Editorial Cincuenta años de pensamiento situado. 
La revista Sarance y la potencia de lo vulnerable. El 31 de octubre de 1975 se publicó el primer número de la Revista Sarance, como una revista científica del Instituto Otavaleño de Antropología (IOA). Su publicación no fue un hecho aislado: un año antes, el 31 de octubre de 1974, se inauguró oficialmente la sede del Instituto, cuyo proceso de gestación comenzó en 1969 y su construcción arrancó en 1971. Ese periodo —hecho de procesos, de insistencias y de apuestas colectivas— configura el marco desde el cual pensar el nacimiento de una revista como Sarance. Para entonces, el IOA ya había producido y difundido varios trabajos académicos. Con una sede propia, el Instituto se convirtió rápidamente en un nodo de acogida para investigadores de diversas partes del mundo. Recibió a figuras como Fernando Plaza Schuller, Stephen Athens, Udo Oberem, Segundo Moreno Yáñez, Horacio Larraín, Waldemar Espinoza Soriano, Juan Freire Granizo, Roswith Harman, Norman Whitten, Albert Meyers, Ruth Moya,  Frank Salomon, Fernando Tinajero, Linda S. Cordell, Alan Osborn, Berta Ares Queija, Iveline Lebret, entre otros. Cada uno de ellos aportó no solo con sus investigaciones, sino con una forma de habitar el pensamiento desde Otavalo, convirtiendo al IOA en una base de operaciones, punto de partida y de retorno del pensamiento social ecuatoriano y andino. La Revista Sarance nació, en primer lugar, como un espacio de articulación para los trabajos realizados en el IOA por sus investigadores y colaboradores, y como una plataforma para la divulgación de avances, propuestas y reflexiones generadas en cada uno de sus departamentos: antropología, historia, etnomusicología y folklore, difusión cultural y arqueología. Ese primer número estuvo estructurado en cinco secciones: Estudios y ensayos, Documentos, Otavalo: hombres, hechos e ideas, Biografías y Vida institucional. Entre sus contenidos se encuentran textos como “¿Qué es el estructuralismo?” de Hernán Rodríguez Castelo; una lectura arqueológica de César Vásquez Fuller; “Ecuatorianismo y colombianismo”, de Carlos J. Córdova Malo; y “Constantes y variantes de la etnomusicología y el folklore” de Carlos Coba Andrade. A ellos se suman documentos clave para comprender las redes internacionales del IOA, como la ponencia “Algunos problemas de la investigación antropológica en el área andina”, presentada en la Primera Reunión Andina de Antropología celebrada en La Paz, en la que el IOA protagoniza la propuesta metodológica y conceptual de la investigación en el área andina. El segundo número de la Revista Sarance amplía significativamente sus alcances. Si en sus inicios se concebía como una publicación científica destinada a recoger los trabajos de investigación del propio Instituto, ese número se abrió a colaboraciones que provenían de distintas partes del mundo. Esta apertura coincidió con el impulso que el IOA dio a su programa de estancias de investigación y becarios, lo que permitió que investigadores extranjeros se integraran activamente a la vida institucional, utilizando sus archivos, desarrollando trabajo de campo y enriqueciendo los diálogos académicos desde una perspectiva comparada y transnacional. Eran años en los que la antropología y los estudios del folklore estaban fuertemente orientados hacia los estudios andinos, con un énfasis particular en la documentación y análisis de prácticas culturales, rituales y formas de vida que aún se mantenían vigentes. Esta orientación respondía a la mirada de una época que, por un lado, buscaba preservar una memoria cultural que se percibía en riesgo de desaparición; y por otro, contribuir a una comprensión más profunda de las dinámicas identitarias, simbólicas y sociales de los pueblos andinos. Pero más allá de su contenido, Sarance es también una forma de narrar la historia de las ideas y visiones que han atravesado al Instituto. Leer sus páginas es recorrer, desde dentro, los desplazamientos teóricos, los diálogos disciplinarios y las presencias históricas que han marcado el devenir del IOA. El prestigio de esta revista va mucho más allá de la contemporánea burocracia académica, se sostiene en la seriedad, rigurosidad y profundidad del pensamiento que cada revista ha sabido sostener, haciendo de este conjunto de revistas un documento vivo de una institución que ha sobrevivido a las mareas políticas y sociales que, durante décadas, no han podido entender que en la investigación y en la actividad cultural existe la potencialidad de transformación de nuestras sociedades. Sarance cuenta hoy con 54 ediciones publicadas, y su recorrido da cuenta no solo de una trayectoria editorial, sino de una forma de pensar y habitar las ciencias sociales desde el Ecuador y, particularmente, desde Otavalo. Los últimos años, los diez números más recientes han sido el centro de un giro significativo para la revista, que no solo refleja la visión institucional del IOA, sino que también han sido un ejercicio de apertura y de interrogación. Nos hemos preguntado, desde el interior y provocando el diálogo con otras voces: ¿cuáles son las problemáticas que atraviesan nuestro mundo contemporáneo?, ¿qué papel pueden y deben desempeñar hoy las instituciones dedicadas a las ciencias sociales?, ¿cómo podemos plasmar nuestras miradas en formas que habiliten el pensamiento colectivo y no lo clausuren? La modalidad del dossier temático ha sido una herramienta clave para esta apuesta. Nos ha permitido configurar un espacio de debate polifónico, donde confluyen autores y pensadores provenientes de distintos territorios geográficos y de múltiples disciplinas. Esta diversidad es un medio para mantener abierta la conversación sobre los desafíos de nuestro tiempo. Porque pensar hoy, desde nuestro espacio, es también pensar con otros. Pensar desde el arraigo, pero sin frontera. En este medio siglo la revista ha atravesado momentos complejos, tanto a nivel interno como externo, enfrentando intentos de debilitamiento, tensiones institucionales y transformaciones profundas en su entorno. Sin embargo, la solidez de su existencia se sostiene no solo en una persistencia editorial, sino que forma parte de la presencia sólida del Instituto Otavaleño de Antropología, que se aproxima ya a los sesenta años de vida. En esta nueva etapa, la revista asume una visión orientada no solo a cumplir con los estándares de indexación académica, sino a marcar líneas de pensamiento capaces de interrogar las complejidades del presente. El dossier número 54 se centra en la vulnerabilidad no como sinónimo de debilidad pasajera, ni como una categoría únicamente asistencial, sino como una condición constitutiva de todo lo vivo. Vulnerable es el planeta, la memoria, las instituciones, el futuro, las ideas, y las formas colectivas que nos sostienen. Esta noción, que es clave en el pensamiento jurídico, político y filosófico contemporáneo, nos obliga a reconsiderar nuestra posición en el mundo y nuestras formas de relacionarnos. Desde una perspectiva filosófica, la vulnerabilidad nos remite a una ética de la interdependencia, que se distancia radicalmente de la falsa autonomía del individualismo liberal. Implica concebir la subjetividad no como una entidad aislada, sino como una relación: existimos en tanto somos afectables, en tanto estamos expuestos al otro y al mundo. La vulnerabilidad no es solo un dato empírico o antropológico: es una condición ontológica fundamental. Ser humano significa, simultáneamente, estar en riesgo y estar abierto al vínculo, a la posibilidad de ser afectado.
 Como señala Thomas Casadei (2018), esta condición se vincula con nociones como fragilidad, dependencia, precariedad y discriminación, y permite reconfigurar nuestras instituciones desde una perspectiva relacional, no extractiva ni instrumental. En este sentido, su potencia crítica no reside únicamente en visibilizar lo dañado o lo expuesto, sino en poner en cuestión las formas de organización social que producen y distribuyen de manera desigual la posibilidad misma de ser protegido, reconocido o sostenido. Esta concepción no niega la dimensión estructural de la vulnerabilidad; al contrario, la profundiza. Porque no todas las vidas son igualmente vulneradas, y no todas las exposiciones tienen las mismas consecuencias. La vulnerabilidad se teje con la historia, con los cuerpos marcados por desigualdades, con memorias de exclusión y con los silencios impuestos por regímenes de poder. Parafraseando a Martha Fineman, podríamos decir que un sujeto definido principalmente por su vulnerabilidad y necesidad —más que por su autonomía o capacidad de elección— refleja de forma más amplia la condición humana. Esta comprensión desplaza el ideal moderno del sujeto independiente y autosuficiente, para reconocer que nuestra existencia se sostiene en vínculos, cuidados y relaciones de interdependencia. Además, la vulnerabilidad y la dependencia no se limitan a los lazos entre seres humanos. También implican relaciones con lo no humano: con los territorios que habitamos, con los ecosistemas que nos sostienen, con las especies con las que coexistimos. Esta mirada amplia permite asumir que lo común no es solo social o cultural, sino también ecológico. Desde ahí, la vulnerabilidad deja de ser una falta o un déficit, para convertirse en una potencia ética que nos obliga a imaginar otros modos de vida, más justos y sostenibles. También hay una dimensión generativa en esta noción: la vulnerabilidad crea vínculos, abre posibilidades de transformación, y permite pensar y pensarnos desde las grietas. Como proponía Deleuze, un afecto representa la capacidad de un cuerpo para afectar y ser afectado. Esta capacidad nos sitúa en una trama constante de fuerzas, donde la vulnerabilidad no es pasividad, sino posibilidad de transformación. Adoptar una palabra es un acto político. Nombrar implica elegir un lugar de enunciación, situarse en un campo de fuerzas y hacerse responsable del modo en que esa palabra resuena en contextos jurídicos, institucionales, sociales y culturales. La elección de este concepto para el dossier actual de Sarance no está exenta de tensiones ni ambigüedades, pero precisamente ahí reside su potencia. A través de este enfoque, se abren espacios para repensar otras categorías del léxico jurídico-filosófico contemporáneo: humanidad, igualdad/desigualdad, seguridad/inseguridad, fragilidad, marginalidad, exclusión, interseccionalidad. Como escribe Casadei: “La vulnerabilidad [...] es una característica que cohabita constantemente con nosotros y marca el mundo mismo” (2018, p. 81). Este dossier recoge esa intuición y la expande, como una invitación a pensar no solo desde la herida, sino también desde lo que aún puede ser tejido. Para finalizar, queremos expresar nuestro agradecimiento profundo a todas las autoras y autores que han contribuido con sus reflexiones y trabajos en este dossier. Extendemos también nuestro reconocimiento a quienes, a lo largo de estos cincuenta años, han hecho posible los 54 números de Sarance con sus investigaciones, ensayos y compromisos intelectuales. En especial, quiero agradecer al actual equipo del IOA, cuya labor constante —rigurosa, ética, situada y generosa— ha permitido que esta revista siga siendo un espacio de pensamiento crítico y un referente regional en las ciencias sociales. Su trabajo no solo sostiene una publicación, sostiene una forma más que digna de estar en el mundo. Referencias bibliográficas Casadei, T. (2018). La vulnerabilitá in prospettiva crítica. En O. Giolo & B. Pastore (Eds.), Vulnerabilità. Analisi multidisciplinare di un concetto (pp. 73–99). Carocci. Ferrarese, Estelle. (2016). Vulnerability: A Concept with Which to Undo the World As It Is? Critical Horizons. 17. 149-159. 10.1080/14409917.2016.1153885. Fineman, M. (2025). Más allá de la igualdad y la discriminación. Revista  Sarance,  (54), 11-28.  Foucault, M. (2018). El orden del discurso (J. Vich, Trad.). Austral. (Original publicado en 1971) Maragno, G. (2018). Alle origini (terminologiche) della vulnerabilità: vulnerabilis, vulnus, vulnerare. En O. Giolo & B. Pastore (Eds.), Vulnerabilità. Analisi multidisciplinare di un concetto (pp. 13–28). Carocci. Seguró, M. (2021). Vulnerabilidad. Herder Editorial. 
Diego Rodríguez Estrada Director y editor general drodriguez@ioaotavalo.com.ec ORCID:0000-0001-8896-6771 DOI: 10.51306/ioasarance.054.01 Instituto Otavaleño de Antropología. (Otavalo. Ecuador)