (1975), recoge de manera poŽtica y personiÞcando en el personaje de la Malinche varios de estos conceptos. ÒS—lo el valor de unos cuantos / Les opuso resistencia / Y al mirar correr la sangre / Se llenaron de vergŸenza.Ó Estos versos, incluidos al principio de la canci—n donde se narra la conquista de MŽxico, nos da pie a entender la conquista c—mo un proceso bŽlico, pero tambiŽn social, puesto que la resistencia no fue directamente contra los espa–oles sino entre ellos o contra la poblaci—n Mexica. Esta licencia poŽtica que, si bien como cualquier representaci—n no deja de ser simb—lica, s’ que nos ayuda a comprender la r‡pida interiorizaci—n del mensaje europe’sta dentro de la poblaci—n conquistada. Mal de malinche precisamente, ahonda sobre esta problem‡tica de la aceptaci—n de argumentos esencialistas por parte de la poblaci—n marginada con tal de preferir un mensaje occidental, el autor lo plasma de la siguiente manera ÒSe nos qued— el maleÞcio / De brindar al extranjero / Nuestra fe, nuestra cultura, / Nuestro pan, nuestro dinero. / Y les seguimos cambiando / Oro por cuentas de vidrio / Y damos nuestras riquezas / Por sus espejos con brillo.Ó Es de relevancia poner atenci—n en los tiempos verbales, y es que el Palomares nos indica que estos discursos siguen totalmente vigentes. Observamos de esta manera c—mo esta representaci—n de la relaci—n entre las diversas identidades se corresponde con la l’nea argumental de los estamentos de poder. Larra’n, citando a Sarmiento, Òexpl’citamente argumentaba que la verdadera lucha en AmŽrica Latina era una lucha entre civilizaci—n y barbarie. La primera estaba representada por Europa y los Estados Unidos; la segunda era el resultado de la inferioridad racial.Ó (1994, p.42). De la misma manera que la canci—n reza ÒHoy, en pleno siglo veinte / Nos siguen llegando rubios / Y les abrimos la casa / Y les llamamos amigos. / Pero si llega cansado / Un indio de andar la sierra / Lo humillamos y lo vemos / Como extra–o por su tierra.Ó notamos como el rechazo va incluso hac’a el legado cultural convertido en mestizo despuŽs de tres siglos de colonizaci—n. La puntualizaci—n en el adjetivo ÒrubiosÓ va totalmente acorde con intelectuales como Alberdi que aÞrmaban que todo lo no europeo era b‡rbaro. El autor Vergara reßexionando sobre ello nos indica lo siguiente: [É]Esto requiere renunciar a la herencia amerindia e hisp‡nica. Hay aqu’ tres operaciones intelectuales interconectadas. Primero, se elabora una cr’tica radical y estigmatizadora de la culturas ind’genas e ibŽricas. Segundo, se idealiza la cultura europea y estadounidense. Finalmente, se elabora un programa civilizatorio para pasar del estado de ÒbarbarieÓ al de Òcivilizaci—nÓ. (2002, p.83) Por lo tanto,en la canci—n vemos reßejado este proceso de representaci—n del Otro en favor de un objetivo de mantenimiento del poder y discriminaci—n racial. El exponer tan expl’citamente estas ideas supremacistas y acu–arlas bajo el adjetivo de Òmaldici—nÓ reßeja claramente la intenci—n subversiva del autor. Sin embargo, la subversi—n no es la œnica manera de representar un proceso de identiÞcaci—n, hay obras musicales que, aœn indirectamente, perpetœan comportamientos o pensamientos enfocados en la relaci—n con el Otro, en este caso con el ind’gena. Este es el caso de la canci—n ÒTaita SalasacaÓ con letra de Bastidas. Si bien es necesario aclarar que con este an‡lisis no se pretende posicionar pol’ticamente a la obra, s’ que resulta —ptima para poder realizar un ejercicio de revisi—n. En esta canci—n de car‡cter costumbrista en cuya la letra intuimos dos personajes -el ind’gena y su patr—n -. Para empezar, debemos analizar el tratamiento del ÒTaita SalasacaÓ en la canci—n, siendo relevante el hecho que no se le personiÞca por medio de su nombre sino a travŽs de la denominaci—n de su comunidad, deslig‡ndolo de su individualidad acogiŽndose al discurso que todos los ind’genas son iguales, negando la heterogeneidad por tal de justiÞcar una posici—n pol’tica en particular de manera indirecta. Como nos aÞrma Luengo, Òesta postura, adem‡s de tener profundas implicaciones sociopol’ticas, niega la especiÞcidad de lo local, y se acomoda dentro de un discurso generalizador al servicio del logos occidental.Ó (1998). As’ mismo, podemos poner en relevancia el hecho de que la comunicaci—n entre los dos personajes es unidireccional: el narrador (que en deÞnitiva es personiÞcado por el personaje del patr—n) œnicamente informa la presencia del ind’gena, siendo este quien s’ que interactœa con el patr—n. Si bien es cierto que en la historia explicativa sobre el origen de la canci—n se narra una interacci—n m‡s completa e incluso igualitaria, es curioso como la representaci—n en la canci—n perpetua esta diferenciaci—n identitaria tan latente desde la Žpoca colonial. El autor Todorov ya habla sobre ello indicando que Òlos autores espa–oles hablan bien de los indios; pero aparte de casos excepcionales, nunca hablan a los indios.Ó Este hecho es enormemente signiÞcativo para la aceptaci—n y consolidaci—n de los estratos de poder y es que, a–adir’a que Òs—lo cuando yo hablo al otro (no d‡ndole —rdenes sino comenzando un di‡logo) lo reconozco como sujeto, comparable con el sujeto que soy yo [...] Ò(como se cita en Larra’n, 1994, p.20). El resto de los elementos presentes en la canci—n -tales como la simulaci—n de la manera de hablar, la denominaci—n del ind’gena a su interlocutor como patr—n, o la descripci—n del territorio por donde camina el personaje- no hacen m‡s que aÞanzar esta diferenciaci—n con la identidad imperante, la cual acoge estos versos de la canci—n como una visi—n de lo ex—tico y diferente. La propia canci—n es un reßejo de la realidad ind’gena y tal es el punto de la simulaci—n de c—mo se interiorizan discursos identitarios que en los versos ÒTaita Salasaca, / quŽ alegre caminas / por los chaqui–anes / sin ver las espinas. / Yo ca, voy contento, mi patr—n, / a Pitula pamba, llactaman / qua all‡ –o Faustito esperar‡ / para hacer casar con mi RosaÓ. Pese a toda la representaci—n de c—mo viv’a el ÒTaita SalasacaÓ la caracter’stica que le otorga el autor es la de estar contento. Este hecho pretende ignorar, aunque de manera no intencionada, que la presencia real del otro marginalizado no es sino un enga–o que esconde la marginalizaci—n de un colectivo Žtnico olvidado por los mecanismos de poder (Arguedas, 2012). Afrodescendencia La invisibilizaci—n es otra manera de tratar con las otras identidades puesto que siempre se hace desde la consciencia de la diferencia y por tanto con una intencionalidad. Esta cuesti—n que venimos desarrollando a lo largo de este art’culo, sale nuevamente a colaci—n con el ejemplo de la canci—n ÒAngelitos NegrosÓ, basado en el poema de Eloy Blanco, en esta se representa -con una intencionalidad subversiva- precisamente este rechazo e invisibilizaci—n de las personas negras. Son claros los versos donde los interlocutores, procedentes de este colectivo, hacen alusi—n a que no se les representa en el arte: ÒDeseng‡–ese compadre, que no hay angelitos negrosÓ. Hablando de esta falta de presencia en el arte, el autor en verdad hace referencia a toda una tendencia, apoyada en las mismas ideas fundamentalistas, de exclusi—n social y cultural de las personas negras. Acotando al pa’s de Ecuador, Rahier nos indica que Òse ha argumentado que los negros eran simplemente invisibles o totalmente ausentes de los imaginarios blancos y blanco-mestizoÓ (1999, p.78). De la misma manera, en el caso de Colombia, Nina de Fridemann, ya ha hablado sobre la falta de interŽs hac’a Òlo negroÓ (Friedemann, 1984). El art’culo ÒMami ÀquŽ ser‡ lo que tiene el negro? representaciones racistas en la revista Vistazo, 1957-1991Ó del antes mencionado Rahier es un claro reßejo de la concepci—n sobre este colectivo y realiza una muy completa s’ntesis de los estudios que abordan este tema, llegando a la conclusi—n de que la invisibilidad sufrida por los negros resulta latente incluso en el mundo acadŽmico. Es interesante resaltar la ocupaci—n por parte de la elite blanca y blanca-mestiza del ideal de identidad imperante. Es sobretodo este œltimo grupo social el cual, interiorizando este discurso homogeneizador, cuadra perfectamente con el siguiente verso: ÒPintor nacido en mi tierra/ oye, en mi tierra, con el pincel extranjero. Aqu’ podemos ver reßejada esa predilecci—n de los c‡nones culturales occidentales por sobre de los propios de la regi—n y c—mo estos discursos modiÞcan la representaci—n del Otro, lo margina. Este mismo concepto del Òpintor aut—ctonoÓ nos hace reßexionar sobre Àa quien no se est‡ pintando? o formulado de otra manera Àa quiŽn se est‡ invisibilizando?, si bien la respuesta parece clara, Frigerio (2006) ya analiza estos procesos de categorizaci—n racial. En el desarrollo de la argumentaci—n que nos da el autor es interesante ver la cronolog’a de cambios en la relaci—n con el otro y su identiÞcaci—n llegando a explicar lo siguiente: [É]un nuevo desarrollo en el sistema de categor’as raciales local se hizo patente en las dŽcadas de 1940 y 1950 con la visibilizaci—n de otros ÒnegrosÓ, proceso relacionado con la gran migraci—n interna de trabajadores de provincias del interior a la capital, especialmente a travŽs de la categor’a discriminadora de Òcabecitas negrasÓ atribuida mayormente a individuos percibidos como no-blancos o no-europeos y pobres (Ratier 1971) Vemos aqu’ como la delimitaci—n identitaria no se acoge œnicamente a tŽrminos raciales, sino que tambiŽn est‡ altamente inßuenciado por la capacidad adquisitiva o poder social. As’, las categor’as de negritud perdieron su contacto directo con lo afrodescendiente, invisibilizando a esa poblaci—n, y ganaron fuerza para designar una clase social obrera en formaci—n, vista como ÒnegraÓ pero sin aparentes referencias a lo afro o, incluso, a la esfera de lo racial (Geler, 2016). En este sentido, se puede aÞrmar que la separaci—n de identidad homogŽnea no va œnicamente sobre una ÒnegritudÓ racial, sino que se aleja de todo aquello que considera est‡ fuera de los valores de car‡cter occidentalista imperantes. Conclusiones A lo largo de este trabajo hemos trazado una l’nea argumental basada en la idea del proceso de la identiÞcaci—n y c—mo este se ve representado, siendo las ideas de Hall una fuerte base para la elaboraci—n de dicho discurso. Ha sido en la aplicaci—n de estos conceptos en la regi—n sudamericana donde hemos podido desengranar una serie de elementos presentes en la propia idiosincrasia social. El primero de estos elementos es la especial diÞcultad del proceso de identiÞcaci—n una vez producida la llegada de occidente al nuevo mundo. La problem‡tica latente de dicho encuentro supone una tensi—n -aœn no resuelta- entre los individuos part’cipes debido a las propias caracter’sticas culturales de cada uno y, sobretodo, a la bœsqueda de la hegemon’a cultural y del control social por medio del poder. Es a causa de ello por lo cual se ha hecho bastante Žnfasis en otro elemento m‡s: la representaci—n identitaria ya que es un factor primordial en la consecuci—n del objetivo de controlar/ rechazar o invisibilizar al Otro. Es la reßexi—n sobre estos mŽtodos, aœn vigentes, las necesarias para poder comprender el entorno y ser cr’tico con las situaciones que se van produciendo. Si bien las obras musicales presentadas en este discurso no podr’an catalogarse como la œltima tendencia, es imperativo comprender los cambios y linealidades hist—ricas presentes en los argumentos dados por los estamentos de poder. Solo con este entendimiento podemos ser capaces de observar como dichas pr‡cticas continœan manteniŽndose hoy en d’a. Los conßictos sociales, la aplicaci—n desigual de las leyes o la representaci—n injusta en campa–as de mass media de las clases oprimidas denotan c—mo hay un argumentario esencialista que mantiene su validez para la identidad imperante, unas ideas basadas en el m‡s puro occidentalismo disfrazado de progreso y escudados en la falsa protecci—n de unos valores burgueses europe’stas. Referencias bibliogr‡Þcas Arguedas, J. (2012). Obra antropol—gica, Tomo 1. Lima, Perœ: Horizonte. Arocha, J., De Friedemann, N. S., & Herrera, X. (1984). Un Siglo de investigaci—n social: antropologia en Colombia. Texas, EEUU: Etno. A’nsa, F. (1986). 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