Devenir tierra desde Estaci—n Camar—n en Autobiograf’a del algod—n, de Cristina Rivera Garza Becoming-Earth from Estaci—n Camar—n in ÒAutobiograf’a del algod—nÓ, by Cristina Rivera Garza Cristina Rivera Garzapa ÒAutobiograf’a del algod—nÓ killkaypimi riman imasha Camaron shayanapi allpaman kutin tikrarinamanta Carlos del Castillo Rodr’guez A00508250@tec.mx ORCID: 0009-0002-3138-1275 Tecnol—gico de Monterrey Monterrey, MŽxico Cita recomendada: Del Castillo Rodr’guez, C. (2024). Devenir tierra desde Estaci—n Camar—n en ÒAutobiograf’a del algod—nÓ, de Cristina Rivera Garza. Revista Sarance, (52), 89 -109. DOI: ioasarance.052.04 Resumen Este art’culo analiza la novela Autobiograf’a del algod—n (2020) de la escritora Cristina Rivera Garza, espec’Þcamente dos cap’tulos que des-sedimentan la historia colectiva de la escritora desde Estaci—n Camar—n. Visualizamos los cap’tulos a travŽs del conocimiento posthumano que Rosi Braidotti ha denominado como devenir tierra, el cual ofrece posibilidades de descentramiento humano en aras de enfocar una dimensi—n geol—gica de la subjetivaci—n. Asimismo, el presente trabajo da cuenta de las estrategias de escritura desapropiativa que propone Rivera Garza desde la continuidad natural-cultural del Antropoceno. Por lo tanto, trata de apreciar la complejidad ontol—gica de las relaciones planteadas en la novela mediante el entendimiento de esta como un ensamblaje de subjetividades. Palabras clave: posthumanismo; devenir tierra; ensamblaje; subjetividad; Cristina Rivera Garza. Abstract This article analyzes the novel Autobiograf’a del algod—n (2020) by the writer Cristina Rivera Garza; speciÞcally, two chapters that de-sediment the collective history of the writer from Estaci—n Camar—n. We visualize the chapters through the posthuman knowledge that Rosi Braidotti has called Òbecoming.earth,Ó which offers possibilities of human decentering to focus on a geologic dimension of subjectivation. Likewise, this work gives an account of the disappropriative writing strategies that Rivera Garza proposes from the natural-cultural continuity of the Anthropocene. Therefore, it tries to appreciate the ontological complexity of the relationships raised in the novel by understanding it as an assemblage of subjectivities. Keywords: posthumanism; becoming-earth; assemblage; subjectivity; Cristina Rivera Garza. Pishiyachishka Yuyay CristinaRivera Garzapa killpaymantamikaypi rimanchik. Kaymi kan Autobiograf’a del algod—n(2020). Camaron shayana nishka uchilla kilkaypimi riman imasha tawkapura tantanahushpa kawsaynamanta. Kay yuyayka Rosi Braidotti warmipa yuyayshnallami kan, paymi posthumano yachaykunamanta riman, chaypimi allpami tikrarikrinchik nin, allpa shina tukushpa payshina yuyashpa, yashpa, kawsashpa karinka nin. Shinallatak kay killkaypimi rimanchik imasha Rivera Garza rikuchin tawka killkana –ankunata chaymanta ashtakata yuyarin imashata runakuna shikanyari kallarishkarinka allpamanta, imashata allpata waklichinata yashpa llakichiy kallarishkanchik. Shinami kay killkayta alliman kutin kutin rikushpa willachinkapak munan shuk shuk yuyaykuna watarishkashna chariyta ushanchik chaykunami shuk shuk kawsaykunamanpash tikrariy ushan. Sinchilla shimikuna:posthumanismo; allpaman tikrarishpa; watarishka; tawka laya yaykuna; Cristina Rivera Garza. ÀY si despuŽs de todo se deviniese animal o vegetal gracias a la literatura Ñque no es lo mismo que literariamenteÑ, acaso no se deviene animal antes que nada por la voz? GILLES DELEUZE Y FƒLIX GUATTARI 1. Introducci—n Las obras de la escritora mexicana Cristina Rivera Garza, premiadas y ampliamente estudiadas, se construyen cuestionando paradigmas de escritura como la originalidad o la voz autoral aut—noma, y problematizan a su vez el papel de la literatura en el entramado social. Algunas de sus novelas, como El mal de la taiga (2012) y Hab’a mucha neblina o humo o no sŽ quŽ (2016), vuelcan su interŽs desde una sensibilidad posthumana hacia las relaciones entre el territorio y el cuerpo que escribe, como lo advierte Betina Keizman (2020). Por igual, Rafael Andœgar (2023) ha explorado c—mo las fuerzas afectivas no humanas presentes en El mal de la taiga desestabilizan las relaciones entre la tierra y los humanos. Estas sensibilidades posthumanas son las mismas que activan las concomitancias en la novela Autobiograf’a del algod—n (2020). En este art’culo analizamos el primer y el œltimo cap’tulo de dicha novela, llamados ÒEstaci—n Camar—nÓ y ÒTerricidioÓ respectivamente, para caracterizar los procesos de subjetivaci—n derivados de la escritura geol—gica, que entendemos con Rivera Garza como Éuna escritura desapropiativa en tanto que, de manera abierta, trabaja Žtica y estŽticamente con los textos fuente de los que parte y en los que se Þnca, conminando a una lectura vertical que, al levantar capa tras capa de los materiales incluidos, des-sedimenta la aparente inmutabilidad del poder, abriendo campo para hacer la pregunta sobre la acumulaci—n y la justicia (2022, p. 24). La escritura desapropiativa es un concepto que Rivera Garza ha trabajado desde Los muertos ind—ciles (2013). De ah’, entendemos que Ò[d]esapropiar signiÞca, literalmente, desposeerse del dominio sobre lo propio. [É] Una poŽtica de la desapropiaci—n bien puede involucrar estrategias de escritura que, como las apropiacionistas, ponen al descubierto el andamiaje de tiempo y el trabajo comunalÓ (p. 270). Las escrituras geol—gicas trasladan el concepto de desapropiaci—n, que surgi— en un marco digital, hacia una geoÞlosof’a capaz de atravesar los conÞnes conceptuales desde la Tierra. La bœsqueda hacia un entendimiento de lo posthumano emplea la noci—n de lo geol—gico como un ßujo que se reorganiza a partir de la escala del tiempo profundo. Dicho estudio se inserta en la tesis del Antropoceno1, presentada por el Eugene Stoermer y Paul J. Crutzen, la cual reÞere a las modiÞcaciones que las actividades humanas han hecho sobre la Tierra a un nivel geol—gico, i.e. por concentraciones de di—xido de carbono y metano en los casquetes polares y en la atm—sfera, dejando atr‡s al periodo geol—gico anterior: el Holoceno (Crutzen, 2002). Las exploraciones geol—gicas en las humanidades medioambientales traen consigo un sinf’n de aproximaciones que entrecruzan la historia cultural y natural de los espacios. Al repensar las relaciones entre la materia y las formas que adquiere la expresi—n humana, los procesos de subjetivaci—n se enuncian desde una sensibilidad que conversa con la materialidad terrestre. En este tenor, Kathryn Yusoff identiÞca la formaci—n de la subjetividad en el arte l’tico prehist—rico e indica que Òthe inhuman and nonhuman Ðbiology and geologyÐ are not on the outside of the experience and articulation of subjectivity, they might be considered as interior to the event of itÓ (2015, p. 401). Esta consideraci—n genera desde su perspectiva sujetos geol—gicos (p. 388). Por su parte, a la luz de los hiperobjetos, objetos masivos distribuidos en el espacio (Morton, 2013, p.1), Timothy Morton y Dominic Buyer (2021) proponen una hiposubjetividad, propia de los nativos del Antropoceno, como una manera de devenir menos humanos (p. 25). Tanto Yusoff como Morton enmarcan perspectivas para imaginar la relaci—n material entre la humanidad y lo no humano inorg‡nico. En el amplio campo de los estudios posthumanos, Rosi Braidotti provee una propuesta Þlos—Þca sobre la subjetivaci—n en tanto posthumanismo cr’tico. En este art’culo empleamos su postura para acercarnos a los agenciamientos de la novela de Rivera Garza, sobre todo mediante la noci—n de devenir tierra, ya que nos parece adecuada pues se acerca a recursos ecol—gicos para abordar diversas problem‡ticas. M‡s all‡ de recurrir a mecanismos de identiÞcaci—n o categorizaci—n, el devenir tierra responde a afectos que transforman cr’ticamente los cuerpos en contacto, desde la producci—n creativa o literaria. La crisis clim‡tica implica la crisis de la novela y de la literatura, as’ como Dipesh Chakrabarty (2009) lo anotaba para la historia como disciplina. Gabriel Giorgi se–ala que en la novela del Antropoceno es inescapable la interpelaci—n a lo no humano (2021, p. 5). En su relectura del concepto de novela, la naturaleza no es una excusa del ’mpetu rom‡ntico o la fuerza incontrolable de la novela de la tierra, sino que es agente y, a su vez, productora de documentos. Para Giorgi: Òla selva ya asimil— La vor‡gine, la monta–a ya lleva la huella de Humboldt, el banano ya Ôley—Õ las im‡genes de la plantaci—n. Es una naturaleza que ya absorbi— la huella doble del capital y de la culturaÓ (p. 7). A pesar de la reciente dictaminaci—n llevada a cabo por la Subcomisi—n del Cuaternario que rechaza la integraci—n del tŽrmino Antropoceno como una nueva era geol—gica en la tabla cronoestratigr‡Þca, continuamos emple‡ndolo por su relevancia acadŽmica y por su importancia como evento geol—gico (Witze, 2024), pendientes de futuras consideraciones en torno a este debate no del todo cerrado. En Autobiograf’a del algod—n, Rivera Garza escribe una novela que es tambiŽn un proceso de investigaci—n prospectivo y geneal—gico. Los territorios que recorre siguiendo la huella de sus familiares y otros escritores como JosŽ Revueltas o Gloria Anzaldœa, en espec’Þco en la frontera Este entre MŽxico y Estados Unidos, cuentan historias comunes. Esta autobiograf’a es m‡s cercana a las Òheterograf’asÓ, que Rivera Garza entiende como Òautobiograf’as despuŽs del yoÓ (2022, p. 187). Las heterograf’as recurren a archivos elaborados por y a partir de otras entidades, humanas o no humanas. En la novela se registran traslados y migraciones, as’ como cruces con los diversos territorios en los que las relaciones encuentran un ritmo. Los cap’tulos ÒEstaci—n Camar—nÓ y ÒTerricidioÓ exploran mayormente la localidad de Camar—n, ubicada en el municipio de An‡huac, Nuevo Le—n, en MŽxico. Visualizamos estos dos cap’tulos por su tendencia a indagar verticalmente en una localizaci—n espec’Þca. Sin embargo, nuestra aproximaci—n es nom‡dica, pues los desplazamientos son una constante en el libro. Como escritura geol—gica, Autobiograf’a del algod—n propone una narrativa que excava en los estratos materiales de diversos espacios a travŽs de las investigaciones que conduce la narradora. La escritura es un trabajo material que ensambla cuerpos en tr‡nsito de ser otros con su medioambiente (Rivera Garza, 2013). Las materialidades vibrantes se conectan para crear un Òcontinuum de tipos ontol—gicosÓ (Bennett, 2022, p. 94). La escritura de Rivera Garza se produce desde la desapropiaci—n y la heterograf’a. Desde ah’, relaciona su voz al coro de voces que ha dado forma al territorio, por lo tanto Autobiograf’a del algod—n admite una lectura en ensamblajes capaz de dar cuenta de las estrategias de des-sedimentaci—n que colocan en un mismo plano a las diversas entidades que en ella participan. 2. Ensamblajes Para Manuel de Landa, preocupado por las nuevas materialidades que dan forma a la complejidad ecosocial, la geolog’a de los comportamientos se puede pensar en estratos, como unidades homogŽneas jerarquizadas, pero tambiŽn en redes o ensamblajes que articulan elementos heterogŽneos. En esta doble articulaci—n, tanto el movimiento como la integraci—n s—lida son contingentes y pueden ser utilizados para representar el tiempo que excede lo humano. De acuerdo con De Landa, Ò[f] rom the point of view of the nonlinear dynamics of our planet, the thin rocky crust on which we live and which we call our land and home is perhaps its least important componentÓ (1995). Aunque Autobiograf’a del algod—n, como escritura geol—gica, se construye desde la exploraci—n de los estratos en los cuales se Þnca, su lectura en ensamblajes tambiŽn se correlaciona con la exploraci—n de las huellas, las vinculaciones, alteraciones y reconÞguraciones del espacio y su temporalidad. Es decir, el efecto de des-sedimentaci—n sitœa en un plano a los elementos reunidos en torno a los agenciamientos de la novela. Para ello es necesario entender las relaciones que el algod—n cuenta, convocado por Rivera Garza, y ver los procesos de transformaci—n que la tierra, la familia, los campesinos y tantos m‡s han sufrido. De Landa explica en Teor’a de los ensamblajes y complejidad social, que Òel ensamblaje persona es caracterizado por propiedades emergentes producidas por relaciones de exterioridad entre componentes sub-personales (sensaciones, ideas, actitudes proposicionales, h‡bitos, habilidades)Ó (2021, p. 72). La lectura en ensamblajes sigue las din‡micas no lineales, como el funcionamiento del ensamblaje persona aqu’ expuesto a travŽs de sus propiedades emergentes. Su proceso de conformaci—n no evade las diferencias de poder, sino que se articula en intensidades, que para De Landa operan desde la capacidad de las partes de afectar y ser afectadas. La individuaci—n no es œnicamente propiedad de los humanos, sino la capacidad de todo ensamblaje persona, ya sean seres no humanos, objetos, comunidades, ciudades, etc. Como parte de la lectura, presentamos detalles de los ensamblajes ÒEstaci—n Camar—nÓ (Þgura 1) y ÒTerricidioÓ (Þgura 2), donde se muestran las relaciones entre las diversas personas, as’ como algunos componentes sub-personales. Figura 1 Ensamblaje del cap’tulo ÒEstaci—n Camar—nÓ. Fuente: Elaboraci—n propia. Figura 2 Ensamblaje del cap’tulo ÒTerricidioÓ. Fuente: Elaboraci—n propia La historia no lineal a la que alude De Landa va acompa–ada de procesos de subjetivaci—n capaces de apreciar las relaciones no causales entre las entidades a partir de la percepci—n de intensidades. En entrevista con Dolphijn y Van der Tuin, De Landa concibe Ò[the] subjective experience not as organized conceptually by categories but as literally composed of intensities (of color, sound, aroma, ßavor, texture) that are given structure by habitual actionÓ (p. 46). Realizamos la visualizaci—n de los ensamblajes a travŽs de la herramienta Gephi2 mediante una extracci—n de datos bottom-up3, en la cual a partir de una matriz analizamos la intensidad de las relaciones con base en una lectura cercana. En Gephi procesamos las relaciones tabuladas a travŽs del algoritmo distributivo Yifan Hu4 y establecimos el tama–o de los nodos en funci—n al tama–o de su grado, el cual se expresa a su vez en el tama–o de las etiquetas. Por œltimo, aplicamos la medida de modularidad para identiÞcar con diferentes colores comunidades de interacci—n. Una primera lectura de estos dos grafos nos indica la importancia de Estaci—n 2 ÒGephi is an open source network exploration and manipulation software. Developed modules can import, visualize, spatialize, Þlter, manipulate and export all types of networksÓ (Bastian et al., 2009, p. 361) 3 De acuerdo con Rodr’guez Cano (2023), la aproximaci—n bottom-up o de abajo hacia arriba est‡ Òenfocada en la transici—n de la construcci—n de matrices a bases de datos a conveniencia te—rica del analistaÓ (p. 30). A diferencia de la aproximaci—n de arriba hacia abajo que utiliza la miner’a de datos para acceder mediante descargas masivas. 4 El algoritmo Yifan Hu toma en cuenta la direcci—n de las fuerzas entre los nodos desde una aproximaci—n multinivel (Hu, 2005, p. 1) Camar—n como uno de los nodos principales que conectan las posibilidades de los ensamblajes, lo que no sucede en otros cap’tulos no estudiados en este art’culo. En Autobiograf’a del algod—n, la narradora se desplaza por un territorio familiar en busca del encuentro con sus desaparecidos. La necesidad documental de atestiguar sus rastros desemboca en la posibilidad de concebir otras formas de relaci—n. El territorio le habla. Las genealog’as arquet’picas humanas, que podr’an haberse llamado ÒAutobiograf’a de los Riveras y los GarzasÓ, en esta novela se narran desde la existencia del algod—n. Los nexos entre el algod—n, la llanura y los humanos plantean un recorrido geol—gico y formas de devenir que dan cuenta de existencias ausentes, que demarcan el paso de todas aquellas fuerzas que ya no pueden dar cuenta, pero que han dejado una huella tras su paso. Como en otras novelas de Rivera Garza, es muy importante explicitar c—mo se lleva a cabo la investigaci—n sobre aquello que descubre; en este caso, la atenuaci—n de la voz humana como œnica escritura capaz de producir un registro. La novela se desentiende de los mecanismos de introspecci—n tradicionales, como la exploraci—n hacia las profundidades del individuo o la busca de la l’nea consangu’nea, para abrirse a una inmanencia relacional, donde lo narrado crea las conexiones de una ontolog’a del ensamblaje. Uno de los personajes que articula la novela es el algod—n: en ella podemos ver los territorios a los que ha pertenecido, pero tambiŽn las manos que lo han tocado, los o’dos que han escuchado su historia, los personajes que han visto sus ojos, las riquezas que ha dado y que ha quitado, su interacci—n con los desastres humanos y naturales. En los ensamblajes aqu’ analizados, los nodos ÒEstaci—n Camar—nÓ y ÒAlgod—nÓ son parte de la historia colectiva que demarca una alteridad donde la narradora lee su propia historia. Entre las estrategias m‡s importantes de la novela, Rivera Garza utiliza a la literatura para narrar materiales documentales, desde telegramas de la administraci—n federal que planean la infraestructura para la cosecha del algod—n hasta fotograf’as de un poblado desaparecido. Por un lado, Rivera Garza utiliza estos materiales para producir las referencias; por el otro, pone al centro la pr‡ctica de la imaginaci—n a travŽs del ejercicio literario. Una escritura que utiliza a los archivos como Þgura primordial, que ata y desata sentidos en torno a las formas en las que se emplean los documentos, con grados amplios de afectaci—n. La novela de Rivera Garza, en este sentido, recuerda la manera en que Donna Haraway piensa los procesos de escritura como Þguras de cuerdas, en Seguir con el problema: ÒLas Þguras de cuerdas son como historias, proponen y ponen en pr‡ctica patrones para que quienes participen habiten, de alguna manera, una tierra herida y vulnerableÓ (2019, p. 31). Rivera Garza hila las hebras del algod—n uniŽndolos en textiles desde un texto que crea redes a partir de los estratos y que heterogeneiza las experiencias que el olvido y el silencio suelen homogeneizar. A continuaci—n, nos aproximamos a la lectura de estos hilos deteniŽndonos en algunos nodos principales de los ensamblajes visualizados: el Algod—n, Estaci—n Camar—n y la presa Don Mart’n. Leemos estas relaciones entre lo humano y lo no humano desde un posthumanismo cr’tico; en espec’Þco, desde las aproximaciones que se han elaborado en torno a lo inorg‡nico e inerte. 3. Devenir tierra Rosi Braidotti plantea que Òlo posthumano es un tŽrmino œtil para indagar en los nuevos modos de comprometerse activamente con el presente, razonando sobre algunos de sus aspectos de manera emp’ricamente fundada, pero no reduccionista, cr’tica, pero no nihilistaÓ (2015, p. 16). Lo posthumano en Braidotti requiere pensar la producci—n subjetiva a travŽs de las mœltiples maneras en la que establecemos pertenencia; es decir, considerar al yo a travŽs de su alteridad y las diferencias con las que se relaciona (p. 63). Se articula as’ una subjetivaci—n que se abre paso m‡s all‡ de la trascendencia y se localiza en din‡micas no lineales con propiedades emergentes, dadas por los ensamblajes o como los llamas Braidotti, Òecolog’as de pertenenciaÓ (p. 229). En consonancia con la idea de Haraway antes planteada, Braidotti pareciera decirnos que no se trata de encontrar soluciones a la crisis planetaria en la que nos encontramos, sino resigniÞcar aquello que podemos llegar a ser. Desde su materialismo vitalista, Braidotti rechaza toda idea de trascendentalismo y deÞende una inmanencia relacional; es decir, para ella no hay una teleolog’a de la raz—n capaz de dar cuenta de las complejidades de la materia. Desde este planteamiento, toda entidad es relacional y se construye a partir de dichos nexos. Pensar la crisis es explorar lo que podremos ser en conjunto, respondiendo a las fuerzas no humanas. Por ello, Braidotti precisa que Ò[l]a condici—n posthumana nos llama urgentemente a reconsiderar, de manera cr’tica y creativa, en quiŽn y en quŽ nos estamos convirtiendo en este proceso de metamorfosisÓ (p. 23). El arte, para Braidotti, es una de las grandes herramientas que tenemos para imaginar y acceder a mundos posthumanos: El arte es, adem‡s, c—smico por su resonancia y, por consiguiente, posthumano de estructura, desde el momento que nos conduce a los l’mites de aquello que nuestros s’es encarnados pueden hacer y sostener. En la medida en que el arte extiende al m‡ximo los conÞnes de la representaci—n, este alcanza los l’mites de la vida misma y se confronta, as’, con los horizontes de la muerte. (p. 130) Entre las mœltiples aproximaciones que estudian los l’mites de un entendimiento m‡s all‡ de lo humano, en espec’Þco en nuestra relaci—n con lo inorg‡nico, Braidotti contempla lo que llama un devenir tierra. Para ella la tierra es una categor’a transversal que atraviesa otras categor’as y, como los otros devenires, nos acerca al devenir imperceptible, donde lo vivo se difumina en el imbricado tejido de sus relaciones con lo no vivo. El devenir tierra opera en bloques de devenires. Como se–alaban Deleuze y Guattari, Ò[a] las relaciones que componen un individuo, que lo descomponen o lo modiÞcan, corresponden intensidades que lo afectan, aumentan o disminuyen su potencia de acci—n, que proceden de las partes exteriores o de sus propias partes. Los afectos son deveniresÓ (2010, p. 261). En el apartado donde Braidotti explora el devenir tierra deja sobre todo cuestionamientos para el porvenir de un Òsujeto geocentradoÓ, ya que Òlas cuestiones de la perspectiva geocentrada y el cambio de la posici—n de los humanos, de meros agentes biol—gicos a agentes geol—gicos, exigen la recomposici—n de la subjetividad y la comunidadÓ (2015, p. 101). Una de las pr‡cticas que concibe Braidotti en este devenir tierra es la de la desfamiliarizaci—n: La mejor manera de asumir esta tarea es la estrategia de la desfamiliarizaci—n o de la toma de distancia cr’tica de la visi—n dominante del sujeto. La desidentiÞcaci—n comprende la pŽrdida de los h‡bitos familiares del pensamiento y la representaci—n con el Þn de abrir el camino a las alternativas creativas. (p. 107) Rivera Garza se preocupa por desfamiliarizar la representaci—n del yo. Toma una de las Þguras m‡s paradigm‡ticas de la expresi—n literaria de la individualidad, como la autobiograf’a, y la dota de alternativas creativas colectivas, como lo iremos desbrozando m‡s adelante. Por su parte, Jussi Parikka, en Una geolog’a de los medios, rastrea una de las aproximaciones a estos devenires tierra en la psicogeof’sica. Ante la pregunta: ÒÀcu‡l es el modo en que el suelo, la corteza, las rocas y el mundo geol—gico sienten?Ó (p. 129), Parikka responde: Ò[t]al vez la forma de indagar en ellos no sea mediante discusiones y tratados metaf’sico-conceptuales, sino m‡s bien a travŽs de excursiones, caminatas, experimentos y ensayosÓ (p. 129). Construido en consonancia con la psicogeograf’a de la deriva situacionista, la psicogeof’sica se replantea la importancia de prospectar la corteza terrestre en la interrogaci—n del conocimiento posthumano. O c—mo lo expone The London Psychogeophysics Summit: Òla condici—n humana est‡ siendo moldeada por la Tierra entera: la psicolog’a como una tect—nica de placas de la menteÓ (como se cit— en Parikka, 2021, p. 132). Aunque Parikka emplea estos entrecruces e imaginarios para entender las pesquisas mineral—gicas que dan vida al hardware de nuestra tecnolog’a digital, la psicogeof’sica tambiŽn altera los alcances de la escritura como tecnolog’a. Establece una pr‡ctica de investigaci—n para andar por la Tierra y atravesar sus estratos. Salir de la noci—n del sujeto individual y dominante requiere modalidades de aproximaci—n a la escritura como las antes nombradas: la desapropiaci—n y la heterograf’a, las cuales buscan escribir desde y con la alteridad. La escritura del texto literario, una de las actividades centrales en Autobiograf’a del algod—n, ya sea desde la abuela paterna de Rivera Garza, Petra Pe–a, volcada en sus cuadernos de tapas negras y renglones azules, JosŽ Revueltas frente a su m‡quina Oliver o la propia Cristina Rivera Garza reuniendo los materiales de archivo, produce la desfamiliarizaci—n del sujeto. Insta a quien empu–a la letra o la tecla a buscar m‡s all‡ de s’ y a construirse desde la ausencia de los cuerpos que ya no est‡n. En la novela, el abuelo paterno de Cristina, Chema, observa y enuncia el asombro de ver a su esposa encorvada y ajena: Pero nada en su vida lo prepar— para la reacci—n que tuvo su cuerpo cuando vio a esa muchacha de talante grave y de modos resueltos escribir algo hermŽtico e intransferible, algo que para Žl quedar’a para siempre en el terreno del misterio. En un acto parecido a la prestidigitaci—n, Petra se comunicaba con lo que no estaba ah’, frente a ella, que casi era lo mismo a decir que Petra mandaba y recib’a mensajes de fantasmas y muertos. (p. 43) Rivera Garza ha aÞrmado que Ò[e]scribir es el acto f’sico de pensarÓ (2007, p.13). Invocar a los fantasmas y a los muertos, a las ausencias, es un acto misterioso, pero sobre todo un acto material que requiere de un cuerpo para inscribir los signos en un medio. ÀDesde d—nde escribimos y c—mo trazamos con nuestras palabras los desplazamientos de nuestro cuerpo y, por ende, una tect—nica de la mente o una prospecci—n de lo sedimentado? Uno de los inicios de la escritura de Autobiograf’a del algod—n se realiza como una escritura in situ en Camar—n, Nuevo Le—n. Rivera Garza viaja, como otrora los agricultores, sus abuelos o JosŽ Revueltas, hacia el territorio. El componente Estaci—n Camar—n puede ser desensamblado de la novela y ensamblarse en el dominio de X, antes Twitter, @EstacionCamaron, donde Rivera Garza escribe en tiempo real, del 29 de marzo al 21 de abril del 2016, y ex profeso para el Primer Festival de Escritura Digital, acompa–ada de Claudia Sorais Casta–eda, Vega S‡nchez Aparicio, Aviva Kana y Suzanne Jill Levine donde territorializan los ritmos de un espacio anterior, mediante traducciones al inglŽs de la novela de JosŽ Revueltas, El luto humano; una serie de im‡genes de un traslado virtual desde Salamanca, Espa–a; as’ como la investigaci—n que emprenden por carretera dos mujeres solas en busca de huellas pasadas. De vuelta en la novela, la narrradora se cuestiona: ÒC—mo cambian las cosas de lugar sin moverse un ‡piceÓ (pp. 28-29). Las geograf’as yuxtapuestas de la apreciaci—n geol—gica recorren las referencias espaciales. Su no linealidad se expresa en el espejo retrovisor donde las dos mujeres solas manejan hacia Estaci—n Camar—n y la narradora apunta: ÒVamos hacia el pasado y hacia el presente a la vezÓ (p. 31). Para Y. M. Lo Feudo lo posthumano se posibilita mediante dos grandes temas: la agencia y los mundos. Esto se lo pregunta desde la aÞrmaci—n que Heidegger hiciera en torno a lo inerte, declarando que no genera mundo. Sin embargo, de acuerdo con la mirada posthumana que requiere ciertos abandonos y restauraciones de los l’mites humanos, en la pluralidad de los ensamblajes, Òla agencia del ser humano no ser’a otra cosa que una agencia material m‡s, igualmente leg’tima que la acci—n de las rocas, de las plantas o de los animalesÓ (Lo Feudo, 2022, p. 15). Adem‡s de la escritura humana, otra pr‡ctica que conforma Autobiograf’a del algod—n es la migraci—n de los cuerpos. El cap’tulo ÒEstaci—n Camar—nÓ comienza con el recorrido de JosŽ Revueltas por las llanuras del Noreste mexicano y termina con la emigraci—n de Petra Pe–a, Chema y sus hijos desde Nuevo Le—n a Tamaulipas. Sin embargo, se registran otros traslados y voces del territorio. Mientras que en ÒTerricidioÓ, de Estaci—n Camar—n la narradora pasa a Houston, Texas, y Þnalmente a Zaragoza, Coahuila. El constante transcurrir y los viajes son parte del ßujo que vincula a la narradora con otras existencias no humanas y con la Tierra. El cimarronaje colonial, las naciones coahuiltecas, apaches, comanches, mezcaleros, mascogos y negros seminoles unen su tr‡nsito al ir y venir de los vientos locos, el desierto y los bisontes. Por igual, los recorridos virtuales que se realizan en la bœsqueda de Estaci—n Camar—n, por mapas y blogs digitales constituyen un desplazamiento por el territorio que desarticula las l—gicas de la presencialidad. Sin embargo, uno de los recorridos donde la crisis entre lo vivo y lo no vivo se evidencia es el camino del agua, el cual permanece sigilosamente impl’cito a lo largo de la novela, ya que su nodo en realidad es marginal. Autobiograf’a del algod—n lo deja claro: ÒEl viaje siempre inicia antes. El viaje inicia antes incluso de imaginar el viaje. Ninguna historia de la agricultura podr’a deletrearse sin agua. [...] El viaje inicia con el aguaÓ (p. 36). La enunciaci—n del agua es escasa. No obstante, su acumulaci—n tiene nombre y una cicatriz geol—gica que altera la estructura de la llanura: la presa Don Mart’n. Su gestaci—n se produce desde una serie de deseos y actos de habla que producen infraestrctura para dar vida al algod—n y transformar el desierto del Noreste mexicano. As’ lo se–ala la narradora: Un buen d’a, un general que ha ganado la guerra mira hacia el horizonte y, en lugar de ver puro monte seco y hosco, en lugar de ver planicies inh—spitas o espacios vac’os; ve parcelas bien ordenadas, ve cultivos, cosecha. Y piensa: aqu’ empezar‡ la agricultura. Su declaraci—n sonar’a menos rimbombante si no fuera cierta. (p. 14) La elaboraci—n de la presa Don Mart’n trae consigo reuniones de planiÞcaci—n que en boca de los gobiernos estatales y federales remiten a la idea de progreso y desarrollo. Rivera Garza recuerda que los cuerpos de quienes construyeron estas obras monumentales de acopio, mayormente cuerpos de indios y mestizos, quedan ah’ en los ediÞcios sin contarse. Igual que los cuerpos de la guerra contra el narcotr‡Þco que permanecen como vestigios, partes de la Òfosa submarina en medio del desiertoÓ (p. 37). La presa Don Mart’n es una cicatriz en el territorio que se levant— con la intenci—n de captar agua y crear toda una red que diera impulso a la actividad agr’cola de la regi—n. Con ella se erigi— el Sistema de Riego No. 4 y muchas familias migraron a sus alrededores para trabajar las tierras. La mirada de asombro de JosŽ Revueltas al ver los miles de ojos del algod—n, tambiŽn se eclipsa frente a la presa Don Mart’n, as’ como al agua contenida y domesticada para su uso, en medio del desierto. Esta presa para Revueltas fue Òuna estatua gris, algo nada m‡s bello que esculpieran para el adorno del paisaje grisÓ (p. 38). Es m‡s: ÒSi Revueltas hablaba de la presa como una obra de arte que irrump’a con su belleza la monoton’a del desierto, [el general Plutarco El’as] Calles parec’a referirse a ella como un milagroÓ (p. 38). La contenci—n del agua en medio del desierto parece un milagro o una obra de arte, porque Òen sus ojos asombrados, ten’a pies y la atravesaba, vertical, una osamenta oscura. Erecta y grandiosa, la presa cubr’a de cortinas de agua como si fueran vestidos. La presa, ese anÞteatro antiguo, solemne y nobleÓ (p. 38). Esta apreciaci—n no connota s—lo una lectura prosopopŽyica de la infraestructura, sino una capacidad de producir desde su materialidad posibilidades de mundo. La construcci—n de la presa transforma los comportamientos en torno al espacio y da una posibilidad a los abuelos de la narradora para dejar de ser mineros o n—madas y volverse campesinos, labradores del algod—n, a partir de un plan del gobierno posrevolucionario. Ante malas gestiones administrativas, estos campesinos se ven obligados a instaurar una huelga para mejorar las condiciones de la cosecha. Al Þnalizar el cap’tulo ÒEstaci—n Camar—nÓ, en la subrepticia sincron’a de las relaciones y los procesos intensivos, las lluvias colman el R’o Bravo y traen consigo un exceso de agua que forza el desmembramiento de la huelga. Una inundaci—n devasta los algodones, pero tambiŽn a las familias que habitan los campos. Esta marejada de muerte es, a su vez, el nodo de dos inicios y un Þnal: en El luto humano, de JosŽ Revueltas, inicia el tiempo denso y geol—gico de unas acciones ralentizadas con la ni–a Chonita ya muerta y el agua que lo empieza a consumir todo, entrando por todas las habitaciones en medio del luto; la emigraci—n extra–a de los abuelos paternos de la narradora; y, por œltimo, la desterritorializaci—n de Estaci—n Camar—n. Rivera Garza emplea esta yuxtaposici—n de eventos para dar forma a su relaci—n con este espacio y para narrar sus devenires como viajes en su novela. Devenires que se narran desde las afectos que Rivera Garza produce sobre esta tierra que ya no existe. Yuxtaponer las geograf’as que se han ido sedimentando una sobre otra a travŽs de la escritura, como acto f’sico de pensar, conlleva repensar a Estaci—n Camar—n como muchos Estaci—n Camar—n, no s—lo a travŽs del tiempo, sino en la reuni—n de existencias que le han dado forma. Estos desplazamientos son posibilidades de encuentro y desencuentro, dado que conciben nodos articulados en escrituras no siempre legibles, recombinaciones de presencias y ausencias que transforman los cuerpos mediante representaciones de un yo colectivo, donde Estaci—n Camar—n tambiŽn narra su multiplicidad, sus muchas formas de ser, participar en en los ensamblajes y crear mundos. 4. Estaci—n Camar—n: la ausencia del Cret‡cico Tard’o La ausencia en Estaci—n Camar—n se expresa en el abandono y la pŽrdida de un ritmo compartido entre las diversas entidades. Los ecos de una tensa conversaci—n entre los generales que declararon la aparici—n del algod—n y las aguas desbordadas que lo inundaron todo traen consigo fantasmas de otras aguas. Incluso en los nombres de los espacios se asimila una lectura a travŽs de las capas del subsuelo. Leemos en la novela:! De ser puntos insigniÞcantes en el mapa de una estepa con fama de inhabitable o de un desierto que a todos mantiene a raya se convierten ahora en lugares con nombre: Estaci—n Rodr’guez, por el apellido de los due–os de un rancho; Estaci—n Camar—n, por el color rojizo que se desprende de las aguas de un r’o. (p. 14) ! Las tonalidades rojizas y gris‡ceas, del camar—n, pueden referir a las posibilidades de las lutitas y a los suelos arcillosos de ambientes de dep—sito marino. ÒLa sedimentaci—n de estos peque–os granos [de lutita] est‡ asociada a ambientes ÔtranquilosÕ como ciŽnagas, llanuras ßuviales expuestas a inundaciones y porciones de las cuencas oce‡nicas profundasÓ (Tarbuck y Ludgens, 2011, p. 25). Como indica el INEGI, las lutitas aßoran en la Gran Llanura Norteamericana y pertenecen al Periodo Cret‡cico, del Mesozoico (1986, p. 25). El Cret‡cico, como explica Francisco Anguita en Biograf’a de la Tierra, remite a su vez a un periodo de grandes transgresiones, de divisiones terrestres y asentamientos marinos en lo que ahora conocemos como desierto, aqu’ en el Noreste de MŽxico, donde ingres— el Mar Interior del Cret‡cico:! Como una persona que, en su tercera edad, volviese a tener aspecto infantil, a mediados del Cret‡cico la Tierra volvi— a parecerse al planeta marino del Arcaico. El nivel de los ocŽanos subi— m‡s de 200 metros, casi la mitad de la superÞcie de los continentes qued— cubierta por mares someros: NorteamŽrica, çfrica, Australia fueron partidas en dos por las aguas, y Europa se convirti— en un archipiŽlago. Esta curiosa situaci—n se prolong— durante treinta millones de a–os. (2011, p. 235) Esas mismas inundaciones del Cret‡cico Tard’o son las que vieron aparecer proliferaciones de angiospermas, plantas con ßores, entre las que se halla el algod—n mexicano. La inundaci—n que desÞgura el continente trae consigo suelos aluviales. Esta sedimentaci—n guarda una imposibilidad para la existencia del algod—n: tierras salitrosas que complicaron la fertilidad de los suelos. Rivera Garza precisa en su novela: Òel r’o Salado no se llamaba salado por mera casualidadÓ (pp. 74-75). El aßoramiento de las lutitas, parte de las Formaci—n Eagle Ford en el Norte de Nuevo Le—n (Ram’rez et al., 2023; Gonz‡lez Betancourt et al., 2020), tambiŽn predispone condiciones para el dep—sito org‡nico y, por lo tanto, una capacidad para albergar hidrocarburos. Los procesos geol—gicos de esta tierra tantas veces inundada crearon poco a poco los georrecursos por los cuales ha sido y es alterada ahora en el Antropoceno. Rivera Garza es testigo de este abuso. En la novela, la inundaci—n del MŽxico postrevolucionario desterr— el Òorden que el algod—n hab’a impuesto sobre la llanuraÓ (p. 17). A estas reminiscencias del Cret‡cico donde el mar se extend’a somero le sigui— una cruenta sequ’a que instaur— nuevamente el desierto. Porque Òel territorio que alguna vez Revueltas describi— como una tierra blancuzca e hiriente sigue siendo el mismo. Si el algod—n produjo una riqueza sin par en la regi—n; el algod—n se la arrebat— y hasta le pidi— m‡sÓ (p.30). Cuando las dos mujeres solas intentan encontrar Estaci—n Camar—n, lo que presencian son ruinas, doble negaci—n de una realidad deshecha. Sin embargo, desde el espacio virtual le dan forma a esta ausencia a travŽs de la escritura. Estaci—n Camar—n se muestra en la novela de Revueltas, pero tambiŽn en el espacio virtual de una comunidad que recuerda con afecto la ciudad algodonera. En esa ausencia, Rivera Garza nos recuerda: Ònunca como en los pueblos por donde pas— el algod—n, y la protesta contra la explotaci—n y la desigualdad que provoca el algod—n, he sentido el paso del tiempo como un castigoÓ (p. 76). En la ruina, donde ya no est‡ Estaci—n Camar—n ni la inundaci—n, yacen erosionados los suelos y las historias. En la ausencia del Cret‡cico Tard’o, Autobiograf’a del algod—n remite a los inicios de las plantas con ßores, del Mar Interior, del ßuir de un territorio hosco, agreste, pero tambiŽn advierte sobre la cat‡strofe de la muerte de lo no vivo. ÀD—nde encontrar este territorio perdido en el que ya no queda nada debido a la inÞltraci—n del agua t—xica del fracking? Eso expresa el cap’tulo ÒTerricidioÓ, donde Rivera Garza narra el asesinato de la tierra. Al Þnalizar la novela, en Estaci—n Camar—n, las retroexcavadoras destrozan los vestigios de lo que queda para darle paso a la maquinaria que inÞltrar‡ a presi—n, en las lutitas, agua, arena y qu’micos como el cadmio o el arsŽnico para extraer gas, provocando un grave deterioro ambiental y el terricidio de Estaci—n Camar—n. La narradora trata de dirigirse a El Poblado, cerca de Matamoros, a la casa familiar; pero, como otras tierras del algod—n, ese espacio se ha transformado en un espacio de sangre y muerte por la violencia del Estado y el narco. El asesinato de la tierra no es simplemente generar la degradaci—n de las caracter’sticas f’sicas del suelo, sino tambiŽn la clausura de las posibilidades de su re/territorializaci—n. Lo explica la narradora en la novela: ÒDice Gast—n Gordillo que los pueblos fantasmas son sitios destruidos no porque estŽn hechos a–icos f’sicamente, sino porque las relaciones sociales que les dieron vida se han disueltoÓ (p. 289). Rivera Garza genera una sensibilidad hacia las materialidades que dan forma a la escritura y a la Tierra, que se hilan en un ensamblaje de subjetivaciones. Esta sensibilidad y afectos que construyen en torno a Estaci—n Camar—n buscan regresarle la vida. Para la escritora, la tierra puede ser resucitada al trabajar con las materialidades que otrora la crearon; es decir, re-escribir la tierra. Como ella lo expresa: ÒRe-escribir, que es resucitarÓ (p. 291). Rivera Garza lee la efusividad de las voces no humanas y las expresiones de la Tierra, como ella anota sobre JosŽ Revueltas: ÒPero poco a poco su entusiasmo, su manera de asombrarse por igual ante toda cosa viva o cosa inerte, le fueron ganandoÓ (p. 59). En su trabajo de escucha cuidadoso, de ser todo o’dos, JosŽ Revueltas es un animista, que siente que el cosmos lo observa y que la protesta digna de los trabajadores del algod—n tambiŽn es un murmullo imperceptible de la geolog’a hist—rica: cuerpos que se desintegran y se integran a los nutrientes de la edafosfera, voces que se confunden con la atm—sfera. As’ lo escribe la narradora en el momento que el joven JosŽ Revueltas contempla el cielo estrellado desde el Sistema de Riego No. 4: Algo deber’a estarlos viendo desde la b—veda del universo, y ese algo no pod’a ser divino. Las estrellas tienen historia. Las constelaciones tienen historia. Todo era materia viva, ennegrecida, adusta. La vida as’, tan peque–a y tan heroica, s—lo tendr’a sentido si alguien o algo la registraba desde all‡ arriba: ojos desde Venus; ojos desde Urano. El murmullo de los asamble’stas era apenas un trazo que aparec’a y desaparec’a para esos ojos for‡neos que los espiaban desde las estrellas, pero era un trazo al Þn y al cabo. Algo real. Algo con inicio y, con suerte, algo con Þnal. (p. 26) La autobiograf’a que propone Rivera Garza es una historia de multiplicidades, ya que recupera la re-escritura como un ejercicio para resucitar la tierra asesinada; es decir, los muchos Estaci—n Camar—n que conviven en su lectura vertical. Por igual en su novela se explicitan las subjetivaciones geocentradas donde el territorio ensambla y es ensamblado con otras entidades. En ella aprende a territorializar el espacio, no repobl‡ndolo de humanos, sino escribiŽndolo mediante procesos de memoria y duelo junto a los muertos y los fantasmas. La escritora se asombra de la vida que hay en la materia inerte. La escala de miradas, de ojos desde Venus o Urano se representa en las im‡genes que Vega S‡nchez Aparicio (Þgura 3) crea con varios materiales e integran la novela Autobiograf’a del algod—n: fotograf’as del blog sobre Ciudad An‡huac y Estaci—n Camar—n, fotograf’as de las manos de Cristina Rivera Garza y rŽplicas de la letra manuscrita de JosŽ Revueltas. Las im‡genes representan geograf’as yuxtapuestas y trazos de personas humanas y no humanas que alguna vez estuvieron ah’: sombras de un espacio compartido y tiempos entrelazados por la materialidad. En esas miradas c—smicas, la Tierra desdibuja los propios desplazamientos de su conformaci—n. La re-escritura y la creatividad humana imaginan desde el afecto c—mo ser m‡s que s—lo humanos, para resucitar los cuerpos que mueren injustamente, incluso el cuerpo terrestre de Estaci—n Camar—n. Figura 3 La presa, ese anÞteatro antiguo, solemne y noble. Fuente: S‡nchez Aparicio, V. (2020). La presa, ese anÞteatro antiguo, solemne y noble. En Cristina Rivera Garza, Autobiograf’a del algod—n. Literatura Random House. Las im‡genes de S‡nchez Aparicio dan cuenta de una geolog’a atenta a los aßoramientos y a la multiplicidad de Estaci—n Camar—n, de las historias que lo entretejen. Por igual, reaÞrman la actividad colectiva que involucra narrar los territorios para hacerlos presentes desde sus huellas. 5. Conclusiones La lectura propuesta es este art’culo no es producto de un an‡lisis causal, sino de una apreciaci—n de las relaciones que construyen una historia colectiva, la de Cristina Rivera Garza, que es singular a la vez que le excede y que comparte con el algod—n, sus abuelos, otros escritores y con Estaci—n Camar—n. Su autobiograf’a, como exploraci—n literaria del yo, se articula a travŽs de su escritura desapropiativa y heterogr‡Þca. La perspectiva geol—gica que propone se hace visible en los nodos que muestran una mayor centralidad en los ensamblajes presentados: entidades humanas, como sus abuelos, Petra y Chema; y no humanas, como el algod—n, la presa Don Mart’n y Estaci—n Camar—n. El peque–o nodo del elemento Cristina Rivera Garza queda repartido en la multiplicidad con los muchos agentes que construyen los ensamblajes aqu’ estudiados. El pensamiento posthumano nos ofrece claves para acercarnos a esta novela de Cristina Rivera Garza. En ella, la autora es sensible a los poderes que tiene la escritura literaria para territorializar las ruinas de espacios destruidos por el capitalismo o el extractivismo energŽtico. La importancia de visualizar esta colectividad de entidades nos permite conÞgurar una red donde la autora se geocentra, dando pie a un devenir tierra, dentro de un bloque de devenires, que se construye a travŽs de afectos. La visualizaci—n de los ensamblajes en las novelas es una gran herramienta que permite a los investigadores navegar la complejidad de las escrituras geol—gicas. En los cap’tulos que analizamos identiÞcamos estrategias de escritura como la desfamiliarizaci—n de la autor’a œnica; la escritura in situ que realiza la autora con otras mujeres, registrada en el perÞl @EstacionCamaron; las fotograf’as de Vega S‡nchez Aparicio para construir geograf’as yuxtapuestas; el uso de escrituras compartidas, como blogs virtuales; y, la re-escritura del espacio con JosŽ Revueltas. En esta re-escritura, El luto humano se transforma en una resurrecci—n posthumana, donde el algod—n y la tierra narran una de sus mœltiples historias. En la novela de Rivera Garza se evidencian los preceptos de un materialismo vitalista, ya que la autora no s—lo se conduele por la muerte humana, sino que se lamenta de la destrucci—n de Estaci—n Camar—n. Las bœsquedas que establece la narradora, e.g. los cuerpos de sus familiares desaparecidos, la historia de la tierra comœn, la manera de escribir colaborativamente un destino, son otras formas de narrar los procesos de subjetivaci—n desde la crisis clim‡tica del Siglo XXI. Queda pendiente, en esta lectura, recorrer esas tierras para escuchar las materialidades vibrantes y lo que tienen todav’a por decir. El an‡lisis a partir de ensamblajes es pertinenete tambiŽn en los cap’tulos de Autobiograf’a del algod—n no includos en este art’culo, donde Cristina Rivera Garza se desplaza y dialoga con el R’o Bravo o la Meseta Central de MŽxico, por mencionar algunos. En ellos aßoran otras relaciones con otros territorios y se utilizan estas y otras estrategias de escritura para des-sedimentar los estratos. Referencias bibliogr‡Þcas Andœgar, R. (2023). The Affective Force of the Landscape in Cristina Rivera GarzaÕs El mal de la taiga. En J. M. G—mez (Ed.), Ibero-American ecocriticism: Cultural and social explorations. Lexington Books. Anguita, F. (2011). Biograf’a de la Tierra: Historia de un planeta singular. Aguilar. Bastian, M., Heymann, S., y Jacomy, M. (2009). Gephi: An Open Source Software for Exploring and Manipulating Networks. Proceedings of the International AAAI Conference on Web and Social Media, 3(1), 361Ð362. https://doi.org/10.1609/icwsm.v3i1.13937 Bennett, J. (2022). Materia vibrante: Una ecolog’a pol’tica de las cosas. Caja Negra Editora. Boyer, D., y Morton, T. (2021). Hyposubjects: On becoming human. Open Humanities Press. Braidotti, R. (2015). Lo posthumano. Gedisa. Chakrabarty, D. (2009). Clima e historia: Cuatro tesis. Pasajes: revista de pensamiento contempor‡neo, (31), 51-69. Crutzen, P. J. (2002). Geology of mankind. Nature, 415(6867), 23Ð23. https://doi. org/10.1038/415023a Deleuze, G. y Guattari, F. (2010). Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Pre-Textos. Dolphijn, R., & Tuin, I. van der. (2012). New materialism: Interviews & cartographies. Open humanities press. Estaci—n Camar—n [@EstacionCamaron] (s.f.) Posts [PerÞl de X]. Recuperado el 8 de marzo de 2024 de https://x.com/estacioncamaron?s=11&t=p25oxI9uiQLC-1D6xt_dYw Lo Feudo, Y. M. (2022). Mundos y agencias posthumanos. Cuadernos Filos—Þcos, 19. https:// cuadernosÞlosoÞcos.unr.edu.ar/index.php/cf/article/view/154/150 Fondo de Cultura Econ—mica (Mexico), & Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Mexico) (Eds.). (2007). ÒEscribir un libro que no es m’oÓ. En La novela segœn los novelistas (1. ed). Fondo de Cultura Econ—mica: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Giorgi, G. (2021). ÒTemblor del tiempo humanoÓ: Pol’tica de la novela en Juan C‡rdenas. Cuadernos de Literatura, 24. https://doi.org/10.11144/Javeriana.cl24.thpn Gonz‡lez Betancourt, A. Y., Gonz‡lez Partida, E., Piedad S‡nchez, N., Carrillo Ch‡vez, A., Gonz‡lez Ruiz, L. E., y Gonz‡lez Ruiz, D. (2020). DiagenŽsis de la Formaci—n Eagle Ford y sus marcadores tŽrmicos como productora de gas no convencional. Bolet’n de la Sociedad Geol—gica Mexicana, 72(2), A151219. https://doi.org/10.18268/ BSGM2020v72n2a151219 Haraway, D. J. (2019). Seguir con el problema: Generar parentesco en el Chthuluceno. Consonni. Hu, Y.! (2005). EfÞcient and high quality force-directed graph drawing.! The Mathematica Journal, (10), 37-71. http://yifanhu.net/PUB/graph_draw_small.pdf INEGI. (1986). S’ntesis geogr‡Þca del estado de Nuevo Le—n. http://internet.contenidos.inegi. org.mx/contenidos/productos/prod_serv/contenidos/espanol/bvinegi/productos/ historicos/2104/702825220747/702825220747_4.pdf Keizman, B. (2020). Sensibilities and human and non-human readjustments in the narrative of Cristina Rivera Garza. Anclajes, 24(3), 189-203. https://doi.org/10.19137/ anclajes-2020-24312 De Landa, M. (1995, mayo 26). The Geology of Morals: A Neomaterialist Interpretation. Virtual Futures 95 Conference, Warwick University. http://www.t0.or.at/delanda/ geology.htm De Landa, M. (2021). Teor’a de los ensamblajes y complejidad social (C. de Landa Acosta, Trad.). Tinta Lim—n. Morton, T. (2013). Hyperobjects: Philosophy and ecology after the end of the world. University of Minnesota Press. Parikka, J. (2021). Psicogeof’sica de la tecnolog’a. En Una geolog’a de los medios (p. 295). Caja Negra. Ram’rez Fern‡ndez, J. A., Jenchen, U., Montalvo Arrieta, J. C., Salinas Jasso, J. A., Velasco Tapia, F., y Navarro de Le—n, I. (2023). S’ntesis geol—gica del Estado de Nuevo Le—n. Universidad Aut—noma de Nuevo Le—n. Revueltas, J. (2014). El luto humano. Ediciones Era. Rivera Garza, C. (2007). ÒEscribir un libro que no es m’oÓ. En Cristina Rivera Garza (Coord.), La novela segœn los novelistas. Fondo de Cultura Econ—mica y Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Rivera Garza, C. (2012). El mal de la Taiga. Tusquets Editores. Rivera Garza, C. (2013). Los muertos ind—ciles: Necroescrituras y desapropiaci—n. Tusquets Editores MŽxico. Rivera Garza, C. (2016). Hab’a mucho neblina o humo o no sŽ quŽ. Penguin Random House Grupo Editorial. Rivera Garza, C. (2020). Autobiograf’a del algod—n. Penguin Random House Grupo Editorial. Rivera Garza, C. (2022). Escrituras geol—gicas. Iberoamericana y Vervuert. Rodr’guez-Cano, C. A. (2021). Miner’a de datos y An‡lisis de Redes Sociales: Malabarismos de una experiencia de investigaci—n. En D. Flores-M‡rquez (Ed.), La imaginaci—n metodol—gica: Coordenadas, rutas y apuestas para estudio de la cultura digital. Tintable. S‡nchez Aparicio, V. (2020). La presa, ese anÞteatro antiguo, solemne y noble. En Cristina Rivera Garza, Autobiograf’a del algod—n. Penguin Random House Grupo Editorial. Tarbuck, E. J., y Lutgens, F. K. (2011). Ciencias de la Tierra: Una introducci—n a la geolog’a f’sica. Pearson Educaci—n de MŽxico, SA de CV. Witze, A. (2024). Geologists reject the Anthropocene as EarthÕs new epochÑAfter 15 years of debate. Nature, (627), 249-250. https://doi.org/10.1038/d41586-024-00675-8 Yusoff, K. (2015). Geologic subjects: Nonhuman origins, geomorphic aesthetics and the art of becoming in human. Cultural Geographies, 22(3), 383Ð407. https://doi. org/10.1177/1474474014545301