Políticas de creación y aportes de las parteras kichwas de AMUPAKIN a una etnografía audiovisual feminista Politics of Creation and Contributions of Kichwa Midwives from AMUPAKIN to a Feminist Audiovisual Ethnography AMUPAKIN ukumanta kichwa pakarichikkuna imasha wiñachinamanta llaktay kamachiykunata rurashka chaymanta feminista kuyurik shuyu pallaykunaman tikrarishka Alí Aguilera Bustos ali.aguilera.bustos@gmail.com ORCID: 0009-0007-8651-9565 Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas. Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica. (Chiapas. México) Revista Sarance ISSN: 1390-9207 ISSNE: e-2661-6718 Fecha de recepción: 25/04/2025 Fecha de aceptación: 06/05/2025 Cita recomendada: Aguilera Bustos, A. (2025). Políticas de creación y aportes de las parteras kichwas de AMUPAKIN a una etnografía audiovisual feminista. Revista Sarance, (55), 225 - 242. DOI: 10.51306/ ioasarance.055.09 .................................................................................................................................. Resumen Este artículo explora la construcción de una etnografía audiovisual feminista a partir de la experiencia de investigación junto con las parteras kichwas de AMUPAKIN en Ecuador y en diálogo con diferentes ediciones del taller “Etnografía audiovisual feminista” en donde participé como mediadora pedagógica. A través de un diálogo junto a las parteras, la antropología audiovisual y los feminismos, se propone reflexionar las políticas de creación en las investigaciones sociales y en la construcción de conocimiento, considerando la experiencia de las actoras sociales como una herramienta epistémica y política. Se enfatiza la relevancia de reconocer los conocimientos y prácticas de las parteras en el cuidado de la vida y el territorio, particularmente en momentos de crisis. Palabras clave: Etnografía audiovisual feminista; políticas de creación; políticas de lo común; parteras kichwas; epistemología feminista; cuidados ................................................................................................................................... Abstract This article explores the construction of a feminist audiovisual ethnography grounded in research carried out with the Kichwa midwives of AMUPAKIN in Ecuador, and through dialogue with various sessions of the Feminist Audiovisual Ethnography Workshop, in which I participated as facilitator. Drawing on conversations with midwives, as well as on audiovisual anthropology and feminist perspectives, the article reflects on the politics of creation in social research and in the production of knowledge, considering the experience of social actors as both an epistemic and political resource. The article emphasizes the importance of recognizing midwives’ knowledge and practices in caring for both life and territory, particularly in times of crisis. Keywords: Feminist audiovisual ethnography, Politics of creation, Politics of the common; Kichwa midwives, Feminist epistemology, Care ................................................................................................................................................. Tukuyshuk Kay killkaypimi rikuy usharin imashina pallashka kuyurik shuyu, feminista yuyaykunawan shuk shina tikrarin. Kay pallaykunataka Ecuador mamallaktamanta AMUPAKIN ukumanta kichwa pakarichikkunawanmi rurashka shinallatak “Etnografía audiovisual feminista” nishka tantanahuy ruraytapash shinashpa chaywan pakta rimarishpa wiñachishka kan. Kay rimaytaka pakarichik mamakunawanmi rurashka, shinallatak femisnismos yachaykunawan, antropología audiovisual yachaykunawanpash rimarishpami sumakyuyaykunata surkushka rikuchinkapak imasha kaykuna kawsaymanta taripaykunata ruranata yanapan, shinashpa ashtawan yachaykunata mirachinkapak. Chay yachayta wasichinkapakka pakarichik mamakunami kay kawsayta purishka kashpa riksin, yachak mamakuna kan, chaymi paykuna sumak yachaykunata, llaktaykunata ruray ushak warmikuna kan. Chaymi pay pakarichik mamakuna sumak hatun yachakkuna kaymanta shina riksichina kanchik, paykunami kay kawsayta kamashpa, hatun llakikunapi kay allpata huyanata yachachin. Sapi shimikuna: Etnografía audiovisual feminista; wiñachinamanta llaktay kamachiykuna; shuk ruraykunamanta llaktay kamachiykuna; pakarichik mamakuna, feminista yachaykuna; kamanakuna .................................................................................................................................. Este artículo reflexiona sobre las políticas de creación en la construcción de una etnografía audiovisual feminista a partir de la experiencia de investigación junto a las parteras kicwhas de AMUPAKIN, en donde se reconoce la relevancia de sus saberes y prácticas sobre el cuidado de la vida y el territorio en tiempos de crisis, de esta manera, se lee necesario crear e investigar desde coordenadas que apunten a un bien común. Nos encontramos en un contexto complejo del despojo de lo común, con el incremento del extractivismo en los territorios, la reducción del gasto público, la otorgación de concesiones a empresas privadas y la disminución en los servicios públicos del Estado. Todas estas prácticas y políticas inciden en el aumento del trabajo de reproducción social que en su mayoría realizan las mujeres. En esta expansión de capital también se observa cómo se ejerce control sobre los recursos, los territorios, se desvaloriza la vida y se potencia el poder de la muerte, aumentando la violencia hacia los cuerpos feminizados (Segato, 2016). Nos encontramos frente a un “capitalismo gore” (Valencia, 2012) que potencia la vulnerabilidad de la vida y el cuerpo de las mujeres en diferentes territorios a través de la mercantilización de los cuerpos, la militarización de los territorios, el incremento de las violencias y la destrucción del tejido social (Draper, 2024). En este panorama, surgen las siguientes preguntas: ¿Cómo podemos crear investigaciones más responsables, generar objetivos comunes junto a las personas con las que dialogamos, reconocerlas como sujetas epistémicas con amplia experiencia política y enfrentar colectivamente estas problemáticas? Por lo tanto, se considera relevante pensar en otras prácticas y políticas que nos lleven a generar objetivos comunes durante nuestros procesos de investigación para contrarrestar la situación compleja a la que nos enfrentamos tanto como investigadoras y como mujeres que resisten y se organizan frente a estas adversidades para defender lo común. Ante estas estructuras capitalistas, racistas y coloniales —que colocan en una vulnerabilidad diferenciada la vida de las mujeres y sus territorios—, más allá de pensar en una vulnerabilidad sin acción, hay experiencias de resistencia frente a estas problemáticas en contextos situados (Butler, Gambetti y Sabsay, 2016). De esta manera, cada lugar de enunciación es una experiencia política y epistémica (Trebisacce, 2016) que nos permite encontrar salidas alternativas a contextos complejos. Con el interés de sumar a la reflexión retomaré los aprendizajes que me compartieron las parteras kichwas de AMUPAKIN, así como el conocimiento que surgió a partir de la realización de una etnografía audiovisual junto a ellas en la Amazonía ecuatoriana, en el período de enero a abril del 2017. Situar la mirada Para comprender el contexto desde donde se está construyendo conocimiento en diálogo con las parteras, quisiera enunciar cuál ha sido su trayectoria para construir su organización y Casa para la Vida, así como reconocer cuáles son las problemáticas a las que se han enfrentado y su apuesta política por la reivindicación de sus saberes, una experiencia situada que imbrica una matriz de opresiones y prácticas políticas que responden a las relaciones de poder a las que se enfrentan. La organización de AMUPAKIN se creó en 1998, por interés de un grupo de parteras kichwas que buscaban —buscan— reivindicar sus saberes ancestrales y fortalecer la labor de la partería. María Antonia Shiguango, una de las fundadoras, tenía el interés de hacer una casa de salud comunitaria para la atención de partos y la atención de la salud en la región, un sueño que había heredado su padre, un yachak72 local. Así que inició un proceso de organización junto a 35 parteras de los cantones Tena y Archidona y buscaron alianzas con otras organizaciones para crear el proyecto. En 1998 se constituyeron como organización y en el 2001 lograron obtener financiamiento para la construcción de La Casa para la Vida de AMUPAKIN, localizada en el cantón de Archidona, provincia de Napo. Para las parteras, toda esta labor implicó transgredir el rol de género dentro del espacio doméstico, tenían que realizar doble jornada laboral, encargarse de todos los trabajos para la reproducción social, la crianza, los cuidados, las tareas domésticas y contribuir económicamente a los gastos de la casa. En el espacio público, fortalecieron su participación política como mujeres kichwas organizadas, esto les implicó varios retos, en un contexto y en un territorio que perpetúa relaciones de poder históricas y coloniales atravesadas por el género, la edad y la raza. Algunas de estas adversidades fueron: negociar su salida del espacio doméstico, organizarse, aprender español o buscar estrategias de comunicación con los mestizos que gobernaban local y nacionalmente para gestionar recursos económicos. Atravesaron estas dificultades con el objetivo de apoyar la salud comunitaria, impulsar farmacias comunitarias, reivindicar los saberes de los curanderos y de las parteras tradicionales (Aguilera, 2018). Además, construyeron una agenda en la búsqueda de una salud digna que implicaba no sólo el reconocimiento y apoyo a los saberes comunitarios sino también mejores servicios de salud de atención gratuita para los kichwas y otras nacionalidades (Radcliffe, 2009). __________________ 72 Sabio local. __________________ Documentación audiovisual y aprendizajes con parteras kichwas Mi primer acercamiento a la organización fue como parte del proyecto “La voz de las mujeres Napo Kichwa: Un proyecto de documentación con las mamás y sus redes sociales”, que realizaban Patricia Bermúdez (Flacso Ecuador) y Anne Schwarz (IKIAM, Universidad Regional Amazónica). La organización aceptó mi participación como voluntaria e investigadora que se sumaba al trabajo y al sueño de una salud comunitaria. Para identificar cuáles eran los problemas por abordar en la investigación, aplicando como metodología la etnografía audiovisual, realizamos un taller con las parteras. Retomo la definición de etnografía audiovisual que caracteriza esta metodología como un proceso de construcción de conocimiento (Ardévol, 2006; Pink, 2007). Durante la misma elaboración de documentación se construyen los datos etnográficos, mediados por la introducción de la cámara, la narrativa audiovisual y el diálogo sobre la búsqueda de representación audiovisual. Al realizar una etnografía audiovisual se busca formas de compartir el mundo que se quiere conocer, estar y hacer con las personas que colaboran en la investigación; además de explorar y encontrar diversas formas para comprender experiencias diversas (Pink, 2007). En este caso, se busca el punto de vista de las parteras que se constituye a partir de sus experiencias de vida y sus objetivos comunes. Para identificar cuáles eran sus apuestas políticas y conocer su punto de vista se realizó un taller con las parteras que respondía a las siguientes preguntas: 1) ¿Cuáles eran los problemas que les interesaba abordar en la investigación y en la narrativa audiovisual? 2) ¿Qué tipo de representación audiovisual les interesaba? Trabajamos la primera pregunta con el árbol de análisis de problemáticas; junto a las parteras, pensamos en los problemas que afectaban su labor, cuáles eran las causas y cuáles podrían ser las posibles soluciones. Así, obtuvimos que los problemas que afectaban a las integrantes de la organización de AMUPAKIN estaban divididos en dos campos. Por un lado, aquello que afectaba el saber de la partería, es decir, desvalorización de los saberes ancestrales por parte de los jóvenes, los médicos y la medicina occidental. No hay reconocimiento ni ingreso económico por parte del Ministerio de Salud Pública ante el trabajo de las parteras; además, nombraron la presencia de machismo, que dificulta el ejercicio de su trabajo, y la pérdida de la fuerza de las plantas que usan para sanar. En palabras de las parteras: las plantas medicinales ya no tienen la misma fuerza que antes73. El otro campo de problemas se refería a aquello que afectaba a la organización de AMUPAKIN, entre otras cosas, la falta de coordinación, lo lejos que vivían las parteras de la Casa para Vida, la dificultad para llegar a este espacio y los problemas económico-familiares, ya que para sostener la organización necesitaban ingresos que les permitieran sostener también a su familia; esto, dentro de la organización, era muy difícil. Algunas de las soluciones que se acordaron fueron fomentar el uso del kichwa, compartir conocimientos con los jóvenes y personas interesadas en la siembra y recolección de las plantas, fortalecer a las plantas, seguir practicando la medicina tradicional, visibilizar el trabajo de las parteras y buscar el reconocimiento oficial por parte del Ministerio de Salud Pública. El otro ejercicio consistió en observar materiales audiovisuales y documentales de parteras de otras regiones y países para que ellas pensaran en qué elementos les gustaría incorporar, tanto de imagen como de sonido. Las parteras, al mirar estos ejemplos, nombraron que en la narrativa audiovisual era importante ver su trabajo de manera descriptiva, y narrar detalladamente todas las actividades que realizan. __________________ 73 Las parteras kichwas establecen relaciones con otros seres que coadyuvan a fortalecer sus saberes para sanar, siendo todos agentes de salud: las plantas, los dueños de las plantas, los árboles y el bosque. Las cosmologías amazónicas rompen con la dicotomía hombre/naturaleza, idea concebida desde el pensamiento moderno. De esta manera, el mundo se organiza a partir de las interacciones con otros seres que cohabitan el territorio y su reproducción corresponde a los mismos, en donde se descoloca el antropocentrismo del pensamiento occidental (Descola, 1998). __________________ Después de dialogar acerca de los problemas que identificaban las parteras y conocer cómo querían ver representado su trabajo, intentamos abordar algunos mediados por la intervención de la cámara. De esta manera, al inicio de nuestra relación ofrecí acompañar con la cámara las actividades que requerían de visibilidad con fotografía y vídeo. Documenté eventos culturales, un encuentro de medicina tradicional, realicé un video para difundir el trabajo de la organización y colaboré con la documentación audiovisual del libro multimodal “Relaciones con nuestra selva. Historias por la Asociación de Mujeres Parteras Kichwas de Alto Napo” (2017). En este sentido, uno de los aprendizajes ha sido trabajar en objetivos comunes para la investigación que —en medida de lo posible— pueden abordarse a través de una metodología audiovisual. Antes de generar una representación audiovisual con ellas, se generó un proceso de acompañamiento a la labor de las parteras, compartimos espacios de la vida cotidiana y familiar y me compartieron experiencias de su fortaleza y su claridad en la búsqueda de una vida digna que inicia por el cuidado de la vida, el reconocimiento de los saberes ancestrales, las relaciones afectivas que construyen con las personas y con el territorio. Sin duda, construimos también una relación afectiva, y me compartieron esa forma de relacionarse con el fin de construir familia y alianza. Durante tres meses, con frecuencia diaria, me encontré con las parteras; esto devino en un vínculo con ellas, ya que, indudablemente, me sentí en familia y cuidada. Algunos de los momentos más importantes junto a ellas —aunque hubo muchos— fue cuando pude acompañar dos partos. Para que sucediera esto, debió pasar un tiempo; fue necesario generar una relación más estrecha que me permitió preguntar si habría la posibilidad de acceder a la sala de parto. Me decían que sí, pero yo sabía que debía crear un lazo más fuerte, que tenía que esperar el tiempo y la decisión final en caso de que sucediera. Cuando llegó el momento, pregunté si había posibilidad de estar, tanto a las parteras como a las mujeres que iban a parir, Erika y Kelly. Si bien accedieron y presencié el nacimiento de dos niñas fuertes, me gustaría resaltar que lo más importante no era documentar el parto, sino sumarme a la labor de las parteras: procurar la vida y salud de la mamá y las recién nacidas. La inclusión de la cámara provoca ciertas interacciones que no son pasivas, tanto para las personas que documentamos como para las personas que son documentadas; Jean Rouch menciona que la presencia de la cámara cataliza acciones y genera participación con los colaboradores; cuando uno graba, se activa una cámara participativa (Rouch, 2007). Por lo tanto, la búsqueda de documentar un parto implicó que la cámara estuviera preparada con batería, con trípode, con memoria. Las parteras, por su parte, están preparadas para atender un parto en cualquier momento. Durante aquel proceso de acompañar el trabajo de las parteras, aprendí que el acontecimiento de un nacimiento apremia sobre todas las cosas. Al seguir sus labores, compartir espacios íntimos y familiares, presenciar dos partos y compartir otras experiencias junto a ellas, pude ver cómo acompañaban en diferentes espacios y prácticas en beneficio de la reproducción y el cuidado de la vida. Ante un parto, estaban enteramente presentes, y no solo una partera, sino tres o cuatro. Durante los partos, tuve también la oportunidad de percibir las relaciones que se tejen entre la partera y la mujer, relaciones sensibles, de complicidad, afectivas, de cuidado, de ponerse en el lugar de la otra (Aguilera, 2018). Si bien parece bastante intuitivo cuáles son las coordenadas necesarias para estar y hacer documentación audiovisual junto a otras personas desde las políticas del cuidado, en las ciencias sociales las hemos olvidado. De allí mi interés por evocar esta experiencia y conocimiento que las parteras me compartieron: cómo construir relaciones que ponen en el centro el cuidado y la reproducción de la vida para pensar la mirada, la intervención de la cámara y la realizadora como una acompañante de la partera, que procura el bienestar de las personas junto a las que construye investigación. Aprendí que podemos tejer relaciones de complicidad, afectivas, y ponernos en el lugar de las otras, cuidar los procesos y que lo más importante no es grabar sino estar comprometidas con las personas con las que tejemos vínculos y la creación de un conocimiento colectivo. Sin duda, la presencia de la cámara no solo puede llevar a visibilizar ciertos acontecimientos, saberes o prácticas, o a crear memoria de hechos importantes y documentar objetivos comunes, sino también puede generar mayor asimetría y vulnerabilidad. El uso de esta herramienta no es pasiva, puede aumentar la relación de poder o, al contrario, intentar reducirla. Como mencionan Fonow y Cook (1991), se considera sustancial tomar conciencia y generar reflexión acerca de la posición social asimétrica ante la que nos encontramos cotidianamente, incluso durante las investigaciones. Las relaciones horizontales no están dadas, podemos reconocer esas asimetrías y debemos trabajar con ellas para no reproducirlas e intentar transformar las relaciones de opresión a las que nos enfrentamos cotidianamente. Buscar la concientización de estas diferencias, desde el uso de la metodología como una orientación hacia la construcción de conocimiento feminista. Al realizar seguimiento al trabajo de las parteras con la mediación audiovisual, se puede resaltar que las parteras kichwas tienen una labor importante dentro de la vida de la comunidad; esta va más allá de la atención a un parto: se encargan de la salud comunitaria, de la reproducción y el cuidado de la vida —tanto de las personas como de la vida no humana en el territorio—; construyen relaciones afectivas y alianzas con el bosque, las plantas, los árboles, el río, la tierra e incluso con los espíritus que habitan el territorio, los dueños de las plantas, los pajuyuk74. Construyen vínculos que prevén ciclos más amplios para la continuidad de la vida. De esta manera, previenen y atienden las enfermedades, procuran el cuidado y reproducción de las plantas y los árboles medicinales, desde la siembra, la recolección moderada y la selección de plantas. También construyen redes para el intercambio de conocimientos y forman a las siguientes generaciones para el cuidado de la vida en su comunidad. Dentro sus labores como parteras procuran la autonomía del cuerpo femenino desde la atención de partos, acompañan el proceso de gestación y postparto, brindan opciones a las mujeres para el control de la reproducción sexual con métodos y saberes locales no occidentales. Las parteras, a lo largo de su profesión, generan relaciones sensibles con las mujeres y con los recién nacidos, acompañan de una manera entregada y amorosa todo el proceso de la labor de parto: animan, estimulan, abrazan, dan fortaleza, palabras de aliento y un cuidado especial para toda esta importante labor que es parir desde un saber ancestral hacia el bien común. A diferencia de la experiencia de las mujeres kichwa al atenderse en los hospitales, donde se exponen a mayor vulneración y donde la violencia estructural atraviesa una matriz de dominación con relaciones de poder de carácter racista, clasista y patriarcal hacia las mujeres. _________________ 74 El pajuyuk es un saber y poder especializado que se comparte principalmente entre las familias, una herencia de los sabios para tener conocimientos para sembrar o curar, que no implica sólo un conocimiento práctico de cómo sanar o sembrar, sino que también es un saber corporal. Este conocimiento pasa de los ancestros a los hijos o hacia alguna persona si esta lo pide, a cambio de un pago (el pago puede ser de múltiples maneras, es un acuerdo entre quien lo otorga y quien lo pide). Estos saberes requieren de mucho cuidado para mantenerlos, las personas que los transmiten se mantienen conectadas corporalmente y hay que seguir una serie de indicaciones, de cuidados del cuerpo y tener interés para cuidar el don (Aguilera, 2018). __________________ Las parteras kichwas atienden partos en casa y en las instalaciones de La Casa para la Vida de AMUPAKIN. Hay una tensión con el sistema de salud nacional que pretende impedirlas ejercer su labor; sin embargo, eso no frena el trabajo colaborativo desde la perspectiva de ellas, porque para las parteras, la vida y la salud de las mujeres está primero. Tienen una ética y política que apuesta por el cuidado de la vida. Las parteras y las mujeres, al defender este saber comunitario, están resistiendo ante el despojo de lo común, y sobre todo, ante un proyecto capitalista y colonial que va más allá del despojo del territorio material o de lo tangible: un despojo de los saberes, de las formas de relación y vínculos con el territorio, es romper con los ciclos que regulan y cuidan la vida compartida, y que afectan de forma diferenciada la vida de las mujeres kichwas. Coordenadas para pensar las políticas de creación en una etnografía audiovisual feminista A partir de la experiencia de investigación junto a las parteras, quisiera destacar algunos aprendizajes y ejes que nos lleven a pensar en las políticas de creación durante las investigaciones, en donde se resalta cómo los saberes de las parteras, desde una experiencia situada, pueden aportar a las epistemologías feministas y a las metodologías de investigación en el contexto complejo en el que nos encontramos distintas mujeres de América Latina. Para aproximarnos al campo de la etnografía audiovisual feminista, quisiera partir por definir la etnografía audiovisual como un proceso de investigación y creación de conocimiento que está mediado por la participación de la cámara. Para eso, retomo los aportes de Sarah Pink (2007) que propone: 1) la etnografía como un proceso de creación y representación de conocimiento, 2) retoma la experiencia de los investigadores, 3) se distancia de la representación mimética de la realidad para pensar cómo vertimos nuestras posturas teóricas y políticas en la construcción de conocimiento, 4) La construcción del conocimiento se piensa desde un diálogo con los colaboradores y el contexto en que se sitúa. La etnografía es un proceso de creación y representación del conocimiento (sobre la sociedad, la cultura y los individuos) que se basa en las propias experiencias de los etnógrafos. No pretende producir una explicación objetiva o veraz de la realidad, pero debe aspirar a ofrecer versiones de las experiencias de la realidad de los etnógrafos que sean lo más fiel posible al contexto, las negociaciones e intersubjetividades a través de las cuales se produce el conocimiento. (Pink, 2007, p. 22) Por un lado, se considera que el uso del video no solo produce datos etnográficos abstractos, sino que genera una construcción de datos y conocimientos que nos permiten acceder a nuestros objetivos de investigación (Pink, 2001; Ardèvol, 1998. Estos pueden ser de carácter colectivo y/o problemas comunes que se diagnostican colectivamente. Además, nos permite pensar en cuál es nuestra postura teórica y política en la construcción de conocimiento. …una determinada posición epistemológica ante la técnica cinematográfica, un modo de producción, un tipo de colaboración entre cineasta, antropólogo y sujetos filmados, un estilo de mover la cámara y editar las imágenes y una definición de los objetivos e intencionalidad de la película. (Ardèvol, 1994, pp. 82-83) De esta manera, al intentar reflexionar sobre políticas de creación y representación feministas encontramos algunos puntos de partida para la realización de una etnografía audiovisual, desde la apuesta por una epistemología feminista que se cuestiona la objetividad y la neutralidad como una forma de construir conocimiento desde afuera y no desde adentro, ya que se considera al investigador como un especialista que tiene una mirada omnipresente e imparcial de lo que acontece frente a su cámara. Por lo tanto, desde mi perspectiva, no existe una objetividad al documentar audiovisualmente durante las investigaciones; al hacer uso de la cámara, nos posicionamos en un punto de vista situado desde nuestro sexo-género, raza, edad y que tiene una postura política. Además, este punto de vista se construye con los diálogos, acuerdos, negociaciones y objetivos comunes que se generan con las mujeres que hacemos investigación. Si bien Sandra Harding propone desde una epistemología feminista que las personas tenemos un punto de vista, esto es una mirada particular que se ha generado por nuestra experiencia de vida, como sujetos dentro de procesos históricos (Harding, 1993; Blazquez, 2010). El punto de vista es un intento de reconocer que la postura, trayectoria de vida, pensamientos y creencias de la investigadora inciden durante la investigación y en los resultados (Harding, 1993). Me gustaría retomar la teoría del punto de vista de Hill Collins (2002 [1990]) que nace desde los feminismos negros; la autora argumenta que existen relaciones jerárquicas de poder que producen desafíos comunes desde el lugar que ocupamos colectivamente al compartir una matriz de dominación que imbrica la raza, la clase social, el sexo-género y la edad. Estas experiencias compartidas nos brindan una perspectiva singular que nos lleva a la construcción de un conocimiento, y con ese saber podemos realizar acción política (Hill Collins, 2002 [1990]). En otras palabras: el documentar audiovisualmente desde un punto de vista colectivo, situado, nos sirve para construir conocimiento y acciones comunes para la transformación de estas opresiones. Retomo la definición que aporta Sara Pink (2007) sobre etnografía audiovisual y la definición que nos brinda Patricia Hill Collins (2002 [1990]) del punto de vista, para proponer la categoría de etnografía audiovisual feminista, que comprendo como un proceso de creación y representación de conocimiento que no busca explicar la realidad desde una mirada objetiva, ni construir una interpretación de ella, ni producir una verdad, sino compartir las experiencias que se construyeron entre la investigadora y las colaboradoras para generar conocimiento, desde un punto de vista, una perspectiva parcial, situada, desde problemas comunes y con una apuesta política de transformación de la realidad ante una matriz de dominación a la que nos enfrentamos. De esta manera, hacer una etnografía audiovisual feminista nos lleva a reconocer a las mujeres junto a las que realizamos investigación como sujetas de construcción de conocimiento, como menciona Harding: “una epistemología es una teoría del conocimiento que responde a la pregunta de quién puede ser “sujeto de conocimiento” (¿pueden serlo las mujeres?)” (Harding, 1998, p. 14). La investigadora abre la pregunta ante las ciencias sociales que excluyen los conocimientos que generan las investigadoras feministas con metodologías y perspectivas teóricas que destacan la experiencia de las mujeres. Spivak resalta la opresión histórica que se ha generado sobre las sujetas oprimidas, al “hablar por”, sin dar espacio a sus conocimientos ni reconocimiento como sujetas epistémicas (Spivak, 2003). También, se pregunta ¿cuál es el lugar que ocupan las mujeres subalternas?, en medio de un sistema globalizado, patriarcal, moderno, que solo silencia a las mujeres, se pregunta ¿cómo generar alianzas desde las academias para escuchar las intervenciones que realizan algunas mujeres subalternas y que el sistema las silencia reiteradamente? (Spivak, 2013). Por lo tanto, se reconoce la relevancia de retomar las experiencias de las mujeres como una herramienta epistémica y política, ya que estas se constituyen desde las trayectorias de vida de las mujeres, de cómo llegaron a este punto a partir de las situaciones que se han enfrentado, todo esto permite un conocimiento encarnado, parcial y que no es neutral (Trebisacce, 2016). El reconocer la relevancia de construir conocimiento desde un punto de vista, y caracterizar desde dónde se sitúa, ha significado mirar el mundo y distanciarnos de una mirada universal de las cosas. Es una postura que cuestiona las investigaciones y etnografías audiovisuales que parten de un punto de vista masculino, occidental, positivista, heterosexual, parcial y racista, en donde quedan excluidos otros saberes. Por lo tanto, colocar la mirada desde una perspectiva feminista es reivindicar que siempre existe una postura política — siempre situada— en la construcción de conocimiento; estas experiencias son singulares, y se comparten con otras mujeres a partir de su lugar de enunciación, donde se comparte una matriz de opresiones. De esta manera, en la construcción de una etnografía audiovisual feminista consideramos que no existen las mujeres como sujeto universal, sino que sus experiencias de vida están atravesadas por una imbricación de sexo-género, clase social, raza y edad. Una de las apuestas políticas en las investigaciones feministas es romper con el vínculo sujeto-objeto —que nace como una postura de teoría androcéntrica y positivista (Castañeda, 2010)— para construir una relación de sujeta a sujeta durante el proceso de investigación —en muchas de las investigaciones feministas, las sujetas pueden ser más que colaboradoras de investigación, sino también compañeras de organización que toman agencia para la construcción de conocimiento—. Además, se busca romper con “la utilización de la objetividad como medio patriarcal de control, el desapego emocional” (Blazquez, 2010, p. 20), porque la investigación feminista recupera la experiencia de las mujeres sin separar el pensamiento, la organización y la emoción; y así se generan relaciones personales y afectivas. La etnografía audiovisual se trata de buscar formas de compartir el mundo que se quiere conocer, es estar con y hacer con las personas que forman parte de la investigación, generar un compromiso político con las personas y las prácticas que realizan (Pink, 2011). En este sentido, la etnografía audiovisual feminista es un encuentro de miradas y construcción de conocimiento colectivo que nos lleva a preguntarnos qué políticas de creación y de representación podemos seguir. Por un lado, el interés es retomar los saberes de las parteras para poner en común de las investigaciones la búsqueda de objetivos compartidos, la reciprocidad, el poner en el centro el cuidado colectivo y la reproducción de la vida, construir relaciones sensibles: de complicidad, afectivas, de acompañamiento, de respeto, de mirar desde diferentes perspectivas las problemáticas. De esta manera, buscamos reconocer que la representación visual y auditiva va más allá de la simple ilustración o acompañamiento al discurso verbal, y que existe un tratamiento político de creación audiovisual. Hay una selección de qué grabamos, a qué actoras sociales, qué problemáticas; decisiones que no son arbitrarias y que están formadas por el contexto situado al que nos enfrentamos y que, indudablemente, nacerán desde un punto de vista, una búsqueda de representación y problematización de la realidad. Apuestas políticas de creación y representación en la construcción de una etnografía audiovisual feminista Continuando el diálogo —más allá de hacer una revisión de lo que pasó con la etnografía audiovisual que realicé junto a parteras kichwas—, se trata de un trabajo y proceso continuo, un bucle sin fin (Gutiérrez, 2022) que nos lleva a otras reflexiones y aprendizajes que nos impulsan a apostar por políticas de creación y representación feministas durante nuestros procesos y metodologías de creación-investigación. Los talleres de etnografía audiovisual feminista han sido otro espacio importante para pensar juntas las políticas de creación y representación que buscamos implementar en las ciencias sociales y en las artes, porque hay que superar los estudios individualistas, de competitividad, e intentar colectivizar las experiencias (Mies, 2002; Ríos, 2012), compartirlas y abrir diálogos con personas que comparten intereses y con apuestas políticas semejantes. Durante estos diálogos, surgieron propuestas y apuestas políticas. Una es construir espacios seguros para la creación de metodologías audiovisuales. Esta idea nació a partir de múltiples experiencias compartidas que reflejaron el no tener lugar seguro para crear, dialogar y construir conocimiento, ya que en la mayoría se reproducen formas de violencia hacia las mujeres: en la calle, en la academia, en la casa, en la escuela y más. Una de las formas de transformar esta problemática a la que nos enfrentamos las investigadoras y las interlocutoras, es procurar un cuidado colectivo y poner los elementos necesarios para sentirnos seguras cuando estemos juntas. Además, se pensó que desde una etnografía audiovisual feminista es posible retomar las narrativas en primera persona, con la creación de autobiografías, intentando romper la dicotomía de lo público y lo privado, y trabajar con problemas de investigación de los que somos parte o en los que estamos involucradas. Si bien una etnografía audiovisual feminista puede no ser un material editado y montado para construir una narrativa que comunique un problema a un público, también este proceso puede derivar en un material comunicativo para ser exhibido ante otros interlocutores. Si esto sucede, la idea es no construir ni circular imágenes que reafirmen un encuadre patriarcal desde la representación de la violencia con más violencia (Berlanga, 2018), ni tampoco representaciones que reafirmen los estereotipos de género, raza, clase. Otro punto, es pensar en una autoría colectiva, para romper con la lógica de que el conocimiento se crea individualmente y/o tiene propiedad (Biglia, 2012). Si bien muchas investigaciones académicas, tesis de grado y posgrado, artículos, no pueden ser firmados colectivamente, los procesos de creación audiovisual sí, en el esquema más común por orden de colaboración (dirección, guión, cámara, sonido, entre otras) o en una presentación más creativa y en una apuesta por hacer películas políticas y sacudir el sistema de valores cinematográficos (Minh- Ha, 1991). Es posible tomar otras formas de presentarse y organizarse para nombrar a las personas que co-crearon el producto audiovisual, remarcando que se trata de una creación colaborativa. Reflexiones abiertas Buscar otras formas de construir una investigación con mujeres y aprender de la experiencia compartida permite repensarnos y generar un diálogo entre mujeres que compartimos objetivos comunes. Dentro de este proceso de investigación se cuestiona al mundo —y a nosotras mismas— tanto en nuestras historias como en las acciones que generamos en las vidas de otras mujeres (Tarducci y Daichi, 2010). Reconocer que las experiencias situadas de mujeres que se han enfrentado a diferentes relaciones de poder, opresión y problemáticas, son herramientas epistémicas y políticas (Trebisacce, 2016) que nos pueden servir para enfrentar los retos a los que nos enfrentamos tanto en las ciencias sociales como en la vida cotidiana en tiempos de un capitalismo salvaje. Además, considerar que el tiempo académico es breve; como menciona Leyva (2010), la investigación académica tiene sus propios tiempos, ritmos, formas y objetivos, y los procesos de construcción de conocimiento colectivos requieren tiempos más flexibles. Por lo tanto, tenemos que encontrar cómo equilibrar el tiempo académico con nuestros objetivos comunes. No existe un solo camino para la reflexión y construcción de una etnografía audiovisual feminista, sin embargo, creo que existe una necesidad de repensar nuestras prácticas y epistemes patriarcales al encuadrar, dialogar, montar y construir narrativas de representación que favorezcan un compromiso con las otras y con nosotras, que busquen objetivos comunes y la visibilidad de las desigualdades, así como pensar la forma en que nuestro proceso o material puede ser transformador. También, puede ser un espacio para proponer, crear, intervenir y construir conocimiento junto a las actoras sociales; puede, incluso, conectarse con otras experiencias artísticas. Finalmente, hay que considerar que falta mucho por explorar en la construcción de etnografías audiovisuales feministas. Se trata de un campo abierto para cuestionar las formas de representación y construcción de conocimiento de las que partimos, así como pensar ¿qué historias y voces escuchamos/documentamos?, ¿cómo podemos ampliar el diálogo sobre las relaciones de poder que se presentan durante la investigación?, ¿cuáles son los objetivos comunes para la transformación social de las desigualdades y opresión que encontramos durante nuestras investigaciones?, ¿qué aprendimos durante nuestro proceso de investigación? Referencias bibliográficas Aguilera, A. (2018).!Parteras kichwas de Napo: una etnografía audiovisual y sensorial![Tesis de maestría, FLACSO-Ecuador]. Repositorio FLACSO Andes.!https://repositorio.flacsoandes. edu.ec/handle/10469/14041 Ardèvol, E. 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